Charamicos (Ángela Hernández, 2021, Archivo General de la Nación) brillante y valiente ejercicio de alta literatura, es lección de historia reciente y revisión dialéctica de los excesos de izquierdas y la represión del poder conservador con sus señales de sangre, luto y dolor, los gestos de heroísmo y irrenunciable lucha por la libertad. Pudo haber sido una crónica de los vencidos, pero no lo es.
La obra de Hernández resuelve de forma muy singular la borrosa y a veces imperceptible línea, que separa la realidad de la ficción, sobre todo cuando de novelas históricas se trata.
En este título se presenta la coyuntura cuando la novela actúa al mismo tiempo como plataforma de ficción (para el caso, muy bien lograda) y como palanca que expone la realidad.
Charamicos era una novela que la autora se debía a sí misma, en sus 629 páginas. Es la obra de mayor trascendencia de esta autora, por el manejo de su expresiva gestión literaria como por la valentía de exponer los hechos, alejándose de los rituales de lo políticamente correcto, desmontando altares y evidenciando errores y horrores de lo tenido hasta ahora como incuestionable proceder político de izquierdas y derechas, sin caer en la tentación de ser crónica de los vencidos.
La obra tuvo una edición por Letra Gráfica en 2004, de 320 páginas, pero esta entrega no es una reimpresión. Cada oración de aquella versión, ha sido reescrita y ampliada.
La novela, compendio necesario, incómodo y de, comporta revelaciones históricas, plasmadas con pasión narrativa para resumir la experiencia de militante de izquierda que no duda en reconocer el heroísmo, el sacrificio y persistencia de la lucha por la libertad, para presentarlos junto a los errores y horrores.
Lo muestra incluso la ingenua incapacidad de las izquierdas de impedir la infiltración por parte de los servicios de inteligencia del Estado y de los Estados Unidos, que obtenían grabaciones de las maratónicas reuniones de doce horas de los comités centrales en el campus, y cuyas grabaciones llegaban horas después a los despachos de la inteligencia represiva por parte de agentes que se hacían pasar por empleados universitarios.
La escritora, sin perder el pulso de la ficción, expone los procesos de parte de esa izquierda, sus excesos, sus radicalismos y esquematismos ideológicos (algunos de los cuales siguen vigentes y frescos al día de hoy), manejando los errores y hechos violentos, tan sangrientos como las expresiones de la intolerancia cruenta del oficialismo de esos inolvidables años 1970–1975, solo diferenciados por la cantidad de veces que, de parte y parte, rodó la sangre y se hizo florecer tanto el dolor y tanto el luto.
Charamicos está contada a dos voces (Ercira y Trinidad) que superponen los giros expuestos en aproximaciones sucesivas, partiendo de la juventud de sus protagonistas, rico en detalles y miradas de lo rural al mundo urbano.
La estilística de Hernández sumerge al lector en un submundo conectado por lo universitario, la lucha social, las murallas de la ideología de mejor mercadeo de la época, el rejuego de las tendencias prochina, prorusa, procubana, y la estela de servilismo a las ideas, imponiéndose incluso por encima de las lógicas irreductibles de la sociedad, y que definían guetos partidarios, caracterizados por un vestir, un ser y un lenguaje diferenciados y que, a tanto tiempo de cambios, algunos aún siguen prisioneros de esa visión.
Los principales logros estilísticos de la autora: descripción al detalle de personajes y personalidades, ajustada visión subjetiva de las dos narradoras y el trabajo documental y de memoria al reconstruir los ambientes ámbitos de la acción.
Notable el sentido sarcástico del humor y la gestión del lenguaje popular, en particular cuando se refiere a temas eróticos y comparaciones familiares.
Personajes y hechos
Hernández logra ubicarse en el difícil equilibrio entre la ficción, la imaginación fluida, la validez de los recuerdos, la documentación a que apela y la subjetiva expresividad que delega en sus dos personajes femeninos narrativos (recurso al que ha recurrido en casi toda su narrativa breve y de largo esfuerzo) en las personas de Ercira Sánchez (La Sureña) y Trinidad, dos mujeres jóvenes que enhebran cual canal conductual de hechos reales o ficcionados.
