La obra de Aída Cartagena Portalatín posee una cualidad significativa: puede identificarse en los períodos más importantes de la historia literaria dominicana. Aunque sus primeros textos aparecen durante la Poesía Sorprendida, la escritura de Cartagena Portalatín se prefigura en los inicios de una literatura fraguada en el riesgo. El cambio radical propuesto en el Vedrinismo (génesis en el inventario de movimientos y agrupaciones literarias) y el posterior movimiento Postumista, se encuentran en la totalidad de una obra que ejerce notables influencias en la suerte de posmodernismo que atraviesa el ejercicio escritural en Dominicana. Quiero adelantar que mi lectura de Aída se apoya en neologismos como el anterior. Estos neologismos tienen un sentido práctico y otro poético. Por ejemplo: escritura + cultural = escritural.

Cuando la estudiosa cubana Luisa Campuzano declara que Aída es la escritora dominicana más importante del Siglo XX, se refiere al alcance de su obra en el tiempo. No es que sea la mejor novelista o la poeta representativa de una femineidad: se trata de su pertinencia en cada período. Cartagena Portalatín es el arquetipo de una furiosa intelectualidad; de lo dominicano reflejado en sí, en el Caribe y en el universo.

En estas entregas, reflexiono alrededor de cuestiones teóricas y metafísicas. Para encontrar a Aída he trazado una línea histórico-política que facilita información contextual en Escalera para Electra, texto significativo para la literatura nacional. Destaco que existe un selecto conjunto de estudios académicos que avala lo anterior. No obstante, muy poco se ha dicho sobre la importancia de esta novela dentro de la propia constelación Aída. Los estudios de Manuel García Cartagena, Lorna V. Williams y Ramón Figueroa, se detienen en la novela y subrayan su importancia en cuanto a la profundidad de los personajes, la capacidad lírica del texto y el asedio a los conceptos género, literatura, historia y nación. A raíz de estas lecturas surgen mis interrogantes.

En las primera parte de estas entregas haré énfasis en el carácter ocupacional de la situación política en Dominicana y la presencia de Estados Unidos en el Caribe. Estos acontecimientos influyen y determinan las formas literarias y están presentes en el corpus de Escalera. Esta primera parte contiene también un análisis del trabajo poético de Aída anterior al momento narrativo. Mi tesis demuestra que dicha poesía genera la ficción.

Los textos que se ocupan de la novela se fundan en lecturas estructuralistas y posestructuralistas. He iniciado desde lo particular Caribe, con la poética de Diógenes Céspedes, las lecturas sociológicas y mitológicas de Néstor E. Rodríguez y Andrés L. Mateo, y los apuntes de José Alcántara Almánzar; con las lecturas del coloniaje propuestas por los puertorriqueños Luis Felipe Díaz y Juan Gelpí, hasta las notas del norteamericano Art Brenan y el francés Roland Barthes. La suerte de fragmentación que caracteriza la narrativa en Escalera es un desafío a la estructura. Entiendo que estas teorías aplican adecuadamente a una literatura en movimiento, afectada por un lenguaje ocupado y ocupante.

Dada mi condición de escritor de ficciones, hago hacia el final una lectura de Escalera como diario creativo. La escritura de la novela como herramienta de vuelo y contradicción, ya que toma de la realidad para negarla. Quien escribe debe elegir entre la cotidianidad y lo ominoso y entregar un cosmos singular que a la vez, englobe su tiempo y su circunstancia. Hablo de la novela como forma desafiante y de Escalera  para Electra como línea divisoria: por su carácter ejemplar en la escritura dominicana y su proyección en otras culturas. La novela es el espacio en donde el mito se recrea y fortalece. Para crear este universo aparte, el novelar toma como andamiaje formas fantásticas ya trabajadas, convirtiendo la novela en una de las formas de vigencia del mito.

Aída: contexto histórico literario

Plantear la cuestión de la escritura en Aída Cartagena Portalatín es trazar una línea temporal desde la sociedad colonial y el lenguaje Caribe. La presencia imperial, incide en la situación de las colonias aprovechadas en primera instancia por Europa y luego bajo la perenne intrusión de los Estados Unidos. Estos intereses ejercen un papel determinante en los aspectos políticos y económicos de toda América, influyendo en el proceso ideológico y la conformación de escuelas de pensamiento. La diseminación de ideas en cuanto a los conceptos raza, género y poder se da de forma muy particular en las Antillas.

Aída Cartagena Portalatín

La naturaleza divisoria del archipiélago constituye un espacio de vanguardia en cuanto a la lengua y sus manifestaciones. Se sabe que antes de la llegada de los españoles los indígenas mantenían un tránsito regular entre las islas; debido a estos trueques las coincidencias entre cosmogonías, creencias y jerarquías se convierten en costumbres y leyendas. En este sentido el encuentro de culturas es el escándalo del referente: cronistas y aventureros, desprovistos de un imaginario para describir el Nuevo Mundo, recurren una reescritura que mezcla la naturaleza mágico-sistemática del génesis bíblico, el instinto de dios contaminado en los poemas griegos y la estructura filosófica del pensamiento romano.

La caribeña es una literatura que nace desde un conflicto y la necesidad de registrarlo determina su condición. Las primeras escrituras pretenden pormenorizar las extrañezas de un mundo nuevo. Por un lado son el material de promoción en la búsqueda de financiamiento para expediciones subsiguientes, por otro, sirven de instrumento para denunciar la estructura del abuso alrededor de las incongruencias presentadas por el plan de conquista. De estos textos se pasa al colonial, que busca promover las buenas maneras y pretende la sumisión del criollo. Este material es el germen para su opuesto ya que la resistencia se constituye en un discurso sublevado que deriva en forma directa del paternalismo manifestado en el deseo civilizador. Lo anterior se sustenta por una red revolucionaria e independentista que destaca precisamente en una isla compartida. La Revolución Haitiana acentúa el argumento fronterizo que históricamente opone a Dominicana con su colindante (1).

