(AM): Las obras acerca de los filósofos dominicanos y de otros intelectuales depositarios de cierta concepción filosófica del mundo, fueron compilados por ti en tres volúmenes, publicados entre 2009 y 2010, bajo el título de Filosofía dominicana. Pasado y presente, gracias al Archivo General de la Nación, de manera especial a Roberto Cassá, esta antología es la más importante en la historia de esta área del saber en la República Dominicana, ya que recoge gran parte del pensamiento filosófico premoderno, moderno, ultramoderno o post moderno.
¿Cómo surge y se materializa este proyecto de compilación y estudio del pensamiento filosófico dominicano?
(LM): El volumen 1 de esa antología incluye un trabajo importante de la filósofa dominicana del siglo XX Rosa Elena Pérez de La Cruz (fallecida) sobre Antonio Sánchez Valverde (siglo XVIII), y varios estudios de los pensadores dominicanos más importantes del siglo XIX, realizados por otros que les siguieron y por algunos estudiosos contemporáneos de la UASD y de otras universidades. Le siguen los siglos XX y XX1, que allí aparecen representados por trabajos de pensadores fallecidos y de profesores contemporáneos, uasdianos y de otras universidades, que analizan a filósofos y filósofas dominicanos/as y de otros países, pertenecientes al periodo trujillista y a otras etapas correlativas en América Latina y Europa, considerando las corrientes filosóficas relevantes del pensar occidental.
Este proyecto surge del propósito profesional que siempre me ha guiado: orientar a los estudiantes un poco para curarme del espíritu perfeccionista que me tortura (o nos tortura a algunos de los intelectuales, especialmente a las mujeres) de caer en las críticas, justificadas o no, de quienes pudiendo trabajar y rendir en cualquier cuestión intelectual, no acometen ninguna tarea o producen conceptualmente muy poco; no obstante, el sentido de sus vidas es criticar lo que hacen unos y otras. Al final, son los estudiantes quienes se benefician de la valentía profesoral de emprender un trabajo al menos aparentemente sencillo como una antología, primer paso para iniciar la interrogación de si existe o no la Filosofía Dominicana, a partir de la recopilación de trabajos excelentes y otros, la minoría, no tan excelentes. En los tres volúmenes “no están todos los que son ni son todos los que están”, pero aun así es una representación importante: está la mayor cantidad de filósofos, filósofas y pensadores ineludibles, otros que pude encontrar y que quisieron colaborar (los/las intelectuales dominicanos/as, somos mónadas, la colaboración, sobre todo por la vía de los muy preparados es difícil, aun sea para su provecho). La antología es un necesario trabajo, casi interminable, muy abierto a quienes quieran aventurarse a proseguirlo, que yo misma he continuado con una nueva investigación para estudiantes entregada al Archivo General de la Nación, profundizando ideas de género del siglo XIX y XX en República Dominicana junto a las que llamo filosóficas. Otro proyecto pionero en el país, pues siempre he propuesto las ideas de género como igualmente filosóficas. Razón suficiente que me motivó a introducir en los tres volúmenes de la antología (LM, 2009) a las dominicanas pensadoras y filósofas de mi país que ya fallecieron, algunas que están vivas, y a los autores/as que hablan de ellas.
(AM): Según expresas en el volumen 1, no se puede filosofar en abstracto, el filósofo ha de reconocerse en una cultura-lengua–sociedad, lo cual comparto, ya que forma parte mi enfoque epistémico, en el que lenguaje-sujeto-sociedad-poder aparecen articulados; en este caso, todo relacionado con la filosofía cibernética innovadora y tecno-científica. Esto no significa, como bien dices “un discurso filosófico universal para interpretar, explicar, solucionar los problemas sociales y transformar la totalidad real” (ibíd., 27-28). De acuerdo a tu planteamiento, se ha de apostar “por la noción normativa de universalidad, que permite introducir en el filosofar de base, de cara a los interlocutores y sus diversas posturas filosóficas, las argumentaciones contrapunteadas en la búsqueda de un consenso no ortodoxo, desde las diferencias” (loc. cit.).
El ámbito de investigación que he venido realizando, ¿entra en el marco de lo que tú consideras filosofía?
(LM): Andrés Merejo, gracias por citar este párrafo de las págs. 27 y 28 del primer volumen de mi antología, el cual debe leerse de nuevo un poco para entender la respuesta que ahora doy a tu pregunta. En efecto, no creo en los metarrelatos ni en modo marxista ni en modo postmoderno, que los hay. Los fenómenos de la realidad y la realidad misma son multirreferenciados y de aquí la necesidad de la trans, multi e interdisciplinariedad. Soy nominalista sartriana, reconozco que el conocimiento debe ser “situado”, entendiendo sin embargo por situado, pensamiento comprometido con su época; pero no por ello dejo de apostar o renunciar a la normativa de universales contrastables (de los que habla Habermas) que nos aproximen a un mundo justo, igualitario y de cara a las diferencias.
