(AM): En su libro “Algunas claves para otra Mundialización” (2009), citando al autor brasileño Octavio Ianni, usted dice que “hay metáforas, así como expresiones descriptivas e interpretativas fundamentadas que circulan combinadamente por la bibliografía sobre la globalización: “economía mundo”, “sistema mundo” (…)  “tecnocosmos”, “planeta Tierra”, “aldea global”, “disneylandia global”, (…) “fin de la geografía”, “fin de la historia” (pp. 28-29).

¿Cómo sitúa esta otra mundialización, para la que usted ofrece claves, en esta segunda década del siglo XXI?

(FJCH): ¡Que los árboles no nos impidan ver el bosque! Los avances vertiginosos de la tecnología y su aplicación a todos los ámbitos nos pueden dar la impresión de que todo está cambiando, de que estamos en una nueva era. La pandemia de la COVID-19, sin duda, ha contribuido a crear esa impresión. Y la realidad es que poco o nada ha cambiado.

En la respuesta a la cuestión anterior señalé que uno de los “ingredientes” necesarios para el cambio había sido la creación de un nuevo modelo de Estado. ¿En qué consistió ese modelo? Nada tuvo que ver con lo que anteriormente existía. Se creó ex novo y fue el resultado de un pacto (un contrato) entre la burguesía como nueva clase emergente y la clase política. Es el modelo en el que los intereses capitalistas de clase se elevan a la categoría de interés general a través de la Constitución que, el Estado, deberá defender. Ese Estado en su versión liberal ha funcionado tradicionalmente dentro de una relación dialéctica entre los intereses públicos (representados por los políticos) y los intereses privados (representados por el sector privado). Esta relación de equilibrio se rompe hacia 1970.

Con la llamada crisis del petróleo se inicia el periodo neoliberal. El sector privado comienza a imponerse sobre el público y a implantar, dentro del propio Estado la lógica capitalista del beneficio de ciertos sectores en detrimento de otros (bajo la apariencia se seguir defendiendo el interés general, el bien común, el servicio público). El capitalismo neoliberal cambia de estrategia, pero, como se ve, no tanto su lógica que sigue siendo la de la acumulación. Nuevos actores aparecen en el escenario. La gran banca y las multinacionales en todos los sectores comienzan a acaparar el control de capital mundial. Su capital acumulado supone ya 70% del producto interior bruto mundial (PIBM).

Repito, ¡que los árboles no nos impidan ver el bosque! Los avances tecnológicos que han abierto las puertas, por ejemplo, al ciberespacio suponen simplemente un campo más de acción para el capitalismo neoliberal. En realidad, no debemos dejar llevarnos por los espejismos o por las apariencias porque, en el fondo poco o nada ha cambiado dado que no se dan “los ingredientes” que, por ejemplo, tuvieron que concurrir para el paso del feudalismo al capitalismo.

AM): El cambio climático, el efecto invernadero, el aumento de la temperatura global del planeta, el deshielo en el Polo Norte, la subida significativamente de los océanos, entre otros factores que están dando como resultado que las diferentes estaciones del año alteren sus ciclos con el consiguiente desequilibrio medio ambiental en el planeta. Grandes olas de calor que producen incendios por doquier, además de sequías trágicas hambrunas y las consiguientes enfermedades. Por otro lado, las lluvias torrenciales que anegan cultivos y los inutilizan para la cadena alimenticia humana; todo esto va agudizando el desequilibrio a nivel mundial, principalmente en los más vulnerables, dada su condición exigua de desarrollo socio- económico, profundizando cada vez más la brecha entre los países ricos y los pobres.

A este cuadro espeluznante, usted adiciona: “(a todo eso) hay que añadir también que la implantación de nuevas tecnologías (informatización y robotización) en el proceso productivos, a fin de conseguir e incrementar la cuota de mercado y el consiguiente aumento de la competitividad, dan como resultado final una forma de crecimiento económico, en contradicción con la conservación de las condiciones medioambientales” (ibid.,76).

Sin embargo, admitirá que los dispositivos digitales también contribuyen a solucionar problemas, predecir fenómenos y rescatar cientos de seres humanos cuando hay catástrofes como terremotos o desbordamientos de ríos en ciudades.

