(AM): A mediados de los ochenta impartías cátedras de filosofía sobre el existencialismo, en la Facultad de Humanidades de la UASD, a las cuales asistí como alumno. Allí se debatían temas relacionados al pensamiento filosófico de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir y se abordaban conceptos como: la mala fe, lo inauténtico, la náusea, la angustia, y tesis como la de que el existencialismo es un humanismo; también nociones como el laberinto de la libertad y la vida humana como invención y proyecto, lo absurdo en Camus, la condición humana según Hannah Arendt. Eran tiempos de debate, de crítica al marxismo a la luz del existencialismo.

¿Ese espíritu filosófico, ¿se ha perdido en la presente generación de estudiantes universitarios?

Jean Paul Sartre

(LM): Sí, era un tiempo ya cerca la brisita postmoderna en el país, de crítica existencialista al marxismo, pero era una crítica débil porque se seguía desconociendo al igual que en los años 70, la propuesta existencialista atea de Sartre. En la UASD Sartre siempre fue erróneamente considerado un irracionalista filósofo burgués, cuando, por el contrario, su filosofía postulaba un marxismo más acorde con los tiempos actuales, en aspectos que no puedo abordar extensamente en este momento porque tu pregunta es otra. Pero en general aquella época fue crítica y contestataria, ávida de revolución, conducta política y epistemológica, que se ha perdido entre los estudiantes universitarios uasdianos porque se ha perdido en la mayoría de docentes. Los efectos de la postmodernidad entre otras causas, son responsables de estos cambios al declarar olímpicamente, la muerte de la historia, de la filosofía y de los metarrelatos, entre ellos del metarrelato marxista. Contrariamente, a mí me parece que entonces Sartre reformulaba el marxismo, como dije, alejándose de su ortodoxia tanto en lo relativo al concepto de verdad, totalidad y de progreso, la concepción determinista de la historia, para citarte sólo algunas contestaciones de su ontología. Sartre nunca aceptó eso de una dialéctica en la naturaleza (Crítica de la razón dialéctica, 1964; Marxismo y revolución, 1946) como la proclamaba Engels y no habló de totalidad, semejante al intento de una lógica explicativa de todo lo que hay, y sí de totalización para referirse a la dialéctica de la historia.

Se ha perdido (y es demasiado evidente) en mi campus universitario, el espíritu filosófico que conduce a la búsqueda de un saber que transforme y mejore a la humanidad. En algunos izquierdistas avanzados se notaba a leguas el entusiasmo que ayer provocaba la tan debatida teoría sartriana del compromiso, su pacto leal con el marxismo y las causas sociales. En efecto, la teoría sartreana del compromiso hablaba de la función social de la literatura y del intelectual en un momento político en que fue necesaria. Sin embargo, hoy me pregunto, con Sartre, si vale determinada literatura mientras en el mundo tantos niños siguen muriendo de hambre. Ayer y hoy los estudiantes en su mayoría están lejos de estos debates  del marxismo, del existencialismo sartreano y del feminismo. Están atrapados y atrapadas en la cárcel de los post y de las posverdades.

 

(AM): J. P. Sartre y Albert Camus fueron buenos amigos, la diferencia filosófica y política esfumó esa amistad en la década de los cincuenta en Francia. ¿Cuál tu visión filosófica sobre esas diferencias entre ambos pensadores?

Albert Camus

(LM): Su discusión con Camus, no importa a quien la historia haya dado la razón, demuestra según creo, que quería enriquecer el marxismo con sus propuestas, pero que estaba lejos del mismo en aspectos como los señalados arriba y en aspectos políticos que dieron origen a una riquísima discusión con el argelino Camus, quien paradójicamente está en contra de la independencia de Argelia. Sartre no pertenecía al partido socialista francés ni estaba de acuerdo, al igual que Camus, con los campos de concentración. En una conferencia muy reciente dirigida al grupo de mi amiga Corina recién fallecida, hermana del también fallecido José Oviedo, hablaba de esto. Es la época de la guerra fría, Sartre se pelea también con Merleau Ponty, se pelea con todo el que sea anticomunista, critica sin embargo al PC cuando la URSS invade a Hungría en 1956 y a Checoeslovaquia en 1968 y es, en medio de todo esto, el intelectual anticolonialista más famoso de Francia desde el 1945. Recuerda que escribe el prólogo a Los condenados de la tierra (1961), de Frantz Fanon. Un intelectual practico que busca en la acción el sentido y la comprensión de la historia. Mientras Camus, romántico y conservador, se oponía al marxismo y a la autodeterminación de su país, Sartre  para que no lo coptara el sistema imperialista, rechazaba las 150,000 coronas del premio Nóbel   y su rechazo se interpretó como retaliación, en vista de que a Camus se lo habían entregado antes. Juzgue usted esos tiempos.

