Dustin Muñoz (1972, República Dominicana) es doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco (Tesis: La Estética de lo Feo en las Pinturas Negras de Goya). Maestría en Metodología de Investigación Científica y Licenciado en Filosofía, Magna Cum Laude, por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Ha obtenido Primer Premio de pintura en múltiples concursos y en bienales, recibiendo numerosas distinciones, entre ellas el Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña (2019), el Premio Nacional de la Juventud (2005) y la premiación de la JCI Jaycees 72 como Joven Sobresaliente de la República Dominicana (2004). Ha realizado cuatro exposiciones individuales y ha participado en colectivas a nivel nacional e internacional. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas y en museos nacionales y extranjeros. Sus murales se exhiben en tres de las principales catedrales del país y en el emblemático Obelisco de la Ciudad de Santo Domingo. Decenas de libros de diversas áreas llevan portadas con obras de su autoría y tres de sus obras han sido seleccionadas para sello postal del Instituto Postal Dominicano. Profesor en la Escuela Nacional de Artes Visuales y en la Escuela de Filosofía de la UASD. Fue director del Sistema Nacional de Formación Artística del 2004 hasta el 2008 y Subdirector General de Bellas Artes del 2008 hasta el 2020.
1 de 4
Andrés Merejo (AM): En tu libro La contemplación Estética de lo feo (2020), el cual ganó el premio de ensayo Pedro Henríquez Ureña, en el 2019, se define la estética como una disciplina filosófica que va más allá del arte, que entra en el vasto imperio de lo bello como diría el filósofo Hegel, ya que “reflexiona en torno a la apariencia de las obras, en cuanto a estructura como generadora de valoraciones: trata la vinculación del artista-obra o espectador-obra en tanto relaciones que determinan experiencias que permiten la formulación de juicios valorativos; asimismo, abarca las cuestiones vinculadas a las apariencia de los objetos naturales y artificiales “(p.19). ¿La estética no queda atrapada en la filosofía, aunque parte de esta en cuanto a definición?
Dustin Muñoz (DM):
La estética debe ser vista en dos sentidos: como experiencia y como disciplina. En ambos casos, en términos estrictos, no escapa del ámbito filosófico. Como experiencia representa todo lo que de ella deviene a partir de la relación que establece en la práctica el sujeto, como espectador, con el objeto generador de los juicios valorativos. Tal relación sujeto-objeto en el ámbito estético activa necesariamente las posiciones problemáticas de objetivismo y subjetivismo, en este caso respecto a las apariencias de las cosas. De esa manera, el juicio que emite el sujeto, como resultado de la experiencia ante el objeto, responde a una valoración previa sobre la apariencia de dicho objeto. En ese sentido, la estética como experiencia es una cuestión eminentemente axiológica. Lo que de ella deviene es una teoría de los valores sobre las apariencias de las cosas.
Como disciplina la estética lleva consigo en la grupa unas alforjas repletas de cuestiones, de carácter normativo, que pueden parecer claras y distintas, pero que no dejan de ser también sumamente problemáticas. Muchas de esas cuestiones normativas y canónicas están fundamentadas en argumentos de autoridad que pretenden reducir las cuestiones complejas que presenta su objeto de estudio al mero hecho de lo establecido ya en una tradición teórica, muchas veces seguidas de forma dogmática. En ese sentido, a la estética como disciplina se le pone a cargar con enseres que corresponden a otras áreas. De esa forma, se observa que en muchas ocasiones la estética como disciplina no estudia necesariamente las experiencias estéticas, sino que se sale de su objeto de estudio y entra en unos espacios que desbordan las cuestiones axiológicas de las apariencias y de lo perceptible por los sentidos. Una estética que se confunde entonces con filosofía del arte, con iconología, con iconografía, etc.
Cuando eso sucede, tal objeto de estudio de la disciplina toma un matiz relativista, en tanto que la iconología y la iconografía son cuestiones gnoseológicas sobre las representaciones, o sea sobre el posible significado de las formas y de las imágenes, al margen del acto contemplativo. La iconología para el caso del observador que se detiene delante de una obra para identificar un posible contenido a partir del significado de las imágenes plasmadas; y, la iconografía para el que produce o describe representaciones a partir de sus conocimientos y creencias. Por otro lado, ciertamente, la estética tiene vinculaciones con la ontología, en tanto que hay un hecho que genera una contemplación y produce valoraciones, pero no tiene vinculaciones con la teleología (más allá de la finalidad sin fin) ni con la gnoseología (más allá del conocimiento inferior de los sentidos) en la misma dimensión que si lo tiene la filosofía del arte.
Dicho esto, la estética es una disciplina filosófica que forma parte de la axiología. En ese orden de ideas tiene que ver con las valoraciones, y se circunscribe específicamente a las valoraciones relacionadas con las apariencias de todas las cosas perceptibles por los sentidos, sean estas naturales, artificiales o artísticas. En ese aspecto su objeto de estudio es más abarcador que el de la filosofía del arte, aunque su quehacer en el arte específicamente tiene menor alcance que la filosofía del arte.
