(AM): Durante varios años desarrollaste una línea de investigación sobre la obra de Thomas Kuhn. En el marco de tu investigación realizaste varias publicaciones. Una de ellas fue un artículo publicado en la revista Endoxa, no. 27, 2011, pp. 251-270.). Allí relatas que, en 1989, Kuhn fue invitado a participar en un panel con el filósofo Charles Taylor, donde discutieron sobre la distinción entre las ciencias naturales y las ciencias humanas. Taylor defendía la clásica distinción asumida por el filósofo Wilhelm Dilthey, entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu. Según la misma, las ciencias naturales abordan objetos carentes de significado, ajenos a toda determinación histórica y cultural, mientras las ciencias humanas son empresas comprensivas o hermenéuticas que abordan fenómenos llenos de significados condicionados histórica y culturalmente.
Tal enfoque, de acuerdo a tu planteamiento, no comulga con la visión de Kuhn, el cual sostiene que los objetos de las ciencias naturales sí tienen significado y que están determinados histórica y culturalmente, debido a que las entidades del mundo se estructuran a partir de un léxico dado por la cultura.
Entonces, ¿para Kuhn, la ciencia no está exenta de la relación conocimiento-lenguaje–cultura?
Leonardo Díaz (LD): No lo está. Kuhn se consideró a sí mismo como un “kantiano con categorías cambiantes”. Pensaba que existía una realidad independiente de nosotros, incognoscible e indescriptible. Pero también, para él existía una realidad, el mundo fenoménico, consistente en el conjunto de datos generados por los estímulos exteriores articulados en categorías, y estas eran producto de la cultura. Como los datos son indisolubles de las categorías, cuando estas cambian, los datos también cambian con ellas. Por eso, Kuhn sostiene que “Los cielos de los antiguos griegos no son nuestros cielos”. Los griegos tenían un sistema de categorías con las que constituían la realidad de un modo distinto al nuestro. Para ellos la luna no era un satélite, sino que era un planeta, mientras el sol no era una estrella. Para Kuhn, el modo de categorizar no es solo un modo de designar, sino un entramado indisoluble de lenguaje- observación-interpretación del mundo.
(AM): En un artículo producto de ese debate: “Las ciencias naturales y las humanas”, (El camino desde la estructura, 2002, Ed. Paidós, pp. 257-265) Kuhn establece que existe una diferencia importante entre la naturaleza del entrenamiento de las ciencias y la educación de las humanidades. Kuhn considera que la educación humanística fomenta la capacidad de reinventar un estilo, una escuela o un sistema de pensamiento, mientras que la educación científica está más orientada a fomentar habilidades para la resolución de los problemas proporcionados por una tradición de investigación.
(LD): Así es. Debemos recordar que, en La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn escribió que el entrenamiento científico se fundamenta en los libros de texto donde se encuentran los paradigmas, los modelos de resolución de problemas que sirven de guía para desarrollar la habilidad de resolver futuras situaciones problemáticas. Gracias a ellos, se logra el consenso de las comunidades científicas. Los estudiantes de ciencias no necesitan leer a los clásicos de sus disciplinas: Galileo, Newton o Darwin para ser competentes en su oficio. Aprenden los conceptos de los clásicos a partir de la enseñanza de sus profesores y de la mediación de los libros de texto. Esa lectura no fomenta el cuestionamiento de los fundadores de la disciplina, sino la eficacia en la solución de interrogantes concretas dentro de una línea de investigación proporcionada por la tradición. Por esto, Kuhn considera que la educación científica no promueve la criticidad, porque su objetivo es desarrollar lo que denomina ciencia normal, caracterizada por la acriticidad. La ciencia normal no es acrítica porque carezca de análisis. Es obvio que se cuestionan las hipótesis y los conceptos, pero no se cuestionan los fundamentos de la tradición de investigación que proporcionan las bases del entrenamiento científico.
Por otra parte, Kuhn considera que la educación de las humanidades sí fomenta esa criticidad. Por ejemplo, los estudiantes de filosofía deben leer los clásicos de la disciplina y se les fomenta a criticarlos. Esto genera un proceso donde las tradiciones de pensamiento están en constante exposición al cuestionamiento y a la refundación disciplinar. Esta educación fomenta la actitud crítica hacia los fundamentos que rigen nuestras prácticas, pero no permite el desarrollo de investigaciones dirigidas a la resolución de problemas; las limitaciones de la educación científica son no fomentar el cuestionamiento constante de los fundamentos de la tradición; sus ventajas son que permiten focalizarse en unos problemas de investigación bastante concretos y solucionarnos con eficacia.
