Autor: Reinaldo del Orbe
SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Las musas son esas abstracciones que malcriadamente violan las leyes de la física y se hacen palpables: un reloj, una cuerda, una gota de sangre, un gato agonizando, pueden venir de cualquier parte. Al violar la física, pierden la capacidad etérea, y toman forma plausible en el lienzo, el escenario, la letra que escribió la pluma, o en la lengua de los poetas. Esta capacidad de ser motor y puente le atañe a los humanos, ellas los eligen (quien sabe bajo cuales juicios caprichosos) sin importarle si estos tienen o no humanidad. Generalmente, el elegido presenta anomalías sociales, odio a las matemáticas, y un cierto placer por justificar la convivencia con sus demonios. El arte escoge al artista, dotándole de una habilidad demostrable, que le otorga la capacidad de llevar a cabo obras que nunca pasaron por la cabeza de la mayoría de la población, y aún cuando las observan, no se explican cómo aquella producción pudo llevarse a cabo. Esta capacidad se llama talento, el cual por inercia de la vida debe evolucionar hasta alcanzar el nivel de maestría. Cuando el artista no aprecia el don y se contamina, su talento no evoluciona, el resultado es un artista mediocre y de mediano talento. En ocasiones el artista es quien elige el arte, se empeña férreamente en obtener lo que la naturaleza egoístamente no le concedió por defecto, éstos pueden alcanzar el mismo nivel de los primeros mencionados, pero su camino será más doloroso.
El arte no complace a nadie, no pretende ser didáctico, buscar la paz, o enarbolar mensajes de amor; los mensajes de amor, paz, y armonía en el arte son los discursos de lo que no tienen discurso y ufanamente se empeñan a hacer algo para lo cual no tienen habilidad, como los religiosos, que no comprenden que su lugar en el arte hace tiempo que ya pasó. Ya no necesita tomar demonios prestados, ya tiene los suyos propios. El arte se alimenta de las guerras, del mito, de las parias y los nonatos, de los cuerpos amorfos, de todo lo que esté dañado o corroído. El arte, vive del dolor, vuelve al artista su mejor amigo y su peor enemigo. Llega para desatar el alma mientras engañosamente la ata por otro lado; una lastimosa trampa de coral oculta bajo el arrecife de una desconocida bahía, con olas bravas, especies venenosas, donde millones de tontos pelean por morir bajo sus aguas en una virtud suicida, y así auto-proclamarse artistas, cuando no dejan de ser el punto negro de la inútil página en blanco.
El arte de Santo Domingo volvió a incomodar, en fin… a ser auténtico arte. Su discordia vino de la mano de la obra "Cajas de Fósforos" del dramaturgo y actor dominicano Isen Ravelo, el cual los periodistas disléxicos de Republica Dominicana se han empeñado en llamarle "Ibsen", generando confusión con aquel dramaturgo de la obra Casa de Muñecas.
Isen Ravelo es un artista irreverente, malcriado, hedonista, y hermosamente agresivo. Lleva al escenario crudezas de la vida con la belleza de la soledad. Es su mejor amigo por la confianza que se profesa, y su peor enemigo por atreverse a tan corta edad a actuar, escribir, y dirigir su propio montaje; lo sorprendente es la altísima factura que consiguió pese a estos puntos mencionados. Una obra de Isen Ravelo que gira en torno a Isen Ravelo, no obstante una joya del teatro.
Cajas de fósforos es totalmente realista. Danny, el personaje principal está casado con una ninfómana (Madeleine Abreu), la cual es psiquiatra y sale a ver a sus clientes a altas horas de la noche. Danny sufre las consecuencias de una infancia apoteósica, frustrada por una madre religiosamente ignorante e ignorantemente religiosa, llevando su instinto materno al tamaño de la aceituna, lo que le hizo permitir que su propio hermano, tío de Danny (interpretado por Anthony Espinal) practicara violación/incesto con su hijo constantemente sin nunca protestar, todo por el común sentimiento religioso de continuar con la unidad familiar, y fue así como Dios paso a ser una simple excusa para ser feliz.
El montaje es diáfano, cada movimiento está calculado casi matemáticamente. Desde el inicio se define claro cuál es la escenografía y cuáles son los objetos de la obra, algo que no siempre queda claro cuando la dirección es hirsuta. Con acciones físicas, desplazamientos cotidianos (no estáticos en un sólo punto), comunicación, credibilidad, contacto, donde los objetos tienen otra utilidad más que la evidente. Los espacios del escenario están correctamente definidos, y en ningún momento hubo miedo a crear escenas que no sean políticamente correctas, o que atenten con la doble moral que nos rige. Cajas de fósforos es una obra que no buscar agradar ni caer en gracia, cargada de incesto, aberraciones, lujuria, traumas, y desesperación; una obra de psicológicamente violenta.
Isen Ravelo demostró no ser el típico director realista que se sienta a decirle al actor dónde pararse y dónde sentarse.
El histrionismo de la actriz Madeleine Abreu sorprende demasiado siendo ella tan joven y de tan baja estatura, es lo que se llama desdoblarse en el escenario.
Anthony Espinal, tiene como actor muy buenas virtudes, su mirada es excesivamente penetrante, una voz potente y misteriosa, y un cuerpo que acciona sin moverse, aún si hiciera una estatua o un maniquí… él sabría cómo imponerse.
La obra Cajas de fósforos, debe causar vergüenza a muchos directores del teatro realista dominicano, que dirigen obras para dummies, rozando en la mayoría de los casos el exceso de obviedad, cayendo en el ridículo e insultando el sentido común del público; si un actor debe comer le sirven literalmente un plato de arroz blanco. El cuerpo de Stanislavski murió hace mucho, pero vive en sus libros, y ellos son su herencia. En ellos encontramos todo un método, que ataca y aconseja cuales cosas evitar y cómo hacer teatro, dicho método generalmente no está presente en obras realistas, salvo algunas buenas excepciones, Cajas de Fósforos es una de ellas.
Estos directores merecen darse una vuelta por el X-Theatre a ver la obra de Isen Ravelo, que sí realiza el realismo que propone Stanislavski en sus libros.