SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La bata verde que se extiende hasta la cintura solo da paso al crucifijo que pende de su garganta, resaltando el cuello negro de su camisa. Toma la navaja y acerca sus dedos a la frente del cliente, quien observa la acción a través del reflejo de un espejo frente a él.

De entre los frascos de gel, las Gillette, las peinetas y el talco, toma un rollo de papel del cual da varias vueltas en la mano izquierda, para escurrir el exceso de líquido que baja por la frente del cliente. La gorra negra y los pantalones anchos le dan un aspecto más jovial, complementado por el rostro delgado y moreno.

“Todos mis clientes consumen mi música. Les gusta. Son los que me han ayudado más. Desde que sale un tema se los pongo, y me dan su opinión”, afirma José Manuel Ceballos, mientras sonríe al ser deslumbrado por el destello de una de las cámaras.

A sus 27 años, José Manuel, quien se presenta ante el mundo artístico como Boy Cash, sueña con cumplir su meta de introducirse en el vertiginoso universo de la música urbana, como parte del dúo La Misión, en el cual colabora con Damián Arnaldo Colón (Detroit), a quien conoció en 2010.

Oriundo de San Cristóbal, tras la separación de sus padres durante su adolescencia, José Manuel decidió emprender distintos trabajos a sus 14 para colaborar con el sustento familiar, realizando diversas labores hasta que pasa a trabajar a un colmado y posteriormente en una barbería, oficio con el que comparte su meta.

“Yo quiero alcanzar mis sueños. A veces aparece gente que dice que uno no da para esto, pero ignoro a esa gente. Lo hago porque me gusta, no porque otro me diga”, expresa sonriente.

El dembow surge en los 90, como derivado de una canción interpretada por el cantante jamaicano Shabba Rank, llamada Dem Bow, producida por Bobby Digital. La canción sirvió como base para el desarrollo del reguetón, con un estilo recitativo y melódico, producido electrónicamente, y del dembow, con un ritmo más básico y repetitivo.

Como tantos jóvenes de los barrios más humildes de República Dominicana, José Manuel mantiene la idea de alcanzar la fama a través del dembow, un estilo de música urbana que de forma indetenible ha ido encontrando su espacio en la sociedad, convirtiéndose en el más reciente grito cultural del país.

De contenido preponderantemente explícito en lo referente al sexo y a la violencia, envuelto en un ritmo insistente y contagioso, de reproducción masiva, el dembow refleja, según sus exponentes, el día a día de los barrios.

“En un barrio donde tienes que romper cabezas para luchar por un sueño, no hay oportunidades, solo tirar mezcla (ser obrero) o la delincuencia”, asegura Emmanuel Reyes, mejor conocido como El Mayor Clásico, quien aparece en la escena musical como uno de los recientes intérpretes urbanos más exitosos en los últimos dos años.

Como José Manuel, criado por su madre y un tío, Emmanuel tuvo que enfrentarse a la falta de oportunidades en el sector Las Cañitas, hallando en la música una alternativa para desarrollar su futuro. Sin embargo, llegar hasta donde se encuentra, no ha sido fácil.

"Pegarse".

Emmanuel Reyes "El Mayor Clásico"

“Pegarse es difícil”, cuenta Joel Arias (Jota Joel), quien es el manager de El Mayor desde hace tres años. Indica que en ocasiones, las personas pueden apreciar el ascenso de un artista como algo repentino, sin embargo, no consideran el tiempo que toma crear y distribuir su material para lograr la aceptación de la gente.

“Es mucho trabajo y sacrificio. A veces hay que amanecer detrás de Dj y locutores rogando para que los pongan. Es mucho trabajo, muy cansón”, comenta.

Los curiosos pasan de ser unos cuantos a una laguna que bloquea la intersección entre la calle Mutualismo con Luz del Alba, en la que El Mayor narra cómo fueron sus orígenes antes de ser reconocido: llevando su música a colmadones, drinks y vehículos, o cualquier otro lugar en que pudieran colocar una o dos de sus canciones, siguiendo lo que llama “la estrategia de los barrios”.

La necesidad de recursos son una constante. El costo de una producción en el género urbano a nivel profesional puede superar los 100 mil pesos, según explica Joel Arias. Sin embargo, los jóvenes pueden “masterizar” sus trabajos haciendo uso de un programa llamado Fruity Loop, convirtiendo su hogar en un estudio casero, y produciendo incluso, éxitos tales como “Chiva”, de El Mayor Clásico, teniendo un costo de hasta 50 mil pesos para una producción con 12 temas.

En lo que se refiere a la inversión de grandes capitales, empresas como Gran Velero Records y otras entidades (mayormente criollas), apuestan por el desarrollo de la música urbana, mientras que los grandes inversionistas de renombre internacional, llevan un ritmo más lento en cuanto a financiar a vocalistas de este género.

El Poeta Callejero, quien firmó recientemente con la disquera Universal Music y Don Miguelo, contratado por la compañía Mr. 305 Inc., del empresario y artista Armando Christian Pérez, mejor conocido como Pitbull, son dos artistas que han logrado recibir el apoyo de empresas con capacidad para expandir su música de forma global.

Sin embargo, el dinero no asegura el triunfo de los aspirantes a convertirse en “exponentes del género”, como a veces se refieren a los cantantes urbanos.

