(AM): Me voy a situar en el “Discurso sobre las ciencias y las artes” (2001, pp.3-45) de Rousseau y en el diálogo que usted y yo sostuvimos hace 15 años en el proceso del inicio del programa doctoral de “Filosofía en un mundo global” (UASD/UPV).
En esa época, conversando con usted, me interesó ese discurso de Rousseau, no porque coincidía sino porque guardaba cierta distancia con lo que venía pensando y escribiendo sobre temas digitales, ciberespaciales, desde finales de la década de los noventa del siglo XX.
Siendo su alumno, le entregue un trabajo sobre el texto suyo “Naturaleza y Derecho en Jean Jacques Rousseau” y que es el eje fundamental de este diálogo filosófico; tales apreciaciones quedaron plasmadas, en esos tiempos, en el texto “La República Dominicana en el ciberespacio de la Internet. Ensayo filosófico cibercultural y cibersocial” (1995-2007).
Este discurso de Rousseau fue premiado por la Academia de Dijon en 1750, y contó con la colaboración y el apoyo de su amigo, el filósofo Diderot, quien estando en la prisión de Vincennes.
¿La relación entre estos dos filósofos se estrechó cuando Rousseau acudió a visitar la prisión donde Diderot estaba encarcelado por la publicación de unos libelos?
¿Diderot, estimuló realmente a Rousseau para que escribiera el Primer Discurso?
(FJCH):
Recuerdo bien aquellos momentos de hace quince años y las conversaciones que, sobre Rousseau, tuve con usted. No sé si mis explicaciones le sirvieron de algo. No pretendía convencerle. Mi objetivo, como siempre en mi ejercicio docente, era el de provocar tensión intelectual en el alumno (en este caso en usted) y, a buen seguro que contribuí a lograrlo porque a la vista están los resultados: Una magnífica reflexión sobre mi texto “Naturaleza y Derecho en Jean Jacques Rousseau” y una excelente tesis doctoral defendida en la Universidad del País Vasco con la máxima calificación…
Es cierto que a usted le sorprendió el pensamiento de Rousseau expresado en el Premier Discours titulado Discours sur les sciences et les Arts. Igualmente había sorprendido al propio jurado constituido en 1749 para evaluar los trabajos presentados a Concurso de la Academia de Dijon respondiendo a la pregunta: “Si el progreso de las ciencias y las artes ha contribuido a corromper o purificar las costumbres”. La respuesta de todos ellos (incluida la de Jean Jacques) podría sintetizarse en la siguiente frase: “El hombre actual ha contribuido al desarrollo y evolución de la ciencia y de la técnica”. Pero el ginebrino irá más lejos: La evolución de la ciencia y la técnica (el progreso) no ha solucionado en absoluto el problema del progreso moral”. Y, en esto último, estuvieron de acuerdo los miembros del jurado y le otorgaron el premio.
Una cuestión ha quedado flotando en el ambiente durante algún tiempo en el marco de un mar de críticas y desconsideraciones hacia el ginebrino: ¿Fue Rousseau o fue su amigo Diderot el autor del Premier Discours? Lo cierto es que Diderot no ha reivindicado en ocasión alguna ser el autor del Discours sur les sciences et les arts. Y, en mi opinión, no existe razón para no creer al ciudadano de Ginebra cuando en las confesiones escribe que: “En cuanto a ese (Premier) Discours fue concluido, le mostré a Diderot, que se puso contento y me indicó algunas correcciones”. Considero que el gran mérito y la gran aportación de Diderot fue el entusiasmo que supo insuflar a Rousseau para que escribiera la obra. Y, tampoco debemos olvidar que ese entusiasmo bebía intensamente de Sócrates que, desde ese momento, durante largo tiempo, “colonizó” el alma del Ginebrino.
(AM): Ese Primer Discurso de Jean Jacques Rousseau apuntó a una crítica de la civilización en general, expresando que la ciencia y el arte, aunque no destruyen la naturaleza, sí la falsean, la manipulan, y han puesto a los hombres a que sean juguetes de estas, por eso se han corrompido nuestras almas a medida que nuestra ciencia y nuestras artes han avanzado hacia la perfección.
Para este filósofo, las ciencias y las artes no han contribuido en nada a la costumbre, excepto para degenerarla, corromperla al igual que degenera al propio hombre. De esto se desprende que tales conocimientos no han añadido nada a nuestra verdadera felicidad; sí han corrompido nuestra costumbre y la corrupción de las costumbres, sí han atentado contra la pureza del gusto.
