“La globalización puso en marcha procesos comunicacionales, gracias a un sofisticado sistema de satélites que hicieron posible la interacción humana en tiempo real, disparando los niveles de información existente, así como el intercambio comercial por internet. En fin, el despliegue dialéctico de lo virtual y lo real, los nuevos vínculos entre saber- producción, y en general, el advenimiento de lo que Andrés Merejo llama Cibermundo, cambiaron la realidad para siempre”.
(A.M): En ese texto “Filosofía para pensar” hay una crítica a la concepción de Francis Fukuyama, sobre el fin de la historia y la visión unilateral de la globalización, de manera puntual, al enfoque economicista y dice que “Desde la filosofía se pondría mayor interés en un enfoque totalizador, amplio y abarcador que recojas todas las perspectivas existentes en el mundo intelectual contemporáneo, ello evitaría las unilateralidades y nos aproximaríamos más a la verdad” (ibíd., p.93). En ese texto se focaliza una crítica a la concepción filosófica de Fukuyama, desde el marxismo ¿aunque no propiamente al marxismo que es parte de la continuación de esa historia hegeliana, asumida por este filósofo?
(R.M): En relación a Fukuyama, y su conocida tesis sobre el “fin de la historia”, hay que distinguir entre el fin de una historia y el” fin de la historia”, son cosas muy distintas, por lo menos cuando se quiere ser claro, no hacerse ilusiones, creando algarabías y cantando falsas victorias. Con el derrumbe del muro de Berlín (1989) se cierra aquella historia de luchas entre el proletariado y la burguesía, que Marx y Engels iniciaron con la publicación del Manifiesto Comunista (1848). También, el derrumbe de dicho muro es el símbolo del fin de la guerra fría, entre el Bloque Socialista y el Bloque Capitalista, que surgió inmediatamente al final de la de Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Esos dos eventos tienen una gran relevancia, pero no son, ni con mucho, el fin de la historia de la humanidad.
Los seres humanos siempre harán historia de la misma manera que necesitan trabajar para ganarse el sustento, y al hacerlo se organizan de alguna manera produciendo fuerzas productivas y relaciones sociales.
Ya en aquel entonces, Filosofía para pensar (2007), escribí: “la historia es indetenible mientras haya seres humanos que vivan llenos de necesidades y aspiraciones” (Morla, 2007:98). Por doquier brotará la vida, en su manifestación biológica y social, y surgirán las nuevas utopías, que enlazarán lo bueno del pasado, y preludiarán el porvenir que nos espera.
Hablo con optimismo, como respuesta a la mentalidad decadente, de la modernidad tardía o posmodernidad, que ha proclamado la muerte y fin de todo. Así hablan de la muerte de los valores, de las utopías, del fin de la historia y el progreso. ¿No buscarán estas ideas apocalípticas llevar el desánimo a los pueblos para que no luchen por un mundo mejor?
En aquel entonces, también adopté una actitud crítica frente a la globalización en auge, porque desde los centros del poder global se ofertaba como la panacea para todos los problemas de la humanidad. ¿Cómo podía serlo si sólo atendía al desarrollo económico en detrimento de los demás elementos que entran en la totalidad de lo humano?
“Hay que desarrollar una filosofía íntegra sobre la vida humana, que no reduzca las personas a su dimensión material, olvidando que el humano es unidad cuerpo-alma, materia -conciencia. Hay que desarrollar las fuerzas productivas, pero también hay que desarrollar el espíritu de convivencia, la responsabilidad y la tolerancia, como condición necesaria para que el valor de la paz eche raíces profundas en el tejido social” (Morla, 2007; 106).
(A.M): En cuanto a la globalización que criticas, de manera precisa, la globalización neoliberal, economicista, entra en parte, la línea de trabajo que he asumido, de que la globalización en cuanto proceso filosófico, político, histórico y de innovación tecnológica global, también ha ido configurando una globalización con rostro digital y ciberespacial desde finales de la década de los 90 del siglo XX. Esta abre una zanja con relación a los antiguos procesos globales que se daban en otros tiempos. Lo cual significa otras valoraciones filosóficas dentro de su dimensión filosófica y otra valoración histórica dentro de sus procesos históricos. ¿En qué dimensión filosófica enfocas la globalización- desglobalización y el proceso cibernetico- tecnológico digital -cuántico que va expandiéndose en lo social, cultural, político y económico?
