SANTO DOMINGO, República Dominicana.-En la socialización, los seres humanos tienden a ubicarse por indicios visuales. Tomando en cuenta que el cuerpo es también imagen, nunca es neutro. Por el contrario, es el soporte de mensajes que expresan la situación del individuo tanto emocional, como social. El uso del cuerpo y su puesta en el espacio público son composiciones simbólicas que son decodificadas por los miembros de una sociedad.

El uso del cuerpo ayuda a completar el discurso manifiesto a través de la lengua. Sin embargo, el lenguaje corporal presenta una pesada carga de ambigüedades. Los símbolos expresados por el cuerpo, son más fácilmente interpretados por los que comparten una misma cultura, sin embargo, la inteligibilidad del mensaje, dependerá de la intención del receptor.

En este sentido, se hace relevante analizar el estilo como expresión simbólica coherente con diferentes objetos entre sí, que los jóvenes utilizan para construir una imagen en el espacio público. En la configuración del estilo interviene la industria cultural, desde los medios masivos de comunicación y el mercado de la moda y la tecnología. Sin embargo los mecanismos que la industria cultural utiliza para promocionarse no determinan el estilo de un grupo social. Lo que crea un estilo son las disposiciones estéticas de la subcultura y sus prácticas sociales vinculantes.

Estilo juvenil del barrio

Actualmente, en los barrios populares de Santo Domingo, destacan jóvenes que a modo de identidad juvenil se les llama “cocolos”. La espectacularidad de su estilo es la característica que les hace distinguir a simple vista. Su estética es urbano hip hop (aunque esa no es la música que más escuchan).

La “pinta” la hacen los pantalones y camisetas varios números mayores a su talla, tenis, y tanto la gorra como los lentes de sol que completan el estilo, deben ser grandes o de llamativos colores. Algunos cocolos gustan de usar pantalones pitillo (tubitos), camiseta con estampados y brillo con motivos de tatuajes puesta por dentro del pantalón y correa con brillantes.

Los jóvenes cada día encuentran menos espacio en la escuela y el trabajo como lugares tradicionales de manifestación de sus identidades en lo público. Particularmente la escuela se ha concentrado en su rol de transmisora de conocimientos, pero no existe comunicación efectiva entre esta y los jóvenes

Como en toda cultura juvenil, la música tiene intima relación con el estilo. Dembow, reggeaton y merengue de calle son las músicas por las que se sienten interpelados y contribuyen a la construcción de la identidad cocola. Asisten a los conciertos de los intérpretes locales de estos ritmos que generalmente son en las discotecas y liquors de los sectores donde viven. Las calles del barrio siguen siendo lugar de reafirmación de su identidad.

Toda cultura juvenil es subalterna, ya que se encuentra subordinada por la cultura adulta y hegemónica. Para los adultos resulta difícil aceptar los estilos actuales de los jóvenes populares. Esta situación aumenta la distancia entre generaciones y dificulta la inserción social productiva de los de menor edad. En el caso de los muchachos de clases populares, muchos se encuentran apartados del mercado de trabajo y de las corrientes predominantes. Esta situación se agrava con una sociedad que no respeta sus identidades como jóvenes, como chicos del barrio, “cocolos”.

Los jóvenes cada día encuentran menos espacio en la escuela y el trabajo como lugares tradicionales de manifestación de sus identidades en lo público. Particularmente la escuela se ha concentrado en su rol de transmisora de conocimientos, pero no existe comunicación efectiva entre esta y los jóvenes.

Los maestros no comprenden las nuevas prácticas culturales de los estudiantes. Estudios realizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en distintos países de Latinoamérica, indican que esto incide en las deserciones escolares.

Mozart la ParaLo mismo se evidencia en los ambientes laborales. Un chico del barrio de Los Mina –uno de los de mayor población, extensión territorial y nivel de pobreza de la ciudad- que use trenzas probablemente será rechazado en cualquier trabajo de oficina. Los símbolos de la cultura de este muchacho residente en este barrio popular obviamente no están vinculados a los de las clases dominantes. Para conseguir un empleo tendrá que renunciar a su estilo, a rasgos de su identidad y que sí tienen valor en el gueto.

Para los jóvenes el estilo no es sólo moda. Es ante todo una reafirmación de identidad, una manera de hacerse visible en lo público. El rechazo de sus estilos les aparta de las instituciones sociales tradicionales como la familia y la escuela. Entender esto puede ser útil para entender los comportamientos juveniles actuales y transformar la mirada que sobre ellos se tiene, en especial, de las actitudes de los jóvenes de clases populares.

(*) La autora

Teresa María Guerrero Núñez es licenciada en Mercadotecnia, de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Cursó una maestría en Comunicación y Cultura, de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Asimismo, cursó un diplomado en Análisis Estadístico, en la Escuela Nacional de Estadística de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en colaboración con la Universidad de Barcelona y la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).

La joven intelectual dominicana colabora con la sección de cultura de Acento.co.do. Sus trabajos son publicados todos los lunes.

Religiosidad popular: El sistema de sustitución en el vudú dominicano

Música raíz, tambores de resistencia: impronta imperecedera de la identidad

Una lectura al merengue urbano: identidad y ritmo de la calle

Omisión del dolor: Esclavitud y relato histórico en el discurso de la dominicanidad

Interpelaciones de las juventudes a través del dembow-raggamuffin

Murales de difuntos: Espacios de la memoria colectiva del barrio capitalino