Alejandro Arvelo (Gaspar Hernández, 1959). Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Grados en Filosofía y Derecho por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Diploma de Estudios Avanzados y Doctorado en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor jubilado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (1988-2008), Catedrático del Departamento de Ciencias Jurídicas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (1999-2009). Director General de la Feria del Libro (2004-2013). Director Académico de la Academia de Ciencias, encargado de Programas de Investigación (2003-2004), Coordinador de las Actividades Culturales y director del Centro de Investigaciones Literarias de la Biblioteca Nacional (1984-1990). De 1990 a 1996, Director del Centro Universitario Regional del Suroeste (CURSO). Ha publicado Si quieres filosofar… (1994), "Filosofía del silencio" (1996), Secretos de la argumentación jurídica (1998), Andrés López de Medrano: criollismo, dominicanidad e hispanismo (2016) y Aristóteles o la precisión: Apuntes a la pasión del que nombra (2018). Entre 2015 y 2018 dirigió el Taller Literario “Clima de Eternidad” (ACUDEBI, Madrid). En 2016 fue designado como Presidente de la Oficina de Coordinación de Logística Electoral en el Exterior (OCLEE) de Madrid. Desde 2018 se desempeña como Rector del Recinto Gaspar Hernández de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA).
Andrés Merejo (AM). El libro tuyo Si quieres filosofar… (1994) deviene en un conjunto de textos sobre la valoración de la filosofía que en el transcurso de su historia han hecho los principales filósofos. Además, de recoger fragmentos sobre el pensar, el vivir de acuerdo a la sabiduría y la ética de filósofos tales como Sócrates, Platón, José Ortega y Gasset, Kant, Nietzsche, Sartre y otros. ¿Cómo concibes la filosofía y como la definirías?
Alejandro Arvelo (AA): La cuestión de la definición de filosofía suele plantearse al inicio en las obras y programas de introducción a esta forma de conocer la realidad, justo como usted acaba de hacer al dejar abierta esta conversación. Sin embargo, éste es, sin más, uno de los asuntos más complejos y cruciales del quehacer filosófico, uno de sus problemas fundamentales. Abordarlo con rigor y fruto requiere informaciones y destrezas de pensamiento u operaciones de orden lógico de las que suelen carecer quienes se asoman por primera vez a este tipo de saber. En tal sentido, es recomendable posponer el tratamiento de este tema para el final de manuales, ciclos de cátedras y conferencias, y cursos elementales.
A lomos de la definición de filosofía cabalgan elementos de radical importancia. Cuando se la ofrece al inicio, lo que acontece, casi siempre, es que el autor o el docente presentan como la definición de la filosofía lo que no es sino una entre muchas. Ésta puede ser, en el mejor de los casos, de su propia autoría. Pero no expresa sino la visión de una escuela, un autor, diccionario o manual precedente. Por cuanto, nada garantiza que contendrá los elementos propios y diferenciales indispensables para constituirse en retrato dinámico de dicha área del saber.
El solo hecho de plantear correctamente un problema filosófico supone la capacidad de moverse de lo inmediato a lo mediato, de lo asequible a lo abstracto, de lo perceptible a lo conceptual, de lo casuístico a lo necesario, lo cual se logra en trato íntimo con los clásicos del área, en procura de apropiarnos de sus temas predilectos, a la caza de los modos en que los afrontan.
Pero, también, dominio del desenvolvimiento de cuanto ha sido tomado, con razón y sin ella, por filosofía en el decurso de los siglos; la manera en que ella ha entrado en reciprocidad con otros ámbitos del conocimiento; e incluso, de las disciplinas que la conforman, con énfasis en el arte de pensar, sus recursos y operaciones, así como los procedimientos propios del pensamiento crítico (argumentación, refutación, erística); esto es, de las formas de la producción del discurso.
He ahí un rimero básico de requisitos para arrimar las vislumbres del entendimiento con rigor y fruto a la mencionada problemática. Para convertir en una fructífera experiencia filosófica lo que, de otra manera, no pasaría de ser un ejercicio escolástico vertical, de promoción del servilismo mental y del autoritarismo velado a que con frecuencia están sometidos indistintamente estudiantes, autores de manuales y profesores. Justo lo contrario a lo que se espera promueva la enseñanza de la filosofía.