(R.M): La existencia actual, con sus incertidumbres, riegos y desigualdades, se caracteriza por cambios súbitos, muy rápidos, de ahí que Anthony Giddens, habla de “mundo desbocado”. Ahora bien, el mundo de hoy se dice de muchas maneras: sociedad del conocimiento, postindustrialismo, postmodernidad, mundialización y globalización.
Me gustaría hablar de mundialización, entendiendo por tal un proceso de integración económica, política, social y cultural, que aun teniendo antecedentes, se desarrolla sobre todo a partir del “descubrimiento de América”. Entonces, la globalización que se entroniza, a partir del derrumbe del Muro de Berlín en 1989, sería la mundialización de nuestros días. Siendo asi, la mundialización tiene cientos de años, mientras que a la globalización solo le han transcurrido 30 años.
¿Qué caracteriza a este último momento de la mundialización, llamado eufemísticamente globalización? En lo económico, surgieron los tratados de libre comercio; en lo cultural, la sociedad comenzó a moverse hacia el multiculturalismo, es decir, al reconocimiento de la diversidad cultural, y a la creación de Estados nacionales pluriculturales, Bolivia, por ejemplo.
Se estrechó el vínculo entre conocimiento y producción, donde el saber se convierte en fuerza motriz del desarrollo social, en el sentido en que dice Peter Drucker, en su obra La Sociedad Postcapitalista.
La globalización puso en marcha procesos comunicacionales, gracias a un sofisticado sistema de satélites que hicieron posible la interacción humana en tiempo real, disparando los niveles de información existente, así como el intercambio comercial por internet. En fin, el despliegue dialéctico de lo virtual y lo real, los nuevos vínculos entre saber- producción, y en general, el advenimiento de lo que Andrés Merejo llama Cibermundo, cambiaron la realidad para siempre.
(A.M): En el libro Modernidad e Ilustración en Hispanoamérica. Una Reflexión en torno al ser Latinoamericano (2010), nos explicas que en el transcurso del siglo XVIII hasta principio del siglo XIX, en el mundo hispanoamericano, no llegó a existir un movimiento ilustrado a la altura de un Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot y D’Alembert. Lo que significa que sus críticas a la estructura colonial y escolástica no llegaron a impactar en todo el proceso de la lucha por la independencia latinoamericana. Sin embargo, de acuerdo a tu discurso: Al igual que ocurriera en España, en América, el desarrollo de las ideas Ilustradas fue asunto de minorías (…). Dicha cultura se difundió entre los reducidos círculos de intelectuales criollos” (P.39). La limitación del proyecto ilustrado en Hispanoamérica se quedó estacionado en pequeños círculos de intelectuales ¿La cultura de pobreza, falta de educación e indigencia social en qué han vivido esos pueblos, es lo que impidió su repercusión en la cultura- sociedad?
(R.M): Tanto en Europa como en América, la Ilustración fue un asunto de minorías. Por eso Kant, en su celebrado ensayo, ¿Qué es la ilustración? (1795), distingue entre un momento de lustración y una época ilustrada. Hoy no parece que vivamos ni una cosa ni la otra. La Ilustración francesa impactó en Hispanoamérica, dos franceses, Montesquieu y Rousseau, fueron los que más influyeron con sus respectivas obras, a saber: El espíritu de las leyes, El contrato social y el Discurso sobre el origen de las desigualdades entre los hombres.
Como había que constituir nuevas repúblicas, se leyó el Espíritu de las leyes, para conocer el alcance y límite de los poderes del Estado; además, El contrato social, porque había que justificar el rompimiento del viejo contrato con el rey Fernando VII, preso en la Francia napoleónica, por demás imposibilitado para ejercer el poder. Entonces era necesario un nuevo contrato social, entre España y sus colonias de América. Y, por último, como los criollos se sentían marginados por los españoles llegados de la metrópoli, se estudió atentamente el Discurso del origen de las desigualdades, para argumentar la condición de igual con los enviados de lejanas tierras, que se crían predestinados a mandar de este lado del Atlántico.
