(A.M): En el texto “Conversaciones en el Lago. Narraciones filosóficas” (2005), me refiero al libro de Pedro Henrique Ureña, titulado “Camino de nuestra historia literaria”, él nos dice que cualquier literatura se nutre de influjo extranjero, de imitaciones y hasta de robo; pero no por eso será menos original. La falta de carácter, de sabor genuino, no viene de exceso de cultura, como fingen creer los perezosos. Hombre con originalidad máxima saquean con descaro la labor ajena y la transforman con breves toques de pincel. Pero el caso es grave cuando la transformación no se cumple, cuando la imitación se queda en imitación.

¿Esto entra en el plano de un filosofar autentico en Latinoamérica? ¿La falta de originalidad del filosofar deviene en repetición y no saber pensar? ¿El no pensar bien, deviene en desprecio al pensamiento de los otros (Europa)?

Pablo Guadarrama y Andrés Merejo

(P.G): Hemos sostenido que “Si la cultura expresa el grado de dominio que posee el hombre en una forma histórica y determinada sobre sus condiciones de existencia y desarrollo, este se ejecuta de manera específica y circunstanciada, por lo que puede ser considerada de manera auténtica cuando se corresponde con las exigencias de diverso carácter que una comunidad histórica, pueblo o nación debe plantearse. El grado de autenticidad no debe ser confundido con formas de originalidad, pues lo determinante en la valoración de un   acontecimiento   cultural no es tanto   su   novedad o irrepetibilidad, sino su plena validez.  Siempre que el hombre domina sus condiciones de existencia lo hace de forma específica y en una situación espacio-temporal dada.  En tanto no se conozcan estas circunstancias y no sean valoradas por otros hombres, tal anonimato no le permite participar de forma adecuada en la universalidad. A partir del momento que se produce la comunicación entre hombres con diferentes formas específicas de cultura, esta comienza a dar pasos cada vez más firmes hacia la universalidad. La historia se encarga después de ir depurando aquellos elementos que no son dignos de ser asimilados   y "eternizados". Solo aquello que trasciende a los tiempos y los espacios es lo que más tarde es reconocido como clásico en la cultura, independientemente de la región o la época de donde provenga. Auténtico debe ser considerado aquel producto cultural, que se corresponda con las principales demandas del hombre para mejorar su dominio   sobre sus condiciones de vida, en cualquier época histórica   y en cualquier parte, aun cuando ello presuponga la imitación de lo creado por otros hombres. De todas formas, la naturaleza misma de la realidad y el curso multifacético e irreversible de la historia le impone su sello distintivo”.

Los pensadores latinoamericanos no se han caracterizado por despreciar o subestima la cultura europea, y mucho menos la filosofía que se produce en otras latitudes. En cierta medida se han considerado nuestros filósofos herederos de la tradición occidental, aunque no pocos han valorado en alto grado la oriental y algunos la de las culturas originarias.

La mayor parte de los filósofos latinoamericanos han sido auténticos, que es mejor que ser originales, pues los europeos tampoco siempre han sido originales. Aristóteles reconocía que la episteme había nacido en al Egipto y Diógenes Larcio planteaba que, aunque el término filosofía era un vocablo griego, sin embargo, esta existía, por supuesto con otros términos, en numerosas culturas orientales anteriores.

Este hecho no minimiza en absoluto el valor de la cultura griega, pero es absurdo pensar que un solo pueblo pueda formular las bases filosóficas de toda la antigüedad, sin procesos de transculturación con otras civilizaciones.

Lo mismo sucede en la modernidad, incluso se incrementa a partir de ella, el intercambio no solo de mercancía, sino también de ideas. Por supuesto también en ambos sentidos, no solo desde Europa a América, sino también en sentido contrario.

(A.M): En “Pensamiento filosófico latinoamericano. Humanismo, método e historia. Tomo III (2013), se hace un recorrido del filosofar latinoamericano del siglo XX hasta los inicios del siglo XXI, donde se explica que Leopoldo Zea es uno principales intelectuales que han impulsado todo lo relacionado a la “Filosofía Latinoamericana de la liberación”. Como filósofo trabajó en dicha problemática, en el ámbito cultural de lo especifico y universal.  No obstante, en esa investigación suya, se deja bien precisado las dos posturas de Zea en su vida; la primera postura data de la década del cuarenta del siglo XX y en la que decía que “América no tiene una filosofía porque no ha necesitado de ella, como tampoco ha necesitado de una cultura; pero sin que ello quiera decir que no llegue a tenerla si necesita de ellas”. En el tiempo de la guerra fría, Zea, asumió una segunda postura, en la que cuestionaba su propia concepción filosófica de corte hegeliana sobre América, en cuanto que nosotros somos eco del continente europeo, que nosotros no tenemos historia como tampoco filosofía. De ahí que, de acuerdo a la referencia del texto, y del cual he extraído la cita que hace Zea sobre el filosofar latinoamericano, él sostenía que “América necesitaba de una filosofía, de una original meditación y solución del problema” (pp.95-98). ¿En estos tiempos cibernético, transido y perplejo en que vivimos, que tomar y dejar de Zea, de su riqueza intelectual?