Un factor clave en las relaciones entre colonia y metrópoli es el comercio azucarero. La mano de obra constituye un factor clave dentro en este complejo sistema mercantil. El crecimiento de esta industria requiere una mayor cantidad de trabajadores y ante la ausencia de esclavos locales, el comercio negrero se presentó como alternativa. La población africana logró adaptarse a los obstáculos de la colonia, diversificándose en un mulataje que junto a la negritud superó a la población blanca en la parte francesa de La Española, que para ese entonces mantenía fuertes relaciones comerciales con Norteamérica.

El interés de los Estados Unidos por el Caribe responde a un elaborado proyecto de expansión mediante la creación de mercados. Para finales del siglo XIX el presidente Theodore Roosevelt plantea la posibilidad de resolver el problema de sobre-oferta que mantenía paralizada la economía norteamericana. Latinoamérica, alejada cada vez más de la influencia española, se convierte en una oportunidad para la colocación de productos de manufactura estadounidense. La relevancia del Caribe en estas negociaciones radica en su carácter geográfico y estratégico.

En febrero de 1898 la Marina de los Estados Unidos declara presencia en costas cubanas. Los sectores políticos e industriales entienden que la manera de acelerar la demanda es mediante la guerra contra España. Como resultado, fuerzas militares estadounidenses intervienen Puerto Rico ese mismo año.(2). Estas decisiones movilizan lo más selecto de la intelectualidad antillana hasta Washington, en donde se debaten las acciones de ocupación militar que contradicen los estatutos fundacionales de la constitución estadounidense. Estas denuncias no detienen el plan establecido y para el 1900 la injerencia norteamericana se extendía hasta la República Dominicana por medio del control de las aduanas y un abierto interés por la bahía de Samaná.

El Estado Dominicano es el resultado de extensas complejidades: varios intentos de anexión, la invasión haitiana, el caudillismo y un imponente esquema de corrupción derivado de las prácticas establecidas por diplomáticos y militares norteamericanos durante la primera ocupación. Hacia principios del siglo XX la deuda dominicana con varios países europeos era tal que la amenaza para saldar estas cuentas por la fuerza se convirtió en una constante. En 1907 Theodore Roosevelt destaca una comisión económica para resolver la cuestión de las aduanas nacionales mediante un arreglo denominado Convención Domínico-Americana, dejando la economía de la media isla en total control del gobierno norteamericano. Esta comisión reguladora arriba con una escolta de 750 infantes de marina. A partir de este momento y a pesar de la resistencia del sector crítico a las políticas anexionistas, toda decisión de gobierno se toma bajo el manejo panóptico de los Estados Unidos. Es este el principio de una presencia abrumadora que se filtra en los aspectos cotidianos de la vida dominicana. El consumo de productos de uso diario, músicas y literatura, determinan giros en un lenguaje que hasta ese momento estuvo orientado hacia la hispanofilia y lo francés.(3)

Durante estos años se toman ciertas medidas para mejorar la condición económica del país. Se fomenta y organiza la agricultura, la construcción de telégrafos, escuelas y carreteras; estas importantes operaciones en el plan norteamericano de regulación, establecen a Santo Domingo Ciudad Capital como el espacio de confluencia de rasgos y acentos de los más variados puntos del país. A pesar de la evidente mejora en varios aspectos de la vida pública, la oposición a las fuerzas norteamericanas no cede. La sospecha de los focos de resistencia dominicanos se confirma cuando Estados Unidos invade Haití en julio de 1915. Un año después Santo Domingo es tomada por tropas de la marina. Se entiende que esta ocupación es determinante para elaborar una reflexión sobre sociedad y literatura en República Dominicana.

 

Notas:

1. La escritura de Aída Cartagena Portalatín se interesa en la cuestión de la negritud para abarcar una idea del origen, contradiciendo con frontal inteligencia toda teoría y práctica antihaitiana en el pensamiento dominicano. Véase “Con Rene Dupestre. Primacía de la negritud. El negrismo. Duvalier o la negritud totalitaria”. Culturas africanas: Rebeldes con causa. Santo Domingo: Ediciones de la Biblioteca Nacional. Colección Montesinos, 1986, 86.

2. Para estudiar en detalle esta etapa del coloniaje, denominada Guerra Hispanoamericana, véase Zinn, Howard. “The Empire and The People”. A People’s History of The United States. New York: Harper Perennial Modern Classics, 2005, 297-320.

3. “Fuera de la sangre y del lenguaje, que asimismo son tradiciones, Francia influyó sobre nosotros más que ninguna otra nación. El modernismo, cuyas dos capitales, según Max Henríquez Ureña, fueron México y Buenos Aires, renovó las diversas literaturas cuyo instrumento común es el español y es inconcebible sin Hugo y sin Verlaine. Luego atravesaría el océano e inspiraría en España a ilustres poetas. Cuando yo era chico ignorar el francés era casi ser analfabeto. Con el decurso de los años pasamos del francés al inglés y del inglés a la ignorancia, sin excluir la del propio castellano”. Borges, Jorge Luis. Prólogo de Prólogos. Obras Completas IV. Barcelona: Emecé Editores, 1996, 14.