Las ideas ilustradas, en su momento, de cambio y transformación social, penetraron en una pequeña minoría de criollos, que por su posición social tenían acceso a lo mejor de la cultura del momento. Solo algunos miembros decididos de ese grupo, discutió los textos políticos de la Ilustración francesa.
Ninguna sociedad puede desarrollarse en condiciones de dependencia colonial. Pocas personas tenían la posibilidad de educarse a la altura de 1808, año en que inicia la efervescencia anticolonial e independentista en América. La pobreza, la indigencia, la ignorancia y la ideología colonial, fueron males que impidieron el desarrollo de las colonias de España en América. Luego de las independencias esta situación de atraso se mantuvo igual, y solo experimentó algún cambio en las últimas décadas del siglo XIX. Ello explica por qué las ideas de libertad, igualdad, republicanismo y democracia, que fueron insertadas en las nuevas constituciones de los estados nacionales, como parte del proyecto moderno e ilustrado no encontraron su debido correlato en la pobre realidad social de nuestros países. Ello generó una incongruencia entre las ideas y la realidad, entre la práctica política de los sujetos sociales y la legalidad contenida en el contrato social constitucional.
(A.M): El problema de la educación, le preocupaba a Simón Bolívar, para alcanzar la libertad, la justicia y un sistema jurídico independiente y de desarrollo social, popular y representativo. La formación ilustrada de Bolívar, su pensamiento y sus acciones, lo sitúan como hombre libertador y que para ti es “un padre libertador, pues liberó a millones de hombres y mujeres de la cadena de la esclavitud. Fue el liberador de Venezuela, Nueva Granada, Ecuador, Perú y Bolivia” (Ibid.87). ¿A pesar, de que en algunas ocasiones se proclamó dictador?
(R.M): Bolívar, en tanto ilustrado, creyó en las instituciones democráticas, y en el republicanismo que las contiene, pero debió haber sentido que sus ideas, revolucionarias para la época, no permeaban la realidad atrasada, en que se pretendían aplicar. Entonces la dictadura, y todos los males que ella acarrea se abrieron paso en el cuerpo social de las recién constituidas repúblicas.
(A.M): Sin embargo, ese Bolívar que consideras “el más grande de los libertadores de Hispanoamérica. Es una suerte de síntesis entre Napoleón Bonaparte y Vladimir Lenin”. Lo de Napoleón, según tus ideas por lo militar, porque ambos “llegaron a poseer un excelente dominio de la guerra” y por buscar la manera de “organizar la vida del Estado”(…) . En cuanto a lo común con Lenin, “fue un conductor de pueblos, un hombre que supo combinar la teoría con la práctica”(ibid,94). Sin embargo, cuando a ese líder se le fragmento el proyecto de la Gran Colombia, en el 1826, dijo: “He arado en el mar y he sembrado en el viento” ¿Murió pesimista, desgarrado y sin horizontes?
(R.M): Bolívar hizo uno permanente uso de la razón y fue un educador colectivo de los pueblos hispanoamericanos. Fue, asimismo, un jefe político y militar, que derrotó al ejército español y liberó varias repúblicas de la cadena de la esclavitud política. Fracasó varias veces, pero se sobrepuso, y al final por sus luchas y triunfos se convirtió en el Libertador de América. Esto es grandioso, pocos hombres lo han logrado sobre la faz de tierra. Luego, para hacer realidad su proyecto liberador y afianzar sus triunfos, se propuso unificar los pueblos hispanoamericanos a través de una confederación que llamó la Gran Colombia, un ideal tan viable como hermoso y necesario, pero no pudo hacerlo realidad, y sobrevino la fragmentación. ¿Por qué un triunfador al final de sus días, ya viejo y enfermo, se siente arar en el desierto? ¿Es hijo ese relativo fracaso del atraso de nuestros pueblos? ¿Es producto de los intereses grupales y de la ambición humana? Me inclino por pensar que la vida, tal y como la conocemos, está compuesta inevitablemente de triunfos y derrotas, y que ambas situaciones, más allá de todo deseo humano, de eliminar la parte no agradable de la vida, son en absoluto normales.
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