En “La media hora del farang” fluye una ironía agridulce, cruel sin desperdicio. Farang le llaman al turista europeo en Tailandia, al viajero ingenuo que no teme aventurarse por lugares desconocidos, deseoso de experiencias exóticas. Los “farang” deportivamente se toman el riesgo de sufrir en carne y alma con tal de realizar fantasías regularmente eróticas. Pero, el “farang” de este cuento de esta lejos del estereotipo, pues es comedido e incapaz de excesos; da un paso en falso sólo por sus ansias de encontrar el amor verdadero, abriéndose a la posibilidad de intimar con una desconocida amable, sin sospechar que era víctima de una artera ilusión. El narrador en este cuento es necesariamente heterodiegético, omnisciente, para que la historia, venciendo la muerte, pueda contarse.

En “La trinidad venezolana”, Danilo Manera, a través de los ojos de un joven abogado italiano encargado de documentar la suerte de un emigrante italiano fallecido, nos adentra a una Venezuela quebrada. Para lograr su cometido profesional, el abogado convertido en investigador, recurre a un viejo conocido y a sus amistades pertenecientes a las clases más afectadas por la crisis, y también a un poderoso personaje de la burocracia. En el texto, la valoración del régimen venezolano, como extensión colonial de Cuba, es severa. Acompañamos al narrador por los avatares de su búsqueda; es obvia su simpatía por los disidentes, quienes lo involucran en un ritual real maravilloso. Desconcierta que el protagonista acceda a convertirse en médium para interactuar con una trinidad de deidades para él desconocida constituidas por la reina María Lionza, el indio Guaicaipuro y el Negro Felipe. El ritual espiritista tiene un resultado dual. Por un lado, la trinidad acierta en referentes genealógico que permiten localizar con precisión a la familia del inmigrante, pero falla en su augurio de la inminente caída de la distopia socialista de chavista prolongada en Nicolás Maduro.

En “El amor tropical, en la época de los hombres lobos” fluye un homenaje a la narrativa dominicana. Quizás por la cercanía, es el viaje que siento más conservador, más turístico. En principio, fluye el espíritu “Carpe Diem” en una pareja italo-dominicana, en pleno disfrute sin obligaciones en el paradisíaco entorno de un hotel todo incluido de Punta Cana. El romance no tiene final feliz, culmina con la disolución de los afectos. El idilio intempestivamente se pospone por el llamado de la nostalgia adolescente de Brenda, una resbaladiza cibaeña. Ante la ausencia de la amada, el narrador queda solo. Pronto es abordado por otro turista italiano aficionado a las creencias fabulosas, quien, seducido por el sincretismo mágico religioso de raíces africanas, lo invita a San Juan de la Maguana y a pueblos rayanos, situados en la frontera con Haití. Al final, el abandono artero de Brenda y el amor posible de una hermosa haitiana se diluyen entre los aprestos, apresurados por la pandemia, de retorno a Italia. Es obvio que los legendarios galipotes, bacás y demás referentes mágicos religiosos, pudieron ser tratados a mayor profundidad, y que el Nick, el protagonista, confunde, o mimetiza, lo dominicano y lo haitiano, cuando se tratan de realidades escindidas; sin embargo, ambas consideraciones son coherentes con la mentalidad de un turista europeo promedio, poco interesado por la cultura de su destino vacacional.

Todas estas narraciones, alimentadas por referentes fantásticos, nos hacen viajar sobre fronteras físicas entre naciones; a la vez que nos empujan sobre los límites de los géneros literarios, con cuentos que por extensión, diversidad de lugares, complejidad de personajes e historias enlazadas, se acercan a novelas cortas. Esta estrategia experimental quizás sea fruto del afortunado contacto de Danilo Manera con la escritura de Marcio Veloz Maggiolo, en tanto director de la cátedra de este autor en la Universidad de Milán. En ese sentido, son conocidas las denominaciones experimentales protonovelas, antinovelas, ritmonovelas y arqueonovelas, y la filiación a las corrientes estéticas de lo real maravilloso y el realismo mágico presentes en la obra del novelista dominicano.

Pero estas no son las únicas muestras de empatía de Danilo Manera con nosotros. Justo es destacar que este humanista italiano de espíritu renacentista (políglota, traductor, crítico y escritor) dio un afortunado paso en falso al enamorarse perdidamente de nuestra geografía y costumbres, relegando los intereses de su especialidad en la cultura de los Balcanes por la caribeña, convirtiéndose en pocos años en el mayor divulgador de nuestra literatura por el mundo. Sin dudas, se ha ganado el derecho de que lo consideremos un dominicano más.