SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La esclavitud al doblar de la esquina tras la anexión a España, libro que acaba de ser editado, describe un tema totalmente inédito en la historia dominicana, la introducción de esclavos chinos en el periodo de la anexión a España de 1861-1865.
Al producirse la anexión los dominicanos tenían cuatro décadas que ese negativo proceso de relaciones productivas había desaparecido en el país, con el nuevo status colonial se corría el riesgo de su reimplantación, porque la esclavitud imperaba en las cercanas colonias españolas de Cuba y Puerto Rico.
El régimen monárquico hispano no estaba acostumbrado a propiciar en sus colonias el desarrollo de las fuerzas productivas con la integración de mano de obra en base a la remuneración a los trabajadores, dependía para las grandes labores agrícolas y de construcción del trabajo esclavo con negros, asiáticos o yucatecos.
Pedro Santana consciente de la adversión de los criollos a la esclavitud, solicitó como única condición para la concertación de la anexión que no se reimplantara la esclavitud. Esta petición no fue ratificada en el decreto que aceptaba la nueva colonia. No obstante, las autoridades hispanas comprendieron en Santo Domingo no era posible volver al pasado esclavista. Además, tenían la dificultad que habían llegado a un acuerdo con Inglaterra que restringía la trata o comercio de esclavos negros.
En principio se intentó desarrollar una gran migración de colonos españoles para dedicarlos a las labores agrícolas, este proyecto fracasó de modo rotundo, no se aportaron los recursos para garantizar la estabilidad de estos colonos.
El plan original era fomentar actividades productivas con inversiones mínimas, para así conseguir grandes ganancias. Entonces procedieron a trasladar chinos esclavos desde Cuba que fungían literalmente como “colonos”, fueron movilizados bajo la condición de “prisioneros chinos” y tratados como esclavos, que era la norma. Integrados de modo discreto a la colonia dominicana para desarrollar las labores productivas de desmonte de árboles maderables, la construcción de barracas y cuarteles militares entre otras actividades. Ese trasiego de esclavos disimulado como “prisioneros chinos” fue mantenido como un secreto de Estado por las autoridades coloniales de Santo Domingo.
La condición de esclavos pasó inadvertida para los dominicanos, porque se desconocía que el trato dado a los culíes o chinos en Cuba y Puerto Rico era compatible con la esclavitud, además se vigilaban de cerca porque supuestamente eran reclusos muy peligrosos.
Hoy a más de un siglo y medio de la anexión y la Guerra Restauradora, se ha podido confirmar que esa introducción de “prisioneros chinos” a Santo Domingo, fue un modo soterrado de esclavitud, para contar con mano de obra barata y evadir cualquier intento de repudio de la población dominicana que estaba en alerta ante la posible entrada de esclavos negros que era la más conocida. Samaná y Puerto Plata fueron los lugares escogidos para que estos esclavos hicieran sus labores, se sospecha que también fueron ubicados en la ciudad de Santo Domingo.
El libro de 224 páginas, presenta una importante cantidad de documentos inéditos tomados de archivos españoles y locales, que corroboran la tesis central en torno a la introducción de chinos como esclavos durante el lapso de la anexión.
El prólogo fue escrito por el maestro Alvaro Caamaño, historiador y director de la Escuela de Historia y Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. La portada presenta un dibujo alegórico que representa la alarma de los dominicanos cuando en plena anexión (1864) fue derribada la «Palma de la libertad» colocada en la Plaza de Armas (Parque Colón) en 1822, como homenaje a la puesta en libertad de los esclavos, siguió siendo venerada por los dominicanos después de fundada la República en 1844. El libro fue impreso en la Editora Búho.