Determinadas versiones de la Crítica Literaria han establecido que el significado estándar de las construcciones lingüísticas corresponde al lenguaje literal, mientras que el significado no-estándar pertenece al lenguaje figurativo. Dicha dicotomía constituye dos fachadas contrapuestas de la expresión lingüística.
Bajo esta conjetura, a priori, de acuerdo a la franja formalista, el lenguaje estándar o literal atañe a las oraciones y expresiones no-poéticas, en tanto el lenguaje no-estándar o figurativo compete a las oraciones y expresiones poéticas. En otras palabras: el primero concierne a la literalidad del lenguaje hablado, cotidiano, práctico, utilitario y científico, mientras el segundo alude a los recursos de las figuras retóricas del discurso, propias, según Roman Jakobson, de la literariedad de la literatura.
De ahí deviene que, por oposición al lenguaje figurativo, la enseñanza de la gramática institucional defina el lenguaje literal en virtud de su significado denotativo, común, habitual, real y directo, totalmente objetivo o acorde a la realidad. Sin embargo, tal práctica pedagógica no contribuye a fortalecer el desarrollo de los educandos en cuanto a la formación, en su aprendizaje, de las categorías conceptuales que, incluso durante la adquisición del lenguaje, se desplazan como entidades metafóricas atraves de todo el espectro cognitivo, lingüístico y de las actividades humanas.
La concepción literal de la dualidad antes mencionada, presupone la existencia de los dispositivos retóricos, pero al margen del discurso extra-literario. En ese sentido, el funcionamiento del lenguaje operaría dentro de los parámetros de un sistema cerrado, en lugar de un sistema abierto, cuyos recursos o insumos ineludiblemente trasiegan todas las disciplinas del conocimiento y la experiencia humana. Por ejemplo: cortar la madera, cortar la tela, cortar la electricidad, cortar el salario, cortar el agua, cortar el biscocho, cortar el teléfono. Ello así debido a la imposibilidad del entendimiento humano respecto a la asignación de las categorías conceptuales, conceptos o términos específicos a cada objeto del universo.
En el entorno de la aplicación InDesign, además de otras, encontramos un numeroso menú lingüístico que forzosamente extrapolamos de contextos totalmente diferentes al mundo digital. Ejemplos: importar comentarios, diseño flotante, exportación de objetos, atajos de teclado, ceñir texto, herramientas, etc. Otrora hablaríamos, entre otras posibilidades, de importar mercancías, diseño de modas, exportación de cacao, atajos de caminos, ceñir la cintura, y de la materialidad de las herramientas.
Obviamente, las extrapolaciones de categorías, conceptos, términos y expresiones nos permiten argumentar, siguiendo a Friedrich Nietzsche (1873), que la metaforicidad es la esencia del lenguaje y que, en esa misma medida, las expresiones lingüísticas no estarían sujetas, en modo alguno, a supuestos significados literales.
—Mengano: [Observando las nubes] ¿En qué te va a especializar?
—Perencejo: [Estudiante de informática] En las nubes.
—Mengano: Trata de no mojarte cuando se rompan.
—Perencejo: Ahora mismo se me rompió la sombrilla.
Alborozo.