(AM): En su obra “Elementos para una teoría latinoamericana sobre historia de la ciencia” (2015), usted parte de un enfoque analítico sobre la historiografía de la ciencia en Latinoamérica, en la cual se aborda lo epistémico desde una perspectiva crítica de los métodos y la metodología de la ciencia que se ha utilizado en las instituciones académicas, universitarias y en los institutos de investigación (de manera individual) desde que surgieron en el continente.

En ese aspecto, de acuerdo al discurso suyo, Sor Juana Inés de la Cruz (siglo XVII) es la mujer pionera en el conocimiento de la ciencia, por lo cual, en los antecedes de la historiografía de la ciencia en Latinoamérica, nos encontramos a un filósofo o a un hombre de ciencia, sino a una poetisa.

Dice que para reivindicar  a dicha poetisa, para probar que es precursora de la Historia de la Ciencia en Latinoamérica, de “su preclara inquietud” se pueden rastrear diversos escritos en su obra: (p. 20)… “cita tanto a filósofos y teólogos como a científicos, entre los cuales se encuentran Agustín de Hipona, Aristóteles, Galeno, Juan Crisóstomo, Parménides, Ptolomeo, Séneca, Tomás de Aquino y que apoyada en los argumentos de uno de los apóstoles clarifica las posibilidades intelectuales de las mujeres y, en particular, la de ella frente a Agustín de Hipona” (…).

Su formación humanista y religiosa dejan por sentado que las mujeres poseen capacidad intelectual y tienen, por tanto, el mismo derecho que los hombres para enriquecer el saber ¿Ese saber no era una especie de atómismo aristotélico y neoplatonismo de cultura medieval?  ¿Fue un desafío al espíritu machista de la ciencia?

Alberto Saladino García

(ASG):

Festejo su pregunta porque me permite clarificar la posición intelectual de Juana Inés de Asbaje: como bien sabemos la cultura dominante en el Nuevo Mundo durante la época virreinal fue la escolástica de raigambre aristotélica y de cierto neoplatonismo, la cual fue institucionalizada en todas las esferas culturales y educativas, además fue enriquecida con otras posiciones teológicas como el agustinismo. La filosofía escolástica se enseñó de manera específica mediante tres vertientes: tomista, suareciana y escotista. Fue el siglo XVII, el de Sor Juana, cuando esta corriente filosófica alcanzó su etapa dorada.

En beneficio de la posición heterodoxa de Sor Juana debo apuntar que al no recibir educación sistemática porque la mujer estuvo excluida de ingresar a la Real y Pontificia Universidad de México –si bien hizo en intento por estudiar allí, fue rechazada- por lo que no se formó en el dogmatismo de la filosofía escolástica, aunque la aprendió; su incansable deseo de saber la llevó al autoaprendizaje de otros tipos de información y además entró en contacto con intelectuales como Carlos de Sigüenza y Góngora, prominente hombre de ciencia, con quien tuvo una relación de profesor-alumna y profesora-alumno. Así trascendió los límites de la cultura escolástica y la sometió a crítica como lo prueba su Carta Atenagórica al analizar brillantemente un texto de un prominente jesuita, Antonio Vieyra.

Claro, la labor intelectual de Juana de Asbaje constituyó el primer desafío al espíritu machista de la cultura y dio origen al feminismo, entendido como la lucha por la igualdad de oportunidad entre géneros. Para sustentarla tuvo el atisbo de realizar el primer inventario de contribuciones de mujeres a la cultura en general y a la ciencia en particular.

(AM): Sor Juana Inés de La Cruz, en esa época, se refugia en un convento, para poder dedicarse a la escritura y no ser discriminada por su condición de mujer escritora. Sus escritos no tienen desperdicio ya que están impregnados de conocimiento filosófico y científico, sin que esto sea un reduccionismo de su obra literaria.

