Fue durante el trujillismo cuando alcanzó punto culminante la exaltación de la figura de  Pedro Santana.

Dictador Rafael L. Trujillo

No es extraño que así ocurriera, pues tras la glorificación  de Santana, estaba en marcha la legitimación del autoritarismo del propio régimen que durante treinta y un años mantuvo sojuzgada a la República.

En la operación intelectual de la tiranía destinada a la exaltación de Santana,  destacan varios momentos significativos. Cuatro de ellos ocuparán  la atención del presente artículo: nos referimos al tralado de los restos de Santana al Seibo en marzo de 1931, meses después de iniciarse el régimen; la entrega de la espada de Santana a Trujillo en octubre de 1935, por parte de Monseñor Nouel; el segundo congreso de la Juventud Trujillista en 1945 y la creación de la Orden Militar del Heroísmo “Capitán General Santana” en 1954.

Pedro Santana.

1.- El traslado de los restos de Santana al Seibo en marzo de 1931.

En su edición del 21 de marzo de 1931, daba cuenta el periódico Listín Diario  que “desde los postreros momentos de la tarde del 17 del mes que cursa, hasta cercana la hora meridiana del día 18, las cuatro veces centenaria Ciudad del Seibo, almáciga  gloriosa que nutrió aquellas legiones de bravos cuyos machetes épicos hicieron patria, ha sido feliz escenario de una serie de actos en honor del General Pedro Santana, el Libertador, que por su alta significación en esta hora en que parece haber abierto el magno juicio de las rectificaciones, no podrá pasarse sin que la crónica guarde un recuerdo de ellos a la posteridad que más humana, tal vez, y menos afectada de aprensiones que todavía dominen el ambiente, tendrá el sublime galardón de pronunciar el descargo de este grande hombre contra el cual no ha habido improperio que el labio inclemente y blasfemo no haya proferido”.

De este modo iniciaba en la "era" de Trujillo la reivindicación de Pedro Santana, quien tras el crimen de la anexión; el ascenso al poder de los gobiernos azules; la reparación histórica de traer al país los restos de Duarte en febrero de 1884 y la consagración de la trilogía patriótica, permaneció proscrito de la memoria colectiva dominicana, exceptuando la controversia histórica  que en 1889, a través de los periódicos “ El Teléfono” y “ El Eco de la Opinión” sostuvieran en torno a su discutido papel en la historia nacional, Manuel de Jesús Galván y José Gabriel García.

Desde el momento de su muerte, ocurrida el 14 de junio de 1864, hasta su traslado al Seibo en marzo de 1931- inicio de su exaltación durante la era de Trujillo, los despojos de Santana siguieron un periplo tan accidentado como lo fue en cierto modo su papel en el devenir de nuestra historia  patria.

Por miedo a la  profanación de su cadáver, se dispuso que al morir, sus restos fueran enterrados en “La Fuerza”, luego  Fortaleza Ozama, al pie de la Torre del Homenaje,  donde permanecieron por espacio de quince años.

A este respecto, afirmaría Don Emilio Rodríguez Demorizi: “ …no pensaría él  jamás, que para ser librado de espantosas profanaciones se le daría sepultura, no bajo las silenciosas bóvedas de un templo, sino en el marcial recinto de la Fuerza, cerca de la Torre del Homenaje, junto a las oscuras cárceles, como si sus restos fueran dignos del presidio”.

Después de quince años de su deceso, en  fecha 9 de enero de 1879, durante el gobierno del General  Cesáreo Guillermo,  a petición de Doña Froilana Febles, Viuda de su hermano Ramón, fue dispuesta la exhumación de los mismos, siendo traslados a la Iglesia de Regina Angelorum, donde permanecieron bajo la custodia del Padre Billini.

Un célebre episodio ocurrido entonces- y que refiriera Don Cayetano Armando Rodríguez en su opúsculo “La frontera Dominico-Haitiana”, pone de manifiesto el rechazo de que entonces era objeto la figura de Santana.

Conforme Don Cayetano- referido por su yerno Don Emilio Rodríguez Demorizi- , siendo Ángel Perdomo Jefe del parque de Artillería de la plaza militar de Santo Domingo, durante el gobierno del Presidente Guillermo, transitaba cerca de la Fortaleza Ozama en momentos en que se procedía a la exhumación de los restos de Santana.

El Presidente Guillermo le expresó: “Don Ángel, estoy cumpliendo una obra de justicia. Voy a dar sepultura más digna al héroe de las Carreras. ¿Qué le parece?

Y Ángel Perdomo, sin reparar del todo en que se encontraba ante la figura del primer mandatario de la nación, en un rapto de indignación,  expresó a Guillermo: “General: la mejor sepultura para el que vende su patria es una covacha o una letrina”.

