República Dominicana es la que incorpora más tardíamente el proceso de impresión serigráfico. La caída de la férrea dictadura trujillista, en el 1960, posibilita la apertura a procesos gráficos como la serigrafía, medio imposible de imaginar dentro del régimen. Lo artesanal del sistema de impresión hubiera posibilitado la reproducción de propaganda serial clandestina a los opositores del dictador.

José Rosa, 1972
José Rosa, 1972

Su inicio, según relato de Alfredo Cordero (impresor serigráfico), nos refiere a un español de apellido Vilanova, quien creó un taller de serigrafía en Obras Públicas, a finales de los cincuenta, para la impresión de los letreros utilizados en las señalizaciones de las calles. En este taller aprende serigrafía Aristidy Febles, el que a su vez enseña la técnica a Luis Febles, quien crea el taller de impresión comercial “Serigrafía Dominicana”.   De sus conocimientos se nutren diversos impresores dominicanos que instalan locales dedicados a la impresión comercial, dada la versatilidad y facilidad del sistema que permite imprimir sobre cualquier superficie.

En 1964 retorna al país Alfredo Cordero, quien aprendió serigrafía en los Estados Unidos; por sus convicciones ideológicas, ubica un pequeño taller de serigrafía en el local de la agrupación política 14 de Junio, para la impresión de propaganda.  En este local aprende serigrafía el artista Alfredo Pierre, quien posteriormente militó en el desaparecido Partido Comunista Dominicano (PCD) y quien enseñó la técnica a su compañero de partido Asdrúbal Domínguez.

El Dr. Pedro Rosa, militante y dirigente juvenil del Partido Social Cristiano, a finales de los sesentas, nos narra sobre: ”…el envío a Venezuela, después de la contienda de Abril del 1965, de varios compañeros de partido a aprender serigrafía  en  el Partido Acción Democrática – ADECO– de ese hermano país, quienes a su retorno trabajaron en la impresión de la propaganda política de la  organización.”         

Sangiovanni 1979
Sangiovanni 1979

En 1967,  Alfredo Cordero en sociedad con el artista Cocó Gontier, crean la empresa “Serigrafía Artística”, proporcionando servicios para la impresión de muchos de los carteles creados durante esa etapa a diseñadores independientes, agencias publicitarias y artistas.

Las pocas agencias publicitarias de la época hacen uso del recurso técnico para la reproducción de camisetas, banderines y carteles serigráficos en cantidades que raramente superaban los 300 ejemplares y que por lo general eran impresos sobre cartoncillo. Entre los artistas que diseñaban para esas agencias destacan los carteles de Luis Miguel Geraldino y el pintor Ramón Oviedo, quien laboró por largo tiempo como diseñador gráfico de varias agencias publicitarias dominicanas.

No podemos dejar de citar a la gran artista dominicana Ada Balcácer, quien aprendió serigrafía textil en 1960, en el Fashion Institute of Technology de New York. Ada, con sus conocimientos compositivos y de las particularidades de la técnica, creó varios  excelentes carteles impresos por la “Serigrafía Artística”.   

  Diseñadores y artistas  dominicanos como: David Morales, Aurelio Grisanty, Hilario Rodríguez, Daniel Díaz, Clinton López,  Daniel de León (Danielito) y Miche Medina, entre otros que trabajaron en agencias publicitarias, vieron sus diseños de carteles realizados en serigrafía, pero sin involucrarse en una estrecha relación con la técnica, lo que les impidió desarrollar un cartel que explotara todas las posibilidades expresivas del proceso gráfico. Dentro de los artistas de finales de la década del 60, el más importante diseñador gráfico de carteles lo fue Asdrúbal Domínguez, quien aprendió la técnica para el diseño e impresión de su obra gráfica. De los carteles diseñados por

Luis Geraldino, 1971
Luis Geraldino, 1971

Domínguez,  destaca el premiado por el Consejo Nacional de la Niñez –CONANI– en un concurso convocado a nivel nacional.   

Para esos años, en Puerto Rico la serigrafía adquirió un nuevo impulso a través de la popularidad y difusión que tuvo el cartel serigráfico. Los creadores puertorriqueños afianzaron su dominio y experimentación con la técnica, llegando al desarrollo de una serigrafía muy alejada de la serigrafía norteamericana, tanto en objetivos como en resultados. Discípulos de Lorenzo Homar, dentro de lo que destacan Myrna Báez, Antonio Martorell y José Rosa, contribuyen al desarrollo del cartel serigráfico puertorriqueño al experimentar las texturas, el tratamiento del concepto, la creación de familias tipográficas cortadas a mano y las superposiciones de capas de pinturas para lograr transparencias y relieves pictóricos.

