En tiempos precolombinos, y dentro de la civilización náhuatl ya se reconocía una íntima relación entre la música y la poesía; la lengua, inclusive, denominaba a la poesía como “flor y canto”. La historia indica que, en el continente americano y en esa época, la poesía no cumplía una función meramente estética, sino que junto con la danza eran utilizadas por sacerdotes-poetas como parte de rituales litúrgicos y sagrados y que, además, las rimas musicalizadas eran una herramienta mnemónica que se utilizaba para grabar en la memoria de los ciudadanos valores que ayudaban a garantizar la supervivencia de la comunidad.

Empieza el llanto de la guitarra

Siglos después, en el mundo hispanohablante se da otro especial acercamiento entre poesía y música. Por un lado, irrumpe en la literatura Federico García Lorca con obras como su Poema del Cante Jondo, escrito para el Primer Festival del Cante Jondo que organiza el poeta con el compositor Manuel de Falla en Granada, en 1922. El flamenco llega a ser contexto de múltiples poemas del autor granadino quien fuera asesinado durante la Guerra Civil Española, ya que hace en ellos referencia directa a la seguiriya gitana, la saeta y otros diversos ritmos y tipos de canciones dentro del género.

Canto que mal me sales, cuando tengo que cantar espanto

Algunas décadas después, cobra gran importancia la obra de otro artista asesinado por dictadores, el compositor y poeta chileno Víctor Jara, uno de los pioneros y máximos representantes de lo que se llamaría la “nueva canción latinoamericana”. Al unir música y poema Jara logra una fuerza de comunicación tan temida por la dictadura militar chilena de la época, que le cuesta la vida. El recuerdo del poeta cantautor y sus baladas hasta el día de hoy marcan la vida de varias generaciones de hispanohablantes. Del otro lado del Atlántico, en esas mismas décadas de 1960 y 1970 y también como parte del movimiento de ‘canción de protesta’, en España aparecen varias recopilaciones de poemas musicalizados y cantados, entre las cuales destacan las del cantautor valenciano Paco Ibáñez, quien sin nunca componer sus propias letras, a través de más de una quincena de álbumes le da extensa difusión a la obra de poetas como García Lorca, Rafael Alberti y Miguel Hernández, entre otros.

Caminante no hay camino

Ibáñez y otros compositores forman parte de un fenómeno singular en ese país dentro de la llamada “canción de autor”, que se trata de una serie de homenajes a poetas reconocidos. De estos, quizás el de mayor difusión y popularidad llega a ser el catalán Joan Manuel Serrat con sumamente conocidas versiones de poemas de Antonio Machado y dos discos dedicados a la obra de Miguel Hernández (de los cuales el segundo, Hijo de la Luz y de la Sombra, sale a la luz en el 2009, casi cuarenta años después del primero).

Te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía

No se limita Serrat a la poesía española, sino que también canta la poesía del uruguayo Mario Benedetti, caso especial en la relación poesía-música de las Américas. A solicitud de amigos cantantes y músicos, Benedetti llegar a escribir varias letras de canciones. También ocurre que algunos artistas le ponen música a poemas de Benedetti que no habían sido originariamente escritos para ser cantados, como por ejemplo (entre muchos otros) en la obra musical de la venezolana Soledad Bravo, del cubano Pablo Milanés y de la argentina Nacha Guevara.

Yo fui a la revolución a luchar por el derecho

Hoy en día, el son jarocho mexicano y mexicoamericano manifiesta una relación estrecha entre la poesía, la música y la canción de protesta que pareciera retomar la trayectoria de la canción de protesta del siglo anterior. Dicho género, que nace en el siglo XVI fusionando música africana, indígena y española sobre la base de la estructura poética de la décima española del mismo siglo, en el nuevo milenio se perfila como canción contestataria por excelencia en ambos lados del Río Bravo. Del lado sur, ha sido notable la importante presencia de músicos jarochos en las manifestaciones anti-calderonistas en la capital mexicana en el 2006; y del norte, es de notar la participación de músicos jarochos en manifestaciones recientes, como las del sindicato Immokalee a favor de los derechos de agricultores. Dentro de estos movimientos y en ambos países, cabe resaltar la importancia de “Luna Negra”, canción del grupo veracruzano Los Cojolites. Compuesta sobre décimas del mismo nombre que escribiera el revolucionario y maestro decimista Arcadio Hidalgo, la popularidad de “Luna Negra” a la que le componen constantemente nuevas décimas reclamando justicia, nos ofrece evidencia innegable de que aún brota nuestra flor y canto, en recuerdo de que existe la posibilidad de transformar el mundo en otro mejor.

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Nota del autor: los títulos de cada sección son frases de poemas de los siguientes escritores en orden de aparición: Federico García Lorca, Víctor Jara, Antonio Machado, Mario Benedetti, Arcadio Hidalgo.

Catalina María Johnson es miembro del consejo editorial de contratiempo, escritora, curadora musical y locutora/productora de programas para estaciones de radio pública que se escuchan desde México, D.F. a Berlín. Para mayor información sobre la música mencionada, favor de visitar www.catalinamariajohnson.com