Wichy García Fuentes/Replicante
Entrevista con el cineasta Jorge Dalton, hijo del asesinado poeta salvadoreño. “Joaquín Villalobos fue parte de la Comandancia del FMLN y al finalizar el conflicto reconoció públicamente su participación en el crimen y se comprometió públicamente a entregar el cadáver a la familia”.
El nombre de Jorge Dalton aparecía a menudo en la televisión cubana de los años ochenta y parte de los noventa, sobre todo los sábados en la tarde, cuando se pasaban documentales y cortometrajes armados por cineastas emergentes en formato de cinta magnética, virtualmente independientes del aparato oficial, a menudo transgresores, propulsores de estéticas visuales modernas, o cuando menos ya no tan encartonadas. Eran tardes sugestivas aquellas, con aquel programa que abría con un tema de Charly García, y donde los recién nombrados “videoastas” se arriesgaban con puntos de vistas frescos, a menudo controvertidos y hasta factibles de censura.
Sin embargo, aquel apellido, Dalton, no era cosa nueva, en absoluto, para los ochenteros jóvenes intelectuales que vivíamos en aquella Cuba pre–perestroika. De hecho, para nosotros el nombre de Roque Dalton siempre campeó entre las figuras climáticas de una generación de escritores y poetas que miraban a la realidad desde un ángulo diferente, no necesariamente contestatario, pero sí cuestionador, irreverente. Algunos de ellos, como Luis Rogelio Nogueras, tampoco llegaron a la vejez, o bien la vejez los hizo desaparecer de maneras distintas.
Ser hijo de Roque Dalton —lo cual era, obviamente, una referencia obligada al ubicarle el apellido a Jorge— habría sido suficiente foco de atención para él, pero no fue así. Porque Jorge desarrolló su propia creación en el cine, principalmente como documentalista, y luego de su retorno a El Salvador también batalló en tareas de choque culturales, como la de impulsar al Instituto Nacional de Cinematografía y Cinemateca Nacional de su país.
En su caso, la presencia y la obra de un padre ameritaban algo más que la memoria de quienes apreciaron y aprecian su inmensa obra poética, algo más que sólo seguir responsablemente con su legado. Porque Roque Dalton no murió en la cama de un hospital como Wichy Nogueras, Roque Dalton murió asesinado con ominosa brutalidad por parte de personas que, a estas alturas, todavía no expían sus culpas. Por el contrario, esos monstruos siguen siendo protegidos por procesos legales cobardes y por amigos poderosos, así que seguir insistiendo en que la justicia prevalezca puede volverse una cruzada de vida, en un camino alternativo, imposible de evitar.
De eso quise hablar con Jorge Dalton, de su padre y de la lucha legal de su familia para que su asesinato no siga permaneciendo impune, y hablamos cuando ya volvía a terminarse otro mes de mayo, otro triste mes de mayo para su familia, días después de la fecha luctuosa en que el poeta fuese ultimado por sus propios compañeros del entonces Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), cuarenta y tres años después. Hablamos del guerrero —literal en este caso— que en uno de sus poemas, El descanso del guerrero, escribió que “los muertos están cada día más indóciles”, como él mismo parece estarlo, renuente a la idea de quedar relegado a recintos de la patria, sombras notables o mármol monstruoso.
La conversación, a fines de mayo
—¿Qué aconteció para que nuevamente tu familia fuese noticia, en este 2018, al retomar las acusaciones y una demanda interpuesta por ti y por tu hermano Juan José desde mayo del 2010?
—Ocurre que ninguna de nuestras demandas al Estado, al partido FMLN, ha sido escuchada. Fuimos, con mi hermano Juan José, a hablar con Medardo González, secretario general del FMLN, cuando se eligió por primera vez a Jorge Meléndez —uno de los asesinos de mi padre— como parte del gabinete de Mauricio Funes, el primer gobierno de izquierda desde que se firmaron los acuerdos de paz. Medardo nos aseguró que el partido no tenía nada que ver con ese nombramiento, que había sido una elección del propio presidente Funes y la primera dama Vanda Pignato. Escribimos al entonces presidente Funes y su respuesta no pudo ser más miserable: nos trató de anular, humillar como familia poniéndose del lado de los victimarios, encubriendo a los asesinos, aplastando a las víctimas como se ha hecho en casi todos los países donde reinan la impunidad y la injusticia.
