(AM): En un opúsculo titulado “Filosofía del silencio” (1996) dices que el pensar y el recogimiento, así como el silencio, son claves para la inclinación a lanzarse al mundo exterior, que: “Una mentalidad filosófica es siempre el fruto de una labor racional atenta, cuidadosa y sistemática, que supone largos años de jerarquización, ordenamiento y crítica de los datos que a la conciencia se han ido haciendo presentes” (p. 22). La construcción de un pensamiento se da en el silencio, ya que este se va elaborando, revisando y pensando dentro de unos senderos que implican a los otros, para de esa forma extender el pensamiento, el pensar, hasta allí, adonde otros no han pensado. ¿El filosofar se adquiere en silencio y soledad, pero además en relación con los otros?

Libro publicado por la Academia de ciencias, 2015.

(AA): Filosofar requiere dominio de la tradición, con especial énfasis en el caso de occidente, en el arte de pensar, la erística, la hermenéutica, y la producción y el análisis del discurso. Pero también es necesaria una cierta actitud; es decir, la decisión de someter a revisión el saber recibido, la experiencia acumulada de los siglos. Para que estos recursos del entendimiento rindan resultados válidos es preciso recurrir al silencio y a la vida retirada; esto es, alejarse del bullicio ambiente, colocarse uno en situación de hacer girar la mente sobre la cuestión en lisa durante el tiempo que sea preciso hasta aprehender sus rosas íntimas.

Se hace indispensable, igualmente, permanecer al corriente de los desenvolvimientos de la ciencia y de la tecnología en el espacio-tiempo histórico del pensador, y de los fastos del mundo de la vida, de la cultura en sus múltiples manifestaciones, y de los usos y tendencias del poder, así en la comunidad de destino del filósofo como en el escenario mundial. Como quiera, ello no es más que material para el análisis y para la reflexión.

Pensar es un quehacer solitario e intransferible. La valía de un hombre, ha dejado dicho Nietzsche, se mide por la cuantía de soledad que es capaz de soportar. Quien aspire a filosofar ha de saber que esta sociedad del ruido, de la exposición, la velocidad, la distracción, del automatismo y de la prisa no constituye un espacio propicio para el cultivo de la reflexión y la intimidad. Antes bien, es una puerta abierta a la dilución y a la desagregación; hostil, en suma, al encuentro consigo mismo; y, por el contrario, generadora de desaliento e infortunio. Pensar es, pues, un gesto de rebeldía. Bien pensó aquel Pascal que en tiempos menos adversos intentó prevenirnos al escribir que toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en una habitación.  Filosofar, hermano Merejo ha sido, es y será siempre un acto de resistencia. Y esto en más de un sentido…   

Destrezas de pensamiento, que podemos recoger a manos llenas en Aristóteles, Descartes, Bacon, De Bono, categorías, tópicos, argumentos y opiniones de la más diversa procedencia en torno a la problemática a que apliquemos nuestro entendimiento en determinado momento, siempre serán de ayuda. La tradición es ese otro, presente o ausente, coetáneo o distante en el tiempo, con que tenemos que vérnoslas, necesariamente, si queremos pensar con rigor y fruto. El pensador convoca a su mesa de trabajo imaginaria, feliz metáfora que me enseñó D. Manuel Maceiras, mi maestro de la tesis doctoral, a cuantos colegas, del presente y del pasado, puedan arrojarle luz en torno al asunto que le preocupa, pero sus esfuerzos mayores deben orientarse de manera irrefragable hacia la forja de un punto de vista estrictamente personal, a la caza de su propia voz.

Todo ello requiere tiempo, paciencia y silencio; y la conciencia de que se trabaja para la eternidad. Un filósofo, cuando hace bien su trabajo, sugiere Husserl en alguna parte de La crisis de las ciencias europeas, actúa como funcionario de la humanidad.

El filosofo Manuel Maceiras Fafian.

(AM): Dialogar consigo mismo es dialogar con los demás, lo cual brota de la poesía y las reflexiones de los filósofos y, como bien afirma Octavio Paz, quien no sabe dialogar consigo mismo no puede dialogar con los demás. Es de los diálogos con nosotros mismos que brotan los sentimientos, los razonamientos, las pasiones que han de ser controladas por ciertos vientos enfurecidos que nacen de la sinrazón pero que pertenecen a las historias y sus luchas sociales.