(AM): La filosofía del arte se despliega en causas, fines en el ámbito de creación artística envuelta en imágenes, en valores y en la que se comprende que: “El territorio de la experiencia estética es más amplio que el de la experiencia del arte, pero también más abarcador que el de la experiencia de la belleza” (íbid,24). El artista, gracias a la capacidad de simbolizar (el lenguaje) y su voluntad de poderío de fuerza activa, es creador y recreador del mundo artístico, expresa en el interior de la obra parte de su vida, aunque no se reduzca, ya que la obra le trasciende. ¿Cómo articulas la filosofía del arte con tu propia producción artística y tu ejercicio filosófico?
(DM): El artista como creador es en principio un filósofo del arte, en el sentido etimológico de la palabra filosofía. En tanto que la creación, en sí, es un acto de curiosidad que implica asombro y admiración. Y de hecho, aunque los críticos de arte regularmente no lo advierten, el artista está más cerca de la filosofía del arte que de la estética. Toda vez que se puede hacer arte al margen de la estética, pero no al margen de la filosofía del arte. Por poner un caso contemporáneo como ejemplo: el arte conceptual se justifica desde una postura filosófica que nada tiene que ver con la estética, en tanto que su fundamento es por demás una cuestión antinómica de la estética y su objeto de estudio. De manera que está a opción del artista determinar la cuestión ontológica y teleológica de su producción, de si desea contar con espectadores o con observadores, de si persigue con sus creaciones el acto de la contemplación o solo el de la observación.
Dicho todo esto, mi producción como artista se fundamenta en un estado consciente de tal realidad. En ese sentido, yo tengo una postura filosófica respecto al arte que no responde a cuestiones pasajeras de modas contemporáneas. Cuando hago arte —lo que entiendo por arte y lo que puedo defender como tal cosa— lo hago como resultado de un estado consciente de lo que ello implica en término ontológico y teleológico. Claro, para crear arte es necesario contar con unas técnicas y unos recursos propiamente artísticos, que están más allá de cualquier posición filosófica respecto al arte, y que son indispensables para hacer sensible de forma creíble alguna idea. Sin el dominio de tales recursos, desde mi punto de vista, estaríamos asistiendo a una estafa artística sustentada en falsos discursos teóricos.
(AM): Desde la filosofía de la Grecia antigua, la mirada no solo es asombro, contemplación y cuidado de sí, ya que entran en juego datos como conjunto de información y posiciones críticas que producen conocimientos y experiencias de vida. Esto se expresa en subjetividades y se mueve en entramados e interioridades de poderes y resistencias.
En el ámbito artístico, se juega con relación a lo visual, a las miradas del ser humano como acción que puede ver o percibir: “Sin embargo, el caso de la contemplación se requiere el cuidado de la atención. De tal modo que se puede mirar sin lograr ver algo y ver sin llegar a contemplar” (p.24).
¿La mirada en el discurso filosófico va más allá de un simple ver? ¿Se puede ver y no mirar, en cuanto enfoque y agudeza? Todo el mundo ve, ¿pero necesariamente mira?
(DM): Bueno, lo primero que debo aclarar es que aquí utilizo el concepto mirar solo en el sentido visual de: dirigir la vista hacia alguien o algo para ver, y no en el sentido de: examinar algo o a alguien despacio y con cuidado para conocer. De manera que mi consideración sobre el mirar en el contexto sensible de la vista es una y solo una, y no combino las dos aserciones mencionadas de dicho concepto, procurando respetar así la función del término medio para no violar la regla del silogismo. Cuando un sujeto mira tiene intención de ver, pero no significa que con el sólo hecho de mirar ya es suficiente para completar la intención de ver, en el sentido de percibir algo. En ese tenor, la aserción de mirar como examinar algo o a alguien despacio y con cuidado para conocer, desde mi punto de vista, está más próxima del concepto ver que del concepto mirar.
En ese contexto sostengo que muchas acciones humanas tienen como base originaria la mirada: para ver, para observar y para contemplar. Al ver, el sujeto logra su objetivo a través del sentido de la vista: un conocimiento visual sensible de algo; al observar, el sujeto procura, a través de un proceso mediato, conocer el objeto; y, al contemplar, el sujeto queda absorbido por el acto mismo, suspendido del espacio-tiempo cotidianos. El argumento aclaratorio es que se puede mirar sin lograr ver algo, de la misma manera que se puede ver algo sin llegar al acto propio de la contemplación. No obstante, en el contexto filosófico de la estética los conceptos claves, para determinar cuándo se está en el ámbito estético y cuando no, son: observar y contemplar. El primero como proceso analítico interesado y el segundo como actitud desinteresada cuya finalidad no persigue un fin.