Pablo Guadarrama

(P.G): La obra de Leopoldo Zea es imprescindible para estudiar el pensamiento y la cultura latinoamericana. Su amplitud y profundidad es un referente necesario de todos los que se dediquen a estos temas. Como todo pensador evolucionó y no todas las ideas que sostuvo al inicio de su actividad intelectual las mantuvo hasta el final de sus días. Algunas de ellas las abandonó, como esa referida a que América no tenía filosofía. Por una frase aislada no se le debe enjuiciar. Pocos como él han contribuido a conocer el devenir histórico de las ideas en América Latina, a valorar su especificidad y trascendencia y a impulsar el criterio de que pensemos con cabeza propia, inspirado en Simón Rodríguez y José Martí. Estamos obligados del mismo modo que el lo hizo elevarnos sobre sus hombros.  No me atrevo de una forma sencilla plantear qué tomar y qué dejar de la riqueza intelectual de Zea, pero si estoy seguro que hay mucho que aprender de su copiosa labor filosófica y de rescate de los valores del ideario filosófico latinoamericano.

(A.M): En “El pensamiento filosófico latinoamericano del caribe y latinoamericano (1300-2000)”  (Dussel; Mendieta; Bohórquez,2011), el filósofo, Enrique Dussel, de manera incansable indagó, esa  búsqueda de autenticidad cultural y filosófica en el filosofar latinoamericano, puntualiza : “Ya no se trataría de trasladar a Amerindia la cultura europea , sino de partir de las originarias culturas americanas, organizándolas políticamente ( con gran autonomía de la (“Republica de Españoles “), donde  se expresaría el genio indígena bajo el lejano poder del rey español, y modificando el campo religioso cristianizándolo, aunque respetando  las  tradiciones y ritos ancestrales -mientras no se opusieran a la tradición cristiana.”(p.59). ¿Cómo se ha de articular esta propuesta filosófica de Dussel en el ámbito de estos tiempos cibernéticos, de una cultura que se manifiesta entre realidad y virtualidad?

(P.G): Efectivamente hemos sostenido que “Era muy común encontrar entre los primeros trabajos de Dussel, quien devino en uno de los principales representantes de esta filosofía, las ideas referidas a la necesidad de alcanzar originalidad y autenticidad en la actividad filosófica y cultural latinoamericana para poder participar decorosamente en la universalidad. También planteaba la propuesta de superar toda la dependencia cultural mediante la búsqueda de una vía novedosa que gestara una cultura renovada. Para ese fin se planteaba: “la destrucción de los discursos filosóficos dominadores”, que a su juicio eran todos los gestados en Europa o en Norteamérica, y en los que quedaba incluido, por supuesto, el marxismo, y especialmente el llamado marxismo-leninismo.

Evidentemente en aquellos trabajos se manifestaba un enfoque muy unilateral del proceso de recepción de la cultura universal, por cuanto se veía solamente como aquella que viene de los países económica y políticamente dominantes. aunque se tomaba en consideración los valores de las culturas antiguas de América Latina, no se hacía con el grado suficiente de reconocimiento de su integración desde siempre a la cultura universal. en verdad, Dussel fue dejando atrás aquella concepción un tanto spengleriana de la rotación de las culturas, que incluso le habían conducido a sostener el futuro advenimiento de la hegemonía cultural de América y de la filosofía emanada de estas tierras.

Por esa vía de la hiperbolización de la filosofía y la cultura latinoamericanas que auguraba su futura dominación mundial, quedaba demostrado que no estaba suficientemente clara la comprensión de la correlación entre lo específico y lo universal de la cultura y mucho menos del concepto de autenticidad, pues se limitaba a reconocerlo en un contexto cultural foráneo primeramente, para que luego pudiese ser trasladada al de este continente, siguiendo en este caso los mismos criterios metodológicos europeizantes que se criticaban.

Era sencillamente retirarle en un momento determinado tal condición de auténtica a la cultura europea y en especial a su filosofía, para trasladarla a otra latitud por un período determinado. Al caer en tal círculo vicioso jamás todas las culturas regionales del planeta podrían haber sido auténticas simultáneamente. Desde los últimos años del pasado siglo XX Dussel fue profundizado en sus estudios sobre Marx y el marxismo y esto le ha hizo conceder mayor dedicación a los componentes técnico-productivos universales que subyacen en toda cultura y que juegan un papel tan decisivo en la actual situación de desequilibrio económico y social del mundo contemporáneo.

Ha sabido denunciar la “universalidad” de la tecnología de las transnacionales que perjudican a los países dependientes de la misma y que lógicamente repercuten en todas las esferas de la vida cultural de dichos países. Dussel ha sostenido consecuentemente la crítica a todas las formas de hegemonía cultural que ejercen los países capitalistas desarrollados sobre los pueblos latinoamericanos”.