Este torbellino de pasiones, de silencio y diálogo se abre al corazón con sus razones, como bien nos ha enseñado el filósofo Pascal, al decir que “el corazón tiene razones que la razón desconoce”.  Somos pensamiento, tenemos capacidad de pensar, pero el corazón muchas veces nos doblega y es más fuerte que la razón. “Filosofía del silencio”, ¿es una búsqueda y un conocernos a nosotros mismos para conocer y encontrarnos con los otros?

(AA): El silencio a que se refiere ese opúsculo, como usted sugiere con total propiedad Profesor Merejo, no es al silencio del alma o del entendimiento, sino a aquel que tiene la potestad de desafiar, y aun neutralizar, al ruido y a la exposición ambientes; vale decir, a esa sutil invitación de nuestro mundo a que confundamos  el derecho a pensar, a llegar a ser lo que tenemos que ser y a resguardar nuestra intimidad  —que es como decir nuestro derecho a la identidad personal con el derecho a hablar, incluso sin necesidad de someter sus palabras al imperio de la indagación, la reflexión y la argumentación —equivalente al derecho a la libre expresión del pensamiento—,  y a la ocurrencia con la verdad.

En el desenvolvimiento del quehacer filosófico también aparecen estereotipos, esquemas y prejuicios que suelen inducirnos a los aprendices a actuar o reaccionar en determinadas circunstancias como si lo propio de conocer la realidad fuese la convicción, que algunos suelen confundir con la verdad, y la creencia firme, no la duda y la pregunta. Una de estas trampas primordiales proviene de la manera, algo reseca, en que se suele entender en nuestra tradición la tesis aristotélica del hombre como zoom politicom (o de animal político o racional). En efecto, con una naturalidad que espanta, aquí y allá se da como sobreentendido que la racionalidad es una característica inherente a la condición humana. Sin embargo, no es así.

El filosofo Jaron Lanier.

La racionalidad es un acto ponente del sujeto, no un invariante antropológico. Se nace con la capacidad de pensar, pero esta no se realiza sin la existencia de un contexto social amigable, y aun la disposición expresa de las personas. Ser racional es una potencialidad que es preciso actualizar mediante el dominio de determinados recursos u operaciones, y la voluntad de hacer uso de ellas, antes de poblar de ocurrencias e hipótesis nuestro mundo interior y el ambiente espiritual en que nos desenvolvemos. Pensar no es un don, sino un horizonte de posibilidad al que es condigno aspirar.

Lo que sí nos es dado es ese otro costado del hombre de Pascal a que usted ha hecho referencia: el yo afectivo, el de los sentimientos y la sensibilidad, los esquemas y las creencias. Lo apolíneo y lo dionisíaco se dan la mano en el ser humano. Si el sistema nacional de educación pretende formar ciudadanos, no operarios ni consumidores, tiene que dirigirse a ambos momentos de ese extraño ser que somos, al que Ortega y Gasset calificó de centauro ontológico. Por cuanto, ha de colocar en pie de igualdad el cultivo de las artes, las ciencias básicas, la educación moral y cívica, y la formación humanística para que los dominicanos del porvenir sean cada vez más racionales, sensibles, respetuosos y pacíficos.

Lo que de ese modo se invierta, se ahorrará en construcción de cárceles, hospitales y tribunales. Eso ya se sabe desde Pitágoras, pero seguimos dándole la espalda o mirando de reojo la tradición que nos es propia y, lo queramos o no, nos determina en múltiples sentidos.

(AM): A propósito… el sistema nacional de educación, en cada uno de sus grados y estamentos, debería apostar a la filosofía para contribuir, de ese modo, a elevar el pensamiento crítico y creativo, y contribuir, de esa manera, a fortalecer la democracia y el ejercicio de la libertad. ¿Se advierte alguna tendencia en la educación dominicana a buscar en la filosofía el modo de potenciar la democracia y las libertades?

(AA): Ciertamente, pero nuestros énfasis nacionales van en otro sentido. De no ser así, la filosofía, y especialmente la Lógica (formal e informal), lo mismo que la ética, la educación ciudadana, las artes y la estética, tendrían una presencia notable, designadas con sus propios nombres, en los planes de estudios de la primaria, pregrado y la universidad dominicana. El Estado generaría ciudadanos conscientes de su rol, activos por necesidad, no consumidores pasivos de mercancías innecesarias la mayoría de las veces, sueños irrealizables, promesas sin fundamento y culpabilidades ajenas, excusas y falsas causas.

