Hermanas Mirabal

El legado de las hermanas Mirabal ha trascendido nuestras fronteras. Desde el año 1999 la ONU escogió el 25 de noviembre como el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, por ser el día en que se conmemora el asesinato de las Mariposas, nombre político con el que se identificaba a estas tres heroínas y mártires de la libertad. Las hermanas Mirabal fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960. Fue un crimen atroz, hecho con brutalidad y alevosía contra esas tres activistas sociales y políticas, cuyo único delito fue defender el derecho a vivir en libertad y en democracia.

Una poeta dominicana del siglo XX, conocida por la reducida élite intelectual dominicana, pero –según quienes han estudiado su obra– no reconocida en la proporción que su calidad literaria merece, escribió un poema en homenaje a las tres heroínas y mártires de la provincia que lleva su hombre. El poema se titula Oda heroica a las hermanas Mirabal, y su autora es Carmen Natalia (1917-1976), poeta oriunda de la provincia de los grandes poetas: San Pedro de Macorís. Ese es el texto que comentaremos hoy.

Oda heroica a las hermanas Mirabal

En este poema, Carmen Natalia realiza una descripción espiritual de las hermanas Mirabal. Un trazo moral de las cualidades que distinguieron a esas tres extraordinarias mujeres, heroínas y mártires de la libertad. Y, al mismo tiempo, afirma la perenne vigencia del legado de esas ejemplares damas en la memoria colectiva.

Veamos estrofa por estrofa lo que plantea la poeta petromacorisana sobre las tres Mariposas.

No hubo blancura igual a su blancura,

nardo, azucena, lirio…magnolia de su carne,

carne hecha para el beso, fue pasto de las balas,

las Mirabal cayeron bajo el plomo1 cobarde.

Inaugurando el poema, nuestra autora describe como un rasgo esencial de las Mirabal su blancura, y las compara con cuatro de las flores más representativas: nardo, azucena, lirio y magnolia. Estas flores, aunque pueden presentarse en otras variedades de colores, suelen destacarse por su blancura impecable. Así que el color blanco aparece resaltado no sólo por lo expresado en el primer verso: “No hubo blancura igual a su blancura”, sino que la mención de las flores en el segundo verso eleva esa condición a una escala superior. Y, de entrada, hay que decir que esa blancura atribuida a las tres mártires no podría referirse al color de la piel (eran mujeres de piel clara, pero físicamente no podían ser descritas así). Aun cuando la poeta hace explícitamente la relación de ese color con “la carne” de las mártires, a nuestro juicio, esa blancura inmaculada se refiere a la pureza de sentimientos, a la nobleza de las aspiraciones que las indujeron a desafiar el opresivo régimen imperante integrándose a la resistencia. Pureza de alma, altruismo, búsqueda del bien común, renuncia a las ambiciones e intereses personales… todo ello lo sugiere la mención de las flores, como símbolo de belleza y de pureza, además de la referencia al color blanco.

También resalta el poema a modo de contraste que no obstante la condición de esas mujeres, naturalmente predispuestas para el amor y la ternura, padecieron ultrajes y acabaron aniquiladas por la violencia.

Hermanas Mirabal

La siguiente estrofa, cuyo primer verso es sintácticamente muy semejante al primero de la anterior, destaca la dulzura de las mártires, que es lo mismo que resaltar su bondad y su calor afectivo. Y así como en la estrofa inaugural se usa el simbolismo de las flores para destacar la pureza de sentimientos, aquí se usa el símbolo de la paloma con idéntico significado. La paloma ha sido relacionada con la pureza, la paz, el amor y, en sentido general, con el ascenso espiritual. Recordemos que en los evangelios cristianos el Espíritu Santo es simbolizado por una paloma blanca. Sin embargo, aquí en la referencia a las palomas también está encerrada la idea de la muerte violenta de las heroínas, al decir que esas palomas tenían “el pecho florecido en claveles”. El rojo de los claveles en el pecho de las aves sugiere la idea de sangre, y por consiguiente, de muerte. Con todo, aquí la muerte adquiere un sentido de trascendencia: pues nuestras mártires “cayeron de cara a las estrellas”, es decir, iluminadas por un resplandor celeste. Las estrellas han sido asociadas a la iluminación espiritual, es la luz del espíritu que trasciende a la materia corporal. Se deduce, pues, que al morir, las mártires pasaron a otra dimensión: su legado heroico, sus ideales cívicos, su sacrificio no desaparecieron; más bien constituyen un legado que habrá de continuar vivo en la conciencia colectiva, iluminando el porvenir de la patria. En ese sentido, su muerte no significó una derrota, pues desde ahí comenzaron a levantarse hasta devenir en símbolos de resistencia de la mujer frente a la opresión.

