Siendo muy pequeño viví en Brasil a razón de que a mi padre lo enviaron en misión diplomática a ese hermoso país de América del sur. Siempre se me quedaron grabadas las imágenes de la cantidad de edificios altos frente a la playa de Copacabana, en el cual en uno de ellos vivíamos. También recordaba el gentío en los comercios y en la playa misma.

Pasaron los años y con más consciencia de las cosas aquí en el país,  comparaba, y me daba cuenta que vivíamos totalmente de espaldas al mar, no aprovechábamos lo que la naturaleza nos brindó. Quizás nos marcó la herencia de  nuestros colonizadores de “sacar a los indígenas del agua” “el espacio acuático fue por excelencia el ámbito de socialización de aquellas  comunidades”.

Así narran los cronistas de Indias, Fernández de Oviedo y Bartolomé de las Casas, y lo señala Miguel D. Mena en la literatura que acompaña su magnífica exposición de colección de postales de Santo Domingo siglo XX, que se exhibe en el Centro Cultural de España. Allí se ve cómo ha ido evolucionando esta ciudad.

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Por circunstancias, varios años más tarde  viví en París. Fue una experiencia estar  en  la ciudad diseñada por Le Baron Hausman, conocer  sus monumentos, edificios históricos, y también muchos de los mismos en algunos de los países vecinos a Francia que logre visitar.

Cuánta gente, cuánto turismo siempre para entrar a ver y disfrutar de esas herencias de arte y cultura de generaciones anteriores.  A veces se hacen filas inmensas para mirar el interior de una iglesia.

Los arquitectos sabemos que para empezar cualquier diseño, independientemente de las necesidades, requerimientos, e intereses posibles, debe haber previo un concepto. Cualquier cosa que se realice en la ciudad colonial debería tener por concepto…

Llama la atención que la mayoría de las obras consagradas de Paris son mucho más jóvenes que cualquiera de las nuestras en la zona colonial, pero son veneradas por los franceses y por el mundo entero.

La urbanística creada por orden de Napoleón III y desarrollada por Hausman,  ayudó mucho a hacer esa urbe una de las ciudades más impactantes, no solo de Europa, sino del mundo.

La ciudad luz como es llamada, anchó sus calles y dio paso a percibir la grandeza  de sus edificaciones de valor, a crear otras  y a hacer de su arquitectura un atractivo. Así también se desarrollaron conexos, barrios románticos, llenos de cafés acogedores que han deleitado por siglos a artistas e intelectuales, muchos de ellos después de gran renombre, como también sus calles han acogido exiliados y líderes políticos de nombradía, de cualquier parte del mundo.

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Rememoraba muchas veces esos tiempos caminando por la zona colonial de mi país y siempre pensaba que nosotros no solo vivíamos de espalda al mar, sino que también le dábamos la espalda a la historia.

Quizás para esto ayudó, que en la curricula escolar nunca se importantizara  el hecho de que éramos la ciudad primada de América, era un clásico aprendernos los detalles de la vida de los indios Tainos y los Caribes,  los viajes de Colón, pero se hablaba muy someramente de los conventos, iglesias y edificaciones coloniales, tampoco, no nos los hacían ir a visitar, ni armaban paseos  para que los conociésemos.

Sería importante que con la inversión en educación actual  se motivara a cambiar la perspectiva de la enseñanza de la historia dominicana, con fines de que los niños conozcan, visiten y así aprendan a amar cuando sean  adultos sus edificios  y el Patrimonio de la humanidad que es la zona colonial  hoy, al igual que las infraestructuras con valor de cada comunidad, de cada pueblo.

El mal enfoque de la enseñanza en este aspecto sea quizás el motivo por el cual la gente que ha manejado  la  promoción turística y cultural del país,  no ha explotado nunca como un filón de oro para sacarle  partido económico, a nuestra historia, que es rica en acontecimientos únicos, y talvez por ello tampoco ha entendido el provecho que pudiera sacarse a  nuestras obras arquitectónicas,  testigos de estos acontecimientos, y que además exhiben belleza  y plenitud inigualables para admirar.

Un detalle evidente  de lo que decimos es que en la promoción de “Republica Dominicana un país inagotable”, magnífico video que dura 9 minutos 8 segundos, la parte histórica apenas se vea, precisamente 8 segundos.

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Fuimos creciendo y en nuestra capital todo cambió. Hubo una transformación. Hace mucho que los coches con caballos dejaron de ser los únicos vehículos que existían y recorrían la calle Separación que luego fue el Conde, y  hace bastante que el Museo de las Casas reales dejó de ser el Palacio Nacional y que la calle del comercio se bautizó con el nombre de Isabela Católica.

Pasó la moda en que los mítines  se hacían en el Parque Independencia, o en el Colón y allí se alabaran a personas que batían records por estar mucho tiempo manejando un vehículo, como sucedió en un 1927.