Al morir el Padre Billini, en 1890,  los restos fueron exhumandos de Regina, para que en su lugar fuera enterrado el célebre filántropo, quedando los mismos bajo la custodia del sacristán , hasta que  Monseñor Meriño, dispuso su traslado a  la torre campanario de la Iglesia Catedral, al cuidado del Mayordomo de la  misma Jesús María Troncoso.

Fue Monseñor Nouel, quien sabedor, como el mismo consignara,  de que  “…algunos jóvenes pretendían apoderarse violentamente de aquellos despojos mortales y llevarlos dizque en procesión reparadora, al vertedero de las inmundicias de la ciudad”, dispuso que los mismos fueran llevados  al Seibo, disponiendo su entierro en la Iglesia Corazón de Jesús de dicha provincia  junto a los del General Eugenio Miches.

Refiriéndose a aquella determinación, el corresponsal Aquino, del Listín Diario, expresaría: “junto al mudo cariño de Eugenio Miches figuran las cenizas del predestinado, ante cuya empañada historia se asoman bosquejos de luz”.

En honor a la verdad, preciso es significar que en torno a la autenticidad de los restos surgió un momentáneo impasse. El entonces joven historiador Vetilio Alfau Duran, puso en duda que los  trasladados al Seibo fueran los de Santana, lo que motivó  que el Presidente del  Ayuntamiento de dicha localidad, Joaquín Morales Pérez, dirigiera una carta al historiador vegano Don Manuel Ubaldo Gómez, recabando su opinión al respecto, solicitud que este respondiera el 8 de julio de 1934, avalando con datos históricos la autencidad de los mismos.

No daba Don Manuel Ubaldo por imposible  “…que los restos en cuestión pudieran ser cambiados durante el tiempo que estuvieron en Regina en una urna fuera de la bóveda, hasta ser llevados a la Catedral; pero esto habría que probarlo de modo indiscutible. Mientras tanto la histórica ciudad del Seibo puede tener por auténticos los restos que descansan en su Iglesia, como los verdaderos del General Pedro Santana, primer Presidente de la República”.

Concordantes con la opinión de Don Manuel Ubaldo Gómez, fueron también las de Pedro A. Pérez, hijo de Doña Froylana y la emitida por Monseñor Nouel, quien en carta pública del 19 de julio de 1934 fijo su parecer en torno a la autencidad de los restos.

Ya comenzaban a cobrar intensidad los elogios a Santana  y varios escritores, pluma en ristre, pergeñaron artículos apologéticos exaltatorios de sus proezas.

Ante el temprano afloramiento de los ditirambos santanistas en la tiranía en ciernes, terció  llamando a la prudencia el atildado escritor y poeta Ángel Rafael Lamarche, quien con aguda sutileza poética, recordaría  en  artículo  de marzo de 1931 titulado  “¡En silencio!”, que aún estaban muy vivos en la memoria colectiva los agravios de Santana a sus víctimas y especialmente el destierro del  Padre de la Patria.

Afirmaría: ¿Pedro Santana?…! La atenuación no es el homenaje! Llevadle con respeto, si queréis, pero en silencio…! Que el sol nace en el Este, alumbra a Higuey y se pone por las tierras urentes de Azua; que aún  la palma es símbolo de martirio en las manos exangües de las vírgenes martirizadas; que todavía el viento del sur continental y ciclópeo, trae murmullos de las selvas del Rio Negro".

2- La entrega de la espada de Santana a Trujillo por parte de Monseñor Nouel.

Un momento cargado de especial simbolismo en lo que respecta a la reivindicación de Santana durante el trujillismo, fue el ocurrido el 17 de octubre de 1936, protagonizado  por Trujillo y Monseñor Nouel en el marco de la inauguración de los puentes “General Santana”, sobre el rio Sanate y “Juan Sánchez Ramírez”, sobre el rio Chavón.

Al culminar la ceremonia de inauguración, Monseñor Nouel, en emotiva ceremonia,  entregó  a Trujillo la espada del General Santana. Las palabras pronunciadas por el ilustre Prelado al entregarle  tan histórica pieza, conforme las reseña Rodríguez Demorizi en su Cronología de la era de Trujillo, entrañaban manifiesta intencionalidad legitimadora tanto del tirano gobernante como del caudillo seibano: “Yo le digo a Ud. ¡Salve Padre de la Patria! Conservad esta espada para que mañana, si es necesario- y Dios no lo quiera- podáis defender la patria de nuestros progenitores”.

3.- El segundo congreso de la juventud trujillista.

El referido congreso se llevó a efecto los días 15, 16, 17 y 18 de mayo de 1945.

Participaron en el mismo cuatrocientos jóvenes de las 19 provincias entonces existentes, además de la representación obrera y de las escuelas normales de varones y hembras.