 

(AM): Cuando regresaste de México, acorde con las experiencias académicas vividas en FLACSO, seguiste profundizando en algunas investigaciones importante, como la que hiciste en San Juan de la Maguana sobre el mesianismo liborista, cuyos resultados expones en tu libro Palma Sola: Opresión y esperanza. Su geografía mítica y social (1991).

Mientras vivía en la ciudad de Nueva York, participé, a mediados de los noventa, en la puesta en circulación de dicha obra.  ¿Cómo valoras este libro 30 años después?

(LM): Lo valoro colocándolo en su contexto histórico y político: había un desconocimiento absoluto del mesianismo, poca investigación afrodescendiente, y muy poco sobre los movimientos campesinos en general; este movimiento reunía muchas vertientes que obligaban a la investigación participante que igual era casi nula. Es un estudio pionero y de interés internacional, no sólo nacional, vistas las múltiples publicaciones en diversos géneros (novela, cine, videos, teatro, pintura, poesía, etc.) dominicanas y extranjeras que se han realizado con referencia a esa investigación.

Mi viaje a México nutrió de una perspectiva sociológica marxista el estudio del más relevante movimiento campesino del país, que es, después de la revolución de abril de 1965, el acontecimiento histórico más importante de la Nación. Palma Sola es la continuación de otro evento mesiánico, el de Liborio (de 1922), un suceso milenarista pero también un episodio social contestario por la vía el lenguaje religioso al poder estatal y que claramente ofrecía resistencia por su orientación afro descendiente al catolicismo hispánico. El prejuicio racial es tan grande en mi país, que este hecho permaneció desconocido muchos años y siendo objeto, entre profesionales y gentes del pueblo, de análisis superficiales y, por ende, errados tanto desde la óptica de la izquierda como desde la perspectiva conservadora.

Me rompe la razón y el corazón que todavía se le considere un brote de superchería. Fui la pionera en abrir, haciendo investigación participante, las puertas de esa temática, una presa histórica caudalosa; una filósofa que hacía de antropóloga y con una investigación cualitativa, participante en la vida de los liboristas palmasolistas, abría a antropólogos e historiadores las puertas del misterio que rodeaba a los mellizos de Palma Sola y su controversial pero auténtico movimiento político contestatario, mesiánico y afincado en un catolicismo popular pro identidad afro.

(AM): ¿Cuáles otras investigaciones, aparte de la de Palma Sola, realizaste luego de tu regreso de México?

(LM): Entre el mesianismo y el feminismo, mi vida académica posterior a la llegada desde México, se dedicó a organizar cursos y conferencias; aparte de ello, realicé publicaciones en torno a la epistemología feminista en general, el feminismo existencialista al estilo de Simone de Beauvoir, sobre Sartre, Palma Sola y el mesianismo.  He realizado innumerables actividades en mi vida, pero de mi ejercicio en la filosofía y el feminismo solamente recuerdo y menciono algunas. No me gusta promoverme, nunca he tenido un curriculum cronológico; mi hoja de vida la organizan los interesados en mis estudios,  con importantes ausencias cuando realizo una actividad, sin que eso me importe mucho. Durante mi año sabático escribí un libro feminista que me reportó mucha satisfacción personal, una edición pequeña (unos quinientos ejemplares y ya hace mucho tiempo agotado), pero sumamente importante para mi trayectoria intelectual: Las actitudes femeninas frente a los oficios realizados por los hombres (1994). El Archivo General de la Nación, que me dedicó, junto a otras dos mujeres, su Feria del Libro 2020, lo está reeditando. Más tarde, mi recorrido feminista por la vida de Simone de Beauvoir desembocó, en 2008, en la creación de una Cátedra que lleva su nombre, en cuya inauguración publiqué la conferencia “Entre dos mujeres”, acerca de ella y de la talentosa escritora inglesa Virginia Woolf.

Desde la Cátedra Simone de Beauvoir, y aún al margen de esa instancia, organizo cursos de filosofía y género (y aprovecho para decirte que la relación y estudio de la filosofía y el androcentrismo y el sexismo no tenían antecedentes en el ambiente universitario del país hasta ese momento). He recorrido la vida de Abigaíl Mejía y del movimiento sufragista dominicano, como se puede advertir en mi antología del pensamiento filosófico dominicano (2009) y en la compilación Política, identidad y pensamiento social en la República Dominicana. Siglos XIX y XX, de Raymundo González, Michiel Baud, Pedro L. San Miguel y Roberto Cassá, en la que aparece mi trabajo “Abigaíl Mejía y los inicios del movimiento feminista dominicano”, y actualmente el Archivo General de la Nación edita una investigación de mi autoría dirigida a los estudiantes de filosofía sobre filosofía y género en el país.