”La primera dama Vanda Pignato se comportó también de una manera miserable y con extrema hipocresía. Nunca ha dicho una palabra al respecto ni ha colaborado en nada para que los asesinos, que han sido sus grandes amigos, colaboren con el esclarecimiento de la verdad. Fuimos a un juicio en el cual se rechazaron todas las pruebas que la familia tiene en contra de Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez. Ahí están las grabaciones, tenemos de primera mano, por parte de Villalobos, como él mismo señala quiénes participaron en el crimen, entre ellos Jorge Meléndez, el actual director de Protección Civil.
Fuimos a un juicio en el cual se rechazaron todas las pruebas que la familia tiene en contra de Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez. Ahí están las grabaciones, tenemos de primera mano, por parte de Villalobos, como él mismo señala quiénes participaron en el crimen, entre ellos Jorge Meléndez, el actual director de Protección Civil.
”En ese juicio Jorge Meléndez incluso utilizó recursos del Estado para defenderse y nuestra familia tuvo todas las desventajas, porque fueron rechazadas todas las pruebas que nuestros abogados presentaron. No nos quedó más remedio que introducir una demanda al Estado en la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington, pues es ya sabida la corrupción que impera en el sistema judicial salvadoreño, al que la izquierda y la derecha se han encargado de manejar para su beneficio.
—¿Qué ha cambiado después del sobreseimiento de los tribunales que, en 2012, determinaron que había sido un delito común, ya prescrito, y no un crimen de lesa humanidad?
—Al inicio del gobierno del actual presidente Salvador Sánchez Cerén, le hicimos llegar una carta, le expusimos nuestra demanda sobre la presencia en el gobierno de una persona vinculada con el crimen de mi padre. El presidente Cerén jamás respondió una sola palabra sobre nuestras justas demandas. Es más, eligieron por segunda vez a Jorge Meléndez para el gabinete de su gobierno, el segundo gobierno de la izquierda en El Salvador. Imagínate qué cosa tan vergonzosa, que el presidente Salvador Sánchez Cerén reelija para su gabinete a alguien involucrado directamente en el crimen del Poeta Nacional de El Salvador, algo inconcebible. Por eso reitero que el FMLN, su cúpula gobernante, es cómplice en el silencio, que el actual presidente es también un encubridor de los asesinos igual que antes lo fue Mauricio Funes, que Medardo González y el FMLN lo han sido también, que engañaron a mi madre de la manera más vil, que han engañado a la sociedad y que han tratado de sepultar la memoria y el legado del poeta Roque Dalton. Todos ellos han sido parte de un manto de impunidad y han contribuido a que la verdad no salga a flote, ocultándola para beneficio de los asesinos.
”En 2012 fuimos a aquel juicio y los jueces ni siquiera estudiaron las pruebas presentadas. Ahora los abogados están interponiendo nuevas demandas, y se introduce lo del encubrimiento del Estado, en este caso por parte de los presidentes, quienes eligen para su equipo a personas acusadas de cometer crímenes, y los encubren.
—Dada la exposición pública de Joaquín Villalobos, ¿todavía se te hace insuficiente la “disculpa” emitida por este asesino exguerrillero en entrevista con tu hermano Juan José, cuando admitió que aquel crimen horrendo había sido un “error grave de juventud”?
—Joaquín Villalobos fue parte de la Comandancia del FMLN y al finalizar el conflicto reconoció públicamente su participación en el crimen y se comprometió públicamente a entregar el cadáver a la familia. Él dio esa entrevista a mi hermano Juan José, que salió publicada en el diario Excélsior, de México, y en otros lugares. Llegó a decir que el crimen fue un “error de juventud” como si se tratara de la travesura infantil de un niño que rompió una ventana. Porque una de las marcas de la izquierda a escala global ha sido su deshonestidad a la hora de reconocer sus crímenes. Han permanecido ocultando, disfrazando y hasta justificando sus transgresiones. A estas alturas la izquierda no se despoja del estalinismo. Esa postura los ha colocado en el banquillo de los acusados por crímenes terribles que han cometido, similares a los de la derecha. Si tú revisas el Informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas en El Salvador y Guatemala una vez finalizados los conflictos, vas a encontrar patrones similares al crimen de mi padre, crímenes de lesa humanidad cometidos por las organizaciones armadas de tendencia marxista–leninista. Si ves ese informe te espantas, porque igualmente cometieron masacres, desapariciones forzosas, torturas similares a las de los clásicos “escuadrones de la muerte” que hasta entonces habían sido “patrimonio” de la derecha.
Llegó a decir [Villalobos] que el crimen fue un “error de juventud” como si se tratara de la travesura infantil de un niño que rompió una ventana. Porque una de las marcas de la izquierda a escala global ha sido su deshonestidad a la hora de reconocer sus crímenes.
