I

Rafael Américo Henríquez (1899-1968) es un poeta dominicano, destacado en la primera mitad del siglo XX. Durante sus inicios se vinculó al movimiento postumista y posteriormente formó parte de la Poesía Sorprendida. Entre sus textos más conocidos está “Rosa de tierra”, extenso poema que sus estudiosos adscriben a la estética surrealistay al creacionismo del poeta chileno Vicente Huidobro. No escribió mucho. Su obra poética reunida está contenida en un único volumen titulado Briznas de cobre.

En su poética, Rafael Américo Henríquez se interesa de manera obsesiva por los ambientes campestres, preferiblemente nocturnos, o en el momento en que se produce la transición entre el día y la noche, o la noche y el día. De ahí que la mayoría de sus poemas se decanten por la descripción.Los paisajes nocturnos con luna constituyen una presencia recurrente en sus poemas, como ya haseñalado algún otro estudioso de su obra. En la lírica de Rafael Américo Henríquez predomina lo sensorial sobre lo conceptual. Sus descripciones paisajísticas van más allá de lo puramente mimético y realista, ya que hay en ellas una marcada tendencia a reelaborarel objeto de su percepción para impregnarlo de un toque de idealismo.

Federico García Lorca.

A menudo, el poeta humaniza a objetos y seres no humanos, convirtiéndolos en entes racionales. De ahí que la personificación, o prosopopeya, figure entre los recursos retóricos más usados en sus textos. Cultivó el romance, con influencias perceptibles del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca.

Dos poemas de nuestro autor hemos seleccionado para este trabajo: “Va cantando” y “Paz”.

II.

Va cantando

Amarillos

sus pezones.

Amarillas

las estrellas de las charcas del sendero.

Va descalza, va desnuda, va sin miedo

cuesta arriba.

Son sus huellas

huellas vagas de una luna ya difunta.

Canta un gallo. Cantan ciento.

Amanece.

Verde y rojo

en el viento

y en el filo de la sombra:

colorido montañero.

Algún día

sus pezones, y sus ojos, y sus manos

serán joyas de silencio,

serán tierra, serán nada.

Monte arriba,

con los ojos, en las luces de la aurora,

va sin miedo, va descalza, va desnuda,

va cantando.

En “Va cantando” la voz poética nos habla de un ser o elemento personificado femenino. No lo dice de manera expresa, pero, dado el contexto, el lector fácilmente advierte que se trata de la luna. El poeta la personifica asemejándola a un cuerpo de mujer, de ahí que hable de sus pezones, y le atribuya un comportamiento propio de los seres animados y racionales. Su color amarillo parece proyectarse en otros elementos del paisaje, como es el caso de las estrellas reflejadas en las charcas que se forman en el camino. Es una luna dinámica, que se mueve desnuda, descalza y sin miedo, como dueña y señora del entorno. Pero, paradójicamente, la palidez de su luz la hace ver como una dama enfermiza, cadavérica. Precisamente, ese color amarillo que el poeta le atribuye bien puede asociarse con la amarillez de un cadáver.De ahí que el poeta la defina como “una luna ya difunta”. Las primeras luces del día y su sol correspondiente pronto se encargarán de sepultarla.

La escena presentada por el poeta se sitúa en el momento en que la noche va cediendo el cetro a la alborada, y la mañana comienza a insinuarse gozosa y triunfante (“es el filo de la sombra”). Se acerca el momento en que la luna “morirá” para renacer al finalizar el día. El nacimiento de la mañana es anunciado por el cantío de los gallos. Alumbrados por la claridad del alba, los objetos y seres comienzan a definir sus formas y colores. El verde y el rojo de la naturaleza (follaje y frutos) se insinúan mecidos por el vaivén del viento. Como cediendo a un impulso reflexivo, el poeta enfrena su entusiasmo descriptivo para hacer una disquisición: en tono profético afirma que algún día de ese cuerpo (pezones, ojos, manos) no quedará más que silencio, tierra, nada. Ese breve fragmento nos recuerda el celebérrimo verso deGóngora: “En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”, con que finaliza el soneto “Mientras por competir con tu cabello”.

