La tecnología nos ayuda si verdaderamente colabora en un auténtico y respetuoso ejercicio de comunicación, donde de modo veraz e intenso el diálogo, el debate, las discusiones sirvan de aporte, a la vez que la información fluya con velocidad casi instantánea y donde diversos aportes puedan ser compartidos para ser respetuosamente revisados y examinados cuidadosamente. Esto era impensable antes del desarrollo del ejercicio virtual

(AM): En el libro “Utopía es compromiso y tarea responsable” (2010), partes de esas reflexiones, datan de una década anterior, de su publicación, el caso del Capítulo I, Ucronía, Utopía, que fue una Intervención en la sesión plenaria correspondiente del VI Congreso Nacional de Filosofía. Chihuahua, del 7 al 11 de octubre de 1991. Estas fechas son importantes, para la visión histórica y la agudeza intelectual de dicha reflexión. Ucronía o cómo sería la historia si no hubiera sido como fue, en este caso hubiese sido de acuerdo a su discurso ucroniano, de la siguiente manera: “Así, esta América ha constituido durante 500 años – y deseamos que lo siga siendo por lo menos durante 500 más – un ejemplo universal de humanismo, de transparencia electoral, de pulcritud que impide la corrupción, de antiburocracia, sin ningún tráfico ni de negros ni de blancas ni de psicotrópicos. A nadie se le ocurriría lavar dólares, concebir a las fronteras como algo más que divisiones administrativas para el mejor servicio al ciudadano o preocuparse por impensables golpes de estado o despotismos pretorianos”. (P.17).

La utopía como construcción de algo inexistente, que está allá en un deseo imaginario, en no lugar, en fin, en negación de lo establecido, de lo dado ¿En parte la ucronía no deviene en utopía?

Horacio Cerutti y Chalasinska Macukow, rectora de la institución que otorgó el reconocimiento al académico.

(HCG): Si la historia no hubiera sido como fue, directamente no sería historia, sino un invento acerca del pasado, algo fuera del tiempo o sin tiempo, justamente una ucronía. Que una utopía pueda jugar con una cierta visión ucrónica, sí, siempre y cuando tenga bien claro que se trata de un juego y no de una reconstrucción auténtica del pasado. Si el pasado no hubiera sido como fue, a lo mejor ahora estaríamos organizados de otro modo. Pero, lo que fue ha sido y no podemos modificarlo, aunque nos gustaría mucho hacerlo y aunque, en no pocas ocasiones, las versiones que se cuentan de la historia, particularmente de la historia oficial, suelen ser algo así como ‘cuentitos’ para presentarlo ese pasado como muy ‘bonito’….

Por otro lado, la utopía no es negación de lo establecido ni de lo dado. Al contrario. Parte del reconocimiento de esto que no nos gusta, que nos afecta, que no responde a las necesidades de los humanos y de la madre tierra y propone otro mundo posible. Claro, posible en el imaginar o soñar despiertos y quienes debemos hacerlo posible somos nosotros. No está dada la utopía. Siempre aparece como una posible construcción, aunque literariamente se la presente como la descripción de un mundo ideal. Que es búsqueda y anhelo de ideal, no cabe duda. Pero, que esté realizada siempre está por verse. Incluso lo que ha sido utopía para otros tiempos, culturas, creencias, épocas, lugares, etc. ahora no tienen mucho que ver con lo que ansiamos. Para lograrlo hay que poner manos y cabezas a la obra.

(AM): Ahí, mismo se abordan la realidad en cuanto  desigualdad social “estructurada por la desigual distribución de la riqueza, por la explotación, por la catástrofe ecológica, por la presión demográfica, por la violencia, por el cinismo de la Realpolitik, por el hambre, por la manipulación de los medios masivos de comunicación, por la falta de participación ciudadana, por las democracias de baja intensidad, por la privatización ninguneante de lo público, por la mitificación de las ciencias y la tecnología” (…). En fin, se trata de un marco social, político, económico y cultural cauterizado por la distopía. Es por eso que acude a la utopía “Pero esa realidad incluye también esperanzas, fuerzas y poder insospechado si se le sabe apreciar. Si se logra, mediante un inmenso esfuerzo de reflexión, impugnar el obstáculo que constituye un pensamiento hegemónico según el cual las cosas sólo pueden ser así, porque son naturalmente así, recurso típico de la ideologización, paradójicamente en el mundo del supuesto fin de las ideologías”. (ídem). ¿No se ha de perder la utopía? ¿No ha ganado siempre la distopía?

