A.M.:

Sin embargo, en el texto “Actores y Conflictualidad social en República Dominicana años 80”, usted hace una introducción (2014) muy interesante titulada: “¿Para qué poner luz sobre algo que había quedado en la sombra?, donde dice que vivimos “cambios profundos, raudos, entremezclados, en parte inesperados, impredecible”. Estos se han dado como resultado de la hipermodernización (Lipovetsky) y la “modernidad liquida” (Bauman) y con relación a la complejidad de lo global y lo local, del incremento cada día de la desigualdad social, en estos tiempos (mundo y cibermundo) cibernéticos y transidos. ¿Son tiempos globales y locales atravesados por “el cisne negro”? ¿Tiempos signados por “el impacto de lo altamente improbable”, para continuar con Taleb? ¿Vivimos una historia abierta, incertidumbres, de riegos y de impredecibles consecuencias, tal como usted hace referencia?

V.I.:

La globalización de los mercados, la debilidad de la política, la “apertura” y a la vez el “cierre” de las culturas, la rabia junta al miedo que permea la cotidianidad, caracterizan el pasaje de época que vivimos. En un mundo más integrado y, contemporáneamente, más fragmentado, como anota Rosenau, el crecimiento de la economía global y la pluralización de las formas de vida alimentada por la emergencia del ciberespacio y la multiplicación de los flujos migratorios, han puesto en crisis, a final del siglo pasado, el Estado nacional y su capacidad de regular el ciclo económico y ejercer funciones de redistribución, es decir de producir cohesión normativa y social. Contemporáneamente, fenómenos extensos de de-territorialización y, a la vez, re-territorialización han disuelto jerarquías, relaciones, valores, de-materializando confines, y contemporáneamente “materializando” sus procesos en lugares en los que aglomeran las estructuras que los soportan. La globalización transforma así lo local en g-local mientras las espirales del crecimiento se concentran en áreas específicas, creando polos de riqueza y polos de marginalidad empobrecida. Arjun Appadurai subraya que son precisamente las disyunturas de economía, sociedad, política y cultura, las que caracterizan la complejidad del presente, su instabilidad e incertidumbre. La contraposición entre tendencias opuestas, las disociaciones, las diacronías son parte central de esta complejidad.

Las mutaciones son también antropológicas. Toman cuerpo inéditas “proximidades distantes”, como las llama Rosenau, en las cuales la cercanía no está basada en la geografía sino en la condivisión de intereses y pasiones. Vivir juntos ya no quiere decir vivir en el mismo lugar, y vivir en el mismo lugar no quiere decir vivir juntos. El paso de la primera a la segunda modernidad es el paso de la monogamia a la poligamia de los lugares, a la multilocalización de las biografías, citando a Beck. Contribuye a ello la emergencia e importancia creciente del espacio digital, verdadera revolución de nuestro siglo, que transforma nuestro modo de pensar y de vivir. Contribuyen, con igual importancia, los flujos migratorios, cada vez más fluidos, densos, extendidos mientras se pluralizan sus perfiles: refugiados, demandantes asilo, migrantes en sentido estricto, hombres, mujeres, niños se mezclan y diferencian al mismo tiempo en sus corrientes. Los sostenedores de “políticas de cierre” y de disciplinamiento rígido de la movilidad, atrapados en el mito de la homogeneidad inmóvil del “nosotros”, no logran ver en las grietas, conflictos, conmistiones que estos flujos producen, una ocasión importante para revertirlos en la construcción de nuevas y más fuertes identidades, una oportunidad, en última instancia, para alcanzar un mejor vivir. De ahí la fuerza de los populismos.

Por otra parte, en este mundo cada vez más interdependiente e interconectado, la política se muestra débil, precisamente cuanto más se necesita de ella para gobernar los cambios, para enfrentar las principales cuestiones irresueltas del hoy: la polarización económica y social, el tema migratorio, la crisis de la democracia, la urgencia de conciliar el respeto de los limites biofísicos del planeta con el reconocimiento de las necesidades y de los derechos humanos; cuestiones que se hacen más dramáticas por la amenaza apremiante de superar aquellas “fronteras planetarias”, más allá de las cuales nos esperan procesos irreversibles de degradación de la vida en todas sus formas.

