(A.M): En mi libro Conversaciones en el Lago. Narraciones filosóficas (2005), se explica que la ilustración en tanto movimiento cultural, político y social tiene sus raíces en el siglo XVII, en países como Inglaterra y Francia, abordo la libertad y la igualdad; además que el texto que escribió el filósofo Kant, sobre la Ilustración es una definición de este concepto en cuanto que he referido al mismo hombre como el liberador de su culpable incapacidad para él mismo sin ser guiado por otro. Tú también, en la obra (Ibíd., Pp. 17-31), haces referencia a Kant, del texto ¿qué es Ilustración?, en cuanto que fue movimiento de la razón dirigido a liberar a los hombres de su minoría de edad y el cual fue, desde la filosofía, una indagación, una crítica, que se caracterizó por hacer diagnóstico de “los males del presente, comprender la existencia, para luego intervenir en la realidad y transformarla” (p.26).
(R.M): En realidad pensar y hacer un uso público de la razón constituyen actos de rebeldía en cualquier época, porque siempre que se reflexiona, se hace en torno a algo (objeto) y afecta a alguien (destinatario). De ahí que la esfera ideológica, a la que pertenece la crítica de las ideas, este permanentemente vigilada, así fue ayer, y lo sigue siendo hoy.
Kant lo sabía y sufrió en carne propia. El “salir de la minoría de edad” es un acto de conciencia, supone un empoderamiento del sujeto ilustrado, que saliendo de la ignorancia alcanza la mayoría de edad, al desarrollar una voluntad social y moral que lo hacen responsable y dueño de su destino. Con la Ilustración el pensamiento se hace práctico y se encuentra con la vida de los hombres en sociedad. De hecho, fueron los ilustrados franceses del siglo XVIII, los primeros en entender ese vínculo entre teoría y práctica, que luego Marx y Engels hicieron suyo.
Si queremos traer el cielo a la tierra y realizar el máximo de felicidad tiene que ser uniendo la teoría con la práctica. El trinomio filosofía, ciencia y tecnología, constituye la base del progreso moderno desde el siglo XVII hasta nuestros días. Dicha trilogía comporta la capacidad de comprender el mundo, la intervención en él y el coraje para transformarlo.
(A.M): Según Fernando Savater, los enciclopedistas como movimiento no veían a la monarquía y a los reyes como problema, siempre cuando estos se ilustren, y además sustituyan la nobleza por una formación intelectual y de negocios prósperos (despotismo ilustrado) como sus enemigos. Como tampoco quisieron acabar con las clases sociales y “convertir al pueblo llano en dueño del país”. El verdadero enemigo de ellos, nos dice este filósofo, (…) “es el conjunto de supersticiones, dogmas, injerencias sobrenaturales en lo legal y lo político, que perpetúan lo irracional en la sociedad y bloquean el avance del afán racionalista y materialista que impulsa el progreso científico”, los cuales estaban representados en la iglesia católica, por lo que esta era “su enemigo constante y auténtico” (2017, P.XI). ). Realmente, ¿su objetivo fue enfrentar el sistema de creencias religiosas que iba contra la razón, la ciencia y el conocimiento científico, y por esos, muchos fueron asesore de ese poder de la monarquía?
(R.M): Allí donde el despotismo ilustrado triunfo, es decir, donde las reformas siguieron su agitado curso, el torrente revolucionario se contuvo. En Francia fracasaron los reformistas y una revolución radical bario la viejas estructura del antigua régimen feudal, abriéndose paso la República. Inglaterra es el caso contrario, triunfan las reformas, y se mantienen en pie las instituciones tradicionales, lo que no impidió la revolución industrial. Obviamente hubo una transacción entre feudalismo y capitalismo.
Al momento de la Revolución Francesa (1789), ya se había producido la revolución Industrial en Inglaterra (1630), de tal manera que faltaba el triunfo político e ideológico de la burguesía. Se quería el triunfo de la razón y adecuar en un mismo plano lo económico, lo político y lo social. Para destruir el feudalismo, que ya había perdido terreno económico, había que destruir el sostén ideológico por excelencia que era la Iglesia católica. Entonces lo irracional, lo que no resistía el tribunal de la razón era el feudalismo y sus instituciones, y que había que echar abajo para abrirle paso al nuevo mundo burgués, concebido como el triunfo de la razón.
Muchos intelectuales fueron recibidos por monarcas a lo largo del siglo XVIII, incluso participaron de la ilusión de que podían convertirlos en monarcas ilustrados o reyes filósofos, un viejo sueño del que despertó Platón después de la pesadilla que constituye el ser vendido como esclavo. En realidad, el Despotismo ilustrado constituye esa cofradía o coqueteo entre el poder y la razón. El ilustrado se fue en ocasiones en halagos al rey, y más de un rey recibió en su corte con honores al ilustrado. La función del Despotismo ilustrado era recibir la inspiración del ideario de las luces, en un siglo convulso y revolucionario, impulsando los cambios antes de cualquier hola expansiva. El fracaso de la asesoría de los ilustrados, como en Francia, equivalía a la pérdida del reino.