(AM): En La estructura de las revoluciones científicas (1970), Kuhn introduce el concepto de paradigma, un modelo de realizaciones científicas aceptadas dentro de una comunidad científica. El paradigma posibilita el consenso. Kuhn explica como: “El periodo anterior al paradigma (…) está marcado regularmente por debates frecuentes y profundos sobre métodos, problemas y normas de soluciones aceptables, aun cuando esas discusiones sirven más para transformar escuelas que para producir acuerdo” (ibid.87).
(LD). Si, esa descripción responde a su modelo del progreso científico. En este modelo existe una fase pre-paradigmática, caracterizada por el desacuerdo sobre cuáles son los problemas fundamentales, los procedimientos para abordarlos y la posibles soluciones. Esta fase da lugar a otra donde se establece una tradición de investigación que establece un marco conceptual predominante, es la fase de la ciencia normal. Cuando se produce una crisis dentro de una tradición de investigación se inicia el proceso de una revolución científica, que instaura una nueva tradición de investigación.
El modelo Kuhniano es una generalización de lo que él entendió fue el proceso característico de la astronomía. Debemos recordar que fue un especialista en la astronomía copernicana, a la que dedicó un libro. Pero no es un modelo extensible a todos los escenarios del desarrollo científico. Podemos observar que, en muchas ciencias, las nuevas tradiciones de investigación cohabitan con viejas tradiciones y no provocan lo que Kuhn denominó “un cambio de mundo”.
(AM): Kuhn dice que en La estructura: “cuando (…) el paradigma está destinado a ganar la batalla, el número y la fuerza de los argumentos de persuasión en su favor aumentarán. Entonces, más científicos se convertirán y continuará la exploración del nuevo paradigma. Gradualmente, el número de experimentos, instrumentos, artículos y libros basados en el paradigma se multiplicará. Otros hombres más, convencidos de la utilidad de la nueva visión, adoptarán el nuevo método para practicar la ciencia normal, hasta que, finalmente, sólo existan unos cuantos que continúen oponiéndole resistencia.” (Ibid.246). ¿Tal enfoque sigue vigente en estos tiempos cibernéticos e innovadores?
(LD)- Antes de responderte, considero pertinente hacer una aclaración. Uno de los problemas que genera la teoría de Kuhn es el de los factores que inciden en el cambio de paradigma. Una de las respuestas más controversiales fue esa que citas, el papel de los argumentos de persuasión. Fue un tema controversial, porque para una perspectiva más ortodoxa de la filosofía de la ciencia Kuhn defendía que los debates científicos no eran racionales, sino que se asemejaban al carácter emocional de la política o la religión. Esta idea se reforzaba por aquella afirmación de La estructura en la que Kuhn señalaba que un cambio de paradigma implicaba una especie de “conversión religiosa”.
Tal vez la afirmación no fue afortunada y distrajo del tópico realmente importante que Kuhn quería destacar: los debates científicos no responden a una dinámica intelectualista donde basta con escuchar razones para abandonar nuestros marcos conceptuales como si fueran instrumentos. No usamos los marcos conceptuales, vivimos en un mundo configurado por ellos. Así que las contraargumentaciones, las anomalías, los experimentos cruciales no deciden per se las discusiones. No en el sentido que lo pensaba Karl Popper. El modo de evaluar las evidencias y los argumentos contrarios está mediatizado por nuestros marcos conceptuales.
Por otro lado, Kuhn realizó una pequeña indicación -no desarrolló una teoría- sobre la necesidad de la persuasión. Sobre este problema se desarrolló una línea de investigación que aborda la retórica en la promoción de las ideas científicas.
Aclarado este punto, considero que la respuesta a tu pregunta es afirmativa. No en el sentido de que haya un paradigma único que sea abandonado y tomado por otros. Pero si existen tradiciones de investigación que se establecen y trazan líneas de investigación que producirán: semilleros de investigación, revistas, autoridades epistémicas; e irán marginando a otras líneas de investigación y a los que se dedican a ellas.