Miguelín De Mena tiene la culpa. Me prestó la foto del Drake’s extraída de Cielo Naranja que ilustra esto que escribo y que no alcanzo a definir.
Y, nada, me dio por escribir sobre el mítico, irreverente yanti barrial Drake´s Pub, nuestra desaparecida catedral libertariay desaforada.
Junto al bar del payaso Bozzo de la Plaza España, asistimos a ver por el ojo de la cerradura la erosión de la Unión Soviética, el derrumbe del Muro de Berlín y la libertad sexual en los escenarios de la Madonna material girl. A escuchar los reggaes de Police, el existencialismo de Dire Straits y a Silvio detrás de un unicornio azul decacarao, ya irremediablemente perdido para siempre. Sé de lo que hablo.
Claro, también es escribir la historia de una antigua ciudad de apagones, cuando los últimos Krishna del Conde tocaban y saltaban Hare Hare con su bajito a incienso de venta en su templo-casa de la Cayetano Rodriguez. Alabanzas en las tardes entre la Cafetería Paco y la Santomé.
Sí, me desvié, lo sé. Múltiples lecturas para este bar y la noche. El reencuentro en la catedral libertaria para los que no teníamos en qué caernos muertos, era de nuevo romper la rutina y unirte a lo gregario, a la pandilla. No importaba caminar madrugadas completas. No había una chilena esperándote en cualquier esquina de la zona para rajarte el cuello.
Escribir del Drake´s es también relatar mis giras sabatinas a Musicalia a no comprar nada y al Instituto del Libro, a lo mismo, nada. Ni discos ni libros. Lo mío era hojear carátulas de lon plei y llevarme a la memoria el olor de la envoltura plástica. Los libros me los robaba. En Musicalia era creerme un chin más cerca de esas grandes bandas de rock. Sabía que The Dark Side of The moon y el Rabo de Nube de Silvio aparecerían entre los amigos que copiaban cassettes como botines de guerra hasta que se estrujaban las cintas y el lapicero agotaba sus funciones de reparador.
Vuelvo al Drake’s. Es escribir sobre los tiempos de Papá Freddy domesticando a la fauna “que no entiende nada y hay que enseñarles todo”. Tira el dado de la suerte a ver si te llevas un radio Oh Toshiba Lo Mejor Que Hay
El repicar de la campana a medianoche al ritmo del estilo John, su propietario, equivalía a la llegada del etílico a su puntofatal de efervescencia mundana.
La llegada del inesperado asombro yel momento de celebrar el arribo de algún conocido parroquiano. ¡A espantar el muermo de los tragos pasmados! A resetear las conversaciones y mandar a guardar las repetidas. A seducir a la que está a tu lado que no te mira ni le importas. A tener cuidado para ir al baño, ojo, te puedes encontrar con el erotismo más fugaz y candente. Fogaraté en los dos letreros que indican al género que pertenecemos.
John toca la campana y uno salía al murito de piedra a ver si Luis Días llegó en su fragata. A ver si trajo un nuevo repertorio de tonadas inéditas de monte adentro. Claras y profundas como los ríos que nacen en la Cordillera.
El Drake’s fue nuestro centro de operaciones de la movida en Santo Domingo. Nuestro copy and paste bohemio/ mundano/aplatanado de todas las movidas contraculturales/lúdicas y globales dentro de un mundo análogo y con barreras para ese entonces.
La búsqueda no se sabe de qué después del gulag de los 12 años y los primerizos gobiernos perredeístas. Luego se repitió el gulag light de Balaguer, ahora ciego y citando las Memorias de Adriano en la Asamblea Nacional. A nadie le importaba ese derroche de supuesta sapiencia del abuelito mala gente.
El Drake’s, claro terruño de madera y cemento para libar bebestibles en aquella desgarradora década pérdida de los 80.
Su barra perpendicular de madera brillosa albergaba ilustres borrachos y nativos parejeros. Viejos piratas de la vida, pensionados del más allá, tristes profesores de la UASD, poetas y artistas de taza de café para toda la tarde en la Esquizo (hasta que Abreu lo botaba).
Los viejos piratas y el resto de la masculinidad errante compartían con las acompañantes cuya generosidad no consistía en entregarles las llaves de un apartamento en la Torre Caney de la Anacaona. Más bien, como buenas poetas, preferían resolver en los hotelitos de madera multicolor con desayuno y moto concho incluido de Las Terrenas, la otra cara libertaria y afrancesada.
Escribir del Drake´s estambién ser cacheados por la Policía, las manos arriba y todos contra la pared ¡rápido! Es madrugada y los mansos pagábamos el champú que se untaban los cimarrones en sus cerebros.
Sí, escribir del Drake´s es reconocer mi mejor pérdida de tiempo. No me arrepiento. A veces camino cerca de Pate e Palo y veo a Frank Vives, habano en mano, cagado de risa con cualquier ocurrencia de León Bosch, sin camisa y boina negra brindando una vez más por sus muertos y por los vivos que nos quedamos a esperar el expreso de La Parca.