Escasos, como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad. José Martí

Más que un nombre, una idea, o la noticia de una  trayectoria vital por Nuestra América, Juan Pablo Duarte es un Destino. He aquí el mensaje que relumbra en las páginas del libro Duarte para jóvenes, del prominente poeta y ensayista José Rafael Lantigua.

Sus reflexiones en torno al Padre de la Patria dominicana, apoyadas por numerosas citas de personalidades que han abordado la figura del prócer, devela ante los ojos la estatura patriótica de un hombre que se mantuvo tan poderosamente firme en su ideal que consumió su vida y su fortuna, como en un fuego místico, para que de esa flama surgiera una nación. Lo logró, sin dudas, como logró también retratarlo Lantigua en toda su clara majestad y enseñarlo a los jóvenes a través de estas páginas.

Escrito sobre la base del ensayo Duarte en el ideal. Hacia una revalorización del ideal duartiano, del propio Lantigua —distinguido en 1977 con el premio Nacional de Ensayo—, el nuevo texto ha sido extractado y reordenado por su propio autor para “una mayor comprensión del público joven a quien se dirige”, según reza la nota editorial que abre el volumen.

Publicado por Loqueleo, un proyecto de la editorial Santillana con presencia en 22 países que recoge la mejor producción literaria infantil y juvenil de América y España, Duarte para jóvenes fue impreso en febrero de 2016, en la Editora Corripio S.A, en República Dominicana; con edición de Ruth Herrera e ilustraciones del artista Ramón L. Sandoval.

La obra de cubierta, creada en tonos pasteles, muestra a tres jóvenes, dos hembras y un varón, mirando hacia lo alto, interrogantes, sonrientes, recibiendo tal vez una lección de vida; y al fondo, el Padre de la Patria y la bandera. Lantigua y Sandoval nos han mostrado a Duarte, el Fundador, en diálogo perenne con quienes más lo necesitan. Es Duarte proyectándose al futuro. Duarte como un Destino. Luego, a lo largo del libro, cada capítulo lleva también su dibujo alegórico, feliz simbiosis de letras y pinturas en pos de un mensaje común; y también, recurso muy certero, pues es sabido que los niños y jóvenes gustan de las ilustraciones en los libros.

Estructurado por su autor en diecinueve capítulos, cada uno muestra alguna faceta de la obra o la vida del prócer: carácter, voluntad, religiosidad, liderazgo, ideología, patriotismo, visión profética, humildad, resistencia, magnanimidad, humanidad…

Respondiendo a la interrogante que abre el volumen: ¿Por qué Duarte hoy?, el autor reflexiona:

“En Duarte nace la clave para jerarquizar los valores nacionales en una justa    escala (…) [Él] crea las categorías morales (…) [Su ideario] no es un palabrerío    aislado y volátil [sino que es] unitario y perdurable”.

“(…) Cada cosa encuentra un análisis certero en Duarte, cada aspecto tiene su         enfoque y cada situación su sentencia. Por eso es conveniente para la reflexión de todo joven dominicano ante la memoria del Padre de la Patria, estudiar cada             parte de su pensamiento (…); volver la cara a cada rama de las concepciones          duartianas (…) como cuando se llega a descubrir una gran verdad, después de             haber pasado por muchos cauces de fe.”

Más adelante, citando a don Emilio Rodríguez Demorizi; Lantigua asevera que los dominicanos, los verdaderos, deben de ser: “Duartianos, duartianos en toda la riqueza y extensión de la palabra”.

Algo es seguro, y este propio volumen es muestra indiscutible de ello: José Rafael Lantigua es duartiano, duartiano de vocación y corazón; y lo que es mejor: gracias a este volumen logrará convertir en duartianos a muchos jóvenes, que es decir que los transformará en mejores patriotas y en mejores seres humanos.

Este libro de José Rafael, escrito con la maestría y pasión de todos sus textos, es como un lienzo: cada capítulo estiliza o perfecciona un trazo; finalmente… la figura de Duarte comienza a definirse; pero primero, aparece un océano, un muelle, una tribuna; y después un amago de isla… Solo entonces, surgiendo victorioso de entre los amasijos de traiciones, de exilios y de cóleras, aparece su rostro. Está tranquilo. Tiene la majestad de los apóstoles y de su mano, vienen naciendo todos los caminos… Su imagen no es ya una simple Isla. Ante ella, los traidores se esconden, la cólera se amansa, los exilios se quiebran… El caos ha terminado y cada trazo ocupa su lugar y matiz decisivo. Podemos verlo al fin, completo y redivivo: Es Juan Pablo, es verdad, pero esa luz vibrante que lo envuelve, lo traspasa y lo ciñe: ¡Es la Nación Dominicana!