Voltaire, uno de los símbolos de la ilustración francesa y europea, fue recibido en diferentes cortes, sin dejar de cumplir con su papel de crítico del fanatismo, la intolerancia y el oscurantismo predominantes en la época. Rousseau y Hume hicieron suyo, llevando a feliz término la crítica del costado religioso, lo cual no se hizo extensivo a Hispanoamérica.
(A.M): El discurso de Sabater sobre la Ilustración se puede rastrear en la edición preparada por el filósofo José Manuel Bermudo, en el VOL.I, de la Historia de la Filosofía en la Enciclopedia, donde se citan varias fuentes al respectos: ”Hoy, desde nuestro aparato, categorial, podemos distinguir con cierta eficacia lo burgués y los aristocrático, pero es mucho más difícil catalogar a los numerosos ilustrados, e incluso protectores de los filósofos enfrentados en las formas sociales del ancien régimen tanto como en la finanzas y nuevas formas de acumulación”. (p.42). Nos sigue diciendo, Bermudo: “La aventura de I’Encyclopédie no puede reducirse a la batalla de clases en términos de convertir el proyecto en un arma, instrumento imaginado, pensado, trazado, proyectado y adecuado para la lucha de clases en el frente de la cultura, del saber”. Esta visión de este filósofo nos deja entrever, que “Por el contrario , no parece más adecuado ver el proyecto como batalla intelectual, como esfuerzo por producir , codificar y usar el saber, esfuerzo eterno, como el de sobrevivir, el de ratificar nuestras necesidades elementales.”(P. 42-43).
(R.M): La batalla intelectual de las ideas, dirigidas a crear la subjetividad para el advenimiento de un mundo mejor, se llevó a término, y la crítica en contra de las formas de opresión material, fueron igualmente eficaces. Sin la pasión y entrega de un grupo de hombres decididos, valientes, capaces, llenos de pasión la causa de la regeneración ilustrada fracasa.
La” simple lucha por la vida y las “necesidades de la existencia”, muy humanas y normales, no suelen inspirar con la fuerza suficiente, grandes grupos de personas, para llevar a término una gran obra colectiva, que, como la Revolución Francesa o la Enciclopedia, requería muchos humanos inspirados, trabajando en una misma dirección, transformándose permanentemente a si mismo, para poder transformar las circunstancias de su época.
(A.M): Tu trayectoria filosófica, a la cual le ha dedicado toda una vida, no deja de estar desarticulada de la política –académica universitaria, en este caso la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Recuerdo que en la década de los noventas del siglo XX, cuando tu era director de la Escuela de Filosofía, trajiste para el primer congreso de Filosofía, al filósofo Eugenio Tría, mi compromiso en Nueva York, me impidieron venir a ese primer congreso de Filosofía, para conocer a dicho pensador. ¿La experiencia de ese primer congreso de Filosofía? Además de tu aporte académico, como intelectual crítico y de vida académica, lo cual has manifestado en tus escritos sobre la UASD como desafío del presente y del porvenir. Desde tu experiencia de funcionario académico de alto puestos a nivel académico ¿cómo perfilas la UASD, en la actualidad?
(R.M): Realizamos el Primer Congreso Dominicano de Filosofía los días 3, 4 y 5 de febrero del 1999, era una tarea pendiente de la filosofía dominicana, llevada a cabo con un retraso de 50 años, en relación a otros países de Hispanoamérica, México y Argentina, que ya la habían cumplido. Fue también una obra de la generación filosófica de los años ochenta, que buscaba visionariamente hacer un balance de cuanto se había hecho en la República Dominicana en materia filosófica. Nunca paso nada igual, el mundo académico y político mostró su complacencia y admiración ante tal acontecimiento.
Decenas de filósofos, en calidad de expositores, desfilaron por los salones del Centro Cultural Español. Fue en ese contexto que nos visitó Eugenio Trías, una de las cumbres de la filosofía española contemporánea, quien tuvo a cargo las palabras de apertura y clausura del Congreso, pronunciando, en el mismo orden, dos conferencias, a saber: Ética y condición humana y Los laberintos de la estética.
La experiencia fue relevante, entendimos que los caminos de la filosofía y la academia eran transitables, siempre y cuando nos propusiéramos desarrollarlos y cualificarlos, con inteligencia, voluntad y trabajo. Vimos y sentimos que este tipo de eventos le hacían falta a la UASD, como antídoto a la politiquería y al empobrecimiento del espíritu.
El espíritu orientador de toda mi vida en la Universidad fue contribuir a la cualificación academia de su vida interior, a fin de afianzar su prestigio nacional e internacional. De nuestra parte, misión cumplida, y respecto a la academia de mis sueños, la UASD, seguirá desplegada a lo largo de la República Dominicana, cumpliendo con su rol social, en el sentido de elevar el nivel cultural, científico y técnico del país, preparando para el desarrollo nacional los cuadros pertinentes.
Hoy, y es algo normal, en toda institución, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, necesita adecuarse a los nuevos tiempos, a fin de que luz que constituye, se mantenga eternamente encendida, bajo el cielo de la República.
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