No hubo dulzura igual a su dulzura,

los ríos se crecieron para llorar por ellas,

palomas con el pecho florecido en claveles,

las Mirabal cayeron de cara a las estrellas.

Es interesante cómo la poeta involucra a la naturaleza mediante el uso del recurso de la personificación (prosopopeya), así destaca la sensibilidad de ésta frente a la muerte de las Mirabal (“los ríos se crecieron para llorar por ellas”).

En la siguiente estrofa la poeta convoca a otros (el pueblo) a perpetuar la memoria de las heroínas. En el primer verso de esa estrofa pide subirlas a un pedestal (estructura que sostiene una estatua o columna), lo cual es una invitación a tallar imágenes (esculturas) para fijar los nombres y la representación icónica de las heroínas en los espacios públicos, a fin de que toda la ciudadanía pueda reconocerlas y reverenciarlas.

Ayudadme a subirlas al pedestal de piedra,

donde grava la historia los nombres de sus mártires,

ayudadme a decir qué cosa grande hicieron

estas mujeres- cíclopes, estas mujeres-ángeles.

En el cuarto verso de la estrofa precedente se representa a las heroínas como “mujeres-cíclopes” y “mujeres-ángeles”. Se trata de una interesante antítesis, pues mientras los cíclopes (en la mitología griega: gigantes que tenían un solo ojo, en la frente) representan la fuerza bruta, instintiva y, por tanto, son una representación de lo puramente terrenal; en tanto que los ángeles son un referente de divinidad dentro de la cultura judeocristiana. Esto, aplicado a la vida de las tres reconocidas luchadoras antitrujillistas, nos dice que no solamente fueron valientes y consistentes en la resistencia contra la opresión, sino que también tuvieron un profundo sentido de espiritualidad, lo cual es comprensible en quienes se despojan de todo interés particular para abrazar el ideal de la redención colectiva. Mucho de grandeza espiritual hay que tener para asumir como propio el dolor de todos los que padecen persecución y abusos.

A seguidas, la voz que habla desde dentro del poema nos da cuenta del encuentro de los restos mortales de las heroicas hermanas con la tierra. Esta, la tierra, es presentada como un ser sensible, profundamente herido y sangrante. Es el receptáculo del llanto derramado por los que padecían opresión en ese momento, dolor colectivo renovado por la tragedia del 25 de noviembre. El recurso de la repetición, que otorga fuerza expresiva al poema, es usado por nuestra poeta al inicio de la próxima estrofa, y continúa en las dos siguientes. Tres palabras son las que se repiten: los adverbios de lugar allí y donde, y el adverbio de cantidad más. Y en correlación con lo anterior, las tres estrofas cierran con expresiones idénticas: “allí bajaron ellas”, “allí subieron ellas”, “allí llegaron ellas”. Las tres estrofas poseen estructura sintáctica semejante. Veamos la primera de las tres:

Allí donde más hondo fue el dolor de los hombres,

y más honda la herida sangrante de la tierra,

donde fue más profundo el surco de las lágrimas,

y más amargo el llanto… allí bajaron ellas.

En la próxima estrofa se afirma que las vidas de las épicas luchadoras fueron segadas justo en el lugar (y bien podríamos agregar que en el momento) en que más enardecida era la lucha, y para afirmarlo la poeta utiliza imágenes representativas de la resistencia, como el grito de combate, el puño levantado, la expresión concisa y la elevación del pecho. Cada uno es un símbolo de firmeza frente al cerco que imponía el implacable enemigo, que a su vez es representado por otra imagen de naturaleza opuesta: bayoneta (arma blanca, afilada y puntiaguda, fijada al cañón de un fusil). Esta estrofa traza una especie de línea visual: ascendente/descendente en que el adverbio más, repetido en los tres primeros versos de esas estrofas, unido a adjetivos que implican elevamiento (alto, enhiesto, levantada, erguido) indican una contraposición de fuerzas articuladas en el binomio: opresión (bayoneta) y resistencia (grito, puño, voz, pecho).

Allí donde más alto fue el grito de combate,

y más enhiesto el puño frente a las bayonetas,

donde más levantada fue la frase precisa,

y  más erguido el pecho… allí bajaron ellas.