¿A qué se debe esa profecía distópica que anticipa una época en que el satélite ya no tendrá vigencia y desaparecerá? ¿O sólo desaparecerán los ojos asombrados que contemplan arrobados su belleza? ¿Perecerá el romanticismo, tanasociado a nuestro satélite, en medio de esta ola de materialismo utilitarista que ha ido sepultando todo vestigio de idealismo sentimental y fantasía ensoñadora? A veces no son los objetos los que desaparecen, sino los ojos que los contemplan.

Luego del planteamiento anterior, el autorreenfoca su atención en la luna y en sus movimientos. Lohace reproduciendo con poca variación un fragmento anterior; una luna que asciende por el monte, como intentando escapar de las luces de la aurora, pero, paradójicamente, el vasallo astro va sin miedo, va descalzo, va desnudo, va cantando; es como si un condenado a muerte avanzara cantando hacia el cadalso. Digamos–siguiéndole el juego al poeta– quela dama de amarillos reflejosse sabe invulnerable, confía en que tras un breve periodo de sol, recuperará su señoríopara volver a conjurar las sombras nocturnas. ¡Ley eterna de morir y nacer en un ritmo incesante!

Todo lo que hasta aquí hemos dicho sobre el poema “Va cantando”, no representa más que un tímido acercamiento a su significatividad. Bien sabemos que todo texto se empobrece un poco en el intento de explicarlo racionalmente, a sabiendas de que el contenido de una obra artística va mucho más allá de las elucubraciones que puede aportar un análisis desde una fría racionalidad. El significado que allí está encerrado es siempre superior a todas las exégesis que en torno a él puedan tejerse. El arte moderno, del que la literatura forma parte–por supuesto– es una sumatoria de componentes racionales e irracionales; en él intervienen en mayor o menor proporción lo consciente y lo inconsciente, lo concreto y lo abstracto.Y lo inconsciente frecuentemente se convierte en lo más relevante de un determinado producto artístico.

Muchas veces las obras se vuelven sugerencias, esbozos de ideas, insinuaciones, conceptos contradictorios… que dificultan la elaboración de una interpretación concreta. En esos casos, toda exégesis puede parecer temeraria, inclusive riesgosa. Las obras vanguardistas son un ejemplo de ello. Y nuestro poeta que, sin ser un vanguardista consumado, tampoco se adscribe de manea absoluta a los moldes tradicionales, de esos que exigen un ceñimiento estricto a los cánones del clasicismo decimonónico y de siglos anteriores. “Va cantando” es una especie de divertimento, como muchos otros poemas del autor, en que el contenido es casi intrascendente, y el valor reside fundamentalmente en la estética de la construcción y disposición de los elementos que lo conforman, incluyendo los recursos retóricos empleados.

III.

Paz

Ademanes de barro de manos sembradoras

han tomado la tarde. Jícaras amarillas

la gozan prisioneras, la muestran triunfadoras,

que tales son bandadas sonoras de semillas.

 

Oro móvil, espigas, color y campanadas

son presencias de luz, pájaros forasteros

en esferas de sol, en lumbres alcanzadas

por el propio rebrillo. Irrumpen los primeros

 

heraldos de la paz. Ya no siembra la moza

mil diamantes azules llovidos de la frente

cándida, nazarena; en rojez alboroza

 

un naranjo dormido. Y rezuma la gente

y mecen los frutales arpegios de laguna,

reflejos de senderos… ¡Despereza la luna!

