La satisfacción de necesidades, nos incita a los humanos, persistentemente, a una vorágine de creación de objetos para el consumo. Los diversos conglomerados sociales han sido despiadados con la naturaleza y el frágil ecosistema de nuestro planeta, con el uso indiscriminado de muchos de sus recursos, para la creación de estos objetos destinados a satisfacer nuestras necesidades, fugaces o no. Millones de toneladas de basuras y desperdicios son recolectados día por día, depositados en vertederos a la intemperie, resultado del descarte de muchos de estos objetos, que en su momento fueron útiles para suplir nuestras necesidades.
La reflexión sobre este modelo consumista de la sociedad impulso, en cierta medida, a un grupo de artistas italianos, en el 1967, a utilizar materiales y objetos considerados pobres, de desechos y sin valor aparente, para la realización de sus planteamientos estéticos. Arte Povera (Arte Pobre), fue el término acuñado por el critico y curador de arte, Germano Celant, para referirse al grupo en sus primeras exposiciones. Este movimiento trilló el camino trazado con mucha anterioridad por Marcel Duchamp, Arp y Schiwitters, quienes recogieron objetos comunes, descartados y de la vida diaria para la elaboración de sus obras artísticas.
El Arte Povera, como tendencia estética, surgió en abierto rechazo a las vanguardias norteamericana de los 50 y 60, no tanto por su potencialidad creadora como por una especie de enajenación en el uso dispendioso de los materiales artísticos.
El uso de materiales desechados y de fácil alcance, asumir una nueva actitud inventiva ante la vida, descubriendo las raíces del hecho creativo. Partir de los materiales simples con los que se trabaja y considerarlos una extensión del cuerpo y el alma del artista, quien se conecta directamente con el entorno y la naturaleza en una sintonía armónica, hacen del Arte Povera una filosofía de vida que se recicla, en momentos que vislumbramos un futuro desgarrador para nuestro planeta.
El termino reciclar, utilizado hasta la saciedad en los albores de nuestro siglo XXI, nos exhorta a “someter materiales usados o desperdiciados a un proceso de transformación o aprovechamiento para que puedan ser nuevamente utilizados”, algo muy claro para los artistas que asumieron en pasado siglo, el proceso de reciclar objetos desechados de la sociedad de consumo, para devolvérnoslo conceptualizado en obra creativa para el deleite estético.
La utilización de desperdicios del consumismo hedonista, para ser reciclados y transformados, trasciende el espacio de las artes plásticas, y encuentra en la artesanía contemporánea, formas nuevas de reinvención de los objetos utilitarios y decorativos hechos a manos. Las posibilidades del uso de materiales y cosas desechadas, trascienden la imaginación creativa, constituyéndose en una realidad de constante crecimiento en ferias y eventos artesanales.
El objeto artesanal creado a partir del desperdicio, se nos devuelve con una fertilidad imaginativa, sencillez de una bonanza natural que repudia los artificios mecánicos.