Como ya hemos señalado, la estrofa próxima sigue un patrón similar a las dos anteriores. Aquí se destacan algunos atributos morales de las Mirabal: valentía, sacrificio y heroísmo, frente a símbolos negativos como la retama (arbusto ornamental, invasivo y tóxico), que en el imaginario social está asociado al sabor amargo, y “bandera de sangre”, representación de la militancia heroica que en esos años era prácticamente una inmolación, ya que implicaba un desafío al poder establecido, es decir, a la dictadura, que como tal se sostenía sobre la base de la violencia. Sublevarse contra el orden opresivo que prevalecía sobre la República equivalía a una forzosa renuncia a la vida para ponerla a la disposición de la libertad y la dignidad ultrajadas. La expresión “retama postrera” contiene una fuerte alusión a la muerte, y ésta a su vez está asociada directamente a “bandera de sangre”. La alusión a la muerte se deduce por el adjetivo “postrera” unida a retama, tomando en cuenta que hablamos de postrero para referirnos al último elemento de una serie o sucesión, usado por los poetas para significar el último momento de la vida y, por extensión, al destino último de todo ser vivo.

Allí donde más lejos llegó la valentía,

y apuró el sacrificio su retama postrera,

allí donde más lejos plantara el heroísmo,

su bandera de sangre… allí bajaron ellas.

En la estrofa que sigue, la voz poética metaforiza la figura del dictador en una bestia salvaje que asecha a su presa para atacarla con toda la fuerza de su instinto brutal. Pero como se trata de una bestia “humana” no ataca con garras ni dentelladas, sino por medio de armas y a traición, mediante una emboscada, como realmente aconteció. Aquí otra vez la poeta habla de la caída de las Mirabal, y utiliza el símil del árbol talado para simbolizar el crimen. En el tercer verso, la tierra, destino final de la materia humana, aparece personificada como una mater dolorosa que abre sus brazos pare recibir los restos mortales de las víctimas.

El ojo de la bestia les siguió la pisada,

ojo y plomo a la espalda, como hacen los cobardes,

la tierra abrió los brazos para ceñir sus cuerpos,

las Mirabal cayeron taladas como árboles…

En la próxima estrofa la poeta hace referencia al verdugo, y las mártires aparecen bajo el simbolismo repetido de flores de nardo. El verdugo deshoja las flores, es decir, golpea los cuerpos; y, simbólicamente, corta cual tallos las lenguas de las damas, como recurso para imponer el silencio que de otra manera no pudiera lograr. Y aquí otra vez aparecen las estrellas, esta vez besando los cuerpos exánimes. La idea de un asesinato hecho con alevosía (a traición, por la espalda) que dejaba indefensa a las víctimas aparece nuevamente resaltado en el último verso de esa estrofa:

Las manos del verdugo deshojaron los nardos,

cortaron como tallos las lenguas silenciadas,

las estrellas besaron su carne por vez última,

las Mirabal cayeron con el plomo a la espalda.

En la penúltima estrofa, que es la que sigue, la poeta retoma la imagen de los cuerpos de las Mirabal como materia pura, semejante a las flores (nardos) que al caer mortalmente a la tierra perdieron su condición natural de pureza y se petrificaron. El proceso de petrificación (convertirse en piedra) es el de fusión con la Madre Tierra, madre amorosa en cuyo regazo acabamos todos (“polvo eres y en polvo te convertirás”). No obstante, como ya hemos indicado, esto no significa una derrota de aquello que las hermanas representaron y defendieron. Lo que físicamente fueron el puño levantado, la frente alta, el pecho erguido, la boca y los ojos fijos en el punto de la acción, ya son elementos integrantes del suelo que los acogió, son materia trasformada, y, por lo tanto, físicamente irrecuperable en su individualidad. Sin embargo, muere el cuerpo, mas no las ideas. Murieron físicamente para desde ahí levantarse transfiguradas en heroínas, cuyas estatuas mostrarán ante todos la consistencia de su legado cívico.

Más ya el nardo no es nardo, pues que se ha vuelto piedra,

piedra el enhiesto puño, piedra la frente alta,

piedra el pecho y los ojos y la boca sin lengua,

las Mirabal cayeron para alzarse en estatuas.

En la última estrofa, a través de una interesante prolepsis (anticipación), la poeta profetiza que las Mirabal sólo murieron físicamente, pero su lengua (su ejemplo y trayectoria) continuarán hablando, y el corazón de cada una seguirá vivo en la piedra y en el alma (conciencia) del pueblo. Es poderoso, extraordinario, a pesar de su sencillez, el verso final del poema: “las Mirabal cayeron para volverse eternas”. ¿Qué mejor cierre para el poema cuya propuesta es resaltar la imperecedera vigencia de las Mirabal en nuestra memoria histórica?

Y sus bocas, sin lenguas, han de seguir hablando,

y sus tres corazones palpitando en la piedra,

perennemente vivas en el alma del pueblo,

las Mirabal cayeron para volverse eternas.

III.  

Minerva Mirabal.
Minerva Mirabal.