Tampoco  los aniversarios de la Restauración  se celebran ya con Tedeums frente a la Catedral y muchas  prácticas más que se realizaban por allí y su entorno desaparecieron . En ese entonces los edificios de la zona colonial eran más cercanos a la comunidad. Lo económico,  político y social generalmente  se movía enfrente a ellos, quizás para aquellas generaciones eran más importantes.

Hoy  la ciudad capital  supera con creces los 55 mil habitantes que existían en el 1930 cuando el dictador Trujillo empezó a gobernar, y el malecón desde 1940 dejó de  abarcar solo desde la 19 de marzo hasta la Arzobispo Merino, creció, hasta un 30 de mayo del 61 llevarse en su prolongación  al tirano.

Apenas ya se recuerda la matanza de la Calle Espaillat,  y hace cincuenta años ya, que el edificio Copello fue la sede del gobierno del Coronel Camaño. Ciudad nueva ya no es zona de combate, y el Conde dejó de ser el Centro Comercial por excelencia. Pasó a ser una zona de edificios de valía que exhiben su belleza, pero también su abandono.

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Por otro lado, de la diversión de Omar Kayam, el Cine Triple, Cinema Centro, Morocco, Omni y  Bella Blue solo quedan recuerdos, y de las amanecidas el 31 de diciembre a esperar el sol del 1ero de enero, y todo aquello que se hacía en el malecón, apenas nostalgia, la misma que para muchos da recordar,  que  hace ya 30 años  no hay luna sobre el  Jaragua, aquella obra precursora de la arquitectura moderna de la autoría de Guillermo González, el mismo que diseñara el Copello.

El Centro urbano, comercial y  financiero se fue alejando de todo lo viejo. De la Zona, El Conde y el Malecón. De ahí para acá hemos estado de espaldas al mar, a la historia y de paso a la realidad del turismo, pero no ha sido de gratis, en la dictadura no se pensaba en planificaciones reales de la ciudad. La historia del excelente plan urbanístico elaborado por el Arq. Vargas Mera para cuando llegó  de sus estudios en México, fue paralizado, después de pensarse una alternativa porque las áreas verdes sugeridas, afectaban propiedades de los Trujillo.

Tampoco se pensaba en Turismo, por lo contrario,  cuando empezó a registrarse en los países del área, a la gente le daba miedo llegar a esta parte del Caribe, precisamente por la dictadura. En los doce años de Balaguer por igual, aunque hay que valorar que el Polo turístico de Puerto Plata, primero del país, este Presidente lo creara, y fuera sentando las bases para el futuro del turismo. Y sobre todo  hay que agradecer el aporte del sector privado a este renglón, ha sido invaluable, sobre todo en la zona Este.

Pero  Santo Domingo se ha quedado relegada, va a cumplir 519 años de fundada y no ha tenido los Hausman que visualizaran el contexto de que una de las patas más importantes de la economía actual sería el Turismo. Hemos crecido desordenadamente y volver hacia atrás, hasta para tomar impulso es difícil. Ya lo pasado es pasado, pero de que debemos mirar de nuevo al mar caribe, La zona colonial y sus entornos es una tarea importante pendiente.  Tímidamente ya hace un tiempo se empiezan a construirse torres de apartamentos frente al mar de Santo Domingo, pero la inseguridad ciudadana ha hecho que la gente tema andar por el malecón. Desarrollar planes al respecto para revitalizar estas áreas, rescatarlas y  hacerlas atractivas es ya un deber. Excelente, que ya se comenzara esto en el casco histórico.

Dice el Ministro de Turismo que hay que aprovechar el financiamiento del BID para el plan de fomento de esta actividad en la zona colonial. Es cierto, obviamente es una oportunidad que esto ya este canalizado y esos recursos estén  listos para utilizarse, pero la visión de conjunto del para que y del cómo hacerse, debe ser consensuado por todos los sectores que tienen que ver con esta zona y con sus edificaciones,  así las intervenciones que se ejecuten con ese dinero se podrán efectuar de la mejor manera posible.

Roma que es una ciudad bastante grande, solo ha permitido una intervención con visos de contemporaneidad,  y fue lo que se hizo en el Museo del Ara Pacis, pero tomando todas las previsiones de lugar para que este diseño de Richard Meier no compitiera con el entorno y pasase casi desapercibido.

La zona colonial, no es una ciudad, es un barrio, está entre los 20 más bellos de Latinoamérica, así lo consideran internacionalmente. Hay planes de muchas intervenciones en este sector. En un sitio pequeño como  “un barrio” muchas intervenciones podrían resultar peligrosas para la estética del lugar, pero bienvenidas sean, siguiendo el protocolo debido, y con el cuidado requerido para que en el futuro no tengamos  cosas de la cual nos podríamos arrepentir, y le queden como baldón para siempre al gobernante y al mismo ministro que dirige hoy el Ministerio.

Los arquitectos sabemos que para empezar cualquier diseño, independientemente de las necesidades, requerimientos, e intereses posibles, debe haber previo un concepto. Cualquier cosa que se realice en la ciudad colonial debería tener por concepto, por filosofía…por esencia, que la historia sea la protagonista.