(Ilustraciones del Dr. Odalis G. Pérez Nina)
Esto es lo que puede ser tildado como una metanarración : Un breve cuento que surgej de aquella extensa narración novelada de las aventuras de "El ingenioso caballero don Quijote de La Mancha" (1605), en esta ocasión, sin Sancho Panza, ni "Dulcinea del Toboso", entrando al ardiente Caribe, teniendo como centro de sus hazañas a Santo Domingo.
Nos estamos refiriendo al cuento breve titulado "Don Quijote en Santo Domingo". De los sucesos gustosos que vivió DON QUIJOTE EN SANTO DOMINGO". Autor: Rafael Peralta Romero. (Editorial Gente. Se terminó de imprimir en julio del 2021. Santo Domingo, D.N. ).
Hay un narrador testigo que nos dice o nos relata el trajinar de don Alonso Quijano, en esta tierra tropical, "aplatanando" sus andanzas, desde el imaginario de un contexto extraño al europeo, esta vez, organizado por un sujeto-autor que reinventa la otra historia, aquella del "morenaje", representado por la mulata Lorenza Sierra.
Es un narrador testigo, el que nos va situando en cada acción de este Quijote caribeño, con la marcada intención de presentarnos cada paso del caballero andante, sin "Rocinante", "el mejor de los caballos" y sin su sobrina "Antonia Quijano".
Cuando el lector se enfrenta a esta narración, puede encontrarse con una historia que, de entrada, es simple y entretenida, pero cuando procura adentrarse al discurso subyacente, a los mensajes profundos que allí se ocultan, nos vemos con una sabía lección sobre la lengua y el contexto; el discurso y la realidad social, y, más, aún, sobre un enfoque sociológico y geopolítico que tiene como referente la realidad de cada territorio, como punto estratégico para la acción.
El mundo caribeño es muy diferente al europeo, hasta en la concepción del amor y del sexo. Y ni hablar de los asuntos culinarios, con los que "La Morena (Lorenza) Sierra", amarró o embrujó al Quijote en Santo Domingo, junto a sus misteriosas estrategias amatorias.
El sujeto-autor pone en evidencia su potencial imagitivo, apropiándose de lo ficcional, como única posibilidad para recrear su universo literario, sin descuidar sus fundamentos estéticos.
Hay textos que obligan al uso de ilustraciones. Este es uno de ellos, porque aquí la ilustración no funcionaría como un refuerzo del texto, sino como un fundamento esencial del corpus literario y de la vitalidad expresiva del texto narrativo.
Aquí, el caballero andante "(…) se embarcó hacia la ínsula Española y una vez aquí, una criolla, mitad blanca y mitad negra, con pelo ensortijado y labios copiosos y desafiantes se apoderó de él, a pura alimentación y cuidado, lo puso en condiciones físicas y mentales de sostener jornadas intensas de acción corporal en la cama y por demás prohibió que lo llamasen don Quijote (…)". pp. 7.
Es la lengua y su uso, según las circunstancias, geografías, tiempos e intereses, la que está en juego. Es el discurso narrativo el que nos interpela, como lectores activos, despiertos, para ponernos en evidencia el habla de ayer, en la vieja España invasora y atropellante, en este territorio de exterminados aborígenes invisibilizados, "no existentes", perseguidos y esclavizados, pero emancipados.
He aquí al caballero justiciero, enamorado de aquella mulata (La Morena-Lorenza- Sierra), desacatado, hechizado, pero no "chapeado", en tierras del trópico ardiente. En el Caribe libertario e irreverente, esta vez, teniendo como visitante distinguido a Don Quijote de La Mancha, reinventado y vivificado por la creatividad de un sujeto narrador omnisciente, proyectando el nuevo convivir de Alonso Quijano, desprovisto de su espada, sin los molinos de viento, pero repleto de amor, nuevos sazones con chivos linieros, humor, sexo y utopías.