La vida mueve sus hilos invisibles y los entrelazas para crear la urdimbre de acontecimientos que dan forma a tiempos de nuestras vidas de maneras inexplicables.  Hacia ya varios días que esbozaba en mi mente un artículos sobre el pintor austriaco Gustave Klimt, cuando la   dinámica social que se da en los espacios virtuales trajo a mi ventana en el ciberespacio,  una imagen colocada por el pintor dominicano Jorge Severino, de su obra pictórica “La otra prima”, pintura evidentemente inspirada en el famoso retrato de “Adele Bloch-Bauer I”, realizado por Klimt.  En ese justo instante veía en Netflix la película “La dama de oro” (2015),  dirigida por Simon Curtis,  y en la que se dramatizan las peripecias pasadas por María Altmann, seis décadas después del Holocausto,  para recuperar la pintura de “Adele”, robada a sus familiares por los nazis, y a la que estos  le habían  dado el renombre de “La dama de oro”.

Gustav Klimt

Gustave Klimt (1862-1918),  nacido en las afueras Viena, desde muy temprana edad recibió conocimientos de las técnicas del grabado por parte de su padre, para posteriormente ingresar en la Escuela de Artes Aplicadas, donde recibió una formación acentuada tanto en los medios técnicos artesanales como industriales. Posteriormente estudio pintura, área en la que rápidamente destaco, por sus trabajos simbólicos, monumentales y retratos. Se convirtió rápidamente en el artista más celebre y polémico de Viena, siendo la figura principal del grupo de artistas visuales “La Secession”, que abogaba por una innovación de la imagen creadora, abrirse a las nuevas tendencias del arte y por un nuevo espíritu de sus representaciones espaciales, castradas entonces por el indiferente espantajo de las academias.

Se convirtió rápidamente en el pintor de la burguesía vienesa de fines del siglo XIX, sobre todo de origen judío,  quien vio con asombro como el pintor se elevaba en su obra hacia un sensualismo,  preciosista y lascivo, que destruía la figuración pictórica convencional, haciendo énfasis en las líneas y contornos de un espacio cargado de símbolos, en el que resplandecía el laminado metálico del pan de oro, dando nuevas energías a la realización creativa.

Klimt se involucro fervientemente con los objetivos del “Jugendstile” (estilo de la juventud), movimiento estético alemán que tenia como premisa forjar un nuevo espíritu visual de contenido simbólico y ornamental, no tanto en la pintura como en la decoración de interiores, y todo el universo de las artes aplicadas. El Jugendstile, -retomando elementos orientales, modelando interpretaciones de la naturaleza y generando arabescos helénicos-, fue conocido en Francia como Art Noveau, en Inglaterra asumió el nombre de Modern Style, y en Austria se exaltó bajo el empuje del grupo “ Secessionista”, con Gustave Klimt a la cabeza.

De los muchos trabajos que realizó el  artista,  los críticos consideran el retrato de Adele Bloch-Bauer I, el más famoso de los que pintó, siendo el más elaborado ejemplo del énfasis decorativo, y en la que no escatimó el uso de las aplicaciones del laminado de oro y plata sobre el lienzo.

La pintura encargada a Klimt, por el esposo de Adele, el rico banquero y magnate del azúcar Ferdinand Bloch-Bauer, le tomo tres años realizarla, siendo el primero de los dos retratos que pinto de esta dama de la burguesía vienesa, por encargo del marido. 

Foto de Adele

En varios escritos se ha conjeturado que la relación de Adele con el pintor se hizo más íntima con el paso del tiempo, ya que ella,  de forma poco habitual, le sirvió como modelo para dos obras más del artista, en donde ella asumía el rol de dos “mujeres fatales” como:  Judith y Salomé. 

Aunque en la película no se hace mención, el comisario nazi Bruno Grimschitz, cambia primero el nombre de la pintura para el de “Retrato de oro” y posteriormente a “La dama de oro”, nombre que se  mantuvo para ocultar el origen judío de la mujer en la pintura.

El valioso collar de diamantes engarzado en oro, que luce Adele en el cuadro, fue parte del hurto realizado por los nazis a la familia Bloch-Bahuer,  y se sabe que posteriormente,  lo lucia en su cuello en las recepciones oficiales de los alemanes, la esposa de Hermann Goering, alto militar y dirigente de la Alemania nazi.

Adele muere de meningitis en 1925, siete año después de la muerte de Klimt, cuando apenas contaba con 43 años.

La lucha de su sobrina María Altmann para recuperar la pintura exhibida por la Galería Belvedere, en Viena,  duró ocho años, desde 1998 hasta el 2006. La pintura, luego de recuperada por su legítima heredera, fue vendida por US$ 135 millones, al magnate de los cosméticos Ronald Lauder, hijo de Estée Lauder.

La línea preciosa que enarboló Klimt en esta obra, la estilizada figura cargada de velado erotismo, dentro de una superficie hedonista cargada de símbolos y pan de oro que avasallan el lienzo, mantiene aún la avidez visual propia de nuestra sociedad contemporánea.