Por ejemplo, esa de que del sistema mundo no funciona igual para todos debido a la corrupción; o aquella otra de que las ciudades expresan el nivel de civilización de un Estado nacional, lo que, entre otras razones, induce a muchos a emigrar, en masa y sin propósito, a las grandes ciudades, con la consiguiente distorsión que esto genera al organismo nacional; y verdades a medias, como la consabida conseja de que si la economía marcha bien, todo marcha bien; que los ricos por ser ricos son más honestos o menos corruptos de que los pobres o los miembros de la clase media, etc.

(AM): Tú puntualizas, en la página 29 del texto antes mencionado, que “La constante cardinal de la filosofía es su forma o estructura lógica. Es decir, su carácter general, crítico, conceptual; el espíritu de sistema que subyace en su dinámico quehacer”. ¿A ese espíritu de sistema ha de apostar el filósofo? ¿El pensar sistémico es importante en el filosofar?

El escritor Leon david.

(AA): El quehacer filosófico es un quehacer tipo dominio, en el que los temas y problemas se implican, presuponen e interconectan de manera dinámica. La filosofía no es un cuerpo unitario, sin embargo, sino un conjunto de disciplinas que abordan problemáticas diversas, y un conjunto de escuelas y exponentes, que son impactados directa o indirectamente por las épocas y las específicas circunstancias sociopolíticas en que se desenvuelve la vida de los filósofos. Temas y estilos de pensamiento varían de manera irremediable con el decurso de los siglos, y aun en una misma época confluyen diversos ramales de tradición, escuelas y modos de pensar, e incluso de concebir el objeto de estudio de dicha forma de conocimiento.

Pero la estructura de la filosofía permanece estable. Quien filosofa lo hace siempre en diálogo con la tradición, como llevamos dicho, y de manera rigurosa, conceptual, crítica, general y argumentativa, independientemente de cuáles sean los asuntos de que se ocupe. Varían los patrones de enfoque, no la forma, que se muestra, siempre, de manera articulada, interconectada e inter-implicada; es como decir, sistemática. De modo, que el espíritu de sistema se encuentra en la base del desenvolvimiento mismo de la filosofía.

Ahora bien, no se sigue de ello que el filósofo tenga que proponerse a toda costa estructurar un sistema. El mérito de filósofos como Kierkegaard y Nietzsche y, en cierto modo, de Schopenhauer, también, reside en su persistencia en hacer calas, cada vez más corrosivas, en la filosofía sistemática. Ese proceso de pulverización, de desmonte o de filosofar a martillazos precede, en ocasiones, a la constitución de sólidos sistemas. Así aconteció con Aristóteles respecto a Platón, por ejemplo; y Kant lo aconseja de manera taxativa en la Pequeña Lógica (aunque creo que este último, más bien, asimiló bien su tradición, en lugar dedicarse a desmontarla). Pero no siempre es así.

AM): En diciembre 2003, ingresaste a la Academia de Ciencias de la República Dominicana, con una disertación sobre “Aristóteles o la precisión: apuntes a la pasión del que nombra”, publicada luego en forma de opúsculo en 2018. En dicha conferencia se recoge el rigor con que, precisamente, Aristóteles trabajó los conceptos y las categorías filosóficas de su sistema, principalmente en los libros quinto y séptimo de la Metafísica, los cuales de acuerdo a ti: “Constituyen verdaderos diccionarios filosóficos en los que la intención es siempre clarificar nociones para facilitar la organización de sus ideas y percepciones. Principios, causas, elemento, naturaleza, necesidad, unidad, ser, sustancia, identidad, poder, cualidad, cantidad (…), entre otras, desfilan por las páginas de esos dos libros con un rigor que prefigura en buena medida el horizonte racional de Categorías, texto con el que se suelen iniciar las ediciones de las obras lógicas de Aristóteles” (p. 20). ¿La construcción de todo sistema filosófico, ha de seguir esa rigurosidad aristotélica? ¿Esa rigurosidad, relación, delimitación y clarificación de conceptos y categorías no se encuentra en Platón u otro filósofo de la antigüedad griega?

