Lo permanente se vuelve invisible.

Krzysztof Wodiczko, artista

* Este artículo es una opinión personal y no responde a la posición de ninguna de las instituciones, empresas o particulares con los que colaboro.

El 2020 parece decidido a llevar a la madurez al siglo XXI, y con ello a toda la humanidad. La estructuras políticas se están transformando por obligación; la naturaleza nos ha hecho humildes, llevándonos de la vorágine de la ciudad a una pausa obligatoria para mantenernos en salud libres del Covid-19, haciéndonos reflexionar sobre lo que es realmente relevante. Y recientemente, por otro asesinato más producto de la brutalidad policial en los Estados Unidos hacia un hombre afroamericano, George Floyd, explota a nivel internacional un ‘ya basta’ al racismo y a la discriminación sistémica hacia minorías en sociedades que se suponen desarrolladas. Esta vez, ese ‘ya basta’ ha sido más contundente y ha tenido resonancia en otros países, incluido el nuestro.

Esta nueva ola de protestas retoman el movimiento ‘Black Lives Matter-Las vidas negras importan’ fundado en el 2013 tras el asesinato del joven afroamericano Trayvon Martin. Esta vez, entre los reclamos, hay uno de especial interés, y es la petición de remover símbolos del paisaje urbano de personajes históricos que en su momento promovieron y/o consolidaron el racismo, ya fuera por su defensa de la esclavitud o por su participación en las estructuras del poder colonialista. De hecho, no sólo lo han pedido, los manifestantes de las actuales protestas en más de 10 ciudades de Estados Unidos y de Gran Bretaña, han decapitado, tirado al agua, o simplemente transformado muchas esculturas de hombres que fueron exitosos y hasta líderes de hechos históricos que hoy reconocemos como injustos y racistas.

Como parte de las protestas se han eliminado monumentos de la Confederación, el cual fue un grupo que abogó por la permanencia de la esclavitud en el sur de los Estados Unidos. Y, lo que parece ser una búsqueda de los inicios de esta discriminación hacia los afro-descendientes, las protestas actuales también ponen sus ojos en las esculturas que conmemoran a Cristóbal Colón, considerado por la historia como el descubridor de América y, a quien los manifestantes señalan como el símbolo del inicio de la discriminación racial en América. Esto tiene un significado particular para nosotros los dominicanos, no sólo porque tenemos un parque con su nombre, una escultura dedicada a él, y un monumento que lo conmemora, sino también porque en nuestra isla fue que Colón inició este encuentro de razas y culturas que hoy llamamos América, lo cual transformó el mundo para siempre. Hoy nuevamente su nombre y su símbolo representado en estas esculturas son cuestionados, ya que se considera que sentó las bases de un sistema desigual, y se convierten en parte de estos reclamos por un sistema más justo.

Un artículo de la BBC de Kelly Grovier se preguntaba por qué las esculturas son tan poderosas?  A lo que podemos agregar, por qué esta nueva ola de protestas de Black Lives Matter ha puesto tanto énfasis en las esculturas y monumentos? Este enfoque en estos símbolos públicos ha obligado a políticos veteranos como Nancy Pelosi declarar (por primera vez) que debían removerse 11 esculturas del Capitolio que conmemoran líderes de la Confederación, argumentando que “las esculturas del Capitolio deben representar los más altos ideales americanos y que los monumentos a hombres que abogaron por la crueldad y el barbarismo son una afronta a esos ideales”. Y agregó que como sus estatuas “pagan tributo al odio y no al patrimonio, deben ser removidas”. De la misma manera, el Alcalde de Londres, Sadiq Khan, y otros líderes de otras ciudades han llamado a evaluar las esculturas de sus ciudades, tanto las que deben ser removidas como las que deben ser erigidas.

En Santo Domingo, cada cierto tiempo surge esta pregunta, con menos vehemencia y violencia que en otras ciudades, pero por primera vez, ahora, parece haber una oportunidad de una conversación seria para respondernos si la escultura debe irse o quedarse. Como arquitecta, urbanista, y ciudadana, he abordado el tema de la escultura de Colón con el respeto y neutralidad que el tema amerita para no polarizar opiniones. Desde muy joven me he preguntado por qué la escultura de Cristóbal Colón está enfrente de nuestra Catedral, la primada de América. Siempre tuve esa inquietud por el contenido que representa la escultura, pero también por un tema de diseño del espacio público. Siempre me lo había preguntado, y no fue hasta el 2017 cuando tuve la oportunidad de participar con otros colegas en unos ejercicios de readecuación del Parque Colón, que tuve el tiempo de investigar para responder algunas de mis inquietudes. En ese proceso pude hablar con historiadores de renombre de nuestro país, así como con arquitectos de larga trayectoria en materia de conservación. Mi aporte a la conversación más que de activismo social es un argumento técnico, con un enfoque histórico-urbano, y sobre todo poniéndolo en el contexto internacional, de hoy y del siglo XIX, cuando fue presentada la escultura por primera vez en nuestra ciudad. Comparto algunos datos de interés:

