(Ilustraciones del Dr. Odalis G. Pérez)

La narrativa, en lo concerniente a la novela, dentro de la creación literaria en nuestro país, siempre ha estado marcada por la existencia de pocas obras editadas.
No olvidemos que la novela responde a una configuración estético-narrativa compleja, donde participan personajes, desde espacios entrecruzados, en tiempos disímiles, donde la dialogía entra en una dinámica sostenida de intercambios entre los personajes.
Es el caso particular, de esta novela ‘De desastres y falsas creencias’ (Editora RLI PUBLICIDAD, SRL. Santo Domingo, D.N.,2020.), de la autoría del médico ginecobstetra, Dr. Alejandro Pichardo. No es extraño que en la literatura dominicana encontremos a médicos, autores de obras de ficción.
En la organización de su corpus textual, consta de once (11) capítulos, desde los cuales el sujeto autor nos presenta una relación de dramáticos panoramas en conflictos, situaciones familiares en contrapuntos o contradicciones de intereses de poder, desde un narrar desprovisto, en la mayoría de los casos, de simbologías poéticas que pudieron darle más vida o contextura estética a su narrativa.
En este caso, el texto nos convoca a una mirada a la memoria y al imaginario de las falencias, las limitaciones socioeconómicas, educativas y culturales de cualquier sociedad subdesarrollada y dependiente, como la nuestra.
Hay un sujeto narrador omnisciente, es parte de lo que acontece en ese ambiente otoñal que circunda el contexto que sirve de escenario para las acciones de los personajes que aquí participan. Aunque la situación del narrador es muy explicativa, las escenas están encadenadas de una manera lineal.
El sujeto autor no procura presentar experimentalismos enunciativos, ni metafóricos. Su objetivo es pintar con palabras el más tétrico y trágico panorama narrativo que pueda levantar asombros y grimas, en el lector. Hay una proyección descarnada de la desolación, a partir de un accionar narrativo lineal, donde lo enunciativo se conforma con decir lo sentido, para que el lector lo asuma, desde su perspectiva de sujeto-intérprete de leído y se forme "su verdad" sobre lo allí narrado.
De acuerdo a las expresiones acuñadas por algunos de sus personajes, el campesino dominicano es quien se desplaza en estas escenas de agonía y pobreza espiritual. Encontramos aquí a la sociedad de las limitaciones materiales y del ambiente de restricciones sociales más patéticas.
Se puede decir que es una novela asumida como la excusa de un sujeto narrador, para desnudar una realidad sociopolítica. Es lo humano en su extrema subsistencia, lo que aquí fluye, desde este narrar.
Lo curioso del caso es que, el lector no puede justificar que esa lastimosa realidad nada más ocurre en el mundo ficcional de lo narrado, porque a cada momento, nosotros, como personajes de la otra novela que es nuestra vida, podemos vivir y sentirnos atrapados por aquel llanto que se esparce en esta obra.
El sujeto-narrador, en tiempo pasado, comunica lo que vivió, lo que percibió o lo que fue parte de su experiencia vivencial. Ese que narra, no necesariamente, es el sujeto-autor, sino que es un personaje que es parte de la escena contada, quien se explaya y se regocija al narrarnos aquellas peripecias humanas, muy propias de un país hipotecado, como el tuyo y el mío.
"La Atarana", pudo llamarse Salcedo o cualquier otro nombre, para signar la estrecha vida del campo, donde “Titaque” el hijo centenario, cuenta lo vivido, la compra de conciencia y la "autoridad", en contrapelo a los buenos modales, y apegados a los tributos y a las prebendas que recibían, estaba dubitativa (…)" (p.21).
Cambiar las costumbres populares de una comunidad, sus creencias y sus mitos, es borrar su identidad, su razón de ser, como comunidad o como pueblo.
En esta obra, el lector debe saber interpretar las artimañas o estrategias escriturales del sujeto-autor. Cada uno de los once (11) capítulos que integran la novela, empieza con el título que le sirve de encabezado en el índice de la novela. Eso indica que, desde su inicio, tanto el sujeto autor como el sujeto narrador, van tendiendo trampas al lector, para construir fórmulas o maneras de sorprendernos, al momento de la lectura.
Se trata de una novela que sirve de base para recoger la voz denunciante de míticos personajes que deambulan entre el misterio de lo ficcional y la realidad sentida o sintiente de una sociedad que se resiste a desaparecer.