¿Usted no cree que esto es muy esquemático y parte del romanticismo de Rousseau?
(FJCH):
Dice Jean Jacques en las primeras páginas del Premier Discours: “Donde no existe efecto, no hay causa que buscar: pero aquí el efecto es cierto, la depravación real, y nuestras almas se han corrompido en la medida en que nuestras Ciencias y nuestras artes han avanzado hacia el combate, hacia la muerte. ¿Se dirá que es una desgracia particular de nuestra época? No, señores; los males causados por nuestra vana curiosidad son tan viejos como el mundo. Las subidas y las bajadas de las mareas en el Océano no han estado más regularmente sujetas al curso del Astro que nos ilumina durante la noche que ese destino de las costumbres y de la probidad al efecto del progreso de la Ciencias y las Artes. Se ha visto a la virtud huir en la medida en que su luz se elevaba sobre el horizonte, y el mismo fenómeno se ha observado en todos los tiempos y en todos los lugares”.
En definitiva, en la base del Discours sur les sciences et les arts está la cuestión del dilema que existe entre el progreso cultural y el progreso moral. El progreso científico y el desarrollo de artes como la literatura, en lugar de contribuir a la sanación de las costumbres, han contribuido a una degeneración moral y a un cada vez mayor distanciamiento del hombre de su propia naturaleza. Rousseau aboga por la posibilidad de que el desarrollo del orden social pueda realizarse al margen de la influencia de corrupción existente en la sociedad. Es una evidencia, dice Rousseau, que en un clima en el que los conocimientos científicos están en constante crecimiento y las artes literarias, por ejemplo, en constante perfeccionamiento, de forma paralela se está produciendo un proceso corrosivo en la ética, esto es la desnaturalización de la virtud. Es por ello que, el ginebrino, clama en el Second Discours: ¡Volvamos a la Naturaleza!
Y la vuelta a la naturaleza no significa una incitación a la quema de bibliotecas, a la destrucción de Universidades, de Academias… (como algunos han querido interpretar). Rousseau al reivindicar los valores humanos esenciales en ese grito, critica la cultura corrupta y superficial que huye del fundamento y opta por el parecer, la cultura que se inclina por la moda y el éxito soslayando la grandeza intelectual y moral. En definitiva, en este Premier Discours, Rousseau formulará la norma fundamental de la vida para todos: “no buscar el bien propio en la opinión ajena, sino en la propia conciencia, no fuera de sí sino del interior de uno mismo”. Y, así, más tarde, en clave pedagógica al maestro de Emilio le dirá: “que vuestro alumno no sepa algo porque se lo habéis dicho, sino porque lo haya comprendido por sí mismo; que no aprenda la ciencia, sino que la cree. Si en su espíritu se sustituye la autoridad a la razón, no razonará ya, no será más que un juguete en la opinión ajena”.
En definitiva, puede decirse que Jean Jacques o clama contra el progreso, sino que clama contra el progreso que no esté al servicio
(AM): En su libro “ Apuntes para la Sociedad, el Derecho y el Estado de la Postmodernidad”( 2001), se examina todo lo que implicó el desmantelamiento del socialismo estatal en toda la Europa del Este y lo que otrora fue el Estado Social de Derecho, con la democracia, la libertad y la igualdad y finalmente, se examina la erosión que el mercado ha producido sobre el Estado en el tránsito hacia el sistema neoliberal: “ Si bien en el siglo XVIII, la libertad, la igualdad , la fraternidad, como valores absolutos, produjeron un efecto imán que sirvió para superar las estructuras feudales y dieron luz verde al Estado, me temo que hoy en la Europa Occidental, esos principios se van progresivamente vaciado de contenido y cediendo el testigo a la Sanyo, Mc Donalds, Coca Cola, para crear el nuevo modelo, el modelo de la postmodernidad” (p 135).
Usted enfatiza que venía diciendo desde mediados de los años ochenta que los valores absolutos preconizados por los filósofos de la Ilustración que inspiraron los estados modernos apoyados sobre la razón han dado paso a valores relativos como el individualismo, el hedonismo y el narcisismo que inspiran los estados posmodernos apoyados sobre la razón económica”.
¿Cree usted que, ahora que vivimos en un mundo cibernético, virtual, tecnológico, de aceleramiento constante, se estará produciendo, de nuevo una mutación de valores?