Son precisamente estas tensiones irresueltas entre tendencias contrastantes las que opacan el futuro y desmienten cualquier hipótesis acerca del final de la historia, como alguien pudo creer a final del siglo pasado. Hoy estamos, al contrario, a mi entender, en una “tierra de nadie” de la cual es posible salir sólo si aprendemos a recuperar una visión de perspectiva. Las salidas posibles son distintas, como posible es quedar empantanados en el cruce del rio. Un signo inequívoco de esta indeterminación y complejidad del presente lo muestra el hecho de que las grandes teorías están todas puestas “entre paréntesis”, podríamos decir: en economía, filosofía, política, sociología, se prefiere optar por tesis más “modestas”, palabras de Piketty, por reflexiones de medio o corto alcance. Esta elección presente en las diferentes áreas del pensamiento me lleva a afirmar, una vez más, que hoy para avanzar, para salir del vado, la constancia, la perseverancia en plantear preguntas siempre nuevas, la capacidad reiterada de “cambiar de perspectiva”, la falta de retraimiento ante lo desconocido, son las cualidades individuales y colectivas más indispensables y valiosas.

A.M.:  El cibermundo está caracterizado por una forma de poder de control virtual, de dispositivo biométrico (ciberpolítica), de redes y contra redes ciberespaciales que moldean al sujeto cibernético, el cual forma parte de dicho sistema. ¿El sujeto cibernético, tendrá que buscar estrategias de resistencias a esos poderes de controles virtuales para no vivir enredado en sus redes?

¿Dónde colocar la utopía, los proyectos posibles, la posverdad?  ¿Colocarnos más allá de Foucault hoy día implica que el poder entra en los entramados del espacio y ciberespacio, de lo real y virtual, en los acontecimientos de los dominios territorial y digital, como lo reflexiona el filósofo Byung-Chul Han, en su libro “Sobre el poder”?

V.I.:

La emergencia del cibermundo ha conllevado, como ya he apuntado, un profundo cambio antropológico y cultural. Espacios plurales siempre ha habido pero la situación actual es distinta. Mientras el espacio geográfico se contrae el espacio digital se extiende y, al mismo tiempo, se entrelaza con el espacio físico dando vida a un espacio político, económico, cultural, único: un espacio global. En este, individuos, grupos, idiomas, no tienen fronteras, así como opiniones, verdades, mentiras. Hasta los países, una vez hegemónicos y que hasta hace poco controlaban su propio espacio de comunicación, pierden esta capacidad.

En el espacio global, donde lo material y lo inmaterial se confunden y las fake news no son excepciones, la opacidad del poder detenido por actores, empresas y Estados, que controlan los procesos tecnológicos y detentan una inmensa cantidad de datos, alimenta fenómenos cada vez más inquietantes de manejo comercial y político. La utilización encubierta de los datos derivados de las actividades cibernéticas, la cada vez mayor presencia de la inteligencia artificial formada por estas mismas actividades, impulsan distintos narradores y analistas, a trazar el perfil de una próxima sociedad distópica, gris e insegura. Fomentan al mismo tiempo respuestas diferentes: – demandas de reglas que normen las relaciones y los procesos del cibermundo, una "magna carta" que proteja las libertades y la privacidad ciudadanas, como recientemente ha sido solicitado por Antony Giddens o como promovido por la Comisión europea; – intentos que miran al mercado y proponen la puesta en marcha de un verdadero comercio de datos entre los que los producen y los que quieren utilizarlos; – creación de Centros, cada vez más numerosos, dedicados al estudio del tema. Repuestas diferentes, pero no necesariamente alternativas, todas en proceso de una mayor y mejor definición.

Los cambios inducidos por el cibersespacio redefinen también el perímetro y las características del espacio público, poniendo en marcha su mutación. La posverdad deviene característica de los nuevos tiempos, un fenómeno cuyas premisas teóricas se encuentran en la posmodernidad y su soporte material en la existencia de la red. La relativización de la ciencia, propia de la posmodernidad, conlleva la multiplicación de la verdad que adquiere una dimensión plural y pierde su carácter factual, abriendo camino a la “sociedad de las opiniones”, de la cual habla Han. El rechazo de la racionalidad se presenta acompañado, además, por la “atracción fatal” hacia el igual y la contraposición al distinto, a “los de arriba” en la lengua de los populismos de siempre. El peso de estos cambios en la crisis actual de la democracia es difícilmente sobreestimable. Por otra parte, la dificultad más fuerte y compleja para el argumentar colectivo, está en la atomización social que caracteriza el siglo XXI, en la miríada de puntualidades que se mueven solo según el eco de sí mismas, en la fragmentación del espacio público, en su reducción a islas rodeadas por la ola creciente de los enjambres, como diría Han, de “los unos” que quedan tales aun cuando vuelan juntos. Pero estas islas, una especie de “nichos”, utilizando los términos de Latouche, existen y resisten, no hay que olvidarlo, no en oposición al digital, más bien, muchas veces, gracias a él. Son las pruebas que los análisis que no captan la heterogeneidad viscosa de nuestro tiempo son inadecuados para entender sus dinámicas y tendencias.

