A veces me pregunto por qué no internalizamos que somos ya un país. Señores somos 10 millones de personas; más que muchos países de la adorada y soñada Europa.
Pero no, somos nada. Si Haití es un “conglomerado de personas”, a veces pienso que somos una “mezcla no homogénea de personas”, para usar una metáfora de la física o las ingenierías, metáfora de construcción, que no de construccionismo.
Ahora resulta que fruto del posmodernismo disparatoso y anti progreso, anti ciencia y anti racionalista francés y alemán (mejor decir, de ciertos franceses y alemanes) que se afincó, creció y se desparramó en las escuelas humanísticas de universidades estadounidenses (ciencias políticas, lenguas, antropología, historia, psicología, “estudios culturales”), aunque no en sus centros de ciencias –asómbrense: ni de filosofía–. (Veamos a Lyotard, Derrida y Foucault en Wiki: eran filósofos, sociólogos, lingüistas, teóricos literarios; trabajaban epistemología, comunicación, el cuerpo humano, arte, psicoanálisis, historia, psicología y siga usted pensando, que seguro de lo que Ud. piensa algo dijeron también) y ayudados por las ignominias y discursos del pasado presidente de E.U.A., estamos ante movimientos “críticos” de todas las minorías de ese país.
Desde eliminar nombres, estatuas y recuerdos de su única Guerra Civil, hasta la prohibición de la “apropiación” de bienes culturales intangibles, como forzar a cambiar el nombre de “Indios de Cleveland” y “Bravos de Atlanta” a equipos profesionales de béisbol.
Bueno, los americanos andan por ese camino, lo han definido, aparentemente, como su nuevo camino y ya se verá cuánto dura la moda y qué resultará de todo eso.
Ahora bien, nuestro Caribe, nuestras islas, que islas al fin no son ni pueden ser parte del continente llamado América, quiere ser, por supuesto, parte de la moda.
Y ya lo dijo V.S. Naipaul, el formidable escritor de Trinidad y Tobago, premio Nobel de literatura, uno de nuestros isleños con ese nivel de reconocimiento. Escribió: “el Caribe es reivindicaciones importadas”.
Y así pues, copiamos, copiamos y copiamos. Todo: leyes, disposiciones, reglamentos, formas, expresiones de políticos, palabras, ritmos y por supuesto, las ideas.
Viene al caso el grupo de personas que protestaron en el parque Colón de esta Santo Domingo de Guzmán, frente a la estatua de Colón y ni pedían el cambio de nombre del parque ni intentaron derrumbar su estatua, no, ¡exigían cambiar el nombre del Faro a Colón!, ¿y por qué? ¡Por copiones!
Independientemente de que Yo personalmente no crea que unos huesecillos encontrados en una cajita, en nuestra época de “Concho Primo” (y menos por un cura), sean los de ese atrevido y audaz navegante hasta que un análisis de ADN me lo diga, a veces pienso que un grupo hizo un miniteteo, se comieron un chivo y después de la fiesta colocaron ahí unos huesitos y “Eureka”, son los restos de Colón.
En realidad, en esa época y ni siquiera después, nadie ha podido siquiera decir si son humanos los huesos, ni siquiera un estudio histológico se ha realizado y no digamos de las sospechosas negaciones de varios gobiernos dominicanos a que se les realice un ADN. Poco importa que estemos en el siglo XXI.
Pero sean esos los huesos de un chivo o de Colón, igual me da, el Faro es otra cosa. El Faro tiene nuestra historia, más de 100 años de pensarse y es un hermoso monumento y por muchísimo tiempo se lo habían dedicado a ese hombre, a Cristóbal Colón, un humano que abrió la modernidad, que completó el conocimiento de lo que es esta bola andante que llamamos Tierra, una muestra de hasta donde puede llegar la audacia humana y nuestro instinto por conocer, por saber, por descubrir.
Dejemos las copias a los malos estudiantes, hagamos de las copias nuestro pasado. Recordemos a R. Feynman cuando escribió: “Seguir ensayando nuevas soluciones es la forma de hacer todas las cosas”. Nadie más que nosotros, los dominicanos, con esa herencia cultural de búsqueda, de descubrimiento, de nuevas rutas. Pensemos y leamos y leamos y dejemos, como tantas otras cosas que hemos dejado, las copias, las extrañas copias, las estúpidas copias.