LA HABANA, Cuba.-La ciudad está mojada. La lluvia empapa sus calles. Los cubanos hablan de un frente frío. Se abrigan, pero salen a la calle. Hay que salir. Hay que trabajar, los que tienen trabajo, y los que trabajan por cuenta propia no quieren perder la oportunidad de atraer turistas a sus actividades. Las más variadas, desde los mercados de artesanos, los paladares, el chófer del taxi o el conductor del “almendrón”, que es un viejo automóvil de los años 50, rehabilitado y convertido en reliquia que gusta a los turistas montarlo, pese a la incomodidad del artefacto.
Seis millones de cubanos viven de la subvención del Estado Cubano, por la cartilla de racionamiento o por los programas asistencialistas. Otros cuatro millones de cubanos son empleados del Estado. La Habana en diciembre hierve con la cantidad de personas que han llegado a pasar las navidades en esta vieja ciudad caribeña, en especial para curiosear las expectativas de los que viven en la isla luego del anuncio del 17 de diciembre de los presidentes Barack Obama, de los Estados Unidos, y Raúl Castro, de Cuba, de iniciar un proceso de apertura de relaciones políticas y diplomáticas, luego de 53 años interrumpidas. Fue la época en que las contradicciones entre Cuba y Estados Unidos, con Unión Soviética involucrada, estuvieron a punto de desatar una tercera guerra mundial con la llamada “crisis de los misiles”.
La lluvia es un terrible peligro para las casas destartaladas de la Vieja Habana. Una gran parte de las casas alrededor del Malecón, y de la ciudad vieja no intervenida todavía por la Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, no aguantan la lluvia. Si llueve seguido dos días varios edificios se van abajo, como ha ocurrido en varias ocasiones. Están construidos con materiales que han ido perdiendo fuerza, especialmente barro, sus estructuras pierden vigor y caen. Las tragedias se cuentan por muchas. Niños, jóvenes estudiantes, personas adultas mueren sepultadas en los escombros. Usted camina por la ciudad vieja y se encuentra los huecos en las aceras: Casas antiguas que se han derrumbado.
Trabajo por cuenta propia
Pero los cubanos son expertos en sacar provecho de cualquier tragedia en la ciudad. Algunos aprovechan los derrumbes para llevarse la madera antigua, los listones y otras piezas de las viejas construcciones caídas para reutilizarlas en otras viviendas, para venderlas como materia prima, y por ejemplo venderlas a los artesanos, que con esa madera de 200 y 250 años, según ellos, tallar piezas que venden a los turistas. Verdaderas obras de arte.
Por ejemplo, Gilberto Pérez Valdés, escultor y artesano que vende obras en la calle Obispo 411, en un organizado mercado de artesanías, que no es propiedad del Estado, sino que sus vendedores lo hacen por cuenta propia y a su particular beneficio, dice que trabaja sus obras con madera de los edificios que se derrumban. Y añade un dato más interesante. Algunas casas son de la época republicana, los pisos y columnas de mármol de carrara no se pierden, también son utilizados. Los compra y corta el apreciado mármol y los utiliza como base de cada una de sus obras.
Una de las reformas económicas más impactantes en el gobierno de Raúl Castro ha sido permitir el negocio por cuenta propia. La gente, regulada por el Estado, crea pequeñas empresas de servicios y en sus casas se organizan e instalan paladares: es el más amplio negocio de alimentos, en especial para turistas y para cubanos que tienen acceso a divisas o a moneda convertible, conocida como CUC, que tienen un valor aproximado de 80 centavos de CUC por un dólar. Quien tiene CUC tiene acceso a la alimentación digna. Quien no lo tiene, apenas tiene acceso a pesos cubanos, que carecen de valor cuando se trata de comprar. Las remesas convierten a los cubanos que las reciben en beneficiarios de primera. El CUC da acceso al bistec o la carne de res, que es lo más escaso y lo más apreciado por los cubanos.
Un bistec puede costar entre 6 y 10 CUC. Los turistas hacen largas filas en las oficinas de cambio de divisas. El euro vale un poco más que un CUC, el dólar vale un poco menos que un CUC, pero el cambio en dólares perjudica a los turistas, porque el gobierno tiene un impuesto de 10% que cobra a quien cambia dólares, como forma de castigar a los turistas procedentes de los Estados Unidos.
