SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Solo de cuando en cuando, cada cierta era, la comunicación y el arte aúnan, sus sensaciones develadas o no, para la reivindicación de un país y se evidencia que como nación podemos ser tan grandes y potencialmente universales como cualquier país, pese incluso a aspectos deficientes o por mejorar en su estructuración, desarrollo y montaje. Eso pasa con las entregas conocidas hasta el momento de Dominican Got Talent.
El programa original, America’s Got Talent es parte de la franquicia global Got Talent creada por Simon Cowell, producido por Fremantle USA y Syco Entertainment, distribuido por el primero, y emitido en la cadena de televisión NBC, que se estrenó el 21 de junio de 2006.
El impacto local
Quien se imagine que la versión nacional de la franquicia televisiva America’s Got Talent, es tan solo una demostración de que la producción televisiva dominicana está en condiciones de mostrar un perfil internacional, están equivocados.
Quienes se imaginaban que no aparecería el talento criollo de calidad y con capacidad de servir de ejemplo ciudadano, de enternecer e impresionar , también estaban equivocados.
Y aquellos que mostraron dudas sobre la capacidad de respuesta dominicana para colocarse al nivel de calidad de las emisiones similares de otros países, han tenido que recoger sus palabras.
Quienes creyeron, en el supuesto del pensamiento positivo, que el programa estaría a la altura de las condiciones que demandan y que saldría airoso en su objetivo de descubridor de talentos, incluso esos, están en una visión incorrecta.
Si tuviéramos que evaluarlo como programa en sí mismo, tendríamos que decir que, en sus primeras entregas, lo que ha cursado en esta producción extraordinaria, es verdadero talento, con sus excepciones matices.
Lo que ha cursado en ese escenario (que es el Teatro Nacional adaptado a los criterios de producción de la franquicia), no es tan solo el fresco e imparable talento joven desconocido. No es eso. Lo que representa esta producción trasciende el entrenamiento televisivo de categoría máxima. Lo que se a producido es un reencuentro con el país con lo mejor de sí mismo.
Lo que se ha logrado es desplegar un caleidoscopio multicolor de valores que ratifican que, en materia de arte y actitud, todos los países del mundo pueden ser iguales y saltar sobre las circunstancias que ridículamente pretende segregar los países y los pueblos en dimensiones que se reducen a extremos: los avanzados progresistas y los pobres y quejumbrosos del mal llamado Tercer Mundo.
Los precedentes
Domican’s Got Talent es la expresión nacional más alta de la búsqueda de talentos por medio de la televisión y que se inició en la década de 1950 cuando se inicia el programa por La Voz Dominicana, Buscando Estrellas, producido y presentado por el ingeniero Ramón Grullón Cordero, y desde el cual se dio a conocer a figuras como Tony Curiel y Johnny Ventura), producción.
Otro precedente fue la producción de Pildorin, El gran Show, basado en el mismo concepto y transmitido también por ese canal oficial y animado por este comediante (al cual el país debe un homenaje) con la asistencia de “Veterano” (“Coge la fundita. Saca un numerito”), en unas realidades que las actuales generaciones ni se imaginan que existió y que tuvo tantos méritos al descubrir talentos e impulsar carreras.
Juzgar los jueces
Sus cuatro jueces, que en comentarios de redes han sido mal enfocados, se manejan como más como estimuladores que como evaluadores técnicos y, tal cual señala en su enfoque Alfonso Quiñones, adolecen de dos ausencias: un cronista de arte popular fuerte, conocedor y de experiencia (un Joseph Cáceres, un Jose Antonio Aybar, un Máximo Jiménez, por solo citar tres nombres) y un evaluador de lo clásico, lo lirico, ambos menos impresionables y con una severidad que daría rigurosidad al proceso y trascendencia final a quienes ganen.
El jurado mejorable
Los cuatro jueces de planta no están mal. Podría haberse hecho una selección distinta en base a las observaciones que aportamos, pero creo que no tienen razón los francotiradores desde las redes.
Naslha Bogaert, jueza principal, actriz, productora de cine, comunicadora, se maneja bien, pero debe evitar apasionamientos y orientarse mucho más en la técnica, pero es fresca, aguda, inteligente sensible.
Waddy Jáquez, injustamente criticado por algunos desde la irresponsable sombra anónima de las redes, es todo un productor de espectáculo, incluso musicales y que cuenta con un buen respaldo intelectual para sus funciones.
Milagros Germán, productora, de notable formación intelectual y con conocimientos musicales y de actuación, aporta la dignidad de su presencia y un discurso sereno y llano.
Raymond Pozo, humorista, actor y productor, no puede ser subestimado. Aporta con gracia el sentido popular coloquial, con una gracia repentista que agrega valor.
Estos jurados, en ocasiones son benévolos y dejan pasar fallas en la dicción de los participantes (aunque no así con quienes desafinan), obvian el consejo imprescindible a quienes cantan, de perfeccionar su talento mediante el estudio. Es decir, cumplen un papel trascendental y digno, pero están llamados a ser más estrictos y mejor detallados en sus valoraciones técnicas de lo presentado, evitando adjetivos terminantes. Y en otro extremo, podrían ser mas más generosos con el botón dorado que varios de los que lo merecían, salieron de escena tan solo con cuatro “Si”.
El programa franquicia en realidad es una dimensión que nos hace mirarnos a todos, llenos de orgullo, por tener tanto talento ignorado y que ahora se devela. Este espacio es la más bella sorpresa que el país se regala a sí mismo.
Viendo los talentos
Examinemos cuatro casos:
Las Estrellitas
Las Estrellitas, son justo lo que se busca en estos programas: excelencia básica, origen social con limitaciones de todo tipo y una voluntad de salir adelante.
Elías Serulle
Oro puro en veta por ser explotada. Un concepto nuevo y fresco. aun cuando debe evitar las inflexiones de Carlos Sánchez, que en tres expresiones son idénticas en cuanto al tono y timbre.
Evaristo Martes
El tipo de talento de enorme adaptación al concepto. Buena historia, aun cuando es sensiblera y se pudo haber obviado. La apariencia fue carta inicial de presentación que puso al público y a los jueces bajo su incidencia. Muy bueno como cantante: estilo, penetración, carisma, pero le faltaron “s” en las terminaciones de tres palabras cruciales y nadie se lo señaló.
José Luis (Bailarín y atleta)
Este chico ha sido hasta el momento, la mejor representación de que los limites no existe. El ofreció el mejor ejemplo de la capacidad humana de superarlo todo y le dio un nivel universal que equipara su calidad con la producción internacional de la franquicia.
Dhelis Quezada
La joven odontóloga es sin duda una de las más altas y perfectas caracterizaciones interpretativas, por el género que ofreció (lo lírico), por su mensaje y llamado a dar a conocer esa expresión de música. Tuvo el valor de vencer sus nervios y se constituyo el fenómeno.
No obstante, era deber de los jueces recomendarle estudios de nivel académico en canto lirico y no satisfacerse por con la extraordinaria demostración aficionada que sirvió y que, resonando todavía en la memoria colectiva, ha alcanzado el primer lugar en visitas al video hasta ahora.