José Pascual Buxó

Sus reflexiones sobre los filósofos Heráclito y Demócrito, en relación a que el primero expresa el llanto, el segundo la risa, la burla, una especie de vida, de tradición dual tristeza y alegría; ambos filósofos también se encuentran  en los ensayos de Montaigne y en la obra de arte de Rubén, con Heráclito como melancólico y  Demócrito con su carcajada, tal como se recrea en el escrito de   sor Juana Inés de la Cruz: “Romances Filosóficos y amorosos”, cuando se refiere a estos dos filósofos (Heráclito, el triste y Demócrito, el alegre):

(…) “El que está triste, censura al alegre de liviano;

Y el que está alegre, se burla de ver al triste penando.

Los dos Filósofos Griegos bien esta verdad probaron:

Pues lo que en el uno risa, causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición ha sido por siglo tantos,

sin que cuál acertó, esté.

Hasta ágora averiguado;

antes, en sus dos banderas el mundo todo alistado,

conforme el humor le dicta, sigue cada cual el bando” (…).

                                                                            (La palabra agora, pertenece al castellano antiguo. Ver obras completas, 1981, p.4),

¿Se puede colocar a sor Juana Inés de la Cruz entre las primeras mujeres que dejan un legado filosófico en Latinoamérica al igual que lo hizo con la ciencia?

(ASG): Su pregunta permite dilucidar otro de los aportes de Juana Inés de Asbaje. Hasta ahora sus estudiosos en el ámbito de las ideas filosóficas se han concretado a destacar su amor por el saber, su vocación filosófica, su adscripción al racionalismo cartesiano, pero me parece que hasta ahora ninguno de sus estudiosos la identifica como la primera mujer del Nuevo Mundo dedicada al cultivo de la filosofía. Su legado en este campo es riquísimo porque en su obra existen reflexiones relativos a variados de temas epistemológicos, ontológicos, teológicos, pero carecemos del inventario y revisión puntual de la amplitud de las cuestiones que abordó.

Por ende, los investigadores dedicados al conocimiento y construcción de la historia de la filosofía mexicana y latinoamericana tenemos como tarea profundizar el análisis y el estudio de las contribuciones filosóficas de Juana Inés de Asbaje para adicionar otros tópicos de su pensamiento.

(AM): José Pascual Buxó, en el texto “Sor Juana Inés de la Cruz: amor y conocimiento” (1996), asume un discurso muy interesante sobre ella, en cuanto a su confianza y capacidad para acogerse a “una filosofía escolástica renovada que, superando el marco de las cuestiones tradicionales, se hiciera cargo de los descubrimientos ocurridos en los terrenos de la matemática y las ciencias naturales, tal como la que propugnaban los jesuitas alemanes, a la cabeza de los cuales estaban dos autores muy admirados por ella: Atanasio Kircher y Gaspar Schott”(p.13).

La pasión de Inés de la Cruz, por la prosa envuelta en ciencia y filosofía, es al mismo tiempo, una crítica a los que presumen de doctos (especie de Narciso desdichado); trascendencia que no la atrapan en el llamado Siglo de Oro de la literatura española: “Que celebra a un graduado de Doctor”:

Sor Juana Inés de la Cruz

Vista tus hombros el verdor lozano, joven, con que tu ciencia te laurea;

y puesto en ellos, dignamente, sea índice de tus méritos ufano.

Corone tu discurso soberano

la que blanda tus sienes lisonjea

insignia literaria, en quien se emplea

el flamante sepulcro de un gusano.

¡Oh qué enseñanza llevan escondida honrosos los halagos de tu suerte,

donde despierta la atención dormida!

Pues ese verde honor, si bien se advierte, mientras más brinda gustos a la vida,

más ofrece recuerdos a la muerte. (ibid., p.160).

¿En algunos de sus paisajes filosóficos y sobre el conocimiento, se observa una especie de cuestionamiento al estilo de Erasmo de Róterdam?