¿El cibermundo, como nueva forma de globalización cibernética, virtual, entra en estos tiempos solo para destruir el planeta o contribuye a solucionar el desastre medioambiental?

(FJCH):

En el 2009, cuando publiqué Algunas claves para otra mundialización, que, dicho sea de paso, ha sido uno de los libros más vendidos en Chile en el 2020, con respecto a esta cuestión decía:

Hace quinientos años, la sociedad occidental, en cuanto orden capitalista en gestación. inició una carrera sin retorno en nombre de la libertad individual y a la búsqueda de la misma. En el camino, y como compañera de viaje, se le unió la diosa razón. Y casi en la misma estación se les agregó un tercer acompañante, es decir, la fe en la Ciencia y en el Progreso, esto es, el “desarrollo” presumiblemente al servicio del hombre. El resultado ya lo conocemos: la humanidad, sometida a la racionalidad económica y atrapada por una mentalidad exclusivamente basada en el cálculo perverso entre la aportación positiva que hacen los agentes del progreso tales como la ciencia, la tecnología, la industria y la economía, y la posibilidad de ser aniquilada de manera repentina (mediante, por ejemplo, las armas nucleares) o a través de la muerte lenta mediante, por ejemplo, el cáncer de la polución medioambiental) que esos mismos agentes producen. Y el hombre, atenazado por todo tipo de temores, alienado y sometido a las cadenas del nuevo dios mercado. La libertad individual resultó ser un mito al igual que la razón Y como no hay dos sin tres, el desarrollo y el ilusorio crecimiento macroeconómico han hecho crecer de manera significativa, la incertidumbre en el futuro.

Hoy, con más tristeza si cabe, lamento haber tenido razón y, como es obvio, con mayor dolor de corazón, sigo pensando lo mismo.

AM): Los filósofos de la Ilustración, como bien usted lo plantea, se encargaron en el siglo XVIII, de resquebrajar la concepción tradicional del mundo. La vida, el modo de vivirla, ya no estaba en el cielo sino en la tierra; la fe, en el progreso científico, y la felicidad tenía rostro humano y no divino.

El Estado pasó a responsabilizarse de los problemas sociales, tratando de solucionarlos desde una perspectiva filosófica-política- terrenal y no teológica:” El Estado liberal adopta la defensa de los valores de la libertad, la igualdad, la fraternidad como su razón de ser”. (p.77).

Esos valores de justicia e igualdad que llegaron a propugnar los filósofos del movimiento ilustrado y en los cuales se encarnaron los Estados liberales, se esfumaron, dando paso al dios mercado como único valor en el marco de lo que hoy es el neoliberalismo.

De acuerdo con sus planteamientos, la razón formal ilustrada ha dado paso a la razón material neoliberal: “Hoy en el mundo occidental, los apóstoles neoliberales han triturado la concepción moderna del mundo y la vida, y en su lugar han instaurado un darwinismo social sobre la firme creencia en el progreso por el progreso y el progreso científico al servicio de la acumulación de poder” (ibid., 77-79).

¿En estos tiempos transidos, cibernéticos y envueltos en pandemia, esta razón material se encuentra en crisis? ¿El neoliberalismo ya no seduce como décadas atrás?

(FJCH):

Resulta interesante en la Historia de la Filosofía observar cómo, el hombre pasa, de manera lenta, de mirar al cielo a mirar a la tierra, de escuchar la voz de Dios a oír la voz de la Razón, de creer en un Derecho Natural Voluntad de Dios a someterse al dictado de un Derecho Natural dictado por la Razón.

El filósofo inglés John Locke.