El propósito del mismo, como no podía ser menos en el marco de la tiranía, era la exaltación de la figura de Trujillo,  comenzando por la sede principal del resonante  evento,  que no sería en la ocasión la capital del país, sino la provincia de San Cristóbal, llamada entonces “La Benemérita”, por haber sido lugar de nacimiento del dictador.

El párrafo I del reglamentos del referido Congreso, justificaba que  la fecha de su inicio, es decir, el 16 de mayo, “fue escogida en virtud de su importancia histórica, ya que en ella tuvo su inicio una era decisiva para el progreso moral y material de la Republica Dominicana y especialmente de sus clases jóvenes”. Es decir, el comienzo de la denominada “Era de Trujillo”.

Tres cuestiones modulares se proponía el celebrado encuentro juvenil, a saber: a) Fijar la posición definitiva de la juventud dominicana en relación con la política nacionalista del Benefactor de la Patria. b) fijar el criterio de la juventud dominicana en relación con los problemas de la postguerra; c).- dilucidar cuestiones de interés histórico, económico, administrativo, social y cultural.

Encabezaba  la lista de temas políticos a ser propuestos para su abordaje “un estudio comparativo entre la vida de la Republica del 1844 al 1930; las razones por las cuales la reelección de Trujillo “era una necesidad para el país”,  así como la creación del “Museo Trujillo”, donde reposaría la bibliografía trujillista, una discoteca con sus discursos políticos así como una colección de pinturas e iconografías del tirano.

Advierta el lector que el tema de un “Museo” dedicado a Trujillo no es tema nuevo.

La proposición de que en el marco del congreso se abordaran temas  históricos y culturales, implicó, al propio tiempo, la convocatoria a realizar la “biografía de un Héroe de la Independencia o de la Restauración que a juicio del exponente tenga más interés en la historia dominicana al tiempo que se proponía  analizar tres efemérides: el 27 de febrero de 1844, el 16 de agosto de 1863 y el 16 de mayo de 1930.

Al incluirse la fecha del 16 de mayo de 1930,  ascenso de Trujillo al poder, la misma quedaba en similar rango de importancia que los dos hitos fundamentales de nuestra historia.

Fue bajo el designio de presentar a la juventud universitaria de entonces el nombre de Trujillo y la era por él encarnada, asociada  a los hitos más significativos del devenir nacional, la ocasión que el régimen entendió propicia  para, al propio tiempo, promover la exaltación de la figura de Santana.

Para ello, se presentó a los jóvenes congresistas durante la segunda sesión plenaria – “la más movida” a decir de los relatores-,  la siguiente pregunta: ¿Merece Pedro Santana como primera espada de la Independencia, que sus restos reposen en la Capilla de los Inmortales? al tiempo que se les proponía considerar  “ otros héroes de la Independencia o de la Restauración que merecen recibir el homenaje de la gratitud nacional así como a homenajear las figuras de Concepción Bona y Juana Saltitopa, pero omitiendo, no sin marcada intencionalidad, el nombre de María Trinidad Sánchez.

Sobre tan sensitiva cuestión histórica fueron analizadas 18 ponencias. En diez de las mismas,  fueron expuestos  los méritos que, a decir de los expositores,  tenía  Santana para merecer ese homenaje. Seis ponencias sugierieron  otros homenajes, tales como la erección de una estatua ecuestre en Ciudad Trujillo, bustos en el Seibo, en Azua y en Bani; y como era habitual en la tiranía, para guardar las apariencias, dos ponencias que fueron estudiadas emitieron votos contrarios a que los restos de Santana descansen en la Capilla de los Inmortales, aunque en ellas se le reconocían  sus virtudes como “como libertador y como gobernante”.

Luego de ello, fue aperturado el debate, siendo el primero en intervenir el Primer Vicepresidente del Congreso, el  joven Manuel de Jesús Goico Castro, de la élite  Seibana, y  de  quien se destacaba que: “improvisó  una extensa y bien documentada apología del héroe del 19 de marzo y Las Carreras, reveladora de sus arraigadas convicciones santanistas”.

Amparado en opiniones de Manuel de Jesús Galván, José Gabriel García, Manuel Arturo Peña Batle, entre otros, sostuvo que “para estudiar en forma consciente a Santana y discutir su figura como libertador y gobernante urge poseer grandes conocimientos históricos para que no se emitan juicios irrespetuosos e inexactos como en los que incurren ciertos escritores al enfocar el discutido personaje”.

Goico Castro  comenzaba ya a descollar como  en uno de los más férvidos apologistas de Santana, llegando a publicar diversos opúsculos y ensayos al respecto, los cuales, años después, recogería en  su libro “En torno a Pedro Santana”, publicado en 1970.