(H.C.G): La utopía en su nivel literario ha adquirido numerosas variantes y no hay nada que garantice que sigan siendo propuestas fuertes y radicales las que se esbocen en ese nivel. Lo cual no implica infravalorarlas, porque pueden ser también decisivas en múltiples coyunturas. Ahora bien, las distopías siguen imperando por todas partes, como ya hemos indicado. Lo importante es recuperar el sentido de tensión utópica, vale decir, la tensión entre una realidad intolerable y un ideal deseable o, mejor dicho, una realidad idealizada deseable en medio de esfuerzos imaginarios efectuados soñando despiertes. Esa tensión, valorada positivamente, apreciada al máximo, nos impulsa movilizarnos y a efectuar la tarea de construcción concreta de esa nueva sociedad o nuevo mundo o nueva realidad histórica anhelada. Sin nuestro potencial puesto en marcha, todo se quedaría en distopía.

Portada del libro de Horacio Cerutti Guldberg

(AM): En el libro trabajas una visión filosófica sobre la teoría del conocimiento crítica de la vulgata de la teoría del conocimiento como reflejo inmediato de la realidad, en la que el sujeto que busca conocer accedería de modo inmediato a la realidad, sin que medien instrumentos auxiliares y sin tomar en cuenta las implicaciones culturales, sociales, del poder y la ideología. La falla del realismo ingenuo ha sido siempre una ilusión en cuanto la relación sujeto cognoscente y su pretensión de descubrir una supuesta realidad independiente de todas mediaciones y con un sistema de creencias de que posee la verdad única, fuera de otros criterios. Este tipo de concepción ha sido relegada y se encuentra apartada como referente histórico, de que no es un espíritu del conocimiento científico, de que no es ejercicio de pensar y conocer. Más cuando en estos tiempos la relación sujeto y objeto es desbordada por la ciberepistemología, que estudia diversos tipos de realidades, como la virtual sin inmersión y con inmersión, la aumentada que se da en el sistema cibernético, caracterizados por relaciones de poder y control virtual, por una cibercultura que ha formado el cibermundo.

¿Cómo valoras la epistemología, el sujeto del conocimiento en esta segunda década del siglo XXI?

(H.C.G): La epistemología es un inmenso y valioso esfuerzo, de larga data, dedicado a rastrear y analizar las distintas aristas y dimensiones del conocer, del saber, del indagar, del pensar. Ese pensar racional se ha visualizado en múltiples ocasiones como completamente ajeno al sentir, a la pasión, al sentimiento. Es más, y mucho peor, se ha asignado la dimensión racional a los varones y lo sentimental y pasional a las mujeres. Eso pretendiendo convencer de que son actividades opuestas, nunca articuladas. Mi percepción es que ya va quedando claro que esa separación es francamente insostenible y que los seres humanos tenemos ambas dimensiones siempre articuladas, entrelazadas. El conocimiento se sigue elaborando, modificando y rectificando a partir de experiencias donde siempre ambas dimensiones coexisten enredadas entre sí, dificultando muchas veces el poder distinguir características específicas de una y otra. La dimensión dialógica también debe ser considerada para evitar concebir el saber cómo una actividades individualista y aislada del conjunto. Al revés. El saber y el auténtico conocimiento surge del diálogo, del debate, de la discusión, de la crítica, de la autocrítica, de la consideración de diversas posiciones y, sobre todo, del examen de diversas experiencias.

(AM): Usted hace una crítica al proceso de conocer, que solo implica la relación sujeto-objeto- conocimiento, por lo que se ha de trabajar “con dos sujetos, un objeto y dos relaciones, una de ida y otra de regreso” para poder “acercarse al fenómeno”. Por cuanto “Si se coloca (…) el conocimiento o el pensar como parte de un proceso comunicativo que le es inherente, es difícil concebir Robinsones del pensamiento. No se conoce o piensa solo y para sí mismo. Se piensa para transmitir las propias reflexiones a un/a interlocutor/a” (p.58). En esto tiempos cibernéticos, son varios los interlocutores los que trabajan en la elaboración del conocimiento, de tal suerte que, si en una investigación donde participan varios sujetos del conocimiento, alguien decide irse no se lleva todo ese conocimiento, porque no fue él como tal que lo construyó. ¿Desde qué enfoque epistémico se ha de partir para un filosofar latinoamericano acorde con los tiempos de la tecnociencia?

(H.C.G): Como he dicho, este filosofar nuestro americano parte de un enfoque y de experiencias compartidas, comunitarias. El individualismo robinsonesco conduce a una especie de supuesta seguridad en que un tal supuesto genio sabe todo y tiene las respuestas a cualquier pregunta o duda que ande por allí dando vueltas. La tecnología nos ayuda si verdaderamente colabora en un auténtico y respetuoso ejercicio de comunicación, donde de modo veraz e intenso el diálogo, el debate, las discusiones sirvan de aporte, a la vez que la información fluya con velocidad casi instantánea y donde diversos aportes puedan ser compartidos para ser respetuosamente revisados y examinados cuidadosamente. Esto era impensable antes del desarrollo del ejercicio virtual. En esos años anteriores, aunque ya había ciertos logros: teléfono, telégrafo, aviones, telegramas, cartas, la relación más directa cara a cara o letra a letra a través de cartas eran claves. Hoy tenemos todo eso transformado y podemos estar al pendiente segundo a segundo. Hay que aprovecharlo y el filosofar se nutre de estos instrumentos, siempre que no sea instrumentado por ellos. Esa conexión entre útil y manipulador es la que debe ser tomada muy en cuenta para nos ser sometidos por la tecnología.

