This browser does not support the video element.
Santo Domingo.- Las luces del Teatro Nacional, una guitarra y un micrófono, fueron suficientes para que el cantautor tinerfeño Pedro Guerra desplegara anoche un exquisito viaje por el repertorio de canciones de su primer disco, “Golosinas”, grabado en directo y editado en 1995 y que supuso el comienzo de su trayectoria musical.
Veintitrés años más tarde, Guerra decidió publicar una versión cuidadosamente remasterizada y ampliada del icónico álbum debut, en el que también incluyó colaboraciones con Juanes, Rozalén y Vanesa Martín.
“Es que yo no solo no grabo con cualquiera, sino que no empiezo las cosas en cualquier sitio”, dijo al explicar que, para iniciar su gira en el continente americano, República Dominicana había sido el destino elegido.
Este sábado, la noche empezó en punto con “Biografía”, que sin haberla cantado aplaudieron. A pesar de la gripe, Pedro se mostró como siempre, relajado, distendido y amable, transmitiendo al millar de personas reunidas en el teatro, toda la serenidad y madurez que solo da la experiencia.
Desde el compromiso social, a la frágil existencia de la niñez, Guerra recorrió con buena caligrafía las nueve primeras canciones en solitario, desde la misma “Golosinas', hasta “Peter Pan”, pasando por la nostalgia de “Las gafas de Lennon”, o la emotividad un poco teatral de “Dibujos animados”, envueltas todas por el cántico del público.
Tras una decena de piezas, entró una joya de aquí, Pavel Nuñez, entonando “De Menos” en un dueto tan maravilloso como la cercanía de las canciones de Guerra, que siguen impregnando al público de esa sensación de que permanece como el Café Libertad 8 de Madrid, donde empezó hace 25 años.
Pasadas las diez de la noche, el trovador empezó a despedirse, pero se devolvió tres veces para sacar del baúl, temas de discos posteriores como “Pasa”, “Cuídame”, “Daniela” o “La Lluvia nunca vuelve hacia arriba”.
A Pedro Guerra el público no lo dejaba ir y él no quería ausentarse de un teatro donde simplemente mandaba el amor de un gran corazón que “pasaba por aquí”.
Y así de sencillo, con su pantalón de jean y la guitarra a cuestas, se despidió finalmente, sabiendo que en el adiós, ya estaba la bienvenida.