La Vieja Habana
Cuando el turista penetra en las interioridades de la ciudad, en especial la zona destinada a disfrutar el esplendor de la Vieja Habana, va descubriendo la grandeza de esta urbe de los años 50, una de las más importantes capitales de América Latina. Infraestructura, avenidas, calles, puentes, túneles, estatuas, hoteles, casinos forman parte de un conjunto urbanístico al que la revolución no ha aportada casi nada. Fueron obras realizadas en los años previos a la revolución de 1959. Hoy día son las obras más impresionantes de la ciudad, lo mismo que La Cabaña y el Morro, un conjunto arquitectónico de la época colonial, construido para proteger la más apreciada de las colonias españolas en ultramar. Conjuntamente con Puerto Rico y Las Filipinas, fue de las últimas posesiones españolas en el mundo.
Fue una época de bonanza. Cuba era el país número uno en producción de azúcar, y una fuente de alimentación de la economía española. Cuba debía ser protegida y por ello hay tantas construcciones y fortificaciones en La Habana y en otras ciudades de Cuba, que la convierten en la poseedora de la mayor herencia arquitectónica española en América.
Taxis y Almendrones
Los taxis turísticos son amarillos, y están claramente identificados. Se colocan alrededor de los grandes hoteles, donde acuden masivamente los turistas. Son vehículos modernos y modestos. La empresa es propiedad del Estado, y los taxistas son empleados públicos. Los vehículos antiguos, los llamados almendrones, son una rehabilitación desaforada de los viejos automóviles de los años 50, que surgieron a partir de la autorización del gobierno a ciertas áreas de trabajo por cuenta propia. Son viejos y destartalados automóviles, restablecidos en su parte mecánica con motores diesel y de autos más modernos como los Lada. Están destinados a los cubanos, y deben cobrar en pesos cubanos. Hacen una competencia desleal, de acuerdo con los taxistas de vehículos modernos, porque ofrecen servicios a turistas y cobran en CUC.
Identificar a un turista de Panamá, Puerto Rico, Centroamérica o República Dominicana es muy fácil para los cubanos. Sólo tienen que esperar que la persona hable y de inmediato cambian de pesos cubanos a CUC. Hay que añadir que los cubanos conocen a sus compatriotas hasta por la forma de vestir, de hablar y por el brillo de la piel. Se trata de taxistas y conductores profesionales en áreas variadas: la ingeniería, la medicina, el magisterio. Algunos son ex militares o agentes encubiertos. Son expertos en cualquier cosa, en especial en historia, y saben tratar a la gente con educación, mientras haya plata en el bolsillo.
El Estado cubano recibe dinero a borbotones de los servicios turísticos. Los negocios tradicionales para turistas, como Tropicana, La Bodeguita del Medio, El Floridita, y hoteles como El Nacional, Habana Libre, Meliá Cohiba, son del Estado, aunque administrados en base a convenios con empresas extranjeras o nacionales. Los militares tienen el control económico de una gran parte de esos negocios.
La Oficina del Historiador de La Habana, Eusebio Leal
La Oficina del Historiador de La Habana, Eusebio Leal, ha realizado un extraordinario trabajo de rehabilitación de los lugares históricos, y ha concebido un gran negocio: hoteles antiguos, mansiones republicanas y coloniales, se han convertido en hoteles y restaurantes para moneda convertible, y esa es parte de la atracción de la ciudad. Hoteles como Ambos Mundos, donde se hospedaba Ernest Heminguey, opera con eficacia y atracción, al lado de la Plaza Santo Domingo. El Café del Oriente es una antiquísima y bellísima casa de dos niveles, en la Plaza de Paloma, que es un restaurant de primera, cerca del edificio de las comunicaciones, donde operan emisoras y agencias internacionales de información.
La ciudad es tranquila y segura. El antiguo cementerio Cristóbal Colón, fundado en 1871, es un monumento nacional. Los turistas deben pagar seis dólares para entrar: 5 CUC por cada persona, y está organizado como si fuera una ciudad. Allí está la tumba de Máximo Gómez, por cierto la más importante de todas las que conserva la necrópolis. Los cubanos entran gratis.