(ASG): Sí, seguramente, las lecturas de Juana Inés de Asbaje la llevaron a nutrirse de posiciones renovadoras en el ámbito cultural, principalmente por el impacto de las ideas promovidas por la comunidad de científicos y filósofos que materializaron la Revolución Científica –de 1450 a 1687-. He señalado que una de sus fuentes gnoseológicas principales la constituyó su relación con el científico novohispano Carlos de Singüenza y Góngora, quien le fomentó la actitud de alerta ante posiciones dogmáticas. Justamente la práctica de la nueva ciencia se inicia con la revisión cuestionadora de toda explicación a los fenómenos y hechos de la realidad.

Juana Inés de Asbaje participó de ese espíritu cuestionador con una actitud re rigor analítico persistente. Pienso que su quehacer filosófico la preparó para descollar como una crítica implacable a la cultura de su época y para el efecto echó mano de los distintos estilos literarios que cultivó. Tanto en su prosa como en sus versos es permanente el uso de interrogantes, con lo que se da cuenta tanto de su inconformidad intelectual como de su pasión por trascender la cultura escolástica en favor de los incipientes valores de la modernidad en Nueva España.

(AM): Entrando a otra temática. En la tradición historiográfica de la ciencia en Latinoamérica, de acuerdo al libro de marras, ésta se divide en dos posturas teóricas: el internalismo y el externalismo. La teoría internalista explica la ciencia como autosuficiente, que no necesita conocimiento exterior o de referentes sociales, puesto que “su quehacer es el análisis exclusivo de las leyes propias del desarrollo del saber científico, de sus problemas lógico-teóricos” (p.117).

Los principales representantes de esa postura se encuentran: “Augusto Comte (1798-1857), Richard Avenarius (1843-1896), Ernest Mach (1838-1916), entre otros. Para ellos una teoría cambia si se modifican los datos, se desarrolla si explica un mayor número de fenómenos, y se generaliza por predecir más sucesos que la anterior” (ibid., 119).

Erasmo de Rotterdam

Esta lógica de estructura interna de la ciencia y sus métodos tiene el lado opuesto, la teoría externalista, que hace su entrada con el marxismo y otras formas de pensamientos. Los externalistas dicen que el conocimiento, la teoría, la ciencia son un producto social. Para este método cobra importancia “el desarrollo de la ciencia, su génesis, su desenvolvimiento en relación con la situación alcanzada por las sociedades, el cambio de las funciones sociales, el papel del saber científico y su interacción con la economía, la ideología, la política y la cultura”. (p.120).

¿Fuera de estas dos corrientes en Latinoamérica, no hay en este siglo XXI otras opciones emergentes? ¿El pensamiento y la ciencia de la complejidad, por ejemplo?

(ASG):

Claro que hay posturas emergentes sobre metodologías de la historia de la ciencia en América Latina. En libro que cita expongo otras corrientes como los enfoques siguientes: estudios culturales –con representantes como Luz Fernanda Azuela, y Ana Barahona-, conceptuales –en el que los abanderados son Arturo Argueta y Carlos López Beltrán, -,  filológico –inaugurado por Alfredo López Austin-, dialéctico –que instauraron Thomas S. Kuhn y Semion Mikulisnky en el siglo XX al recuperar las virtudes y hacer complementarios al externalismo y el internalismo, postura desde la cual respaldo buena parte de mis interpretaciones en el campo de la historia de la ciencia-, la historia social –de fructíferos resultados y en la que destaca una amplia nómina de estudiosos como Patricia Aceves Pastrana, María Luisa Rodríguez y Hebe Vessuri-.

Los análisis desde la metodología de la complejidad no están normalizados en la historiografía de la historia de la ciencia latinoamericana, entre otras razones porque existe una especie de predisposición en nuestras sociedades por las concepciones holísticas heredadas por la tradición persistente de los antiguos pueblos originarios, lo que ha incentivado el cultivo de enfoques propios de carácter comparativos, interdisciplinarios, multidisciplinarios, transdisciplinarios y de historia total con representantes inspirados en parte en la obra de Pablo González Casanova como María de la Paz Ramos Lara, pero otros con base en diferentes tradiciones teóricas como Héctor Mendoza Vargas, Rafael Guevara Fefer, Martha Eugenia Rodríguez, Graciela Zamudio Varela, etcétera.

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