”Joaquín Villalobos nunca ha pedido disculpas ni cosa que se le parezca. Luego de haber reconocido su participación, hoy niega, de la manera más cínica, su implicación en el crimen. Renunció al FMLN y se fue a vivir a Inglaterra y se vende a escala internacional como “asesor para resolver conflictos”. Ha dado esa asesoría al gobierno de Colombia y al gobierno de México, ahora es un mercenario a sueldo que incluso asesoró al gobierno y al ejército mexicanos para capturar al subcomandante Marcos cuando estalló en Chiapas la rebelión zapatista.
—¿Qué otras cosas han declarado públicamente estos sujetos al respecto, y qué respuesta han tenido por parte de la sociedad salvadoreña?
—Como te decía, Joaquín Villalobos ahora no dice nada, incluso repite que no tuvo nada que ver con el crimen, cuando él es el autor material del asesinato de mi padre. A él lo señalan testigos de su propia organización, ERP, como la persona que ejecutó a mi padre, y Jorge Meléndez ejecutó a “Pancho”, a Armando Arteaga, el líder obrero que fue asesinado junto a mi padre en una cárcel clandestina. Jorge Meléndez, actual director de Protección Civil del gobierno de Salvador Sánchez Cerén, ha declarado impúdicamente que él no sabe quién es Roque Dalton. Por otro lado, llegó a decir y reconocer que no fue un crimen sino “un proceso”, y yo pienso que tiene toda la razón, fue un “proceso”, porque así era el nombre que tenían las purgas estalinistas en que fueron asesinadas miles de personas en la ex URSS, eran eso exactamente, “procesos”. También ha dicho que algún día él revelará la verdad mediante un libro que está escribiendo. Un verdadero cínico, un sátrapa. Pero así son algunas de las personas que pueblan el gobierno de izquierda y que yo no tengo tapujos para definir. Ha sido desastroso porque han llevado al partido FMLN al barranco.
—Los argumentos de entonces en contra de tu padre, basados en el interrogatorio de 1964 hecho por Harold F. Swenson en Cojutepeque, y su presunta relación con la CIA, según tu parecer, dime por qué crees que resultaban carentes de fundamento.
—La CIA trató de reclutar a mi padre, algo que nunca dio resultado y eso está en los documentos desclasificados de la propia CIA. La CIA siempre ha persistido en reclutar a artistas, intelectuales a todos los niveles. Algunos cayeron en esa trampa siendo incluso dobles agentes de un lado y de otro, pero mi padre no. Viendo cómo sucedieron los hechos, la acusación que se le hace, los comunicados del ERP acusando a mi padre de “agente del enemigo”, de “agente de la CIA”, la actitud que el FMLN ha tenido en relación con aquel crimen, lo que han demostrado es lo mucho que, en el fondo, detestan a mi padre. Mi padre fue un comunista y un revolucionario convencido, y así murió. Pero también fue un gran cuestionador del estalinismo, del maoísmo, alguien que se puso en contra de los dirigentes al estilo soviético, era un hombre generador de un pensamiento libre e independiente, un intelectual, un transgresor y alguien que, antes de ser un militante revolucionario, era un gran poeta. Eso lo hacía “sospechoso”, lo convertía en “un enemigo” al que había que eliminar.
Mi padre fue un comunista y un revolucionario convencido, y así murió. Pero también fue un gran cuestionador del estalinismo, del maoísmo, alguien que se puso en contra de los dirigentes al estilo soviético, era un hombre generador de un pensamiento libre e independiente…
”Yo siempre he estado convencido de que un intelectual revolucionario cuestionador es mucho más peligroso para cualquier dirigencia estalinista. Mi padre, en el tiempo que le tocó vivir, fue muy ingenuo al pensar que podría generar un debate positivo y abierto en el seno de aquella dirigencia, en el seno de esa izquierda alzada en armas contra un régimen militar. Y esa manera de pensar, inadmisible para la izquierda, terminó por condenarlo a muerte. Ese tipo de dirigencia siempre terminó por aplastar y asesinar la discrepancia y todo lo que considerase disidencia.
—¿Crees que a las alturas de 1975 aquella muerte fue un hecho tangencial, aislado, de la lucha armada en El Salvador o un desenlace previsible, acaso una consecuencia del caos ideológico que imperaba por aquellos años?
—No creo que haya sido un hecho aislado, fue un caso que dividió al movimiento revolucionario salvadoreño, un asunto que aún no se resuelve. Si te pones a ver, en el caos ideológico en que se encuentra hoy la izquierda, no sólo en El Salvador sino en el resto de América Latina, el caso de mi padre, que la izquierda se niega a resolver, pues todo eso es parte de la misma consecuencia.
