(AM): En esta era del cibermundo, de agitación virtual y de innovación tecnocientífica, el conocimiento cambia a cada instante, cualquier intento de preservar una teoría sin un espíritu de reformulación deviene en obsoleta. ¿Es vigente el enfoque de Kuhn sobre la preservación como un valor más importante que la innovación?
(LD): Debemos colocar en perspectiva la postura de Kuhn. Ya en su época comenzaba a hacerse hincapié en el pensamiento innovador o divergente, y se minimizaba el pensamiento convergente. Kuhn subrayó el papel de este, porque quería subrayar que el primero no es posible sin el segundo. Las rupturas se dan en el marco de una tradición. La ciencia requiere de ambos. Kuhn hablaba de una “tensión esencial” entre el pensamiento convergente y el divergente. Si solo tuviéramos el primero, nuestro conocimiento del mundo se fosilizaría; pero si solo existiera el segundo, entonces no preservaríamos los contenidos cognoscitivos necesarios para el aprendizaje y la constitución de las comunidades científicas.
(AM): Desde los estudios actuales sobre la ciencia, encuentro un desfase en el pensamiento de Kuhn con relación a la ciencia y la tecnología, ya que para él ambas son autónomas, no articula ciencia y tecnología.
(LD): Tienes razón. Uno de los principales críticos de Kuhn, el epistemólogo social Steve Fuller, sostiene que Kuhn quiso preservar la autonomía de la ciencia con respecto a la tecnología, porque esta se relaciona directamente con las demandas de la sociedad civil. Kuhn quería preservar la autonomía de la ciencia, para defender la autonomía de las comunidades científicas, a las que veía como las únicas reguladoras de su trabajo. Esta postura ya era cuestionada en su tiempo y tiene serias implicaciones éticas. El conocimiento científico está vinculado a ingenierías y tecnologías que afectan a todas las personas, sean científicas o no. Si en su época la tesis de la demarcación estricta ya era cuestionable, hoy resulta insostenible.
Otra cosa muy distinta es preservar la idea de una cierta demarcación que no reduzca la ciencia a las demandas tecnológicas del mercado, a las necesidades industriales y militares. Esto si me parece saludable. La ciencia no debe ser reducida a intereses utilitarios, aunque ella nos ayude a llevar una vida más confortable. Es una forma de dotar de sentido al mundo y un mecanismo extraordinario al servicio de la adaptación y sobrevivencia de nuestra especie.
(AM). En tu libro “Las Tensiones de Thomas Kuhn: Una perspectiva crítica para los Estudios Sociales y Culturales de la Ciencia” (2014), ganador del Premio Nacional de Ensayo, hablas de la existencia de unas tensiones en La estructura de las revoluciones científicas. ¿En qué consiste el concepto de tensión de La estructura?
(LD): Con este concepto me refiero a la existencia de una serie de contrastes inherentes a un sistema teórico que generan ambigüedades en los conceptos básicos y sus explicaciones. Por ejemplo, en el ensayo sostengo que existe una tensión en La estructura de las revoluciones científicas entre una perspectiva de la ciencia como sistema de conocimientos y la ciencia como sistema de prácticas. A partir de esta tensión, hay unos contrastes entre el rol que juegan las teorías y las habilidades tácitas en el desarrollo científico. Como ha dicho el estudioso de Kuhn, Alexander Bird, en la obra de Kuhn hay una minimización del rol que juegan las teorías durante el proceso explicativo de los ejemplares que contrasta con la sobrestimación que juegan las teorías en el proyecto descriptivo del cambio conceptual. Ese no era el propósito originario de Kuhn. El concepto de paradigma debía implicar teorías, ejemplares, instrumentos. Pero esa integración falla por las ambigüedades en el uso del concepto que se derivan de las tensiones de su teoría de la ciencia.