(AA): La rigurosidad, entendida como imperativo de claridad y distinción, es inseparable del tratamiento de las cuestiones de orden filosófico, pero no tiene por qué ser de tipo aristotélico. Aristóteles es una posibilidad entre muchas. Lo que permanece vivo es el modo en que hizo éste y otros aportes cruciales a la tradición científico-filosófica de occidente  El recurso a la fijación de los alcances y los límites del entramado conceptual no es exclusivo de Aristóteles. De hecho, es uno de los invariantes metodológicos de la filosofía en su decurso de siglos.

Desde Platón hasta nuestros días es posible filiar esa aguzada tendencia del pensamiento filosófico en los Caracteres de Teofrasto y en el Manual de vida de Epitecto, en Descartes y en Kant, en Ortega y Heidegger, entre muchísimos otros, acaso como respuesta a la polisemia constitutiva de la lengua común, de la que también se valen los filósofos, y de la confluencia de diversos patrones de enfoque, de términos y problemas por sus homólogos, como una manera de salir al frente al malentendido y las derivas relativistas.

Alejandro Arvelo

La lengua común y el lenguaje han sido objeto de preocupación por los filósofos desde la antigüedad grecolatina, como muestra con abundancia de pruebas y argumentos M. Maceiras en su obra Metamorfosis del lenguaje. Giro lingüístico hubo desde siempre en filosofía.

(AM): Si algo se caracteriza al presente es la falta de creatividad y de rigor en el pensamiento. Predomina una intelectualidad light o ligera, líquida como diría Bauman. Así, se observa cómo hay investigadores que, sin conocer antecedentes, viven infoxicados de todo lo que brota en el ciberespacio y sus redes sociales. Hablan de la virtualidad o del ciberespacio sin comprender que tiene profundas raíces filosóficas y que está articulado a la filosofía de la tecnociencia, pero lo más terrible es que no les interesa ese espíritu ético de la precisión, de la claridad en el manejo o la construcción de conceptos y de un pensamiento fundamentado y estructurado en conceptos, juicios y razonamientos, que es lo que constituye las fibras de las obras de Aristóteles.

Es en este sentido que se desprende la reflexión tuya en el sentido de que “a los filósofos, como parte de la conciencia crítica de la sociedad que son, no les está dado permanecer como carga inmóvil sobre las naves, mientras la nación se convierte en pasto de las llamas o en instrumento de la banalización predominante” (p. 67). ¿No crees que en parte los filósofos no han sabido jugar su papel en la sociedad, en cuanto conciencia crítica?

¿Ausencia y falla de conciencia crítica en estos tiempos cibernéticos, pandémicos y transidos?

(AA): La posesión de un corpus conceptual riguroso constituye per se un instrumento u organon formidable al servicio de la interpretación de lo social, condición necesaria y suficiente para la configuración de una semiología general de la sociedad. La preocupación por la urdimbre de los colectivos humanos, su relación con los poderes de incidencia, y las premisas a partir de las cuales se puede o se debe producir el cambio de marcha, es otra de las constantes de la filosofía.

El imperio de la confusión ha alcanzado niveles verdaderamente alarmantes, sobre todo por las consecuencias que tiene sobre el cuerpo social. Por ejemplo, en sentido general, en el imaginario colectivo dominicano la noción de poder político remite de manera exclusiva al Poder Ejecutivo. Luego, los restantes poderes quedan velados, desaparecen de la visual del ciudadano; ni remotamente asoman ante el entramado perceptivo del dominicano medio otras instancias de poder, como el Poder Municipal, el Poder Electoral, el poder de los medios de fabricación del consenso social, los Poderes Espirituales de la sociedad (Iglesia, Universidades, partidos políticos, asociaciones, academias y colegios profesionales), así como el poder financiero, el militar y el hegemónico y su peso muerto en los derroteros de los países ubicados en las zonas de influencia de éstos.