—Para quienes en Cuba (una de las patrias alternativas que tuvo durante sus periodos de exilio) siempre creímos que Roque Dalton había muerto a manos del régimen de Arturo Armando Molina, por desinformación o por omisión del gobierno castrista, enterarnos mucho después de que en realidad la muerte de tu padre había sido por juicio sumario de sus propios compañeros de armas significó una sorpresa desconcertante. Quizás para ti y tu familia también lo fue. En ese caso ¿de alguna manera piensas que ese crimen tuvo más de un responsable, o cómplices?
—Hace poco me preguntaron algo similar, como que existe alguna sospecha de que el gobierno cubano tenga alguna vinculación. Yo crecí con el principio de que decir la verdad es siempre revolucionario y, en honor a esa verdad, no tengo ningún indicio de que el gobierno de Cuba tenga vinculación alguna con el crimen de mi padre. A diferencia de El Salvador, la personalidad de mi padre y su obra se veneran en Cuba, algo muy diferente a lo que sucede en El Salvador, donde hay un gran desconocimiento. A pesar de todo, mi padre aún está presente en Cuba de muchas maneras y no ha sido olvidado, lo noto en la gente y también de manera oficial. Decir lo contrario sería mentir. Mi padre fue muy querido en Cuba, fue un cubano más y fue muy apreciado en todos los niveles. Mi padre fue un hombre muy visible en la calle, alguien que asumió la vida junto a los cubanos comunes. Mi padre no fue de casas de protocolo ni de casas en la playa, ni tuvo privilegios que otros escritores e intelectuales latinoamericanos sí disfrutaron toda la vida. Algunos vivieron de eso y, pasado el tiempo, ni se han vuelto a acordar de Cuba, ni ellos ni su familia.
”Yo crecí y me formé en Cuba, en mi barrio, en las mismas escuelas a las que iba todo el mundo y pasando las carencias de todos. Yo soy cubano gracias a Cuba, a mi padre que me inculcó ese enorme amor por la nación cubana y no gracias a que un día me dio por ponerme camisetas del Che, como sucede con muchos “turistas revolucionarios” que sólo son “revolucionarios de camisetas”, revolucionaros solamente en época de verano. Nuestra relación con la nación cubana es de una raíz muy profunda.
”Fíjate si es así, que a mi padre lo quieren igual la oficialidad, la gente común y hasta los opositores. Yo me he encontrado a muchos cubanos en Miami, en Cuba y en todos lados de este mundo que, siendo opuestos al régimen cubano, veneran y respetan a mi padre de igual manera y, partiendo de que su caso ha sido algo traumático para nuestras vidas, lo considero algo que nos llena de esperanza, independientemente de que cada mes de mayo sea más triste e injusto.
—Veo a tu padre, además de como un escritor con ideas coherentes con el contexto que le tocó vivir, también como una especie de héroe romántico atrapado por acontecimientos muy complejos y contradictorios. Partiendo de los desencantos que tuvo en Cuba, como cuando el encarcelamiento y galileana retractación de Heberto Padilla por su poemario Fuera del juego, o su posición crítica ante la actitud panfletaria del Congreso de Educación y Cultura, ¿piensas que Roque Dalton había caído en una suerte de fuego cruzado, en una tierra de nadie, al momento de su asesinato?
—Exactamente. A mi padre le tocó vivir momentos muy complejos en una época también esplendorosa, pero fue muy coherente como tú bien dices, y estar del lado de la razón trae consigo muchos inconvenientes. Mi padre fue un gran defensor de Lezama Lima y de otros intelectuales que fueron estigmatizados. Jamás aprobó lo que estaba pasando con escritores como Reynaldo Arenas o Virgilio Piñera y otros escritores, como algunos origenistas, que eran acusados de “burgueses”. Heberto Padilla era su amigo y además apreciaba su poesía, su obra, se admiraban de manera mutua. Heberto había sido nuestro gran amigo durante la estancia en Praga, alguien muy familiar. Tan es así que el poemario de Heberto, En mi jardín pastan los héroes, es el título de un poema de mi padre. Lo que pasó con Heberto y ese círculo romano de corte estalinista fue inaceptable para mi padre, aunque muchos otros aplaudieran. Yo recuerdo, siendo muy niño, haber acompañando a mi padre y a mi familia a casa de Heberto Padilla cuando éste estaba en reclusión domiciliaria. Para ir a casa de Heberto en esas circunstancias había que pedir un permiso especial. Algunos, que no se atrevían a pedir ese permiso, prefirieron negar a Heberto Padilla para siempre.
