El amor es torbellino

De pureza original

Hasta el feroz animal

Susurra su dulce trino

Detiene a los peregrinos

Libera a los prisioneros

El amor con sus esmeros

Al viejo lo vuelve niño

Y al malo solo el cariño

Lo vuelve puro y sincero

(Violeta Parra)

La distopía  es el mundo político de nuestros días.  Es como la bruja que hechiza con sus fuerzas malignas el  orden y la ética de la realidad  para que ante los ojos de todos  la vean y la identifiquen como una verdadera democracia. Busca tener rostro de democracia, con ella  se mimetiza.

Las redes de medios de comunicación del mundo contemporáneo son sus aliados, los  lanzan por todas partes del mundo como mentiras disfrazadas de verdades, provocando en la mente del pueblo que lee una reacción negativa hacia  el sufragio universal y desvalorizándolo,  llegando a pensar la ciudadanía  que ya no es confiable, ni esperanzador salir a votar . 

Es una contradicción monumental del aparato político cuando actúa y se presenta como Distopía  puesto que es el mismo  estado político que  un día nos educó y nos afirmó que el voto democrático libre y soberano era la mejor forma de transformar el caos por el orden, en una sociedad justa y democrática. 

De pronto vemos en toda latinoamérica en tiempos de elecciones que al develarse resultados de sus actividades eleccionarias nadie es buen perdedor y los que dicen adjudicarse las características de los buenos ganadores, el pueblo en la calles les descubre lo que esconden bajo las alfombras de los ministerios y se le ve la costura, las mentiras y las traiciones que ellos mismos le infringen a la democracia con la que tanto alardean.  Recuerdo aquella canción de Violeta Parra "Los estudiantes"  una de sus frases decía  "Descubren lo que se esconde adentro del confesorio  ya tiene el hombre un carrito que llegó hasta el purgatorio, Caramba y samba la cosa, los libros explicatorios".

En este momento en latinoamérica la bruja de la Distopía ha metido en su caldero de brujería los ingredientes de la confusión, los brebajes  venenosos de los paquetes económicos neoliberales del Banco Mundial y los ha lanzado por toda América  y de ese mismo caldero hechizado la distopía saca su chivo expiatorio elegido por el pueblo como presidente y lo pone de frente a los compatriotas traicionados por éste.   Se yergue frente al pueblo con rostro de víctima  tratando de justificar lo injustificable, pero no se puede tapar el cielo con un dedo, ya que detrás del mandatario asustado la verdad lo contradice. Un pueblo en las calles pidiendo que "ya basta" afirmando que el enemigo del pueblo es el gobierno que actúa ignorando la pobreza, la marginación, la injusticia y que son indiferentes ante las madres e hijos que no tienen techo, ni comida, ni sueldos dignos para el pueblo al que le han  usurpado sus sueños de felicidad.

La Distopia está ciega y sorda y los pueblos latinoamericanos se le han enfrentado, han desenmascarado. En este hito histórico la nación Chilena y su  gente enfadada  no esperaron por sus líderes, ni por sus partidos, ni le pidió permiso a la burocracia partidista ni ideológica  para salir a las calles a demostrar la fuerza moral del pueblo.. En esta ocasión  todas las ideologías  que conforman el crisol ideario ciudadano hizo mutis y la unidad se encarnó en la conciencia de solidaridad y hermandad de todo un pueblo.

Desde todos los rincones empezaron a exorcizar  a Chile, en las avenidas, en los campos, en las barriadas y en los pueblos piden sacar y despedir esos  malos gobernantes, enarbolando con sus reclamos  de denuncias,  la renovación de una  conciencia política donde en el centro esté primero la vida, la sanidad y el bienestar de la familia humana.

Tal parece que los pueblos comenzaron a despertar y ya saben cómo salir del hechizo de las políticas mezquinas y sin principios. Ahora la gente exige  cambios verdaderos y continuarán en pie de lucha valerosamente hasta que desde el mismo pueblo se pueda crear una nueva era de sanidad política en nuestro continente.   La utopía pide tiempo, pide que el optimismo se fortalezca en la ciudadanía teniendo  ejemplos de gobernabilidad sin maquillajes, honestos, equitativos, sin descarrilarnos durante el ejercicio de la política hacia la gula del poder y la supremacía de los fuertes contra los débiles.  La utopía arde en las calles de nuestra atribulada América hispana.  Se desconfía de ella, la duda por alcanzarla nos ha sumergido en una pesadilla de la que nuestra humanidad no puede  despertarse…   

Danny Rivera.