Este Derecho Natural Racionalista hizo posible la creación de un determinado modelo de Estado, el Estado Liberal o Estado Constitucional. A finales del siglo XVII, el filósofo inglés John Locke, proclama, a un mismo nivel, como derechos naturales la vida, la libertad y la propiedad privada y sobre esta base construye la nueva estructura del modelo de Estado Liberal que tendrá como fin la defensa de esos derechos. Obsérvese que la propiedad privada es uno de los derechos esenciales que el Estado tiene que proteger. Pero, es preciso conocer ¿quiénes y cuantos son los propietarios? Pertenecen a una nueva y determinada clase, la burguesa, y son minoría teniendo en cuenta la totalidad de la población, pero son poderosos económicamente. Son, por tanto, los derechos de clase y no los de la generalidad los que ese nuevo “invento” de Estado, desde su origen, tiene la misión de proteger. ¡Ese es el verdadero pecado original del Estado Liberal!

Ese origen, no ha podido evitar que, por la influencia de doctrinas políticas posteriores como las democráticas de Rousseau y Kant, en el continente europeo, el modelo de Estado liberal transitase exitosamente por las versiones de Estado providencia, Estado de bienestar y llegase en algunos países hasta el Estado social. Cuando, en gran parte de Europa se ha llegado a esa última versión, ¡saltaron las alarmas! Estamos en 1970. ¡Por el camino que transita, el Estado Liberal camina hacia … el socialismo!¡No se puede permitir que el modelo de Estado Liberal acabe convirtiéndose en un modelo de Estado Social-democrático! claman los liberales al unísono.

A partir de ese momento se inicia el desmonte del modelo de Estado social. La crisis provocada del petróleo de 1973 supone el pistoletazo de salida de la operación. Inmediatamente, con el pretexto de salir de la crisis, comienzan a aplicarse políticas neoliberales al amparo de justificaciones tales como liberación, desregulación, privatización, mercado libre internacional y, sobre todas ellas el principio de la autorregulación. En los años ochenta llegarán los apóstoles neoliberales, Reagan y Thatcher para presentar al neoliberalismo como “la doctrina científica de lo real”, “como la naturaleza misma de las cosas”. La historia posterior ya es conocida, se llama “la Globalización”. Observen que ya nos hemos acostumbrado (nos han acostumbrado) a acompañar con el artículo “la” el término Globalización” que en un momento dado sustituyó a Neoliberalismo (cuando ya este término comenzó a estar satanizado). ¿Parecería que la utilización del artículo determinado “la” tuviera que ver quizás con la pretensión de hacernos creer que la globalización es única, que no puede haber otra globalización? No lo sé, pero…

Pierre Bourdieu.

Tiene usted razón, el neoliberalismo, la globalización, no seducen como en los inicios. Ya se conocen sus consecuencias. Pierre Bourdieu las ha sintetizado muy bien: “la globalización neoliberal supone no solo la miseria cada vez mayor de las sociedades más avanzadas económicamente, el crecimiento extraordinario de las diferencias entre las rentas, la desaparición progresiva de los universos autónomos de producción cultural…, por la imposición forzosa de los valores comerciales, sino también y sobre todo, la destrucción y desnaturalización de todas las instancias colectivas  (familia, sindicatos, partidos políticos) capaces de contrapesar esa máquina infernal, a la cabeza de las cuales está el Estado (en su versión de Estado social de Derecho) que era el depositario de todos los valores asociados a la idea de lo público”.

Su fundamento último es el miedo individual colectivizado, implementado mediante la violencia estructural del desempleo, la cada vez mayor precariedad laboral, la amenaza latente del despido en un marco en el que la inseguridad individual y social se ha cronificado, ha tomado carta de naturaleza.

Ciertamente, nos hemos dado cuenta de todo eso. Pero, a decir verdad, el mayor problema no lo representa la estructura del neoliberalismo y su ley del mercado (que si es un macro-problema) sino la superestructura y los efectos que, sobre el individuo (forma de pensar, forma de actuar, forma de entender el mundo y la vida) ha venido produciendo. El neoliberalismo es un proyecto ideológico cuyo fin último al igual que todas las ideologías y las religiones, es crear un “hombre nuevo”, el hombre que encarna el individualismo posesivo. Todos los imaginarios han creído que de esta forma trascenderán en el tiempo (lo cierto es que, hasta ahora, ninguno lo ha conseguido).