A mi padre le tocó vivir momentos muy complejos en una época también esplendorosa, pero fue muy coherente como tú bien dices, y estar del lado de la razón trae consigo muchos inconvenientes. Mi padre fue un gran defensor de Lezama Lima y de otros intelectuales que fueron estigmatizados. Jamás aprobó lo que estaba pasando con escritores como Reynaldo Arenas o Virgilio Piñera y otros escritores…
”El caso de Heberto Padilla a mi padre lo marcó, pues fue una gran injusticia y él era opuesto a que una revolución genuina hiciera eso con su gente, aquello que culminó con la persecución de los homosexuales, las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), el maltrato oficial en contra de los artistas e intelectuales, eso de que hasta creer en Dios era un “pecado”. Una persona como mi padre, un revolucionario, no podía estar a favor de aquello.
—Es decir, que sí es posible hablar de una especie de punto de inflexión que hizo mutar aquello que hace un momento calificabas como de cierta “ingenuidad” por parte de tu padre, respecto de lo que eran en verdad la dirigencia revolucionaria y sus actitudes estalinistas…
—Todo eso acabó con parte de esa nueva Cuba que se estaba gestando, acabó con todo un proceso hermoso y con la visión que la vanguardia cultural internacional tenía de la naciente Revolución Cubana, la llegada de las grandes personalidades, el Salón de Mayo, algo que significó una ruptura dentro del panorama intelectual y literario que se estaba gestando en Cuba, pues la isla se había convertido en todo un centro de conspiración literaria como nunca antes. Los grandes escritores latinoamericanos del llamado boom literario se estaban dando cita en Cuba y todo eso era posible gracias a esa Cuba nueva, a esa Revolución. Pero como decía mi amigo Eliseo Alberto Diego, todo eso a “los compañeros”, a los funcionarios y comisarios políticos no les hacía ninguna gracia. A mi padre le tocó ser testigo de todo y por supuesto tuvo serias contradicciones a raíz de ese “periodo oscuro”, como bien lo llamaba el poeta Eliseo Diego, que también lo adoraba.
”Mi padre llegó a tener algunas peleas, incluso con Haydée Santamaría, a raíz de eso. Y con Roberto Fernández Retamar que, en honor a la verdad, siempre fueron amigos hasta el final, a pesar de esas discusiones, y no como han especulado otros. Los amigos a veces se pelean, se distancian y eso motivó que mi padre renunciara a la Casa de Las Américas y se fuera a trabajar, como un empleado común y corriente, a Radio Habana Cuba. Haciendo memoria, uno de los artistas cubanos que no quería a mi padre, por todos esos problemas que se generaron, fue el pintor Mariano Rodríguez, el “gallero”. Cuando yo iba a recoger la correspondencia de mi padre a Casa de Las Américas, siendo aún un niño, al verme llegar me decía de manera muy pedante y agresiva: “¡Ya tu padre no trabaja aquí!”
—Y aun a riesgo de entrar en el terreno de lo especulativo —acaso no tanto tratándose de alguien como tú que lo tuvo muy cerca y lo sigue teniendo en otros niveles— ¿cómo crees que habrían evolucionado el pensamiento político y la ideología de tu padre de no haber perdido la vida en aquel acontecimiento abominable, en 1975?
—Pues yo en eso soy radical, no me gusta entrar en el terreno de la especulación a no ser que yo me invente un cuento, una historia de ficción porque decir lo que una persona que está muerta diría o estaría pensando hoy, pues no es correcto. Algunos me han preguntado: “¿Y qué pensaría tu padre del socialismo del siglo XXI y de una figura como Nicolás Maduro o Daniel Ortega?” Pues no se qué pensaría. Tal vez sería un gran opositor a todo eso, pero tal vez sería un gran defensor, no lo sabemos, no te puedo asegurar ni una cosa ni la otra porque estamos especulando y la especulación casi siempre conduce a la mentira, a afirmar algo que no es cierto. Y decir algo que no es cierto, en este caso, te desacredita.
Con otro mayo a las espaldas
La honestidad y la coherencia de Jorge Dalton, el cineasta hijo de un poeta reconocido mundialmente por su honestidad y su coherencia, no dejan de ser reconfortantes al finalizar otro mayo sin justicia para Roque.