Charamicos es un desfile-homenaje crítico a una galería de personajes: (El hombre brújula (Francisco Alberto Caamaño), El Canelo (El Moreno), Aridio Ormelo (Amaury Germán Aristy), Los Ciguayos (Movimiento 12 de enero, Los Palmeros), Dona Manuelita (Manuela Germán Aristy. EPD) -entrevistada por la autora para esta obra-, principales dirigentes y líderes operativo de grupo de izquierda), Andrickon, Peñaló, Estrella Roja (nominación para definir uno de los grupos de izquierda); La Gamba (La Banda liderada por Ramón Pérez Martínez (Macorís), recientemente fallecido) y Jimmy María (el orientador), entre algunos de los nombres de esta galería de nombrables e innombrables, muchos de los cuales finalmente se aburguesaron y pasaron a los bandos políticos de derecha que para la época descrita combatieron.
Era esperada la oleada de silencios que ha rodeado el lanzamiento de Charamicos, particularmente desde los sectores sociales y políticos a que hace referencia. Pero, en realidad, no es silencio. Es una respuesta. Es la callada.
Opiniones criticas
Lucía M. Montás, magister en Español de la Universidad de Florida, sostiene: “Hernández reinterpreta la era post Trujillo desde un punto de vista feminista”….esta novela como depositaria de la memoria histórica y construcción de la nacionalidad a través del género del Bildungsroman. Al proporcionar un espacio para las voces silenciadas de las mujeres y los disidentes, la autora revisa la conciencia del lector sobre el ciclo interminable de la dictadura durante la era democrática.
El historiador y novelista Elíades Acosta Matos sostiene que Charamicos “está excepcionalmente lograda como novela. Es un texto que literariamente es impecable. Tiene todos los elementos necesarios, empezando por el lenguaje utilizado: me asombra mucho el lenguaje popular utilizado en esta novela… Para mí es una enorme virtud en un escritor tener oídos para el lenguaje popular. Yo diría que es de las cosas que más agradezco encontrarme, cuando descubro una cultura, cuando descubro una literatura nacional. Y, aparte de eso, tiene la osadía, la valentía y el tino de abordar los doce años de la dictadura de Joaquín Balaguer. Se ha escrito mucho de la dictadura de Balaguer, pero yo, que no soy nacional, que no viví esa época aquí, que tengo una visión digamos libresca de ese tiempo, por primera vez, lo he comprendido a profundidad leyendo la novela Charamicos, de Ángela Hernández”.
Mateo Morrison: “Estoy seguro de que esta novela permanecerá con plenitud en el tiempo, pues está hecha con creatividad, con un talento probado, con la realidad de las palabras que se van colocando sin dudas en la perpetuidad de una escritura narrativa. Y no le quiero poner límites ni del idioma ni de la geografía porque, aunque Ángela aprovecha muy bien la riqueza del idioma español, tanto a nivel de lo que sería “culto”, como lo popular y lo usa bien y lo maneja de una forma magistral. Espero que este libro se lea también en otras lenguas. Que sea traducido a otros idiomas, que se pueda conocer la grandeza que es posible acumular en una autora como es Ángela”.
No es esta la primera novela que recientemente abrió heridas trágicas, tras la salida de Muerte en Bruselas, (Pedro Gómez Borbón, 2020).
Y es de esperar que la respuesta social a una tan valiente y reveladora exposición, no apele al facilismo del silencio. Tal cual decía el precepto mil veces repetido en la época: “La verdad es siempre revolucionaria:”
Ficha Técnica
Título: Charamicos
Autora: Ángela Hernández Núñez
Edición: AGN
Año: 2021
Páginas: 629
Arte de portada: Miguel Ramírez
Diagramación y diseño general: Rafael Rolando Delmonte
Editor: Daniel García, Encargado área publicaciones del AGN
Impresión y terminación: Editora Corripio
Puntos de venta: AGN y Librería Cuesta