¿En estos procesos inéditos, inciertos, opacos, donde colocar entonces el pensamiento utópico? En 1920 Klee pintó el Angelus Novus. Un ángel empujado violentamente hacia adelante mientras mira, hacia atrás, un pasado de ruinas crecientes. Pocos años después, Benjamín vio en aquella imagen el ángel de la historia: el futuro desconocido e impuesto, el pasado como destrucción y muerte, el vuelo como destino. En 2017, casi 100 años después, Bauman vuelve a leer el vuelo del ángel y siente la necesidad de cambiar su dirección: esta vez el ángel es arrojado hacia el pasado, cara al futuro, pero sus alas quedan abiertas y el espanto permanece en su cara. ¿Este es nuestro presente? Yo pienso en un vuelo distinto: un vuelo no lineal, más bien un torbellino producido, en parte, por el mismo ángel, que lo obliga a dar vueltas sobre sí mismo, las alas siempre abiertas, la cara mirando alternativamente, casi a la vez, pasado y futuro, los dos desconocidos, los dos descubiertos con espanto. Este es, para mí, nuestro incierto y opaco presente. ¿El torbellino parará? ¿Cuándo? El camino ¿hacia cuál dirección apuntará?

¿Hacia dónde mirará la cara del ángel? Las preguntas por ahora no tienen respuestas identificadas.

¿Y entonces, hay lugar para la utopía, hoy, como bien preguntas? ¿El tiempo de la indignación, de la cólera, de la desorientación, de lo inmediato, alberga en sí mismo también el tiempo de la imaginación, cualesquiera que sean su espesor y dirección, de un mundo distinto? Hay escasas manifestaciones de la presencia de la visión de este mundo distinto, pero, aún débiles, las hay. Hay esbozos distópicos de una sociedad cada día más sometida por intereses y fuerzas que hacen de la tecnología digital su principal instrumento de manipulación, aunque estos no tengan la fuerza de la trágica visión de Orwell en su novela 1984. También las utopías, intentos de pensar un mundo diferente y mejor, tienen “pequeña casa” en estos primeros decenios del siglo XXI. Pienso en la propuesta del “decrecimiento feliz”, cuyas raíces están ancladas en la postmodernidad, pero pienso antes que nada en la del “buen vivir”, formulada en América Latina a final del siglo pasado. Esta mira hacia atrás, hacia las comunidades indígenas del pasado para esbozar una sociedad solidaria, basada sobre una relación armoniosa con la naturaleza, dando vida a una circularidad en la que pasado y futuro pretenden enlazarse. Sin embargo, el “buen vivir” aspirando a ser narración y a la vez propuesta política, termina por ser débil en ambos aspectos. Su capacidad de movilizar cambios se manifiesta bloqueada por la fragilidad de una izquierda que en esos mismos años trata de imaginar el final del capitalismo y termina atrapada por las tentaciones autoritarias del neopopulismo. Contemporáneamente, también la dimensión utópica de su ser “fabula”, “plataforma para ver el mundo de otra manera”, lejana del sentir de aquellas comunidades indígenas a nombre de las cuales pretende hablar, acaba por secarse y perder su fascinación. Es que, en estos años, utopías, distopías, y hasta las heterotopías de las que habla Foucault, manifiestan ser alimentadas prevalentemente, cuando no exclusivamente, por emociones, casi nunca fortalecidas por la unión de imaginación y pensamiento. Es el signo de los tiempos, así como dirigirnos más allá de la Babel de la que habla Bauman es nuestra tarea, de difícil pero no imposible cumplimiento. Hacer que el ángel llegue a replegar sus alas y a retomar el vuelo, cara a la dirección por él mismo elegida, esta es nuestra apuesta, política, cultural y moral.

No puedo terminar, Andrés, sin darte las gracias por tu aprecio, por tu recuerdo que ha permanecido a lo largo de los años, por la oportunidad que me ofrece esta entrevista de volver a expresar mis ideas en el medio dominicano, en el espacio público de un país que sigue siendo parte insoslayable de mi identidad.