Eusebio Leal, como historiador y como gestor es la personalidad más admirada y reconocida por los cubanos. La gente le respeta, habla bien de él, se le tiene como el hombre más convincente, bien informado y poseedor de la oratoria más calibrada y encendida, tanto o más que Fidel Castro. Luego de Fidel es Eusebio, una persona que no está en política sino en la obra de destacar la ciudad, de disponer medidas que restablezcan parte del resplandor que tuvo La Habana en la época en que fue colonia y en la etapa republicana. El rescate incluye el Gran Teatro de La Habana, el Capitolio, y muchas obras trascendentes, pero que tienen menor presencia y son menos destacadas. Todos los días se lanza el cañonazo de las 9 de la noche, hora en que se cerraba el puerto de la ciudad. Es un espectáculo para los cubanos y para los turistas. Hay que pagar la entrada, los turistas en CUC y los cubanos en pesos devaluados.
Miramar, gente privilegiada y zona hermosa y esplendorosa
Otras áreas de la ciudad conservan su belleza y exclusividad, como Miramar. Con grandes hoteles, grandes avenidas y lugares de residencias impresionantes, que antes eran de los ricos de la isla y que ahora pertenecen al Estado. Operan allí las embajadas y consulados de los países con relaciones con Cuba. También se pueden ver las residencias de los embajadores, los exclusivos residenciales de funcionarios altos del Partido Comunista, el llamado Punto Cero, próximo al CIMEQ, donde residen las familias del líder Fidel Castro y del presidente Raúl Castro.
En las proximidades de allí se encuentra el supermercado más importante de Cuba, un centro comercial exclusivo para comprar productos comestibles, incluyendo carnes, en CUC. Para los ojos de un dominicano estaba bastante desabastecido, pobremente servido y con muy pocas personas adquiriendo productos, pese al momento en que le visitamos: el 24 de diciembre. Algunos productos dominicanos, especialmente galletitas de soda. La posibilidad es que previamente los consumidores hayan arrasado con casi toda la mercancía.
Navidad diferente a la que celebramos los dominicanos
Los cubanos no tienen la costumbre de celebrar la nochebuena como es común en República Dominicana. El 24 de diciembre en la noche parece un día normal, aunque el 25 es festivo desde hace apenas unos años, por petición del papa Juan Pablo II, y fue acogida la propuesta por el gobierno cubano.
El ambiente tradicional, en particular con los cubanos con los que el turista tiene posibilidad de dialogar en las calles y en las plazas, es de indiferencia hacia la política, a las relaciones con los Estados Unidos, a Barack Obama o a Raúl Castro. Algunos dijeron que había más alegría por el regreso de tres de los 5 cubanos que estaban en prisión en los Estados Unidos que por el anuncio de apertura con Estados Unidos. Sin embargo, en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, cada día hay por lo menos 300 personas buscando visas.
Obvio, si usted visita La Habana y tiene la costumbre de comportarse como turista en Estados Unidos o cualquier ciudad capitalista, debe adaptarse a un modelo diferente. Política y económicamente es un país distinto, con una cultura oficial distinta. Se cuidan de todo, lo revisan todo, detienen a cualquiera y lo requisan tres veces con rayos x en el aeropuerto. Hay un palpable culto a la personalidad de los líderes históricos de la revolución, en especial de Ernesto Che Guavara y de Camilo Cienfuegos. Las frases y las fotografías de Fidel Castro nunca se quedan, ni siquiera en las carreteras y avenidas de la ciudad. Pasar por Cuba, como turista, en plan curioso, es un acontecimiento. En especial en estas fechas.
Desde temprano los cubanos se preparan para la gran fiesta de fin de año. Es el primero de enero. Despiden el año en fiestas, con música, y celebran el día 1 como la fecha patria más relevante. En los restaurantes ofrecen comilonas y bebentinas para el 31 de diciembre. Con espectáculos artísticos. Es una fiesta a todo dar, porque el cubano, como buen caribeño, es también alegre y bailador. Y en apariencia se celebra la entrada del año nuevo y la fiesta de la revolución. Cada quien a su gusto. Son fechas parejas.