Porque a estas alturas de la lucha por la justicia en Latinoamérica todavía mucha gente cree en los estereotipos, mucha gente confía en la pulcritud o la perversidad de uno u otro bando, en un tablero de ajedrez con fichas blancas y fichas negras. Y si algo nos enseñó esa aventura en pos de la decencia que fue la vida de Roque Dalton, fue precisamente que la honestidad y la coherencia se deben a sí mismos, que no hay partidos políticos, bandos ni tendencias capaces de acaparar y administrar la virtud, sin riesgo de corromperse.
Todo por el descanso del guerrero. Todo porque el desaparecido cadáver consiga firmar en pos de la memoria, que vaya de nuevo a filas y marche al compás de nuestra vieja música.
Después de esa suerte de canción urgente para El Salvador que significó la primera parte de esta plática, atenazada por la impostergable necesidad de ofrecer apoyo a la búsqueda de justicia por parte de los familiares de Roque Dalton, supimos, por el mismo curso de las ideas que iban brotando, que la vida azarosa y el recuerdo del poeta destilaban muchas más referencias, muchos más detalles a los que apenas comenzamos a raspar la piel.
Tuve más recuerdos de Jorge Dalton, hijo del guerrero, en La Habana de finales de los ochenta. Lo vi dando vueltas con gente de la llamada Novísima Trova, apoyando como podía a la emergente generación de trovadores, una tropa que se iba apartando poco a poco de la perpetua complacencia con las ideas maniqueas del oficialismo, modificando poco a poco aquellos valores de permanente discurso de aceptación, de obligatoria unanimidad.
Algo estaba cambiando en los mozalbetes de entonces, y me agradó la idea de que acaso personas como Roque Dalton, fieles a determinados principios de vida pero despojados de dogmas o deudas con prácticas tiránicas, podían haber influido en aquel sutil despertar de la conciencia propia, del pensamiento sin camisas de fuerza, de haber tenido el chance de estar vivos allí, por entonces.
Segundo episodio, principio de junio
—Aunque ya has dejado claro que no gustas de aventurar hipótesis sobre lo que hubiese hecho o pensado tu padre de no haber sido asesinado entonces, a título personal sí me gusta imaginar que Roque hubiese respaldado a muchos artistas jóvenes de la misma manera en que antes apoyó a otros caídos en desgracia. Al menos me consta que tú sí lo hiciste, así que cuéntame sobre cómo te fue con aquel modo de pensar y actuar.
—A finales de los ochenta me convierto en un promotor espontáneo de Carlos Varela, de Santiago Feliú, Donato, Polito Ibáñez, Gerardo Alfonso, del grupo Síntesis, y de todo aquel movimiento que también reunía a cineastas, pintores, escritores… Yo era en ese entonces el director más joven de la Televisión Cubana, era muy rebelde y cuestionador, como lo éramos todos. Ocupé mis espacios televisivos para promover todo ese universo cultural juvenil. Fui de los que impulsaron los conciertos en homenaje a John Lennon, en el parque que hoy lleva su nombre, y así acabar para siempre con la prohibición impuesta a Los Beatles.
”Todo eso se hizo peleando en contra de los censores. Todos esos jóvenes artistas cubanos estábamos de alguna manera hermanados con objetivos y sueños comunes. Mi padre me había inculcado que hacer eso era hacer Revolución, así que corrí el mismo riesgo sin importar sufrir censura o maltrato. La verdad hoy siento mucho orgullo de haber pertenecido a aquel movimiento de jóvenes, de finales de los ochenta y principios de los noventa, que fue toda una explosión. No se puede contar la historia de la cultura cubana actual sin ese movimiento de artistas jóvenes. Lo volvería hacer de nuevo si volviese a nacer.
Todo eso se hizo peleando en contra de los censores. Todos esos jóvenes artistas cubanos estábamos de alguna manera hermanados con objetivos y sueños comunes.
—Eso me devuelve, una vez más, al espíritu recto de Roque. Como si la decencia sí fuese —o bien podría resultar— un factor de influencia en la educación de los hijos y de las generaciones nuevas, sobre las que se alcance a expandir dicha influencia.
—Mi padre fue un gran defensor de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés y de Noel Nicola, tres jóvenes trovadores que cuando surgieron no eran bien vistos por la oficialidad. Eran unos “incomprendidos”, y mi casa fue una de las tantas casas en que Silvio, Pablo y Noel se sintieron comprendidos, “apapachados”, apreciados. Mi casa era parte del escenario que contribuyó al posterior nacimiento de lo que se denominó “la Nueva Trova”. Porque ellos tres, en esos escenarios, se codearon con toda la intelectualidad cubana y latinoamericana que se daba cita en Cuba, es decir, aquellos encuentros fueron de beneficio mutuo.
