Eleanor Grimaldi Silié/Colaboración especial
Como sabemos la literatura infantil empieza con los niños desde la cuna, y a veces antes: las nanas, los cuentos y tradiciones que se han utilizado a través del tiempo.
Algunas noticias hemos tenido de manifestaciones infantiles en las sociedades aborígenes y entre los taínos nuestros, sabemos que existieron: juegos, canciones y tradiciones orales.
Ha habido una evolución del género desde los tiempos más antiguos de la humanidad, y también de los medios audiovisuales con que cuenta el niño para escuchar y leer, no obstante, el fomento de la lectura aun es un reto para casi todas las naciones.
Los libros siguen siendo parte de las preferencias infantiles, sobre todo si están bien ilustrados y responden a su nivel cognoscitivo.
En nuestro país, la literatura infantil desde los inicios, ha estado vinculada al magisterio y eso lo podemos comprobar revisando los primeros cuentos y poemas escritos por mujeres dominicanas que se han incluido en libros de textos.
La mujer maestra tiene una especial vocación para tratar con los pequeños y Karina Castillo le hace honor a sus inclinaciones y a su práctica magisterial.
En estos cuentos el lector encuentra una narrativa ágil, un lenguaje directo y sobre todo sueños, suspiros, risa, intriga, donde el entorno del niño y las cosas que le rodean le hacen vivir experiencias cotidianas.
Explora el humor, la imaginación, el miedo, pero también como los clásicos, mezcla realidad y fantasía; utiliza una gama de objetos inanimados como los juguetes, y pone al niño en contacto directo con su realidad, el entorno, sus intereses y algunas antítesis de la vida.
Alude a elementos de la naturaleza: plantas, animales, juguetes y personajes que ella involucra en los textos Explora el miedo, la curiosidad y la sorpresa, características que encontramos en los cuentos clásicos de los hermanos Grimm. Todo esto, mezclado con una gama de emociones y ese hálito de ternura tan indispensable para hacerlos crecer.
Y también recurre a imágenes poéticas cuando dice: “Por ello, cada vez que, al volar entre las flores, veía la sombra de un nubarrón que la cubría, la mariposa batía sus alas hacia la hoja más cercana y allí esperaba por “el néctar que cae del cielo”, puro y cristalino, que hacía que todo resplandeciera y fuera mucho mejor”
En un país como el nuestro donde el género de la literatura para niños podríamos llamarle que está en pleno desarrollo, los niños que viven en un entorno febril, acosados por la violencia doméstica o en la calle, en un ambiente inédito, donde los valores humanos y la calidad de la vida se deteriora cada vez más, solo podemos fomentar el amor a la lectura a través de la literatura.
Karina con su narrativa dedicada a los pequeños, aporta a la salud emocional de los niños y es una promesa por su vocación para escribir cada vez mejores textos.
Exhorto a la autora, a continuar con su vocación y a seguir adelante animando a los niños con su literatura.