Otra tensión es la que se relaciona con el problema de si la ciencia es una actividad hermenéutica. A partir de lo dicho sobre el debate con Taylor, lo lógico es asumir que Kuhn concibe la ciencia como una empresa hermenéutica. Sin embargo, a partir de su modelo dicotómico entre un período no innovador denominado ciencia normal y uno creativo, el de la ciencia revolucionaria, recupera la demarcación clásica entre ciencias naturales y humanas después de haber intentado debilitarlas en su discusión con Taylor. Así que, a pesar de partir de una lectura hermenéutica del problema, concluye que las ciencias naturales, a diferencia de las ciencias humanas, tienen una base hermenéutica, pero no son empresas hermenéuticas.
(AM): Uno de los supuestos más comunes en nuestra visión epistemológica es la idea de que la ciencia es un sistema de conocimientos que posee un método universal y homogéneo. Como investigador de la filosofía de la ciencia y de la epistemología, ¿Qué opinas de este planteamiento?
(LD): En mis clases de filosofía de la ciencia llamo a esa postura el “fetichismo del método”. El gran matemático Rene Thom escribió un artículo interesante al respecto: “El mito del método experimental”, donde cuestiona esta actitud de culto al método y recupera el papel que jugó el concepto teórico de función y=f(X), para el surgimiento de la ciencia moderna.
Existe la idea de que la ciencia es fundamentalmente un sistema de conocimientos explicitables en reglas universales y absolutas. Para enmendar esa idea, Kuhn introdujo el concepto de paradigma. Solo que las ambigüedades que he señalado desdibujaban la idea de que los paradigmas podían reemplazara las reglas como fundamento de la ciencia. Sin embargo, hay un aspecto muy valioso de la perspectiva kuhniana: la idea de que la ciencia es una actividad, mucho más un sistema de prácticas que generan conocimientos que un sistema de conocimientos que generan prácticas.
Pensemos en algunas actividades de la vida cotidiana: nadar, bailar, montar bicicleta, manejar un vehículo. Es verdad que podemos ir a una escuela de natación, de baile o de conducción. Pero no aprendemos realmente esas actividades leyendo libros de cómo se hacen, o porque nos enseñen reglas sobre ellas. Se aprenden haciéndolas.
Del mismo modo, la ciencia, al tratarse de una actividad, se aprende haciéndola. Gran parte de su aprendizaje consiste en el desarrollo de unas habilidades tácitas: identificar problemas, relacionar fenómenos, manejar instrumentos. No hay un conjunto de reglas universales para aprender esas habilidades. Se desarrollan a partir de un ejercicio continuo, sistemático y orientado. Esta es una de las ideas más importantes y vigentes de la teoría kuhniana de la cien cia.
Tampoco existen reglas universales para el descubrimiento científico. Popper ironizaba diciendo que él era el profesor de una disciplina inexistente. Se refería a la metodología, entendida como la disciplina que enseña las reglas para producir conocimiento, para hallar la verdad. Esta idea es errónea. Es la que lleva a pensar que uno se puede hacer investigador leyendo libros de metodología o haciendo muchos cursos de metodología. Es como si alguien pensara que puede aprender a nadar leyendo libros de natación o aprender a bailar escuchando a un profesor recitar los pasos que deben darse en un determinado género musical.
La idea de un método como conjunto de reglas necesarias y suficientes responde al imaginario cartesiano de un sujeto autofundante que, si se extravía en el sendero del conocimiento, se debe a que emplea un método inadecuado. Por tanto, debe reflexionar sobre cuál es el método para encontrar la certeza, necesaria para hallar la verdad.
Pero hoy sabemos que la certeza no es una buena amiga de la verdad. Que yo tenga la certeza de que un enunciado es verdadero, no le agrega valor de verdad y puede frenarme en la búsqueda del conocimiento. Por otra parte, la verdad no es definitiva. Nuestro conocimiento del mundo es probable. Una de las sentencias más afortunadas de la epistemología es esta simple frase de Popper: “no sabemos, solo suponemos”. Formulamos hipótesis sobre el mundo que vamos refinando y mejorando con respecto a otras, pero estas también serán a su vez superadas o reformuladas a medida que avanza nuestro conocimiento del mundo.