A finales de los 60 y durante la década de los 70 florecen en Puerto Rico los talleres serigráficos independientes, entre los que destacan aquellos que toman el cartel como instrumento de protesta contra la ocupación norteamericana, en favor de la independencia, por las luchas reivindicativas y los valores nacionales de Puerto Rico. Entre estos talleres sobresalen: Alacrán, Pachín Marín, El Seco, el de la UPR y Taller Bija.

Los jóvenes artistas de la gráfica dominicana abordaron el cartel serigráfico bebiendo de la fuente refrescante que pautaba el cartel polaco y checo, de las nuevas expresiones del emblemático diseño cubano, para posteriormente mostrar realizaciones que reflejaron una búsqueda experimental dentro de los parámetros de realización que permitía la técnica. Entre los diseñadores dominicanos de los 70 que utilizaron la serigrafía para la impresión del diseño de muchos de sus carteles y obras

Oviedo, 1978
Oviedo, 1978

artísticas podemos mencionar a Frank Almánzar y Carlos Sangiovanni.

El notable y excelente diseñador gráfico dominicano Frank Almánzar, imprimé la casi totalidad de sus carteles en la serigrafía dirigida por Gontier y Cordero.   

Aunque ya conocía la serigrafía y había impreso varias obras serigraficas, Sangiovanni perfecciona sus conocimientos de serigrafía artística becado por Organización de Estados Americanos –OEA– en el Centro Regional de Artes Gráficas, de la Universidad Rodríguez Faccio, en Costa Rica. A su retorno al país (1977) desarrolla un amplio trabajo de impresión y divulgación de obras artísticas seriadas, en su Taller de Experimentación Visual –TEVI–, lugar que dio a la luz ediciones de obras ejemplos de la gráfica latinoamericana. Entre los artistas dominicanos que reprodujeron sus trabajos serigráficamente en este taller destacan: Darío Suro, Jorge Severino, Silvano Lora, Peña Defilló, Cándido Bidó, Soucy Pellerano, Tete Marella, Ramón Oviedo, Rincón Mora, Guillo Pérez, Danilo de los Santos (Danicel) y Elsa Nuñez.   

Posteriormente, diseñadores y artistas de los 80, como Rafael Álvarez, Alexis Guerrero, Gustavo Ubrí y Tony Capellán, entre otros (quienes participaron en los talleres dirigidos por Sangiovanni, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en el Taller de Experimentación Visual, realizaron algunos carteles en serigrafía para promocionar diversas actividades culturales.

A finales de los 70 se instala en la Romana la Escuela de Diseño de Altos de Chavón. Dentro de las instalaciones que se desarrollan en el complejo se crea un taller de serigrafía dedicado a la impresión de camisetas y souvenirs para el consumo de los turistas que visitaban la pequeña ciudad de tiendas, galerías, restaurantes y talleres artesanales. El taller de serigrafía de Altos de Chavón permitió la impresión de muchos carteles en esta técnica realizados para la promoción de las diversas actividades artísticas y culturales que se desarrollaban en el complejo. Los diseños realizados por profesores y alumnos de la Escuela de Altos de Chavón, impresos en cantidades muy limitadas, eran colocados para la publicidad y una gran parte para la venta a coleccionistas, quienes los adquirían por su elegante composición, así como por su condición de edición limitada y “hand

Gustavo Ubrí, 1986
Gustavo Ubrí, 1986

made”.

Antonio Martorell 1969
Antonio Martorell 1969

De los diseñadores de los 80, Miguel Pineda, egresado de Chavón, es sin lugar a dudas el que tuvo la mayor producción cuantitativa y cualitativa de carteles impresos por procedimiento serigráfico. La gran mayoría de estos carteles, realizados para la compañía de teléfono transnacional CODETEL, promocionaron diversas actividades culturales auspiciadas por esa empresa.

El recorrido histórico y visual, de contadas pinceladas, tocado en el presente escrito, trata de llamar la atención sobre la enorme e importante producción de carteles impresos serigráficamente en nuestros tres países. Como expresé en el inicio de mi intervención, solo anhela ser un documento de reflexión, expuesto a ustedes, para que, abordado con la rigurosidad y profundidad del investigador especializado, nos permita establecer las coincidencias en el tratamiento de las imágenes, las influencias, sus interrelaciones, las limitantes que imponía la técnica influyendo en su expresión visual, las lagunas históricas, sus valores estéticos; en fin, tantos puntos de vista que limitan la capacidad de síntesis de cualquier artículo periodístico.

Sangiovanni, 1982
Sangiovanni, 1982
Cartel serigráfico del 1968
Cartel serigráfico del 1968