Aspecto formal 

Oda heroica a las hermanas Mirabal está compuesto por diez estrofas de cuatro versos. Los versos son alejandrinos (14 sílabas), excepto el primero de la primera y el primero de la segunda, que son de 11 (endecasílabos). La rima es asonante y sólo se realiza en los versos pares (segundo y cuarto).

Como vimos en los comentarios de las estrofas, la autora maneja varios símbolos que se traducen en valores afectivos y espirituales (flores, estrellas, palomas, ángeles, corazones), cívicos (puños en alto, pecho erguido, frente alta, pedestal de piedra) y otros que entran en abierta oposición con los anteriores, y que, por consiguiente, poseen un carácter negativo; estos representan violencia, odio, muerte (bayonetas, retama, sangre, árbol talado, bestia). Un símbolo igualmente importante es el cíclope, que aunque podría funcionar como representación de salvajismo y violencia, en el poema simboliza la fuerza instintiva al servicio del bien y de la vida.

De igual manera, nuestra poeta emplea hábilmente importantes recursos retóricos para dar una mayor consistencia al mensaje y, al mismo tiempo, embellecer la textura del cuerpo poético. Una de las figuras más empleadas es la metáfora, presente en varias estrofas. Entre ellas: “magnolia de su carne”; “pasto de las balas”; “el surco de las lágrimas”; “bandera de sangre”… Hay otras figuras en el texto, como la sinécdoque que se encuentra en varios versos (primera, séptima y octava estrofas), cuando el yo poético nombra el plomo para referirse a las balas que, según nuestra poeta, hirieron a las hermanas Mirabal. Asimismo, acompañando a la sinécdoque que señalamos en la primera estrofa, hay una interesante hipálage: cuando la poeta atribuye la condición de cobarde al plomo (balas) que hirió mortalmente a las heroínas en lugar de adjudicar esa categorización al asesino. Otro recurso muy utilizado es la repetición. A lo largo del texto se van produciendo repeticiones sintácticas que dan un ritmo hasta cierto punto uniforme a algunas de las estrofas.

Por otra parte, en el texto se produce un juego de oposiciones (antítesis) entre símbolos que representan el bien y otros que representan el mal, y entre aquellos que simbolizan la vida y los que contienen referencias directas de la muerte.

Conclusión

Al escoger Oda heroica a las hermanas Mirabal, de Carmen Natalia, nos sumamos a los homenajes que en la presente semana se han estado haciendo dentro y fuera del país a esa trilogía de mujeres que se enfrentaron a la más sangrienta dictadura de cuantas ha padecido el país en procura de la restauración del orden democrático y los derechos ciudadanos. Y, al mismo tiempo, rendimos homenaje a su autora, dama meritísima por sus aportes en el renglón de las letras y por sus dotes de luchadora en la resistencia contra el régimen que en esos años tiranizaba al pueblo dominicano.

Carmen Natalia.
Carmen Natalia.

El poema da cuenta de la represión y el crimen perpetrado contra estas valientes damas, y proclama la vigencia de su legado como sustancia que alimentará la conciencia de los ciudadanos. Esa conciencia social será el molde donde se forjarán los futuros salvadores de la patria en los momentos críticos que se presenten en los años venideros.

Es importante señalar que la poeta Carmen Natalia compartió un destino semejante a las Mirabal. Como miembro de una familia perseguida por la dictadura de Trujillo, se vio forzada a abandonar el suelo patrio para preservar su vida y la de sus familiares. Pudo sobrevivir porque se estableció fuera del país, de lo contrario, probablemente hubiera corrido la misma suerte de aquellas a las que dedicó su “Oda heroica…”. Ella también merece el reconocimiento y la admiración del pueblo dominicano. Carmen Natalia Martínez Bonilla y las hermanas Mirabal, junto a tantas otras mujeres valiosas nacidas en nuestro suelo, son figuras trascendentales en el proceso de construcción de un orden social y político más justo y democrático, un orden que aún está en proceso. Que sus respectivos legados y nombres nos sobrevivan.

Post scriptum:

Aunque la poeta habla varias veces de la muerte a balazos de las hermanas Mirabal, las fuentes históricas refieren que el triple asesinato se consumó a palos. En ese sentido, en el poema se produce un ligero distanciamiento de la historia, que aceptamos conscientes de ciertas libertades (licencias) que se les concede, inclusive, a los más realistas de los poetas y escritores.

Bibliografía

García, José Enrique (2007). El futuro sonriente nos espera. Poesía dominicana. Santo Domingo: Alfaguara.

Houtzager, Guus (2005). Enciclopedia de la Mitología Griega. El mundo de los dioses y los héroes griegos en palabras y fotografías. Madrid: Editorial LIBSA.