Según Santiago Matías, co fundador de Alofokemusic.net, un cantante de música urbana puede recibir una inversión en su proyecto o hacer uso de sus recursos, sin embargo,  “sin una canción que contenga lo que el público quiere escuchar, todo sería en vano”, por lo que el artista debe reunir una serie de cualidades como carisma, humildad, fuerza de voluntad y desde luego, el talento.

“Si no se pega, es probable que no tenga una canción que conecte con el público”, señala, por lo que se puede tener el talento y el dinero, pero la decisión final recae en el consumidor.

Promoción.

YenYen Promotions, cuyo nombre real es Cándido Felipe Rodríguez, presidente de El Otro Bando Music Factory (EOB) explica los costos que puede tener para un artista masificar su música a nivel profesional. Tanto como mil dólares, unos 43,900 pesos por dos meses de pautas, fruto del cambio suscitado en la industria, especialmente entre las asociaciones de Disk Jockeys (DJ), las cuales se han convertido en parte vital del desarrollo de la música urbana.

Aunque puede parecer un precio alto, el presidente de EOB, señala que una vez que el artista alcanza el éxito, las ganancias son de millones de pesos. Hacer una promoción de tres meses, cubriendo todos los espacios, puede costar hasta 300 mil pesos.

Mas los artistas noveles utilizan otros recursos para llevar al público, como la distribución de su material a través de vendedores ambulantes de discos, conocidos como piratas.

Tanto el co fundador de Alofokemusic.net, Santiago Matías, como Joel Arias (Jota Joel), manager de El Mayor, coinciden en que la piratería es una estrategia que puede catapultar la carrera de un cantante. Empero, resaltaron que esta técnica puede convertirse en un arma de dos filos, pues al obtener el reconocimiento, las ventas de los discos pueden ser mínimas o nulas.

“Para un artista que no tenga los fondos necesarios para promocionar su material, se le hace difícil, pero si es pirateado, el material se pone en circulación de forma gratuita. Pero para un artista que ya está pegado, es un daño total”, asegura Arias.

Industria millonaria.

José Manuel entra a la pequeña y rústica cabina, cubierta de dibujos y firmas, forrada de colcha espuma que sirve como aislante de sonido. Cierra la puerta y automáticamente surge un microclima.

Toma los audífonos y se coloca frente al micrófono. “Vamos desde el inicio”, pide, segundos antes de que el insistente sonido de la música colme la habitación, melodía con la que espera ser parte de una industria que genera millones.

“La única manera que le ha funcionado a los artistas urbanos para obtener recursos en República Dominicana, es vendiendo fiestas, pues no se venden discos”, explica Joel Arias.

Las ganancias de un artista urbano pueden ir desde los 40 mil, hasta los 200 mil pesos, dependiendo de su éxito.

Los Teke Teke, cobran un promedio de 70 mil pesos por presentación, mientras que el Lápiz Consciente recauda unos 110 mil pesos por evento, según sus promotores. En ambos casos, el costo varía dependiendo si la presentación es en la ciudad o en el interior, así como en el extranjero.  Un artista puede tener tres o más presentaciones diariamente.

En un mes, a un promedio de tres presentaciones diarias, por seis días de la semana, y con un costo de 40 mil pesos por acto, un artista recibiría una ganancia bruta suma de  dos millones 880,000 pesos.

Expresión del barrio.

“Mi letra representa el barrio. Hay veces que las personas encuentran un artista urbano es muy barrial y no entienden que esos talentos salen de este lugar, que es lo que ven a diario”, cuenta Emmanuel (El Mayor), mientras observa la multitud de Las Cañitas, que le rodea, haciendo comentaros que se pierden en el bullicio.

El contenido de las canciones urbanas, particularmente el dembow, ha recibido enormes críticas debido al contenido explícito hacia el sexo y la violencia, siendo objeto incluso de campañas para que sean modificadas sus letras.

Pese a esto, tanto Cándido Felipe Rodríguez como Joel Arias, aseguran que tanto el contenido lírico como la música están en constante refinamiento, especialmente entre los artistas que han alcanzado una posición estable dentro del gusto del público. Sin embargo, comprenden la necesidad de artistas en ascenso de llamar la atención con letras crudas, de gran impacto entre los consumidores.

“Todo el tiempo me dijeron que no daba para esto. Pero nadie confía hasta que no ven los frutos de lo que estás haciendo. Es la misma gente que te cierra las puertas, que te dice que no puedes, pero, ¿por qué no puedes?”, cuestiona El Mayor, quien en 2012 obtuvo fama con sus éxitos Choki Choki y Yo soy jevito.

Sonriente, cuenta que contra todo pronóstico siguió tocando puertas y pidiendo la ayuda de sus allegados, superando incluso situaciones adveras.

Del otro lado de la ciudad, José Manuel cuelga los audífonos y da paso a su compañero para que plasme su voz en a través del micrófono que se levanta frente a él como un monumento.

“Todo es una escala y un proceso. Siempre mi mente está enfocada en echar para adelante. Trazo metas”, dice sonriente, ahora desprovisto de la bata verde que lo protege del pelo que pulula en la peluquería. Camina por la habitación y se recuesta de una pared, cerca a una ventana que mira hacia la calle.

“Lo mío es la música y la barbería”, afirma, colocando las manos detrás de la espalda, para amortiguar el cuerpo contra el muro. Vuelve a sonreír al pensar sobre su futuro de no tener éxito en el mundo urbano. “Si no funciona, seguiré con la barbería”, dice sin titubeo. “Pero la música es mi pasión”.