¿Es correcto elegir una definición antes de manejar y evaluar sus homólogas? ¿No son, acaso, más propias del quehacer filosófico las preguntas que las respuestas, el sentido de la totalidad que el particularismo, la diversidad de opciones y puntos de vista que la uniformidad y la exclusión de lo que se ignora? ¿Cuál es el propósito de la enseñanza de la filosofía… generar pensamiento crítico y ciudadanía o hacer valer el propio punto de vista, conquistar tierra nueva donde arraigue y se multipliquen manipulación y el consumo de contenidos previamente procesados, edulcorados y propicios al adocenamiento, a la enajenación y al embrutecimiento ambiente, labor que tan envidiablemente desempeñan los aparatos ideológicos del Estado, de los que las denominadas redes sociales y los medios de fabricación del consenso no son más que meros reproductores y amplificadores?
(AM): Interesante punto de partida, que implica preguntas abiertas y no cerradas para seguir la ruta de las definiciones en el ámbito de la filosofía y del filosofar, que implica un conocer de lo que se conoce sobre filosofía, una problemática que conecta con la metafilosofía. ¿Filosofía, en sentido ontológico o fenomenológico?
(AA): Permítame, por favor, Dr. Merejo, antes de ahondar en la problemática planteada, dejar sentada la inmensa deuda de gratitud que tengo con mi mentor y formador durante mis estudios de grado, mi Profesor Andrés Paniagua, de quien me reclamo discípulo, entre muchas otras razones, por haberme iniciado en los ámbitos de la Metafilosofía o Filosofía de la Filosofía, que es el área o la disciplina filosófica que se ocupa del tratamiento de los temas de orden fundante o fundamental. Buena parte de lo dicho y de lo que diré en torno a este tópico proviene de sus enseñanzas o se deriva de ellas.
El modo en que él resuelve la cuestión, precisamente, consiste en sustituir de manera provisional la pregunta por el ¿Qué es ser…?, de naturaleza ontológica, por la de ¿Cómo es… (la filosofía) ?, de implicaciones descriptiva o fenomenológica.
A diferencia de lo que acontece con otras áreas del saber humano —como las ciencias, la Teología o la Política, cuyas definiciones no son parte de sus respectivos objetos de estudio—, la pregunta por el qué es ser… de la filosofía es un problema filosófico en toda regla; lo mismo que la cuestión de qué es una definición, cómo se hace y cuáles son las condiciones de posibilidad para que ésta sea válida. Los problemas de orden filosófico han de afrontarse desde dentro, o se corre el riesgo de que escuchas y lectores se queden en la piel de los argumentos; es decir, que comprendan las palabras, mas no el sentido de lo planteado.
Cuenta la tradición que, cuando Aristóteles dio a conocer la Política fuera del círculo del Liceo, Alejandro, que se encontraba en campaña, lejos del suelo patrio, le hizo saber su desacuerdo, en razón de que los bárbaros, entonces, conocerán los secretos del imperio. La respuesta del maestro fue, se dice, que no se preocupara pues tendrían las palabras, pero no la empiría; esto es, ese saber cercano a la destreza que se cultiva en presencia del que muestra, enseña y guía al tiempo que nos instila el cómo se hace o se logran determinados resultados.
La compilación que usted menciona, Si quieres filosofar…, cuya primera edición, como también ha indicado es de 1994, se propone justamente acercar a la filosofía, de una manera sutil y sugestiva, a quienes topan con ella por primera vez en la vida. Parte de la suposición de que va a ser leída por personas, jóvenes o mayores, que carecen de formación y experiencia filosófica; que jamás han tenido acercamiento sistemático a los temas, problemas, exponentes y métodos de trabajo intelectual correspondientes.
Está compuesto por un conjunto de textos clásicos, sencillos y breves, a los que acompañan una serie de ejercicios y guías relacionales de lectura. No se da por supuesto el interés de los lectores en los asuntos abordados, como suele acontecer con la mayoría de los docentes de ésta y de otras áreas. Antes al contrario, se trata de despertar en ellos la pasión por el saber de carácter filosófico y, de pasadas, el gusto por la lectura, por la mirada de conjunto y el pensamiento abstracto. De manera paciente y casi sin querer, como un juego, al desgaire, como haciendo bromas…
Partimos de las situaciones y los modos de conciencia típicos de la cotidianidad más llana, con el propósito de generar una reacción de autoconocimiento y contraste entre el modo de ser de cada uno de los personajes que desfilan por la primera parte y la percepción casi siempre estilizada que las personas tienden a forjarse acerca de ellas mismas. De allí se pasa a las diversas maneras en que el error se hace patente cuando se intenta reflexionar acerca de algún tópico; bien en nuestras acciones, decisiones y respuestas ante los acontecimientos del mundo de la vida; o bien, cuando nos proponemos convencer a otros. A partir de esos dos sillares, de la mano de Kant, Nietzsche, Ortega y Sartre, nos damos a la tarea de averiguar o elaborar el ideal perfil de la condición humana.