En cuanto a si comparto tu ontología, debo decirte que para el nominalismo filosófico existen en un mundo real, individuos (proyectos, sujetos, prácticas sociales) apegados a valores no apriorísticos, relacionados entre ellos y en nexo con su sociedad y cultura, relaciones que se expresan en un lenguaje y expresadas en las prácticas sociales. Aquí voy a detenerme, porque me manejo con prudencia con el/a pensador/a que trabaja el lenguaje y el énfasis desmesurado que, a partir de los posestructuralistas (como se sabe parten de Heidegger, para quien el lenguaje es la casa del ser), se le da al mismo, en lo que se ha venido a llamar “el giro lingüístico de la filosofía”. Voy despacio, en efecto, pues tú sabes que el existencialismo y estructuralismo no se llevan bien. Sé que no encajas en ninguno de esos dos casos. Pero tendría que profundizar en tu teoría del lenguaje y en la del amigo Manuel Matos Moquete (creo que tú la declaras una influencia en ti) para, posteriormente, poder opinar con base. He conocido trabajos como el de Judith Butler, foucaulltiana, sobre la relación lenguaje/realidad, en los que sostiene que los discursos determinan al sujeto; ella misma reconoce haber caído en un monolingüismo posteriormente modificado. Asimismo, conozco reflexiones ciberfeministas preocupadas por el paralelismo realidad/virtualidad, objeto de tu interés, y por las consideraciones atinentes sobre la desontologización y despolitización de lo real a favor de lo virtual. En los dos casos percibo un asesinato de la realidad, porque los sujetos quedan entrampados en las significaciones del lenguaje de los discursos o desaparecen ahorcados por el simulacro de lo virtual. Tu libro sobre lo “transido” ha tenido mucho éxito, yo estoy segura de que tú eres un filósofo comprometido socialmente que, por otro lado, no te dejarías fascinar por lo virtual, ni por el lenguaje.
(AM): Sostienes que la filosofía es racional y dialógica, lo cual no equivale a renuncia a su vocación social. No es un metarrelato ni se ocupa del estudio de la causa primera; más bien, conforme a tu criterio: “La filosofía debe entenderse como ejercicio para resolver problemas y no solamente para encontrar la verdad; incluye interpretar y transformar lo social” (ibíd., p. 28). La filosofía, ¿va más allá del metarrelato? ¿Cómo la definirías?
(LM): No he tenido tiempo de leerme, pero creo que aquí dialógica no se refiere a lo dialéctico ni en Morín, ni en Hegel, ni en Marx. Se refiere, más bien, a que además de racionalidad, la filosofía es diálogo participativo y reconocimiento del otro, por aquello de que no podemos ser libres solos y debemos ayudar a las gentes, especialmente mujeres, a liberar su libertad. La filosofía es experiencia de vida. En abstracto, no quiero definir la filosofía, y sí mi visión filosófica. Existen filosofías y por tanto existe mi visión filosófica que no cree en verdades absolutas al modo del metarrelato pero enfrenta el relativismo. Más allá del metarrelato (arriba he avanzado y abajo seguiré avanzando en mi concepción filosófica), quiero una filosofía que pudiera seguir siendo definida como racional pero sintiente, atenta a los errores de la racionalidad instrumental, a la igualdad de los sexos, a las diferencias que puedan reconocerse, a la explotación y opresión de los seres humanos ejercida por el capitalismo en simbiosis con el patriarcado y atenta al sexismo, al androcentrismo y a la misoginia, expresados en los pensamientos eurocéntricos. Cualquier otra demanda incluida en un nuevo humanismo cobra sentido dentro de mi filosofía.
(AM): En la conferencia “Entre dos mujeres: Simone de Beauvoir y Virginia Woolf”, pronunciada el 28 de marzo de 2008, en el Auditorio Manuel del Cabral de la Biblioteca Pedro Mir, sostuviste que la masculinidad es una referencia paradigmática que se resuelve en minúsculos poderes que atraviesan toda la red social incluyendo la producción y venta del saber.
Más aun, explicas que a pesar de que la muerte, el dolor, el sufrimiento, la vejez, las enfermedades y la inautenticidad, son parte de la condición humana y que como “situaciones límites, asaltan sin discriminación de género a los seres humanos en el acto de vivir”.
Para ti, esta condición humana, de suyo difícil, “se agrava con la condición ser mujer (…), estatuilla de barro que no ha alcanzado una la dignidad humana” (p. 158-59, vol. III).
Desde la teoría del género, la caída del paradigma de la masculinidad y de la discriminación hacia la mujer, ¿implicaría un nuevo paradigma propicio a la igualdad y a la abolición de los géneros?
(LM): Si. Los sufrimientos de todo tipo que experimenta la humanidad se agravan en la condición y situación de la mujer. No está por llegar la solución, ella ya existe y se ha ido construyendo desde el siglo XVIII como paradigma de la igualdad. El feminismo se puede llamar de diferentes maneras: teoría de género, movimiento ético, teoría epistemológica. Es también una tradición política con más de 300 años denunciando la relación de poder entre los sexos y la hegemonía de la masculinidad en los saberes, en la división sexual del trabajo, la familia y otras esferas. Con mucha resistencia a la ofensiva patriarcal se han logrado desde la revolución francesa, pasando por el siglo XIX hasta hoy, innumerables avances nacionales y mundiales, largo de enumerar, que Poullain de la Barre o el filósofo feminista John Stuart Mill no se imaginaron. Sin embargo, esta pacífica e importante revolución es lenta; por ahí dicen que es más difícil destruir un prejuicio que el núcleo de un átomo. El paradigma de la igualdad procura el final de la hegemonía de lo masculino originada por el sistema patriarcal sexo/género; se propone que las mujeres puedan ingresar en lo genéricamente humano junto a los hombres, y que, así, los universales, que son valores a priori, pero atinentes a la realidad, devengan universales verdaderos y no exista el sexismo, el androcentrismo, y no haya binarismos rígidos que afecten los roles y den origen a la supremacía del sexo masculino. Como efecto de la postmodernidad han aparecido interpretaciones diversas sobre posiciones que ya teníamos aseguradas histórica y teóricamente de forma consensual y unitaria y que ponen en riesgo la conquista de demandas prioritarias que tienen que ver con la redistribución y no solamente con las identidades. Sin embargo, en unos 200 o 300 años el paradigma de la masculinidad se debilitará fuertemente como referencia única de lo humano.