”Muchas canciones de Silvio, Pablo y Noel se fueron dando a conocer en América latina, de manera clandestina, porque algunos artistas o escritores grabaron en casetes aquellas tertulias en mi casa y en otras casas habaneras. Eso no me lo estoy inventando, eso lo contaba el propio Alfredo Guevara, que fue un gran defensor de esos cantautores y que abrió las puertas del ICAIC para que fuese una prolongación de esas casas. El apoyo de Alfredo Guevara, que tenía una gran vocación latinoamericanista —y que, como bien decía mi gran hermano Lichi Diego, Alfredo no sentía mucha simpatía por los “camaradas soviéticos”—, su apoyo a esos tres jóvenes trovadores cubanos revolucionarios, fue fundamental. Lo mismo hizo Haydée Santamaría en Casa de las Américas. Yo me atrevo a decir que en medio de toda la censura, sin esos respaldos, sin esos apoyos, tal vez ese movimiento no hubiese surgido. Es decir, cuando se produce la explosión y el reconocimiento de Silvio, Pablo y Noel en Cuba, ya sus canciones eran muy conocidas en América Latina en esa época en que reinaban las dictaduras militares. Es por eso que el movimiento de la Nueva Trova se hace mucho más reconocido y universal.
—Veo a tu padre, además de como un escritor con ideas coherentes con el contexto que le tocó vivir, también como una especie de héroe romántico atrapado por acontecimientos muy complejos y contradictorios. Partiendo de los desencantos que tuvo en Cuba, como cuando el encarcelamiento y galileana retractación de Heberto Padilla por su poemario Fuera del juego, o su posición crítica ante la actitud panfletaria del Congreso de Educación y Cultura, ¿piensas que Roque Dalton había caído en una suerte de fuego cruzado, en una tierra de nadie, al momento de su asesinato?
—Exactamente. A mi padre le tocó vivir momentos muy complejos en una época también esplendorosa, pero fue muy coherente como tú bien dices, y estar del lado de la razón trae consigo muchos inconvenientes. Mi padre fue un gran defensor de Lezama Lima y de otros intelectuales que fueron estigmatizados. Jamás aprobó lo que estaba pasando con escritores como Reynaldo Arenas o Virgilio Piñera u otros escritores, como algunos origenistas, que eran acusados de “burgueses”. Heberto Padilla era su amigo y además, apreciaba su poesía, su obra, se admiraban de manera mutua. Heberto había sido nuestro gran amigo durante la estancia en Praga, alguien muy familiar. Tan es así, que el poemario de Heberto, En mi jardín pastan los héroes, es el título de un poema de mi padre —como ya lo dije. Lo que pasó con Heberto y ese círculo romano de corte estalinista fue inaceptable para mi padre, aunque muchos otros aplaudieran. Yo recuerdo, siendo muy niño, haber acompañado a mi padre y a mi familia a casa de Heberto Padilla cuando este estaba en reclusión domiciliaria. Para ir a casa de Heberto en esas circunstancias había que pedir un permiso especial. Algunos, que no se atrevían a pedir ese permiso, prefirieron negar a Heberto Padilla para siempre.
—Con todo, a tu generación se le hizo, de cierta manera, menos difícil enfrentar al aparato censor. A veces hasta parecía que las voces contestonas eran aprovechadas para ofrecer una rara imagen de pluralidad. Recuerdo un concierto de Carlitos Varela en la escalinata de la universidad, en la época de mayor apogeo del trovador, donde el propio Fidel Castro y el líder de la Juventud Comunista —posteriormente canciller defenestrado— Roberto Robaina, estuvieron presentes y aplaudían las letras que por entonces nos parecían hipercríticas. Mi punto, sin restarles méritos a ustedes, es que tu padre habitó una Habana mucho más gris, mucho más cerrada, una época que rayaba con el absurdo piñeriano, cuando no lo sobrepasaba.
—En esa época gris, a fines de 1968, una noche mi padre salía de uno de los estudios de la Televisión Cubana, de grabar un teatro televisivo llamado Dalton y Compañía —un argumento y guión ficticios, sobre las aventuras y andanzas de mis abuelos norteamericanos originarios de Tucson, Arizona, cuando poblaron las tierras de México y Centroamérica en busca de fortuna—, toda una historia del oeste americano, combinada con generales dictatoriales latinoamericanos, escrita junto con la poetisa estadounidense Nina Serrano y dirigida para la televisión por el conocido director Eugenio Pedraza Ginori. Pues esa noche, al salir del estudio, mi padre acompañó a Nina Serrano hasta el Hotel Capri, donde ella se hospedaba. Nina era la esposa del renombrado documentalista norteamericano Saul Landau, quien se encontraba produciendo un documental sobre Fidel Castro. Eran de los pocos norteamericanos que pudieron entrar a Cuba en esas fechas en que conseguir un permiso del Departamento de Estado de Estados Unidos era lo más difícil del mundo.
