NUEVA YORK. They did it! Tal y como fue anunciado, con éxito y a casa llena se presentó en el alto Manhattan la Compañía Nacional de Teatro los días 13 y 14 de octubre. Las dos más recientes producciones de la Compañía: “Yago” (2017) y “Rosa” (2018), viajaron a esta ciudad para participar de las actividades conjuntas de la XI Feria del Libro Dominicano en Nueva York. Entre el frío, el inglé’ machucao’, sustico en migración, maletas, julepes de último minuto y hasta un intento de boicot, la experimentada agrupación demuestra nuevamente, por enésima vez en 72 años, que es capaz de enfrentar las situaciones más adversas y cumplir con una de sus principales metas: HACER TEATRO, ¡Y BIEN!

Sweet “Rose”, un susurro a la nostalgia

Las expectativas creadas y con los abrigos puestos, desde tempranas horas de la tarde del pasado sábado se apersonaron curiosos, selectos y foráneos públicos en búsqueda de teatro. Pues no faltaba más. Con el aviso de una docena de artistas en escena, música en vivo y sabor a Cibao, en el segundo piso del 541 W de la 145th Street, tuvo lugar la presentación de “Rosa”.

Se encienden las luces del teatro, música. Las fibras sensibles de la audiencia, atenta y silenciosa al hecho teatral, podía cortarse en el aire del escenario y la platea. Aúllan los perros y al compás de Ernesto Báez a la guitarra con Vadir González en el bongó, Miguel Bucarelli toca las maracas mientras entona la canción; “Es la tierra del Cibao, la ma’ fértil del paí’…” e inicia la función cargada de sentimiento. Manuel Raposo (Juan) interpreta con ímpetu su primer protagónico en la Compañía. Defiende el personaje con sus herramientas de actor ejercitado.

Backstage. Presentacion de Yago, de la Compañía Nacional de Teatro, auditorio del Hight School George Washington, New York. Foto, Canek Denis
Backstage. Presentacion de Yago, de la Compañía Nacional de Teatro, auditorio del Hight School George Washington, New York. Foto, Canek Denis

La actuación de Bucarelli como Amézquita, hace gala de su dominio fascinante de la organicidad, en cada parlamento, en cada una de las intenciones claras, una comunicación del mensaje poético teatral preciso, lo justo y necesario para admirarle.  Entre los personajes se pasean con naturalidad los tres canes títeres manipulados por Canek Denis y Alejandro Moss, causando asombro y escuchándose en el patio de butacas el unísono “aahh” de ternura, al ver la sugerente viveza de estos “puppets” confeccionados por el mismo Denis en conjunto con la artista multidisciplinaria Aniova Prandy.

Maggy Liranzo, Cristela Gómez y Pachy Méndez representaron con acierto los arquetipos femeninos del cuento: la matriarca (Marta), la compañera (La vieja) y la doncella (Rosa), respectivamente. Luego están los personajes, que con riesgo dramatúrgico, alimentan la trama por un largo camino, para completar u ornamentar la corta historia que por breves momentos flaquea. Pero la añoranza por la tierra natal tocó los corazones del espectador de ambas islas.

Camerino durante la obra Rosa, Compañía Nacional de Teatro, en el Comisionado Dominicano de Cultura, New York. Foto, Canek Denis
Camerino durante la obra Rosa, Compañía Nacional de Teatro, en el Comisionado Dominicano de Cultura, New York. Foto, Canek Denis

La pequeñita sala de teatro llamada Rafael Villalona de ese segundo piso en Manhattan, acogió esta puesta en escena en un ambiente intimista y como haciendo honor al mismo Villalona, alcanzó una atmosfera teatral penetrante a pesar de las condiciones técnicas adversas del escenario. La historia de amor entre Juan y Rosa (interpretado en esta ocasión por Raposo y Méndez) nunca se concreta, dejando el vacío de un amor platónico.

Se escuchan por fin las primeras notas de la guitarra que anuncian el final de la historia. La diáspora se estremece porque ante sus ojos se despliega un canto a la nostalgia al ver representada una fábula sencilla, de un lenguaje llano y directo pero evocativo en su poética originaria: la cuentística boschiana. Continúa la música y la magnífica y educadísima voz de Alejandro Moss interpretando en vivo (aquel clásico de Leonor Porcella de Brea que se hizo famoso en nuestra isla en la voz de Sonia Silvestre), llena el espacio con su proyección vocal impresionante para decirle a la audiencia; ¿Dónde podré gritarte que te quiero?/si ya no hay sol ni noches claras/solo tejiendo mi lamento por ti Dónde, dónde… dónde ¡¡¡maaaasss!!!” El perro aúlla. Apagón. Aplausos. La catarsis se logró.

Escena de Yago, Compañía Nacional de Teatro, auditorio del Hight School George Washington, New York. Foto, Canek Denis.
Escena de Yago, Compañía Nacional de Teatro, auditorio del Hight School George Washington, New York. Foto, Canek Denis.

