Esta novela de Balzac publicada en 1833 plantea dos problemas en torno a la mujer, la soltería y la administración de su fortuna. En el pueblo de Samur, en la provincia francesa, donde nos instala el autor, en la casa de un rico tonelero, el dinero es la columna vertebral. Eugenia, la madre y la fiel criada viven bajo el yugo de un avaro, que las condena a una existencia miserable.
Las tres mujeres siguen los preceptos religiosos que dominan en la Francia de la época y que las lleva a pensar que la vida se reduce a sufrimiento y resignación. De ahí el temor de Eugenia, la obediencia al padre y, posteriormente, tras su muerte, el acatamiento a las convenciones sociales, o el peso de instituciones como el matrimonio, dado que a una mujer soltera no se le permite administrar su propia herencia, al fin y al cabo, el matrimonio es un acuerdo económico, más que el desenlace de una pasión.
Balzac es implacable en la descripción del clima que reina en aquel mundo contaminado por distintos intereses y ambiciones: ¡Espantosa condición humana!, exclama el narrador tras describirlos. Muestra de ello es el primo Carlos Grandet, que llega procedente de París huérfano y sin fortuna y a quien Eugenia protege. A la actitud calculadora y fría de Carlos, Balzac enfrenta la de Eugenia, criatura sencilla y de natural bondad, que no se mueve por el dinero ni por el propio beneficio.
Tras la muerte del padre, Eugenia debe hacerse cargo de una inmensa fortuna, pero ya ha ganado en sabiduría y tacto. También se ha acostumbrado a las comodidades propias de su condición de rica heredera, sin dejar de contribuir con obras de caridad en la provincia, donde es apreciada por todos. Pero permanece soltera esperando el regreso de Carlos, quien se ha ido a América en busca de fortuna. Lo que ella ignora es que este ha regresado rico y que se propone ascender en la escala social con un matrimonio conveniente.
Previamente, el narrador explica el bajo proceder de Carlos, resultado de una educación dentro de las normas del medio parisino al que pertenece, y donde las personas se mueven por interés, más que por amor o por nobles ideales.
Entre tanto, la soltería de Eugenia se convierte en un problema en Samur, donde las familias hacen cábalas sobre con quien debería desposarse con ella. Balzac no deja de sorprendernos a medida que avanzamos en la historia de esta mujer tan rica como desdichada. Para responder a las expectativas de su entorno Eugenia llama a uno de sus pretendientes y le propone un matrimonio por amistad, a cambio de que se respete su voluntad y sus deseos. Al morir el marido, Eugenia alcanza la condición de viuda respetable y así puede dedicarse a una vida cómoda y sencilla.
Balzac nos da cuenta de la movilidad social que en Francia favorece la Restauración, del vertiginoso ascenso que permite la especulación financiera y de la estrepitosa caída de algunas familias; de la influencia de la Iglesia, y del oportunismo de muchos comerciantes que se aprovechan de la ruina de los otros. Pero lo más importante del planteamiento de Balzac es que una fortuna también le permite a la mujer elegir por sí misma en qué condiciones casarse. Quizás influyó en este desenlace su estrecha relación con George Sand, con quien Balzac mantuvo una respetuosa amistad y una nutrida correspondencia