SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La costumbre de articulistas, personalidades y periodistas de reunir sus trabajos y publicarlos como libro, es una salida ciertamente fácil para proclamar que se ha publicado un libro.
El compilar artículos o ensayos cortos, darles una portada, buscar un buen prologuista amigo que sostenga que ese es el mejor trabajo del mundo, es una agenda de tareas relativamente sencillas. Quien quiera que haya publicado una columna de opinión o colaboraciones circunstanciales en los medios puede hacerlo.
El libro es una expresión del conocimiento humano que comporta conocimientos nuevos, planteamientos inéditos, datos y conclusiones fruto de investigaciones que tienen un determinado valor social.
Cuando se enfoca de esta forma, la industria editorial, se nota una enorme diferencia entre compilar y crear contenidos.
Tiene toda la razón del mundo, la colega Altagracia Ortiz Gómez, al indicarnos una apreciación incorrecta en nuestra crónica sobre su libro En cuidados intensivos, una visión crítica al sistema de salud dominicano, en el sentido de que no es una compilación de sus trabajos, sino un texto completamente nuevo, que adiciona algunas de sus brillantes y valientes trabajos en el diario Hoy
Desde luego que compilar y crear conceptos, son dos dimensiones definidas y distintivas de lo editorial.
El Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 (Larousse Editorial, S.L) describe compilar como el acto de: “Reunir en una misma obra extractos de diferentes libros o documentos sobre un mismo tema”.
Crear un concepto, elaborar un tema, retomar datos y documentos para generar una perspectiva nueva, aun cuando sea derivada del tema inicialmente tratado, es otro asunto.
Y no debe confundirse nunca el compilar con el crear.
Tiene toda la razón del mundo, la colega Altagracia Ortiz Gómez, al indicarnos una apreciación incorrecta en nuestra crónica sobre su libro En cuidados intensivos, una visión crítica al sistema de salud dominicano, en el sentido de que no es una compilación de sus trabajos, sino un texto completamente nuevo, que adiciona algunas de sus brillantes y valientes trabajos en el diario Hoy. Altagracia Ortiz Gómez nos ofrece su proceder correcto con este libro, que ha sido uno de los de mayor venta en noviembre y diciembre en Librería Cuesta.
Por ello, es injusto atribuir la condición de compilación a lo que no lo es.
La industria editorial dominicana ha crecido en sus aspectos técnicos y hoy día estamos en capacidad de producir todo, incluyendo los libros de gran formato, de colección y de arte, tal cual ocurre con las publicaciones que editan, por ejemplo, el Banco Popular Dominicano (El Gran Cambio. La Transformación social y económica de la República Dominicana 1963-2013” – Frank Moya Pons- y Trazos en el Mar: Guillermo González, la más completa investigación/homenaje al más grande de los arquitectos dominicanos, escrito por el Gustavo Moré o Vicini (Casas Casas Históricas de la Ciudad Primada de América", y Mar vivo (Guillermo Ricart), así como las publicaciones del Grupo CCN: Puerto Plata, Orgullo de mi Tierra y Golf, extraordinario resumen de gran formato sobre los campos en el país para ese exquisito deporte.
¿O qué decir de la labor de investigadores históricos como Bernardo Vega, (de quien resulta infaltable el ejemplo de El Zemí de Algodón (investigación personal que se publicó en 2014 sobre el único de estos objetos ceremoniales indígenas realizado con textiles), ó Roberto Cassa, Alejandro Paulino, Ilonka Nacidit Perdomo, con sus ensayos reveladores y logrados en base a un tremendo esfuerzo.
Altagracia Ortiz Gómez ha elaborado un concepto a partir de su experiencia cubriendo como periodista la fuente de la salud, pero no ha reunido sus reportajes o una selección de ellos, en un libro.
De nuestra parte fue una apreciación inconsciente el haberlo catalogado de esa forma, pese a que en el texto general de nuestra crónica se justiprecia el libro como concepto, como aporte nuevo de esta mujer periodista que por tantos años ha cubierto con rigurosidad el frente sanitario.
Las compilaciones de alguna forma son una corruptela diplomática de la industria editorial. No tienen, incluso, sentido, a menos que se trate de documentos históricos de un valor excepcional.
Cuando se trata de libros, el valor que implica dar la perennidad de lo impreso, requiere más que reunir y ordenar por fecha los textos publicados.
Estos contenidos tienen valor bibliográfico sí a esos textos se les confiere una personalidad conceptual propia, si se les trabaja para unirlos en base a ejes temáticos, si se amplía la información inicialmente presentada y se le trata como un contenido novedoso, inédito y fruto de un esfuerzo personal o colectivo de retratar una situación o describir un fenómeno.
Y a todas las personas que aspiran a publicar libros, nuestra orientación para que no se limiten a compilar lo publicado.