Yago and Otelo is in the hight

“¿Una gallera? ¿Cómo así, pero aquí that is illegal?” La duda está creada y nosotros ni fu ni fa, que la expectativa crezca aún más. “¿Y van a traer gallos de pelea aquí, in the hight school?” siguen insistiendo los gringos. Nancy Vizcaíno (la directora técnica) solo les contesta: “Ustedes verán, don’t worry, don’t worry”.  Lo que no saben estos nórdicos es que los gallos y gallinas son el equipo actoral de la Compañía que van a batallar de un lado a otro, up and down up and down, sobre el escenario. Que los galleros Bienvenido Miranda, Fidel López y la mentada Vizcaíno, cacarearon y defendieron la técnica de la puesta en escena por encima del intento de boicot. ¡Muerte súbita! para el desplumado de Jose LaLuz. Barran la arena y limpien el moquillo que el hombre ta’ malo. Que el teatro es más fuerte y este equipito de la Compañía, emplumao’ y coludo, con espuelas de experiencias vastas, no se rinde ni improvisa. Pues hasta tiempo hubo para hacer un ensayo de luces, sonido y movimiento.

Culmina la ceremonia de clausura de la XI Feria del Libro Dominicano en Nueva York y comienza la gente a enfilarse para no quedarse fuera. El teatro arena, medio románico-caribeño-griego de “Yago”, abre sus puertas y se va llenando rápidamente. Se le pide al público que apaguen los celulares y que se aprieten para que quepan más. ¡Doña, stick please, que hay más gente afuera! Suena la primera bachata que avisa a los actores terminar de prepararse, el tiempo apremia y el espectáculo debe comenzar.

Suena la tambora, canto de los actores, hagan sus apuestas que empezó la figth, digo la función.  Cual gallo bolo Wilson Ureña impregna de su energía actoral el escenario-gallera, revela su dominio escénico con precisión absoluta de los movimientos corpóreos. En su personaje de Yago, Ureña alude con su presencia a una fantasmagórica entidad, que gracias a su interpretación, desata y enreda magistralmente el conflicto shakesperiano. La cosa pinta buena. Del otro lado el coludo, el negro Johnnié Mercedes (Otelo), derrocha sentimiento y pasión con la experiencia de tablas que posee este actor. Mercedes despierta atención entre la audiencia para develarnos su manipulable postura en la trama. Mercedes y Ureña pavonean sus dotes teatrales en la gallera.

Se baila se traiciona, se brinda, se goza, se ríe, que la fiesta sigue y Yago no es el que es, es Otelo el que no es; Casio de pariguayo, Rodrigo de mojiganga, Yago sigue embromando más la vaina, que el pañuelo, el pañuelito. Otelo es Yago y yo no soy el que soy… Los límites se pierden. Lo espectacular envuelve al espectador. Vadir González nos envuelve con su música de repentista hombre orquesta que aparece por todas partes logrando un sonido surround. La hermosa y altiva Desdémona (Yorlla Lina Castillo), que desde el balcón irradia una dulzura matizada de fragilidad que contrasta con su pesado, grueso pero atinado vestido de pelliza. Cristela Gómez, encarna a Emilia y nos revela su fuerza dramática y muestra sus dotes de actriz consagrada, a la vez que lucha por recuperar la dignificación de la mujer, en un final dramatúrgicamente tergiversado, que valida inconscientemente el feminicidio.

En este novelón teatral, ambientado en un gallinero Isabelino de post cataclismo caribeño atemporal, todos se embroman. La gallera se convierte casi en un matadero. Casio (Ernesto Báez), desterrado. Rodrigo (Manuel Raposo), asesinado. Brabancio (Gilberto Hernández), jodido. Emilia, asesinada. Desdémona, asesinada. ¿Y Yago? en el limbo. El Juez de valla, Fausto Rojas (el director), se pasea en derredor, detrás de los palcos con nerviosismo, atento a todo. Finalmente el coro canta, unas velas aparecen, se llora el asesinato mientras Otelo solloza; “duerme niña preciosa, mira que ya oscureció…”. Apagón. The end.

“Bravo, amazing, wow, amazing” grita un señor que logró colarse y sentarse en una esquina en el piso. El público de pie aplaude a la Compañía. Ovación para Ureña por tan esplendida actuación. Le sigue Mercedes en aplausos. Nadie recuerda las apuestas en contra, todos sonríen a favor.  Parece un empate, es un empate, porque aquí quien ganó, fue el teatro.

Sobre el autor:

Especie de autobiografía de Canek Denis

Soy actor, titiritero, investigador teatral, zanquero, apasionado de la historia y la documentación. Acucioso y perfeccionista en casi todo. Adorador de la vida misma. Ajuntao' sentimental y luego legal y feliz con una artista intelectual mas fuerte que yo y encima soy hijo de un arqueólogo canadiense cabeza dura y de una periodista revolucionaria feminista chamánica. Teatrero por completo y enganchado a intelectual.