Sólo entonces emerge la cuestión de cómo es la filosofía, para advertir al pronto que no es un ser, sino un quehacer, algo que no está hecho, sino que cada quien tiene que hacerla, por su cuenta y riesgo, como acontece justamente con la vida personal, la de cada cual. Antes que de filosofía, hablamos de filosofar, de cómo se filosofa, de qué es lo que hacen los filósofos cuando aplican su entendimiento a la consideración de los temas que convocan su atención, y de cuáles son esos temas, siempre de la mano de los clásicos de la filosofía, cuáles sus métodos y sus preocupaciones, como usted ha indicado con total propiedad.
De manera que, si cabe hablar de una cierta estructura o esencia de la filosofía, ésta no puede ser sino una estructura dinámica, un saber en construcción; un conocimiento impredecible. Ahora bien, ni siquiera habiendo llegado a este punto se plantea aún la cuestión de qué es la filosofía, como es fácil advertir, si bien es evidente que a esas alturas ya se está en mejores condiciones de afrontarla. Pero sí surge, de la mano del tratamiento de los asuntos en torno a los cuales filosofan los expertos, los profesionales o los clásicos de la disciplina, la necesaria decantación entre los temas-problemas que se perfilan como primordiales y los que, sin dejar de ser importantes, devienen accesorios.
Entre los fundamentales, sobresale la cuestión del modelo por excelencia del ente que filosofa, y de si existen en la actualidad filósofos como los autores de aquellos textos ya hemos abordado, el conjugado de cuyas aportaciones, inseparables de sus respectivos estilos de pensamiento, constituyen lo que bien podríamos dar en llamar el Corpus Philosophicum o Filosofía. De ese modo, damos en comprender la manera en que del cómo es, cómo se produce o se configura la filosofía podemos comenzar a inferir el qué cosa es ella. Justo lo que habíamos entrevisto al inicio de este intento de respuesta, al amparo de las mencionadas enseñanzas de Andrés Paniagua.
(AM): Volviendo al texto Si quieres filosofar…, de manera específica a las partes finales, en las que abundan aforismos y algunos textos breves, ¿cuáles fueron los propósitos de esos apartados?
(AA): Las secciones de cierra de ese libro, ciertamente, reúnen una cantidad considerable de máximas y textos brevísimos en torno a todo lo que debe observarse para filosofar bien, los problemas fundamentales de la filosofía y las nociones filósofo y filosofía. Pero, en ningún caso, el compilador asume, se identifica o muestra predilección por ninguna de las posturas presentadas. Se limita a dejarlas-ver. Y debo confesarle que no doy por preparado el terreno para la resolución positiva de la cuestión… siento que falta algo; echo de menos, por ejemplo, la necesidad de posibilitar la consideración de los cinco predicables de que se ocupa Porfirio en su célebre introducción a las Categorías de Aristóteles, mejor conocido Isagoge o Tratado de las cinco voces, a partir de las cuales, sin mayores esfuerzos el lector adquirirá los rudimentos necesarios para hacer analogías, diferencias, divisiones, clasificaciones, comparaciones y definiciones, entre muchas otras operaciones lógicas.
Expuestas las cautelas precedentes, aquilatadas las aprensiones y reticencias de estilo respecto a la posible ineficacia del siguiente intento de definición, a sabiendas de que difícilmente un puñado de palabras logre asir tamaña cuestión, me arriesgaré a decir que la filosofía es una forma de conocimiento conceptual y crítico cuyo objeto de estudio abarca la totalidad de lo existente o realidad (entendida ésta como cuanto puede ser conocido por el hombre). Ni éste ni ningún otro intento de determinación lógica agotará el modo de ser y el entreverado objeto de estudio de la filosofía. Los asuntos que conciernen a este particular quehacer humano, son de carácter inmanente. Carecen de solución definitiva. Apostar por una perspectiva ni impide ni descarta ni sustituye otras opciones posibles. A diferencia de otros medios de conocer la realidad, la filosofía siempre tiene que estar dando cuenta de sí, de su objeto de estudio, de sus métodos, de su razón de ser y de su lugar en el orbe de la cultura.
Es fácil advertir que se trata de un intento de definición por género próximo y diferencia específica, a la que es menester adjuntar la explicación de cada uno de los términos que la forman. En suma, el concepto de filosofía es uno de los datos radicales del hecho filosófico, puesto que muchos asuntos de gran calado se perfilan, configuran y resuelven a partir de aquél, por ejemplo, cuándo y dónde se sitúa su origen, a cuáles temas, métodos y pensadores, e incluso géneros o modos de discurso de exposición se juzga típicos, a medias o se excluyen de la tradición filosófica.