El sujeto, que el neoliberalismo está en vías de consolidar, es el sujeto, egoísta, hedonista, narcisista cuyo único tipo de acción social sea la acción racional de propósito, esto es el sujeto inspirado y movido exclusivamente por el beneficio personal, por el amor propio. Y esta conducta, que en el comienzo del liberalismo se limitaba a una pequeña clase social, hoy, a lomos de la globalización, se ha hecho planetaria. ¡Este es el gran problema que habrá que resolver!

(AM): Su tesis sobre el neoliberalismo con relación a la democracia es que la globalización neoliberal es la negación de la democracia. De ahí que usted diga que los planteamientos filosóficos políticos democráticos encarnados por Rousseau y Kant han perdido la batalla. Los valores democráticos han cedido ante los valores del mercado y esto puede significar, citando a Hanna Arendt, que hoy no es la gratitud sentimental, ni siquiera la racional, sino el nihilismo del resentimiento (de los unos para con los otros) el que se ha consolidado como la disposición afectiva del hombre moderno” (pp143-144).

Todo ese proceso de “capitalismo neoliberal que pretende hacer creer que la ley del mercado es el fundamento antropológico del género humano lo estamos viendo ya: es el neofeudalismo que – como orden global similar al orden medieval construido en el siglo XI. (…).

¿Se ven “brotes verdes” en los ámbitos social, económico, político y tecnológico en la árida estepa que es el neofeudalismo, por efecto de la pandemia que estamos viviendo?

(FJCH):

La llamada ciencia política tiene una cierta inclinación hacia el eufemismo cuando no a la asimilación de términos que carecen de equivalencia. Eso sucede, por ejemplo, con los conceptos de liberalismo y democracia. Sin entrar en mayores profundidades, no olvidemos que, Locke, al crear el modelo de Estado Liberal, huyendo del absolutismo de la dinastía de los Estuardo y de la dictadura republicana, su objetivo no es otro que el de proporcionar un modelo político que defienda los intereses de la nueva clase social burguesa y permita su desarrollo. No es este el objetivo de los modelos democráticos de Rousseau y del mismo Kant para quienes el pueblo conforma una persona moral y el Estado que representa los intereses de todos debe igualmente defenderlos.

Si existe una diferencia de base entre Liberalismo y Democracia, esa diferencia se convierte en antítesis al pretender relacionar el Neoliberalismo y la Democracia. El neoliberalismo supone la negación de la Democracia. El Neoliberalismo ha acabado con el Estado de Bienestar y por ende con el Estado social poniendo alfombras de terciopelo al Estado- Mercado que funciona bajo las leyes abstractas del “orden espontaneo” esto es la autorregulación, en la que cada individuo sirve mejor al bien común si su acción esta inspirada en la persecución de su propio interés.

El complemento perfecto de ese Estado-Mercado es un sistema de control social en el que la fuerza pública ejercite su poder, no ya a través del Derecho sino mediante la instrumentalización de todos los medios y medidas de control científico-tecnológico, que se inmiscuyen en la intimidad despreciando la dignidad, legitimados sobre la base de la eficacia. De esta manera, el neoliberalismo supone la negación y desaparición del sujeto-persona kantiano (sobre la que se construyó la modernidad) y por ende la condición de ciudadano democrático. El sujeto de la modernidad ha muerto.

(AM): El concepto neofeudalismo como nuevo orden global y similar al orden medieval construido en el siglo XI; me recuerda el libro del pensador francés Alan Minc, La nueva Edad Media y el gran vacío ideológico (1995), el cual reflexiona sobre la mirada del neoliberalismo como una nueva Edad Media y lo aborda en el contexto del hundimiento del socialismo de Estado y lo que aconteció con la caída del muro de Berlín.

A mediados de década de los noventa del siglo XX, trabajé este texto y hago referencia en algunos de mis libros, específicamente lo relacionado a las zonas grises en donde la inseguridad, la corrupción, el narcotráfico y la fuerza, son las leyes por excelencia en nuestro mundo de hoy, caracterizado por la desigualdad social; en fin, un mundo cargado de distopía.

¿Seguiremos entre nostalgia y poesía recordando la canción del poeta y artista Joan Manuel Serrat “Utopía”?   ¿Esperando mejores días?  ¿Porque “Sin utopía   La vida sería un ensayo para la muerte”?