(FJCH)
El libro al que usted hace alusión “Apuntes para la Sociedad, el Estado y el Derecho de la Posmodernidad” fue escrito con intenciones pedagógicas.
A finales de los años setenta y comienzo de los ochenta comencé a observar en el aula que la generalidad de los alumnos que estudiaban Derecho veían la sociedad como algo estático. Como si los fenómenos sociales carecieran de movimiento, como si la sociedad no estuviera sometida a la mutación, a la evolución. Es evidente que a las gentes que conforman el mundo jurídico les ha interesado siempre el texto escrito, las leyes sobre el papel. De ahí que materias como la Filosofía del Derecho, la sociología del Derecho o la Antropología jurídica, para ellos carecía de interés. Comencé a reflexionar sobre la paradoja que supone el que actores sociales como lo son los juristas no se preocupasen por lo que ocurre en su medio en un momento en el que en sus propias narices se estaba operando una transformación que afectaba a la propia naturaleza del Derecho. ¡Estaba mutando toda la plataforma axiológica sobre la que se asentaba el Derecho del Estado de la modernidad y pocos se daban cuenta o a nadie le importaba! E, incluso, para esos pocos, ¡era más cómodo seguir operando como siempre sin preguntarnos qué estaba pasando!
Sin hacer más larga la historia, el libro Apuntes para la sociedad el Estado y el Derecho nació como fruto de esa preocupación derivada de esa reflexión para mostrar, a través de ejemplos concretos, cómo el Derecho de la sociedad que ellos estudiaban en los diferentes compartimentos del espectro jurídico, estaba en vías de transformación. Y que esa mutación se debía fundamentalmente a que el sistema de valores absolutos que fundamentó el Derecho del siglo XIX (libertad, igualdad, solidaridad) y que, el Estado creado ad hoc en ese momento debía proteger estaba dando paso a otro Derecho basado en valores relativos como la seguridad, la eficacia, la oportunidad, la utilidad que el Estado en vías de nueva formación hacía de ellos su bandera. No nos dábamos cuenta de que, ese cambio de valores suponía no solo el cambio de naturaleza del Derecho sino también el cambio de naturaleza de las funciones del Estado. Estábamos pasando de un Estado creado a finales del siglo XVII y materializado en su plenitud, definitivamente, a comienzos del siglo XIX, cuyo fin era la protección del individuo, a otro, en el que el fin ya no es el individuo (el individuo pasa a ser medio) sino él mismo, es decir su propia pervivencia en el último tercio del siglo XX.
Como apostilla a esta cuestión diré que, para estudiar el fenómeno de la evolución social y su impacto sobre el Derecho, en 1989, en un bello pueblo de las montañas del País Vasco llamado Oñati, creé, apoyado por intelectuales de Europa y América, el Instituto Internacional de Sociología Jurídica. Hoy, treinta años después, los resultados son, más que evidentes, muy satisfactorios.
(AM): En su libro Apuntes para la sociedad el Estado y el Derecho, usted hace un recorrido histórico partiendo del medievo. Sin duda se trata de un devenir histórico que recuerda mucho a la teoría de la evolución social de Émile Durkheim. El autor francés nos habla del paso de una sociedad de solidaridad mecánica que se daba en la Edad Media a una sociedad de Solidaridad orgánica que se corresponde con la Época Moderna
Usted nos dice que tal proceso histórico se sintetiza de la manera siguiente: “se ha pasado de la sociedad colectivizada a la sociedad individualizada, de la solidaridad al narcisismo, del Derecho impuesto al aparente Derecho negociado o lo que es lo mismo, de la ley de Estado a la Ley del Mercado” (p.151).
¿Esa ley del mercado, de ese fundamentalismo neoliberal, es un nuevo feudalismo?
(FJCH):
No he pretendido decir que exista una Ley Natural de la Evolución tal y como la formularon, por ejemplo, Gian Batista Vico o Henri de Saint Simón o el propio Durkheim porque si bien es cierto que, respecto de lo que ha ocurrido hasta el momento, las teorías de los tres autores pasan el examen (no tienen discusión), la incógnita se presenta con lo que, ellos, en sus modelos teóricos pronostican para el futuro. Podría decírseme que yo también trato de hacer futurismo cuando digo que ¡“volvemos al feudalismo”! No, cuando afirmo esto, estoy hablando del presente. Quizás debiera decir, con mayor precisión que: ¡estamos en un nuevo feudalismo!