Todo esto recorta la visión, el radio de influencia y, por ende, los derechos subjetivos del ciudadano, en el sentido de que les inhabilita para pedir cuentas y exigir determinados tratamientos o servicios. Evidencia, por otra, la importancia de tener claras las nociones primordiales para mejor comprender y situarnos adecuadamente en el mundo. La ausencia de claridad y distinción en la lengua al uso sirve a la mezcolanza general de valores y de propósitos. Si no están claras las nociones correspondientes a las palabras atinentes a los asuntos que nos conciernen, cualquiera puede hacer cualquier cosa, e incluso dar en el suelo con la grande o pequeña tranquilidad y estabilidad con que cuenta el país. Ese estado de indefensión incluye a gobernantes e incumbentes, quienes, en adición, por lo general, carecen de la conciencia, la formación y la experiencia indispensables para el desempeño de las funciones a su cargo.

Los filósofos pueden ayudar a revertir esta situación. Contribuir a que, por ejemplo, palabras e instituciones re-asuman los roles que emergen, frescos y pujantes, del vientre tibio de las palabras o los reglamentos originarios. Obviamente, para quienes aprovechan los medios de modelación del carácter y de la conciencia, para diseminar la ignorancia, no les parecerá bueno ni oportuno que semejante fenómeno llegara a darse. De la mano de los sofistas y engañadores de siempre, continuarían elaborando tramas de manipulación, engaño y seducción para evitarlo y seguir adelante con su labor corrosiva. Comportándose al modo que ilustra un pasaje de 1984, de George Orwell, en el que se puede leer, más o menos: primero nos roban las palabras y, luego, le dan el contenido que les conviene.

Como semiólogos generales del hecho social, los filósofos contribuyen a reorientar senderos y procesos, con sólo contribuir a la delimitación rigurosa de matices. Lo propio puede decirse respecto a las presuposiciones de trasfondo del sistema educativo a todos los niveles, tarea que, de alguna manera, han venido realizando algunos de nuestros humanistas y filósofos contemporáneos, incluso desde ya, en el presente periodo constitucional. Los filósofos dominicanos han hecho sus aportes a la orientación de la acción política en determinados contextos, lo cual no quita que pueda superarse.

Andrés Merejo y Alejandro Arvelo

En el ámbito específico de la tecnología de punta, por ejemplo, sus aportes, Profesor Merejo, están a la vista de todos, a través de sus libros y sus artículos publicados en revistas indexadas de gran prestigio, dentro y fuera del país, para orgullo y gloria de quienes le conocemos y seguimos de cerca su producción intelectual. Y aun históricamente, desde sus orígenes a la República Dominicana le ha caído en suerte la dicha de contar en todo tiempo con la tutela de filósofos de estirpe que se han mantenido vigilantes frente a los devaneos del entreguismo, la sinrazón, la imprevisión y la irresponsabilidad de toda laya a que se han entregado buena parte de nuestros politiquistas de ayer y de hoy.

(AM): Es este ámbito de la filosofía que planteas, lo que me ha permitido construir y valorar toda una filosofía cibernética innovadora que implica la construcción de un pensamiento crítico y de ciencia de la complejidad, en torno a temas fundamentales como el de la virtualidad, del ciberespacio configurado en redes tecnológicas y dispositivos de control virtual social, y del cibermundo estructurado en la tecnociencia.

Dicha filosofía entra el plano de lo cibernético, en cuanto el sujeto es control de sí y control de los otros. Tales planteamientos van desde la época de Platón hasta Foucault y todo lo relacionado a la virtualidad que data desde Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Leibniz, Bergson, Deleuze y filósofos como Levi y Jaron Lanier, entre otros más recientes que intensifican este concepto filosófico con el mundo virtual estructurado por la tecnología digital.  ¿Consideras tú que eso es filosofía?

(AA): Claro que sí. En sus libros, en sus artículos científicos y periodísticos se advierte un esfuerzo constante de formulación de conceptos con los cuales aprehender la cambiante realidad de ese mundo del ciberespacio, así como respecto a la circunstancia específica de su país de elección, la República Dominicana, cual es el caso de la noción de lo transido, que sobresale tanto por su novedad y su frescura como por el rigor y el esfuerzo de delimitación a que lo ha sometido. El hecho de que sus ensayos sean celebrados y acogidos dentro y fuera del país, y que uno de sus libros fuese galardonado con el Premio Nacional de Ensayo, son indicadores de que usted está trabajando intelectualmente en la senda correcta. Otros dos aspectos a destacar en su obra son el ejercicio del criterio y la bien asimilada tradición filosófica a la que habitualmente remite a sus lectores.