”Pues ocurrió que, apenas bajando las escaleras del hoy Instituto Cubano de Radio y Televisión, ICRT (por entonces todavía ICR, Instituto Cubano de Radiodifusión), se percataron de que toda la zona que abarcaba la intersección de 23 y M, la heladería Coppelia y todas las calles aledañas al Hotel Capri, Habana Libre y Hotel Nacional, estaban tomadas por la policía.
Toda esa zona era escenario de una de las llamadas “recogidas”, que eran capturas a gran escala de jóvenes homosexuales, “hippies”, “peludos”, y todo tipo de “seres extravagantes” que merodeaban en diferentes zonas de la capital. Una medida llevada a cabo por el gobierno para acabar con todos los que consideraba vagos o “desviados ideológicos”, imbuidos por la propaganda imperialista.
—Apuesto a que estaría más loco el western de aquella noche en La Rampa capitalina que en las propias historias ficticias de la familia Dalton.
—Toda esa zona era escenario de una de las llamadas “recogidas”, que eran capturas a gran escala de jóvenes homosexuales, “hippies”, “peludos”, y todo tipo de “seres extravagantes” que merodeaban en diferentes zonas de la capital. Una medida llevada a cabo por el gobierno para acabar con todos los que consideraba vagos o “desviados ideológicos”, imbuidos por la propaganda imperialista. Las “recogidas” se hacían mediante un operativo policial con camiones y guaguas.
”Muchos de estos jóvenes iban a parar a unos campos de trabajo enmarcados en una cosa que se llamó Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de trabajo que existieron en Cuba entre 1965 y 1968. Allí estuvieron unos 25 mil hombres, básicamente jóvenes en edad militar que por diversos motivos se negaban a hacer el servicio militar obligatorio. Esto desató una serie de protestas, incluso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y por supuesto la protesta se extendió a organismos internacionales, a intelectuales extranjeros de renombre que habían apoyado siempre la Revolución cubana. Las UMAP tuvieron que cerrar. Sé que personalidades como Pablo Milanés, el cineasta cubano Juan Carlos Tabío y hasta el cardenal Jaime Ortega fueron a parar a esos campos de trabajo por “peludos” o por “desviados ideológicos”.
Mi padre fue testigo de cómo a algunos muchachos los pelaban al rape en plena vía pública, y otros abusos de los cuales se sintió siempre avergonzado. Estuvo como dos días perdido, no puedo precisar a dónde fue a parar, ni bajo qué circunstancias lo liberaron.
”Pues —continuando con la anécdota— mi padre, al ver que Nina Serrano estaba espantada con lo que estaba pasando y con la cantidad de retenes policiales, le dijo: “No temas y sígueme que yo tengo mucha experiencia en esto de evadir retenes militares”… Llegaron al hotel Capri sin mayor tropiezo. Ahí se despidió de Nina y al momento de salir del hotel, unos policías se acercaron a mi padre y, sin mediar palabras, lo agarraron y lo subieron a la fuerza a uno de aquellos camiones.
”Mi padre fue testigo de cómo a algunos muchachos los pelaban al rape en plena vía pública, y otros abusos de los cuales se sintió siempre avergonzado. Estuvo como dos días perdido, no puedo precisar a dónde fue a parar, ni bajo qué circunstancias lo liberaron, pero a mi padre aparecer en casa, y en la facha en que llegó, vino la tremenda bronca con mi madre, que no creía una sola palabra de lo que mi padre contaba acerca de lo que le había sucedido. Mi madre sospechaba que mi padre se había ido a revolcar en no sé qué ramal con otra mujer.
Acompañando a junio, en pos de la memoria
El diálogo con el amigo salvadoreño —realizador cinematográfico y de muchas maneras vecino de la barriada habanera y de ochenteras escaramuzas— resulta mucho menos deprimente si concluye con una anécdota peligrosa aunque llena de humor, una anécdota de aventura al borde del riesgo, tal y como fuese la vida de Roque Dalton, su padre, el poeta por cuya causa de justicia comenzó la conversación en primer lugar.
El guerrero entonces, aunque siga renuente al descanso, se pone irónico, pregunta. Porque los muertos son otros desde entonces, y el guerrero sabe que los muertos caen en la cuenta de ser cada vez más la mayoría. ®