Tomas Moro, el filósofo de la utopía.

/ A.M): En su discurso filosófico- epistemológico el conocimiento tecnocientífico juega un papel importante para el desarrollo del propio saber y de manera específica de América Latina, de ahí que digas “que no es factible filosofar adecuadamente si se ignoran los aportes de las ciencias en general. Ése es un paso más que la historia de las ciencias y la tecnología están facilitando entre nosotros. Su tratamiento exigiría más de lo que puedo dedicarle aquí, dado el avance importante que ha tenido en la región en los últimos años” (ibid.; p.61). ¿Cómo valora los avances tecnocientíficos de esta segunda década del siglo XX1?

(H.C.G): Hace ya varios años, el querido amigo y colega Juan José Saldaña González me invitó en México a acompañarlo en el impulso a los estudios de la historia de las ideas científicas y tecnológicas en nuestra región. Y es que, como siempre he constatado, las ciencias alimentan a la filosofía y quienes nos dedicamos a filosofar necesitamos abundar en los conocimientos científicos para ir armando mejor el entramado de nuestros argumentos y raciocinios. Si algo alcanzo a visualizar del avance de las ciencias en este inicio de nuevo siglo es, justamente, que no les alcanza con sus saberes específicos o reducidos a un campo disciplinario, sino que debe avanzar la búsqueda e indagación compartida y complementaria. Eso creo que va a significar el mayor avance en estos momentos, sin que debamos descuidar la historia, el modo en que se han desarrollado los saberes científicos en Nuestra América y en el mundo. Nada es despreciable y todo merece ser examinado. Nuevamente, aquí lo que nos permitirá avanzar será el trabajo en equipos.

/(AM): Me gustaría que desarrollemos el tema de no concebir el filosofar ajeno al contexto socio-cultural e histórico-político, una tendencia en Latinoamérica, ha sido focalizar la filosofía con un espíritu escolástico, en la que esta ha de ser pura, sin contaminación con un “adentro y un afuera”, como bien usted apunta en relación, que se pretende abordar la filosofía en un dualismo “intrafilosófico y extrafilosófico,  a lo que de manera enfática se cuestiona en el texto”. Según esta concepción, las fronteras de la filosofía estarían perfectamente delimitadas y todo aquel que se internara más allá de ellas caería en el pecado de la transgresión epistemológica y de la ruptura de los discursos, perdiendo así la posibilidad misma de argumentar pertinentemente” (p62).

Dicha crítica a ese filosofar escolástico se refuerza cuando dices que “La realidad no se piensa desde ninguna parte o desde el vacío o la neutralidad. Se piensa siempre en situación y ésta requiere examen, porque incluye un cúmulo de aspectos: de proveniencia social, de temporalidad, de finalidad o teleológicos, valorativos o axiológicos, de capacitación o entrenamiento, de actitudes, hábitos o disciplinas de trabajo” (Ídem). ¿Cómo concibes la filosofía en estos tiempos cibernéticos? ¿El filosofar cibernético innovador le es ajeno a ese filosofar? ¿Tiene importancia para América Latina?

(H.C.G):

Aclarar la situación es un punto neurálgico para poder avanzar en el filosofar que efectuamos desde esa misma situación. Siempre es un pensar situado y exige conocer claramente dónde nos encontramos para poder avanzar en la construcción del mundo deseado. Por ello, todas las formas de saberes y de acceso a la información son partes de este esfuerzo y deben ser aprovechadas con toda precisión. Perdernos en la burbuja de los mensajes que van y vienen puede llevarnos, nos lleva, a divagar sin ningún soporte. Estos soportes ¿deben ser empíricos? Bueno, deben tener base y encuadre pertinente. Entre todos quienes participamos de estos esfuerzos podemos colaborar para aclarar esos usos y avanzar en las propuestas pertinentes y no meros dislates que nos hagan perdernos en medio de la nube. Más que nunca podemos aprovechar estas oportunidades para gestar un nuevo mundo y eso es lo que anhelamos: un nuevo mundo donde la dignidad humana y la vida plena sean posibles. Nos son insignificantes los desafíos que debemos afrontar, pero vale la pena intentarlo, porque de otro modo no lograremos más que avanzar en los indignos desastres que nos acompañan en el día a día.