“Fui víctima de ese manualismo dogmático y muerto, durante diez años, el cual comencé a superar a mediados de la década del 80, siendo el libro, Marxismo y no marxismo (1980), de la autoría de la bien recordada profesora Vanna Ianni, un destello de luz en esta dirección”
Rafael Morla, oriundo de Bayaguana (1957), es filósofo y profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), en la cual obtuvo su licenciatura en esta área, así como especialidad y maestría en investigación científica. Como filósofo y pensador ha dedicado los últimos 30 años de su vida a la reflexión filosófica, es miembro fundador de la Asociación Dominicana de Filosofía y Miembro de Número de la Academias de la Ciencias de la República Dominicana.
Doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, graduado con la más alta calificación que concede ese centro de estudios. Ha publicado varios libros, son ellos, Filosofía para Iniciados (1995), Modernidad, Posmodernidad y Valores (2001), Filosofía para Pensar (2007), Modernidad e Ilustración en Hispanoamérica (2010), Modernidad e Ilustración en Santo Domingo (2011) y por último, Las Raíces del Pensamiento Occidental (2014).
Ha dedicado los últimos 30 años de su vida al ámbito académico y filosófico, dirigió en dos ocasiones la Escuela de Filosofía(1996-2002) y el Decanato de la Facultad de Humanidades de la UASD (2008-2014) y fue Director de la Oficina de Personal Académico (2014-2018) de dicha institución.
Andrés Merejo (A.M): A principios de los ochenta del siglo XX, cuando el marxismo se vivía como una religión más que como un pensamiento crítico, llegaste a escribir varios textos sobre la filosofía, fundamentados en el marxismo, por ejemplo, “Filosofía para iniciados (1995), sin embargo, parte de tus reflexiones posteriores, dejan bien claro que algunos de esos planteamiento sobre la ortodoxia marxista, ya tú no los compartes. ¿Cómo enfocas la filosofía en el marco del marxismo y el mundo de hoy?
Rafael Morla (R.M): Experimenté un despertar social y político con pretensiones utópicas, que me llevaron a abrazar la causa de la igualdad económica, política y social, conforme a los ideales de la Ilustración, pero actuando a nombre del marxismo y el socialismo en boga a la sazón. No fui la excepción, millones de jóvenes en mi país y el mundo lo hicieron, era expresión del espíritu de rebeldía de la época, preñada de sensibilidad y amor por los excluidos y condenados de la tierra, como decía Frantz Fanon.
Fue un sentimiento espontáneo de justicia, un deseo intuitivo de ser libres, pero no éramos teóricos del socialismo o de las ideas de Marx y Engels, por cuya causa actuábamos a ciegas en el movimiento práctico. Carecíamos, de un pensamiento crítico que sirviera de luz y orientación al quehacer de aquellos días, intelectualmente limitado por la estrechez del manualismo, que atrofió en su cuna la creatividad, y limitó en su alcance y calado el pensamiento del sujeto revolucionario de la época.
Fui víctima de ese manualismo dogmático y muerto, durante diez años, el cual comencé a superar a mediados de la década del 80, siendo el libro, Marxismo y no marxismo (1980), de la autoría de la bien recordada profesora Vanna Ianni, un destello de luz en esta dirección. Por otro lado, en un intento por combinar lo universal del pensar filosófico, con lo singular y concreto de la realidad nacional, iniciamos el estudio de los clásicos del pensamiento dominicano, bajo la orientación y estímulo de mi amigo Ángel Moreta. Mi uso público de la razón, a través de un libro, arranca con la publicación de Filosofía para iniciados (1995), un texto de ruptura y superación, colocado intelectualmente, entre el manualismo y el clasicismo, la ortodoxia y la heterodoxia y entre el dogmatismo y la crítica.
Hoy de Marx, aprecio el método dialéctico, enriquecido con lecturas de Platón y Hegel, un engendro creador que me aproxima a un concepto de dialéctica compleja, a caballo entre el mundo platónico de las ideas, la razón hegeliana, disminuida en sus pretensiones, y la pisca de realidad que deja el mundo de hoy, más allá de sus incertezas e incertidumbres. El marxismo, continuación del pensamiento y accionar de las tendencias más radicales contenidas en la Ilustración francesa del siglo XVIII, hay que fecundarlo con dosis profundas de pensamiento complejo, porque el que crearon Marx y Engel, aun con los aportes de Lenin, no es suficiente para captar y comprender el mundo en su complejidad. De las grandes verdades que aprendí de mis jóvenes lecturas de los clásicos del marxismo, está que este no es dogma, sino guía para la acción, un método para orientar la práctica política y social del presente cambiante.
Enmarco la filosofía en relación con el mundo de hoy, que lo percibo y pienso en ebullición, en un alocamiento extremo, en movimiento acelerado hacia ningún sitio claro y comprensible, sin embargo, sigue siendo papel de la filosofía buscar la verdad de nuestro tiempo.
