Fue puesta en circulación de la novela Voces de Tomasina Rosario–ensayo sobre el tiempo, de Luis Ernesto Mejía, en la Feria Dominicana del Libro, en la ciudad de New York, en la estantería de la Editora Santuario.
Con ese motivo el profesor Emeritus Dr. Clement White, de la Universidad de Rhode Island, escribió el siguiente comentario:
De la crónica, la historia y la narrativa en Voces de Tomasina Rosario—ensayo sobre el tiempo.
Luis Ernesto Mejía, novelista, cuentista y poeta, nos ha otorgado una obra que entrecruza y abarca varios géneros yuxtapuestos: la crónica, la historia y la narrativa. Todo esto nutrido por una perpetua conciencia de la oralidad. Además, la extraordinaria versatilidad del autor, quien cambia constantemente narradores, y los puntos de vista novelísticos.
La novela capta esta confluencia de realidades, lo cual le da a la obra varias dimensiones más de lo típicamente novelístico. En este contexto, hay en la novela un caleidoscopio de figuras políticas o históricas, en conjunción con varios literatos. Esta realidad novelística no es gratuita; al contrario, expande el rango literario de la obra. El desfile de figuras famosas, que también, en un sentido, son personajes todos, incluye a Peña Gómez, Rafael Trujillo, Hernán Cortés, Miguel de Unamuno, Pablo Neruda, Fidel Castro, Luis de Góngora y Juan Bosch, entre otros. Para expandir aún más la dimensión artística, el escritor ha filtrado la obra con canciones, oraciones, diálogos, y narraciones en la primera y tercera persona. Todas estas inclusiones fundidas para formar una unidad orgánica literaria, trabada en el entramado del tiempo que pasa.
Sin duda alguna, el autor de Voces de Tomasina Rosario, ensayo sobre el tiempo, es un tipo de “griot” africano occidental, con respecto a su habilidad de captar la esencia de una cultura, de un pueblo. En las culturas africanas occidentales, se reconoce a este individuo (“el griot”) como un tipo de vate o bardo, respetado no solo por su conocimiento cultural y tradicional, sino también por su destreza a la elaboración oral. Hay un proverbio africano que compendia con perfección la importancia de la oralidad: “Cuando se muere un anciano, se quema la biblioteca”.
Ernesto Mejía obviamente quiere perpetuar la nomenclatura cultural y tradicional por medio de un legado literario formal y preciso, pero simultáneamente con una resonancia oral. Se ve esto, por ejemplo, en la preferencia que le da al habla coloquial. El idioma regional se presenta en la obra para elevarlo, y en este sentido el autor legitima esta forma de hablar, intuitivamente desafiando a las élites lingüísticas que rechazan lo coloquial como secundario y bárbaro. Claro, el escritor sigue la tradición de un poeta tal como el argentino José Hernández, ya la vez repudia la teoría de Domingo Faustino Sarmiento que en su obra no abraza el habla gauchesca, viendo ésta como algo atrasado. Ernesto Mejía se niega a subvalorar el habla local a una categoría secundaria; de hecho, para él, la llamada habla local/regional es, en esencia, un auténtico modo de comunicación.
Tomasina Rosario es el tronco (“el último”) de la familia, el roble, o como se oye en Cuba, la ácana. En la novela se presenta no solo como matriarca familiar, sino como un tipo de metáfora para el pueblo, una figura metonímica. De hecho, su fortaleza espiritual es lo que mantiene la familia dentro del contexto de muchas corrientes sociales, políticas, culturales y tradicionales. Es una mujer que nos hace pensar en la fuerte mujer dominicana, una sabia que mantiene la familia por su perspicaz, sensibilidad, y sus sacrificios. Tenemos que admirarla no sólo por su fortaleza, sino también porque ella es el eslabón esencial a nuestra comprensión de quiénes somos. Pero, no es la única protagonista, porque tenemos un protagonista colectivo: el pueblo dominicano. Ernesto Mejía nos expone a muchos pensamientos y creencias que nos dan una vista panorámica de la comunidad.
Voces es una novela con múltiples temas, entre ellos la búsqueda de la identidad, pero también es una fuerte voz contra la discriminación. En este contexto, la imagen de Peña Gómez, erudito, abogado y orador encarna los sentimientos amargos contra Haití y sus residentes en la República Dominicana. Se describe al gran patriota como “bembú, feo y haitiano, y quien la patria amontonaría con el vecino Haití… [una] especie arborícola que se daba por extinguida, brioso potro desbridable, tenebroso, tornadizo, torvo, practicante de vudú, gigantesca cantera de lava social reprimida, tonante amenazado…”. La obra rechaza la falsa representación, discriminatoria y asquerosa, del haitiano. Ofrece una condena fuerte con respecto a dicha actitud prevalente, la cual tiene una larga historia arraigada.
El novelista emplea las voces de varios personajes para responder a realidades contundentes. Por ejemplo, en cuanto a la problemática de la migración, muchos dominicanos se mudan al extranjero, primordialmente a Nueva York, siguiendo el sueño que se evoca en las líricas memorables del famoso cantante Sinatra: “If I can make it there, I’ll make it anywhere” (“Si triunfo allí, triunfaré donde sea”). El problema es que esta canción es un mito. Representa una ilusión que está en conflicto con la dura y cruda realidad.
La obra tiene su eco filosófico, tocando a las ideas de Calderón de la Barca: “¿Qué es la vida?” En Voces de Tomasina Rosario la protagonista auto refleja “¿por qué vivimos ahora?”; se ve este pensamiento en el drama, Macbeth, de Shakespeare, “La vida no es más que una sombra en marcha; un cuento narrado lleno de ruido y de furia, que nada significa”. La misma Tomasina declara que “no somos nada” y que “la muerte es lo que más dura”. En esencia, el novelista nos provoca con una serie de pensamientos filosóficos que causan que el lector piense en el valor y la esencia de la vida. La idea de la vida transitoria se ve en varias formas en la Biblia; por ejemplo, Ibrahim, en el libro de Génesis, se refiere a sí mismo como “polvo y ceniza”. Recordemos que Tomasina ha articulado: “somos un cueco de polvo”.
Esta es una novela atrevida que no se aleja de la crítica política o histórica; sabemos que la referencia a Rafael Trujillo no es por admiración sino para criticar ese antiguo dictador del país. En la misma forma la referencia a la Conquista no es un homenaje; al contrario, “llegaron los españoles enarbolando a Cristo con su Cruz”. Es una novela que no esquiva las verdades duras. Por ejemplo, se ve que el “clérigo era un español autoritario” que postula: “¡Es el designio de Dios!” La misma idea impulsiva de los conquistadores que utilizaron para racionalizar la gran tragedia, el genocidio: “Dios lo dicta”.
La América literaria poscolonial participa en un tipo de discurso cuya articulación sugiere una constante negociación con una historia traumática y un presente arduo. Esta novela sigue el rico tapiz literario de escritores americanos en que el escritor infunde su obra con creencias, leyendas, mitos, todo junto con las realidades palpitantes —una especie de realismo mágico que vemos en esta magnífica obra. Sobre todo, el novelista de Voces ha podido explorar su variedad temática sin comprometer sus juegos creativos. Es una obra con una visión sociopolítica y artística, y este autor está muy atento a ambas aproximaciones. La novela nos inspira, no solo por la gran habilidad del artista de contar una(s) historia (s), sino porque nos deja inquietos, pidiendo más, sonsacándole al lector, tal vez más reflexiones profundas que respuestas convenientes y fáciles.
Dr. Clemente White. Profesor Emérito Universidad de Rhode Island, Estados Unidos.