(FJCH):

En los primeros años de este siglo T. Negri y M. Hardt, en una obra titulada Imperio sostenían que el mundo ya no está gobernado por sistemas políticos estatales puesto que poco importa quien este al frente del proyecto imperial que no es otro que la universalización del capitalismo como doctrina, como cosmovisión, práctica vivida y la neo-feudalización planetaria.

Lo cierto es que, el mundo presenta un cuadro en el que la inseguridad individual y social toma carta de naturaleza en tanto se van agudizando las desigualdades sociales al socaire de la emergencia de una clase social en la cima dominadora, que Denis Duclos llama la “hiperburguesía” (conformada por los grandes directivos de las multinacionales, de la gran banca, de las finanzas en general…). Se trata de una nueva clase social que no se adosa a las burguesías tradicionales mundiales, nacionales y regionales, sino que las reemplaza. Su sistema de valores poco o nada tiene que ver con los que en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Max Weber, consideró como fundamento del “espíritu capitalista”.

La hiperburguesía es la piedra angular de un nuevo feudalismo que se va consolidando mientras se asientan las redes tentaculares del entramado financiero asociadas a las nuevas élites políticas y se materializa la “re-clasificación” y “re -castificación” social en  un clima en el que no existe vestigio ,de justicia social o distributiva y en donde la casi absoluta  presencia del mercado llena el vacío que va dejando la retirada de lo público, alimentando simultáneamente la segregación, la criminalidad y el desamparo de los más débiles. El complemento necesario de ese cuadro es el llamado Estado mínimo que encarna, asociando cínicamente Democracia y seguridad (la libertad como aspiración paso a mejor vida, la democracia de protección, limitado funcionalmente, apoyado en las últimas y más sofisticadas tecnologías, a las tareas de control social.

No obstante, a pesar de todo, yo creo en la esperanza. Hasta el momento ningún universalismo religioso o ideológico ha conseguido los objetivos que persiguieron. ¿Por qué pensamos que el neoliberalismo lo va a conseguir? Es cierto que la pandemia de la COVID-19, frente a lo que algunos esperaban y vaticinaban, poco ha cambiado, la globalización neoliberal ha dado una vuelta de tuerca en su proceso de expansión y consolidación planetaria. Hoy son las multinacionales del fármaco las grandes beneficiarias como ayer fue el sector del petróleo y mañana serán, aún más, las multinacionales de los servicios y la tecnología. La globalización neoliberal, en su proceso “darwinista” no se detiene.

Pero…, permítame confesarle dónde yo creo ver un rayo de esperanza en este aparente entramado infernal que, en primera instancia, suscita un sentimiento de impotencia. Recuerde que la Chile del general Pinochet resultó ser el primer laboratorio de experimentación del Neoliberalismo. Testado el éxito del experimento, se inicia el proceso de su expansión mundial del modelo uniforme con su consiguiente programa de aniquilación cultural Hoy, casi cincuenta años después, una mujer de la etnia mapuche, Elisa Loncón, ha sido nombrada presidenta del Congreso constituyente de Chile encargado de llevar a cabo la elaboración de la nueva Constitución que deberá ser refrendada por el pueblo chileno enterrando para siempre la constitución pinochetista y su laboratorio neoliberal. El hecho en sí, para mí, tiene un alto contenido simbólico. En mi libro Algunas claves para otra mundialización sostenía que la superación de la globalización neoliberal se realizará a través del regreso a las culturas. Este regreso a las culturas es la propuesta actualizada del “¡volvamos a la naturaleza de Rousseau!”. Se trata del reencuentro en cada cultura, en cada identidad con la identidad alienada, perdida por efecto de la erosión que sobre el individuo esta produciendo el mercado, para, a partir de ahí, hacer posible una verdadera convivencia cultural comunicativa entre sujetos para quienes la conciencia cívica sea la norma, es decir un aspecto, ante todo, de la conciencia moral aplicada a la sociedad

Como diría el poeta, estamos en el camino de hacer real la esperanza de mejores días.