SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Cólmame de sentido y me verás morir junto a tu cuerpo. Dame alguna razón para pertenecer a tus días y traeré tras de mí a la muerte para que nos recuerde que todo llega a un final. Estúdiame y retráctate a tiempo antes de que enloquezcas, pues podría parecernos un poco, luego.

No estamos hechos el uno para el otro ni viceversa, estamos hechos para perecer. Si me miras frente al espejo estarás viendo solo una sombra de ti, mientras que si me miras al cerrar los ojos, me mantendrás intacto antes de verme partir.

¿Por qué tanto miedo? ¿por qué tanta desolación? ¿Acaso será que estamos tan llenos que no nos cabe nada en el interior, o quizá estemos tan vacíos que nos entra cualquier cosa?

No me justifiques, no soy un sortilegio vano de esos que nos echamos para validar la existencia. Sí que soy egoísta, y tengo miedo también. Quizás esté buscando a una mujer perfecta que no existe más que en mis carencias internas, y quizá no esté preparado para mirarte a la cara y darte un poco de mí.

No me comparto. Tampoco me hago fiestas a mí mismo. Pretender y pretender y pretender mientras los textos sigan guindados al cordel y los palitos de ropa humedecidos por la tráquea podrida de un grito sordo se encuentren al borde de inmiscuirse en algún que otro asunto.

Pretender y pretender y pretender con el dolor en la garganta y las lágrimas secas que no han de querer salir por miedo a la verdad.

Pretender y pretender y pretende para resucitar distante en un sarcófago de tiempo, tiempo negruzco y verdoso que se hace carne podrida.

Si me miras frente al espejo estarás viendo solo una sombra de ti, mientras que si me miras al cerrar los ojos, me mantendrás intacto antes de verme partir

Grisáceo espasmo de relieves que me hacen volverme simbolista y retratista y enfermo. Quizás sea un poeta maldito o quizá sea un simple siervo de la vanidad. Puede que este sea mi último poema, o quizá ya no escriba la verdad.Quizás estén calladas las aves de aquel tiempo, esas que se iban al horizonte para morir en mi memoria y volver a palpitar en un recuerdo distante y ajeno de una visión.

Quisiera tener agallas para drogarme como tantos otros y así decir que lo he probado todo, pero no. No me dejan los criterios que se han establecido, malditos cada uno de ellos, como los poetas. "Me trago diez pelis de gansters en un día, masturbándome", y así quién podría dudar de mi poesía.

Estoy maldito como un beatnick que vivió tres días después de su muerte,  un francés pedante que se cogía a un jovencito poeta llamado Rimbaud, o un ser que se volvió heraldo negro para morir en París.

Esta vez no habrán penumbras que oculten nuestros verdaderos rostros, pues a la luz del día es que se aprecian nuestras imperfecciones. Aún tienes tiempo para irte. Por favor apaga la luz y deja la puerta abierta

A veces las palabras sin sentido que son escritas sin orden lógico dicen más que las traducciones literarias de los poetas que escriben por convertirse en celebridades, por fraguar su estampa en las estepas nauseabundas de la metrópoli, o el altar de cristalinas esferas en el mundo virtual.

Me trago un par de líneas de poesía y me desarrollo mentalmente cual esquizofrénico que crea historias para olvidarlas segundos después, como el mundo que no ha de leer estas líneas. Me cago en cuarenta carcajadas sin sabor para volver el llanto en afrodisíaca ambrosía.

Mis miedos y mis poemas a veces no se complementan. Millares de veces se escribe por retratar la belleza, otra por engrandecer el alma ante los demás burlones de esta sátira. Otras tantas para ostentar un trono imaginario ante los que los súbditos deban arrodillarse.

Esta es una de las pocas veces en la que se escribe sin razón más aparente que las que subyacen ante las líneas y se quedan conmigo, porque este contador de historias pretende burlarse de los lectores guardándose la mejor parte para sí, como la música que compone sus sonidos y disfruta de sus silencios.

Cólmame de sentido y me verás morir junto a tu cuerpo, pero esta vez estarás desnuda. Esta vez tratarás de sacarme las espinas de pez con la boca para no cortarte. Esta vez no habrán penumbras que oculten nuestros verdaderos rostros, pues a la luz del día es que se aprecian nuestras imperfecciones. Aún tienes tiempo para irte. Por favor apaga la luz y deja la puerta abierta.