(A.M): En el texto la Modernidad y Postmodernidad y Valores (2001), tu criticas la postmodernidad en cuanto es una despedida a la modernidad y que desde la década de los ochenta del siglo XX, logró imponerse en la vida social, económica y política. Que además, que está configurando la sociedad en el ámbito de la informática, no de la técnica y de ahí, que tú digas (p.36-37 : “ La postmodernidad o modernidad tardía se manifiesta en el creciente proceso de informatización de la vida social, en el auge del consumismo y en la actitud nihilista con que muchos asumen la creciente destrucción de valores en la sociedad dominicana, y además el posmodernismo “ (…)está sin rodeo comprometido con la sociedad de consumo, propia del capitalismo(…)”. La revolución social y tecnológica ha dado como resultado no sociedades informatizadas, a nivel de simple herramienta, sino que se ha construido todo un sistema cibernético, al que he llamado cibermundo y que está atravesado por nuevas formas de relaciones de poder y control virtual. ¿Cómo valoras nuestros tiempos cibernéticos, caracterizados por nuevas formas de poder y cambios disruptivos? ¿Cómo visualiza las crisis de los valores y su intensidad en la sociedad dominicana transida y al mismo tiempo que navegamos por las redes sociales del ciberespacio?
(R.M): Vivimos una época enteramente nueva y distinta, donde la tecnología digital afecta significativa e irreversiblemente la manera de ser, comunicarnos, sentir y pensar el mundo. Bien lo dices en tu discurso de ingreso a la Academia de Ciencias de la República Dominicana: “el proceso histórico del cibermundo global que hoy vive la humanidad ha producido grandes efectos sociales y culturales en el mundo, ha ocasionado terremotos sociales, ya que ha estado moldeando las sociedades, alterando y ocasionando vértigos, incertidumbre, resquebrajando los paradigmas que se creían inamovibles” (Merejo, 2015, 16).
Cuando se producen profundas sacudidas en los órdenes económico, político y cultural, cambian las relaciones sociales, las formas de poder, y por supuesto el modo de pensar y actuar de los sujetos. Por ello, no es extraño en absoluto, que, en otro texto tuyo, la Era del cibermundo, desarrolles la tesis, siguiente: la compleja relación ciencia, tecnología y sociedad ha forjado un nuevo mundo, el cual calificas de cibermundo. También sostienes, en el contexto de un esfuerzo por caracterizar el “aquí” y “ahora”, que el ciberespacio, disloca el espacio real, y te comento, que no solo ello, también y al mismo tiempo, transforma el mundo valorativo de los humanos presentes.
Los valores duros, las lealtades duraderas, la amistad con base en la dignidad y reconocimiento humano, no rigen en el cibermundo, tampoco en la sociedad dominicana transida, atravesada y atrapada por infinitas zonas grises.
(A.M): Hoy, vivimos tiempos cibernéticos, transidos y de perplejidad, donde el mundo no solo es real y sino virtual, donde pensar la complejidad es pensar en el mundo y el cibermundo. Lo expuesto entra en mi línea de investigación filosófica, ya que los filósofos son de época y tienen que pensarla. En el libro “filosofía para pensar (2007), entras en el plano del filosofar articulando al pensamiento, la globalización y los valores. Además, dices: "La filosofía es pensamiento, en torno al mundo y la propia existencia humana” (…), y que “la reflexión filosófica debe expresar el espíritu de la época”. En tal sentido “tiene que trascender las aulas de las academias del mundo, ir a la sociedad a conocer los grandes problemas de nuestro tiempo y ensayar vías y alternativas para su eventual solución” (P.64). ¿Tú crees que en la sociedad dominicana, se está llevando a cabo ese proyecto filosófico? ¿Están los filósofos desempeñando esa función filosófica? ¿Han podido salir de las academias y las aulas?
(R.M): Creo que la filosofía dominicana vive su mejor momento, los filósofos hacen doctorados, ganan premios nacionales, escriben libros y publican en revistas indexadas. Todas estas acciones son expresiones elocuentes del quehacer filosófico en la República Dominicana. Probablemente esté haciendo falta un segundo balance en materia filosófica, semejante al que hicimos con el Primer Congreso Dominicano de Filosofía en el 1999, a fin de que cada filósofo visualice lo que hace y piensa, como parte integrante de un proyecto mayor, que sería la implementación, desarrollo y cualificación de una escuela dominicana de pensadores, que atisben, piensen la realidad nacional desde el horizonte totalizador, crítico, analítico y liberador de la filosofía.
Naturalmente, siempre hay que profundizar la vocación, y empeñarse en afianzar la función, porque todo es susceptible de ser mejorado. Un filósofo que no haga un uso público de su pensar, que no destile en su decir un pensamiento crítico y que no ocasione alguna antipatía en algún poder fáctico de la sociedad no está cumpliendo con su papel.
Filosofar es un acto de valentía y atrevimiento, así lo pone de relieve la propia tradición filosófica, en cuya fuente abrevó Kant, antes de lanzar a la palestra social, su terrible consigna, “¡Atrévete a pensar!” y a realizar un uso público y libre de la razón, porque si no lo haces, quedarás condenado a la condición de minoría de edad, que es la inmadurez social de cada persona. Esa minoría de edad es el silencio, el enclaustramiento y la muerte de la filosofía.