  • Sabemos que la escultura de Cristóbal Colón es del escultor francés E. Gilbert, donada por Francia al gobierno del dictador Ulises Heureaux (Lilís), quien al recibirla decidió colocarla en lo que hasta entonces se conocía como Plaza Mayor, y el 27 de febrero de 1889, se re-inaugura la plaza como Parque Colón.
  • En el contexto internacional, casi al mismo tiempo en el año 1886, se inauguraba la Estatua de la Libertad, donación de Francia a Estados Unidos, como símbolo de la democracia y la Libertad; y se iniciaba en 1887 la construcción de la Torre Eiffel, inaugurándose para celebrar el centenario de la Revolución Francesa, símbolo de la igualdad y libertad, en la Exposición Universal de 1889 en París. Ambos, tanto la Estatua de la Libertad como la Torre Eiffel son símbolos del futuro, de la libertad y la democracia.
  • No se tiene mucho contexto histórico de esta donación al gobierno dominicano, ni de la relevancia del trabajo de E. Gilbert en el arte francés del siglo XIX. Al parecer, la escultura del Parque Colón fue más un gesto espontáneo que un momento a diferencia de la donación de la Estatua de la Libertad o la construcción de la Torre Eiffel, las cuales se documentan y tienen un significado de celebración de una nueva era. Estos casos tienen como denominador común a Francia, ya que este país no sólo nos donó la escultura de Cristóbal Colón, sino que para la misma época fue quien donó a Estados Unidos la Estatua de la Libertad en 1886. Sin embargo, la escultura del Almirante, en vez de celebrar la libertad y la democracia, más bien revisita el pasado. Esto toma particular importancia, pues en el siglo XIX y principios del XX, fue cuando muchas colonias europeas estaban gestando sus independencias y proyectos de república libre, y coincide con un movimiento de reforzar esa herencia hispánica en varios países latinoamericanos y surgen varias esculturas de Colón.
  • La Plaza Mayor se construye en el 1506, y desde su fundación como la primera plaza de las Américas ha tenido varias transformaciones importantes, y aunque tuvo varios nombres en torno al concepto de plaza, el más presente por casi cuatro siglos hasta su cambio en 1889, fue el de Plaza Mayor. Y es de notable importancia el cambio a Parque, ya que una plaza y un parque no son equivalentes. El parque tiene una función urbano-social más recreacional, lúdica, de relajación, mientras que la plaza es en su naturaleza un espacio amplio de vocación cívica, y la esencia de una Plaza Mayor desde el enunciado de la Cédula Real, documento legal que especificaba cómo debían ser construidas las nuevas ciudades del nuevo mundo, y cómo debían ser los gobiernos de estas nuevas poblaciones. No es coincidencia que alrededor de esta plaza encontremos lo que fueran las principales instituciones de gobernanza de esa nueva ciudad, así como la Catedral, en nuestro caso, también la primada de América.

Mi propuesta y respuesta a la pregunta de si debe irse o quedarse la escultura de Cristóbal Colón es que debe reubicarse en el Faro a Colón. Por qué? Además de los datos arrojados anteriormente, la identidad de la plaza en torno a la figura de Cristóbal Colón data de unos 133 años, mientras que como plaza tuvo  514 años. Sin embargo, pensamos que siempre fue un parque dedicado a Colón. No es sólo un tema de los años dedicados a cada identidad, sino que si realmente entendemos la Ciudad Colonial como nuestro más preciado valor histórico y cultural, ese activo público y esa identidad de Plaza Mayor, son de las de mayor importancia a rescatar y conservar. Fue más osado que Lilís en el 1887 le cambiara el nombre a la plaza colocando una escultura de Cólon, que hoy en el año 2020 repensar estos símbolos públicos y que se reubique en otro lugar donde esa historia se pueda contar de manera honesta y completa.

Otro aspecto a analizar es su contenido, el cual es cuestionable en muchas dimensiones, ya que incluye una figura femenina indígena escribiendo el nombre del Almirante en oro, y es ésta una de las principales razones para las peticiones actuales de su remoción del casco histórico. Sin embargo, prefiero concentrarme en las argumntaciones histórico-urbanas y en la contextualización global del hecho.

Hay quienes argumentan que es parte de nuestra historia y que, aún tenga un mensaje incorrecto, debe permanecer. Mi argumento frente a esta posición es que los símbolos urbanos, aquellos explícitos y figurativos como lo es esta escultura, deben representar lo mejor de nosotros y nuestra mirada al futuro. En este caso, como explicaba anteriormente, hay otros formatos para salvaguardar la pieza donde se explique de dónde viene y su contexto histórico. Si bien es cierto que hay que reconocer nuestro legado hispánico, también es cierto que la escultura falla en mostrar un mensaje positivo de ese legado, por lo que hoy su espacio debe ser otro y no en el espacio público, de vocación cívica, recreativa y turística.

En Santo Domingo, poco a poco a lo largo del siglo XX, se ha perdido ese carácter cívico del espacio público, donde, además de irnos a recrear se supone que se construye un significado colectivo de identidad. Encontrar un espacio neutro para tener una conversación seria sobre este tema puede dejarnos múltiples beneficios: Retomar el legado cívico de nuestras plazas, tratar con el merecido respeto nuestro legado indígena, africano y también hispánico, que aunque sea una historia violenta, ya que sentó las bases para muchas injusticias con las que convivimos hoy, también nos dejó algo único, es lo que somos y debemos reconocerlo, sanarlo y enseñarlo a las futuras generaciones con sus luces y sombras.

Con un 2020 tan convulso y donde las nuevas generaciones exigen cambios transformacionales hacia una sociedad más justa y más empática, debemos hablar menos y escuchar más. Y ante todo, acordar que los momentos amargos de nuestra historia tienen su espacio para ser contados y mostrados, sin tener que ser desaparecidos, vandalizados o decapitados, pero que en nuestro espacio público siempre se debe construir un sentido de pertenencia a todos, proyectando (siempre) el mensaje de una mejor sociedad. Al final del día, es lo que las protestas y su revisita a los símbolos coloniales están tratando de decirnos.

[1]Grovier Kelly “https://www.bbc.com/culture/article/20200612-black-lives-matter-protests-why-are-statues-so-powerful”Visitado el 12 de junio de 2020.