Similar parecer manifestaron Rafael Augusto Sánchez Hijo,  G. A. Lockward, Diego Bordas Hernández, Salvador Goico Morel, Rafael Emilio Andújar, Porfirio Berroa Carbuccia, Doctor Rafael A. Ricart, José Miguel Castaños Copello, entre otros oradores,  la mayor parte de la delegación de San Pedro de Macorís y otros cinco oradores más, quienes ponderaron con muy elocuentes razones, los méritos y las glorias del General Pedro Santana.

Los Señores Ingeniero Rafael A. Aguayo, Rafael Moore Garrido, Víctor Garrido Hijo, Cesar A. Herrera y señorita Carmen Lara Fernández, refutaron la proposición de que los restos se trasladen a la Capilla de los Inmortales, aunque reconocían, sin embargo, que Santana era poseedor de méritos para ser acreedor a homenajes de otro tipo que reivindiquen su memoria.

El periódico La Nación,  al referirse a las referidas deliberaciones de los jóvenes congresistas, en su edición del 19 de mayo de 1945, afirmaba: “De estas discusiones y de la manera cómo fueron seguidas por los asistentes, se desprende, “que existe gran interés en nuestra juventud para rendir un homenaje al General Santana, que aun cuando no consista en que sus restos sean trasladados a la Capilla de los Inmortales, sea expresión de la gratitud nacional por su valiosa contribución a la consolidación de la Independencia de la Republica Dominicana”.

Y precisaba: “ en general, hasta los que combatieron la proposición antes citada, opinaron en el sentido de que se erija un monumento al Jefe de las Fuerzas Libertadoras”.

Una solución conciliatoria fue propuesta por el joven Cesar Herrera- quien con el tiempo seria uno de nuestros más acuciosos historiadores-, referente a que el  traslado de los restos de Santana a la Capilla de los Inmortales fuera sometido a la consideración de la Academia Dominicana de la Historia y al Instituto de Investigaciones Históricas a fines de que “dichas   instituciones emitieran sus opiniones y organizaran actos apropiados para esclarecer definitivamente tan discutida figura”.     

Con posterioridad al reseñado Congreso, historiadores e intelectuales ya consagrados y otros que luego destacarían como tales, continuarían sin descanso la apología santanista durante el régimen de Trujillo.

Francisco Elpidio Beras, al referirse a la batalla de las carreras, la calificaría como el “Waterloo dominicano” y  Rafael Augusto Sánchez Hijo, en artículo de sus años juveniles exclamaría: “¡Dominicanos! Si el General Pedro Santana en algun momento de su vida patricia pecó, el brillo de su gloria es la más grande absolución de sus pecados!”.

4.- La Orden Militar del Heroísmo “Capitán General Santana”.

Otro hito de significación durante la tiranía, destinado a exaltar la figura de Santana, fue la ley 3915, del 24 de agosto de 1954, mediante la cual  fue creada la Orden Militar “Capitán General Santana”, con el propósito,  como rezaba su artículo 1: “de recompensar, de modo especial, actos o hechos heroicos de arrojo y valor extraordinarios, excepcionalmente meritorios, prestados por miembros del Ejército, la Marina y la Aviación”.

Se trataba, en principio, de una orden de cuatro clases y consistiría, según rezaba su articulo 3 “en una medalla que tenga en el anverso la efigie de Pedro Santana vestido de Capitán General, y la siguiente inscripción: “Orden Militar del Heroísmo “Capitán General Santana”; y en el reverso las siguientes palabras: “El Presidente de la Republica Dominicana”, en la parte superior y en la parte inferior el nombre del condecorado”.

Especialmente sugerente era el artículo 14 de la misma, el cual rezaba que: “los militares que fueren agraciados con la Orden Militar del Heroísmo “Capitán General Santana” estarán doblemente obligados a servir a los demás militares, como modelo de disciplina, valor personal, integridad, lealtad, dignidad y honradez acrisolada, ya que la Republica los enaltece con una distinción excepcional por hechos o actos heroicos”.

De este modo se proponía a Santana como modelo del militar ejemplar y paradigma de virtudes, obviándose, en aviesa distorsión histórica,  el decreto del Gobierno Provisorio del 25 de diciembre de 1863 mediante el cual los lideres restauradores, al considerar  que “ El General Pedro Santana se ha hecho culpable del crimen de alta traición, enajenando en favor de la Corona de Castilla, la Republica Dominicana, sin la libre y legal voluntad de sus pueblos, y contra el texto expreso de la ley fundamental”, lo declararon fuera de ley, disponiendo que “ todo jefe de tropa que le apresara le hará pasar por las armas, reconocida que sea la identidad de su persona”.

La ley 3915 fue derogada por la 4009 del 14 de diciembre del 1954, en virtud de  una moción del entonces Senador Rafael Vidal Torres, quien propuso se incluyera  una categoría adicional a las cuatro existentes, consumándose así un nuevo punto de inflexión en la evolución de los rituales exaltatorios de la figura de Santana durante la tiranía trujillista.