(A.M): En su texto, se abordan en parte estas reflexiones de Dussel, y en la cual se hace referencia a su propuesta de “superar toda la dependencia cultural mediante la búsqueda de una vía novedosa que gestara una cultura renovada.” Esto significaba, de acuerdo a Dussel, citado en su texto “La destrucción de los discursos filosóficos dominadores"(p.145), que se gestaron en Europa y en Norteamérica y que se exportaron Latinoamérica. ¿El problema de la identidad latinoamericana, se ha redefinir a la luz de estos tiempos de redes virtuales y donde el ciberespacio resquebraja espacios culturales y sociales?

(P.G): Estoy de acuerdo en que problema de la identidad latinoamericana, se ha redefinir a la luz de estos tiempos de redes virtuales y donde el ciberespacio afecta parcialmente espacios culturales y sociales, pero no creo que los resquebraje totalmente, pues existe un gran número de habitantes del planeta que ni siquiera tienen teléfonos, por supuesto que mucho menos computadoras e internet. Por lo tanto, es claro que hay que tomar en consideración dichas redes y los espacios culturales y sociales no imaginados, pero considero que la realidad “real” siempre será más «obstinada» y convincente que la virtual.

(A.M): también usted, le dedica, una parte importante al pensamiento filosófico del siglo XX en Cuba, República Dominicana y Puerto Rico, hace mención a la tradición filosófica dominicana y en especial a muchos filósofos de la escuela de filosofía y otros que no son de dicha escuela pero que está vivo y que han publicado importante obra de investigación filosófica. Con relación a esto, en Conversaciones en lago, llegue a decir, que el problema de la tradición filosófica latinoamericana (incluida la dominicana, con espíritu escolástico), es que no es original. Los latinoamericanos han recorrido toda la filosofía occidental, sin embargo, no han podido cuajar un pensamiento filosófico propio y a lo mejor el reconocimiento de esa realidad de no autenticidad implique ya un saber filosófico que reconoce a la tradición filosófica occidental de manera critica en nuestras realidades sociales y culturales. Por lo que debemos abordar la filosofía latinoamericana como interrogantes, búsqueda y cuestionamiento ante los legados de la filosofía occidental; de esta manera nos situamos en una novedad, y porque no en una originalidad.

¿El construir un pensamiento filosófico requiere esfuerzo y consagración, no simple repetición de lo ya sabido y concebido por otros filósofos? ¿hemos sido más repetidores que creadores?

(P.G): Coincido con su afirmación de que “construir un pensamiento filosófico requiere esfuerzo y consagración, no simple repetición de lo ya sabido y concebido por otros filósofos”. Por esa misma razón, considero que innumerables filósofos latinoamericanos se han hecho acreedores de dicha condición, precisamente porque no han sido meros reproductores de ideas de otros pensadores. La mayoría de ellos, si bien se han nutrido de las fuentes de números filósofos, eso no significa que se hayan quedado en ese plano. Han utilizado la filosofía como un instrumento de comprensión y transformación de sus respectivas circunstancias y por eso han sido auténticos, que es más importante que ser originales.

El cuestionamiento de tal condición ha emanado del prejuicio comúnmente difundido de que para ser un Filósofo con mayúscula hay que generar un sistema filosófico propio con todas las disciplinas filosóficas que por lo general se reconocen. Pero cuando esa labor se realiza de una forma incluso crítica de esa forma de concebir la filosofía, se pone en duda la condición de filósofo de quien la ejecuta. Tal vez tengamos necesidad de renovar nuestra gafa para apreciar mejor la riqueza de números intelectuales que han enriquecido el saber filosófico, aunque algunas rigurosas academias eurocéntricas, no lo reconozcan.

(A.M): Es por eso, que me enfoco, tal como usted explica en su libro, el discurso filosófico tecnocientífico y social; sin embargo, he ido trabajando, en esta segunda década del siglo XXI, en la construcción de una filosofía cibernética innovadora, que implica pensar justamente allí donde otro no lo han hecho. Mi trabajo va brotando del mundo cibernético virtual, del enfoque critico a esa tradición de la cibernética del primer y segundo orden y del pensamiento complejo articulado a la especificidad cibersocial—ciber cultural – sociedad-lengua de nuestra sociedad y del propio mundo hispanoamericano. Esta Filosofía cibernética innovadora, aborda lo multidisciplinar, caracterizado por el discurso filosófico de la tecnología y el análisis de documentos que se apoyan en tesis desde perspectivas del pensamiento cibernético e innovador y su articulación con las cibersociedades. ¿Una cosa es ser profesor de filosofía y andar recorriendo toda la historia de la filosofía y otra es inventar o construir un discurso filosófico que lleve el sello de quien lo produce?

(P.G): Tiene razón en considerar que “una cosa es ser profesor de filosofía y andar recorriendo toda la historia de la filosofía y otra es inventar o construir un discurso filosófico que lleve el sello de quien lo produce”, Ahora bien la cuestión radica en como considerar un discurso filosófico, si se reduce a la construcción de una especulativo sistema o por el contrario este se manifiesta través de una crítica a todo lo existente, proceso en el cual se generen nuevas categorías o se vuelvan a asignar definiciones algunas ya existentes. 

Relacionados:

Diálogo filosófico entre Andrés Merejo y Pablo Guadarrama (2 de 4)

Diálogo filosófico entre Pablo Guadarrama y Andrés Merejo (1 de 4)