Firmada por Andrés Gómez bravo, del diario La Tercera de Chile, se publica una nota periodística sobre la reivindicación que está teniendo a nivel continental escritor de origen dominicano Junot Díaz, luego de haber sido acusado injustamente de conducta impropia contra mujeres. Dice la nota que Junot Díaz está siendo restablecido en posiciones relevantes que antes ocupaba en diversos ambientes. "La prestigiosa Boston Review lo confirmó como su editor de ficción, pese a la renuncia de tres colaboradores. Acusado de misoginia y acoso, su caso ha provocado una discusión pública sobre víctimas y sexismo".
A continuación el texto completo de La Tercera, de Chile:
La pregunta circula hace meses en el ambiente cultural: ¿un gran artista puede ser al mismo tiempo un sexista acosador? O dicho de otra forma, ¿el sexismo de un autor invalida su obra? El movimiento #MeToo abrió las puertas a estas interrogantes y ellas alcanzaron al mundo literario con el caso de Junot Díaz, con toda seguridad uno de los narradores más talentosos de la literatura americana, acusado de misoginia y acoso sexual.
Ganador del Pulitzer 2008 por su novela La maravillosa vida breve de Oscar Wao, Díaz (1968) fue señalado por tres autoras en Twitter, quienes lo responsabilizaron de conductas de acoso y violencia verbal. Las denuncias escalaron de tal forma que el escritor abandonó la presidencia de los Pulitzer y renunció al Festival Literario de Sidney, Australia. Y mientras el MIT, su casa laboral, anunció una investigación por sus conductas, su editor norteamericano suspendió las charlas y presentaciones en torno a su libro infantil Islandborn.
Ampliamente celebrado por sus méritos literarios, así como por la resonancia política de su obra, el caso del escritor de origen dominicano ha provocado divisiones en EEUU.
Hace unos días, la revista Boston Review decidió mantenerlo en su cargo de editor de ficción, el que ejerce desde 2003, aún a costa de la renuncia de tres editoras que lo desaprobaron. “La conducta objetable descrita en los informes públicos no tiene el tipo de severidad que animó el movimiento #MeToo”, declararon Deborah Chasman y Joshua Cohen, responsables de la prestigiosa publicación. “Durante su ejercicio como editor de ficción, hemos publicado a más de 100 escritores emergentes, más de dos tercios de mujeres y muchas de ellas mujeres de color y escritoras queer. Gracias a su esfuerzo, hemos podido lanzar algunos escritores increíbles y publicar fantásticas obras de ficción literaria y ensayos políticos que se alinean fuertemente con nuestra misión democrática”, agregaron.
Ecos del trauma
No es el único respaldo que el autor ha recibido. A mediados de mayo, una veintena de escritoras y académicas publicó una carta abierta que si bien no desestima las acusaciones, condena la forma en que se ha perseguido a Díaz. Para ellas se trata de una campaña de acoso mediática: “Han llevado a la caracterización del escritor como una persona extraña, un depredador sexual, un misógino virulento, un abusador y un agresor”.
Tres semanas antes de las denuncias, Díaz publicó un estremecedor relato personal en The New Yorker, donde revelaba que fue víctima de abuso sexual siendo niño. Y que aquel trauma no solo arruinó su vida y lo transformó en una persona depresiva, también determinó sus relaciones con las mujeres.
Para algunas activistas, aquella fue una forma de escudarse ante las inminentes denuncias en su contra. “Asumo la responsabilidad de mi pasado”, dijo el autor.
“Mientras las historias de mujeres reciben la debida atención y compasión, ellas no deberían usarse para negarle a Díaz lo mismo”, escribió Theresa Concepción en The Washington Post. Víctima también ella misma de abusos en su infancia, observa: “Esta respuesta demuestra cuán poco entiende la sociedad el daño causado a los niños que han sido abusados sexualmente y cómo ese daño continúa en la adultez”.
Linda Martín Alcoff, escritora y profesora de filosofía de la Universidad de Nueva York, una de quienes firmó la carta abierta, explicó en The New York Times que no descarta los testimonios contra Díaz sino el tratamiento que se les ha dispensado. Del mismo modo, extiende la pregunta más allá: así como los agresores deben asumir su responsabilidad individual, no deberían descuidarse las condiciones estructurales que posibilitan el abuso sexual; “eso debe cambiar radicalmente”.
Y mientras algunas activistas insisten en que las obras de Díaz no deberían presentarse en la próxima Feria del Libro de Nueva York, en octubre, los editores buscan protegerse con cláusulas de conducta moral en los contratos.
Cuando se conocieron las denuncias, una académica de Oxford planteó si debía retirar la obra de Díaz de su curso literario; el departamento decidió dejarlo porque no se trata de excluir sino de diversificar las voces. De todos modos, el caso plantea preguntas aún más complejas, como sostuvo Linda Martín Alcoff: “Esta discusión no solo se trata de Junot Díaz y las mujeres a quienes ha maltratado, sino también del #MeToo en su conjunto: cómo se articulan sus objetivos, cómo se construye un nuevo imaginario de liberación tan social como sexual”. ¿Cómo se responde a un sexista arrepentido? ¿Es posible mirar el problema de manera más amplia? ¿Es posible pensar un futuro distinto?