(AM): En Si quieres filosofar… se habla de la inteligencia, del pensar y de la relación con la sabiduría, de la condición humana, de la relación de la existencia con la libertad, de la razón y los métodos de las filosofías. En fin, es muy abarcador porque implica muchos fragmentos de libros de varios filósofos y deviene en pedagogía sobre la filosofía, más que para especialistas.
¿La elección de esos textos parte de una valoración y una estrategia puntual que nada tiene que ver con un simple manual de filosofía?
(AA): El propósito de los estudios filosóficos, aun a nivel elemental, es filosofar, como ya entrevió Kant; no enseñar ni aprender de memoria este o aquel atestado de fórmulas, preparados ideológicos, creencias o ideas. Mucha gente de renombre y con títulos resonantes, en nombre de la filosofía, se dedica a adoctrinar en los preceptos atinentes a su capilla ideológica, religiosa o noológica.
Por ese camino, después de leer sus textos o de escucharles, estudiantes y lectores terminan afianzando muchos de los perceptos con que la conciencia ingenua o los medios de fabricación del consenso social han etiquetado a la filosofía y a los filósofos en su afán por deshacerse de aquélla o reducir al silencio al inquieto tábano, señalador de inconsistencias, reclamador de argumentos, sembrador de inquietudes; por ejemplo, que los filósofos son ateos, locos o viven en el aire, pues los asuntos a que aplican sus entendimientos nada tienen que ver con el aquí y el ahora: la existencia humana, el poder, la acción; que filosofar es hablar bonito para persuadir o alguien salirse con las suyas (lo cual hacen cada día, ante nuestros ojos con muchísima eficacia, políticos, abogados, publicistas, mercadólogos y programeros de radio y televisión); que la filosofía es reductible a su historia; un arma al servicio de la revolución; una ciencia social, etc.
Con semejante proceder, esos señores, estas damas, no hacen más que contribuir a socavar aun más la imagen de la disciplina ante el público que lee sus manuales o escucha sus alocuciones… como si aquélla no tuviera ya bastante con sus adversarios ancestrales (el servilismo mental, la tozudez connatural a la humana condición, la ley del mínimo esfuerzo, la instrumentalización y la cosificación de la acción, las distintas variantes del poder, la casuística, el particularismo, entre muchísimos otros).
No hay que presuponer mala fe en ellos, sino ignorancia y falta de sentido de la totalidad, con lo cual topamos casi siempre que, como sugiere Platón en el Libro VI de la República, se asignan responsabilidades a personas carentes de la preparación, la vocación o el interés indispensables para poner el corazón en lo que hacen; justo lo que acontece en los tiempos que corren con la democracia, que improvisa gobernantes, ministros y directores generales cada cuatro o cinco años, sin miramientos, como si el arte de gobernar y los fastos del poder fuesen tareas de bufones. No hay que condenarles, pues, sino orientarlos, si lo permiten; y a sus víctimas, actuales o posibles, entretanto, compadecerlas.
Si quieres filosofar… no se coloca al amparo de ninguna escuela filosófica, ni procura inducir a quienes arriman las vislumbres del alma a sus páginas a ponerse al servicio de ningún propósito ajeno al despertar a la autoconciencia del principiante en los asuntos de orden filosófico, como bien usted ha indicado. Propiciar un encuentro de la persona con el argumento de su vida, en uno y otros casos, siempre, mediante la lectura directa de los textos de los filósofos convocados al diálogo.
Quiere ser, asimismo, un retrato dinámico de la filosofía; en construcción, como proceso, más que como resultado. En pocas palabras, un esbozo de su carácter riguroso, problemático e incompleto. La filosofía es una escuela de libertad y, en esa medida, deviene donadora de ciudadanía. En tal sentido, es una aliada de la democracia. Pero de la democracia que apuesta a la dignidad constitutiva de las personas; al derecho irrefragable de cada ser humano a la igualdad de oportunidades, al libre juego de las ideas y a la ética del mejor argumento. Algo bastante distante de la mascarada ambiente.
En una palabra, Dr. Merejo, comparto su punto de vista de que esa compilación no es, en modo alguno, un manual, pues nada pretende enseñar. Le es suficiente con poner al alcance de quienes deseen iniciarse en los caminos propios del pensamiento, de la autoconciencia y de la comprensión de su mundo, un puñado de destrezas y elementos de juicios tendentes a tener el valor de servirse de su propia razón, como clamaba Kant. De pasadas, justo es decirlo, se propone despertar el amor por la lectura y la consideración sistemática de los asuntos de orden filosófico, a través de una serie de textos sencillos y breves, seleccionadas cuidadosamente, con las miras puestas en aquellos que jamás han tenido una vivencia o experiencia filosófica estructurada.