No es mi intención pronosticar, ni ejercer de adivino. Solo pretendo constatar hechos y leer en esos hechos (los ocultos) que se han dado en la historia y que nos ofrecen claves para entender lo que está ocurriendo en este momento. Por ejemplo, daría, a primera vista, la impresión de que el comienzo de la descomposición del modelo feudal en el s. XIII y la proclamación de la propiedad privada como Derecho Natural en el s. XVII no existiría relación alguna. Una reciente tesis doctoral que he dirigido, aplicando el principio de causalidad, demuestra lo contrario de esa primera impresión.
Es verdad que serían más completas nuestras lecturas y reflexiones si, en lugar de arrancar desde la Edad Media, comenzáramos nuestra indagación desde la era greco-romana. No obstante, para mostrar la evolución social, entiendo que es suficiente comenzar por la brecha que se abre entre la Alta y la Baja Edad Media con la creación definitiva del modelo feudal.
El modelo feudal era un diseño de sociedad cuasi “perfecto”. Había sido construido a imagen y semejanza de la Ciudad Celeste de San Agustín. Tres eran los órdenes que conformaban esa Ciudad Terrena: los que oraban, los que se ocupaban de la guerra y el pueblo o servidumbre. La Ciudad Terrena estaba sometida a dos principios: a la Voluntad de Dios y al Principio Sagrado de la Jerarquía. Su imaginario colectivo obedecía a parámetros teológico-metafísicos. En la Historia, jamás se ha existido una sociedad tan cuasi “perfecta”. Pero sin profundizar en las causas de su descomposición, (sería largo de explicar) lo cierto es que se descompuso. Que la presumible sociedad creada al dictado de la voluntad de Dios como colectividad en tránsito camino de la Ciudad Celeste, acabó desmoronándose.
Ahora, más allá de las causas que llevaron al desmoronamiento de la sociedad feudal, ¿que “ingredientes” debieron darse para que apareciera a partir de finales del siglo XV, una nueva estructura social? Porque es muy sencillo decir que a la sociedad feudal le continuó la sociedad capitalista pero no lo es tanto explicar por qué esto sucedió. Normalmente se suele despachar la cuestión diciendo que “como fruta madura, se dieron las circunstancias”. Estimo que esta cuestión no es una cuestión baladí porque, por ejemplo, si conociéramos los “ingredientes” que fueron necesarios para que se hubiera podido dar el paso (lento) de la sociedad feudal a la sociedad capitalista, hoy no estaríamos preguntándonos constantemente si, tras la pandemia de la COVID-19 cambiarán las cosas, si vendrá una nueva era.
Esos “ingredientes” fueron de un gran calado y, tan potentes (utilizando la expresión no en el sentido real sino metafórico) como si se tratase de una fuerza capaz de vencer la Ley de la Gravedad Universal. En el clima de los grandes descubrimientos geográficos, de ampliación impensable de los horizontes del mundo conocido, el Renacimiento y, a continuación, la Reforma Protestante va a cambiar los roles de los agentes sociales con una nueva ética asentada sobre el dogma de la predestinación que sustituirá al de la ética fundamentada en el arrepentimiento y el perdón. Una nueva psicología individual basada en el egoísmo personal que detesta la caridad acabará por erosionar el imaginario colectivo de la cristiandad. Una nueva doctrina económica de las libertades económicas sustituirá a la economía natural del precio justo y del crédito con interés. Un nuevo modelo político, el del Estado liberal suplantará al Estado de Monarquía absoluta. Y para completar el capítulo de los “ingredientes”, una nueva lógica, la matemática (la de los Descartes, Newton, Galileo, Malebranche…) va a impregnar y marcar el ritmo del actuar humano.
Después de cinco siglos de evolución, al comienzo de la década de los setenta del siglo veinte, el capitalismo que, como dije más arriba, había nacido al socaire de la ética de la Reforma protestante, haciendo dejación y renuncia de esos valores, pero siguiendo su misma lógica se reconvierte en capitalismo salvaje, he impone la Ley del Mercado y su sistema de valores. Esto es lo que, en principio, se ha llamado neoliberalismo y más tarde satanizado ese concepto ha sido sustituido por otro más amable, esto es, por el término globalización. Este el que yo llamo “nuevo feudalismo”