En el soneto “Paz”, nuestro poeta, tan amante de las descripciones, presenta un panorama rural a la caída de la tarde. La primera escena es presidida por unas manos de mujer que siembran en un surco, y unas jícaras (vasijas) de color amarillo donde están contenidas las semillas. Haciendo uso del recurso retórico conocido como metonimia, el poeta no presentainicialmente la silueta completa de la sembradora, sólo sus manos realizando el acto de la siembra; será más adelante, en otra escena,donde la identificará, aunque de un modo vago. La voz poética enuncia que la tarde ha sido tomada por esas manos laboriosas para realizar una siembra. Y para hacerlo se sirve de las citadas jícaras.

Mediante el empleo de una metáfora, nuestro bardo convierte esas improvisadas vasijas de origen vegetal, por obra y gracia de la función connotativa del lenguaje, en “bandadas sonoras de semillas”. De pronto, nuestro pensamiento lógico, choca con lo que nos parece una gran contradicción al leer ese verso, puesto que esas semillas están prisioneras en el limitado compartimento de dicho objeto (jícaras), lo que hace inconcebible la comparación con una bandada (grupo de aves que vuelan juntas). Es decir, las semillas están prisioneras dentro de un objeto cerrado, con un pequeño orificio de salida, mientras que una bandada de pájaros en vuelo está en pleno ejercicio de su libertad. Pero todo sea dicho en nombre de la creativa imaginación poética y la facultad connotativa del lenguaje. En ello reside la estética del mejor arte literario.

De todos modos, esas semillas que temporalmente han sido encerradas en jícaras (algo así como aves enjauladas), están destinadas a salir a la luz para ir a las entrañas de la tierra y luego de varios días brotar y comenzar un nuevo periplo vital. Será cuestión de días para que convertidas en nuevas creaturas biológicas puedan interactuar con otros elementos de la naturaleza: sol, viento, lluvia… Serán, entonces, como aves desplazándose cielo arriba. Bandadas de tallos elevándose por los aires.

La mirada del poeta se desplaza hacia otro ángulo para alcanzar una visión más amplia del paisaje, ahora dominado por nuevos elementos: sol (oro), espigas, pájaros en vuelo. Todo el panorama aparece ceñido por una envoltura de claridad. La intensa amarillez es lo que lleva al poeta a hablar de oro. Es el oro de la tarde, por el efecto que produce la luz solar. Destaca, asimismo, la mención de unas campanadas, lo cual indica que la escena transcurre en el último tramo de la tarde.Téngase en cuentala antigua tradición consistente en tañer las campanas al atardecer para indicar el fin de la jornada de trabajo.

Como ya lo hemos apuntado, toda la escena aparece uniformada por la presencia de la luz del sol, intensamente amarilla, la cual, no obstante, pronto comienza a dar señales de declive y al mismo tiempo a adquirir una coloración más encendida. Es el momento de recogimiento en que el ambienteempieza a dar síntomas de cansancio, de agotamiento, lo cual se traduce en una continua laxitud en los elementos de la naturaleza (“irrumpen los primeros heraldos de la paz”, dice el poeta). ¿Cuáles son esos heraldos de la paz? Un heraldo es un mensajero. Dentro del contexto temporal y natural en que se desarrolla el poema, la paz se anuncia por medio de una sensación de quietud, de silencio, de opacidad, momento en que la luz comienza a debilitarse y las primeras sombras de la noche van desdibujando los contornos.

La joven labradora ha cesado de sembrar. De su frente, que el poeta define como cándida y nazarena (inocente, sencilla, ingenua, benévola) caen abundantes gotas de sudor, las cuales son transformadas por la mirada “metafórica” de nuestro bardo en “diamantes azules”. Esa intensa transpiración de la moza se replica en un colectivo a quien el bardo se refiere con el impreciso nombre de “gente”. Es decir, toda la gente del entorno inmediato que ha pasado el día laborando bajo el bravo sol, ahora debilucho y pálido, expulsa abundantes sudores mientras descansa al caer la tarde.

En el cierre del poema, la voz que nos habla desde dentro del mismo, da cuenta de la rojez de un naranjo dormido. Como se trata del momento en que se produce la transición entre el expirar de la tarde y el nacimiento de la noche, “hora de soledad y de melancolía /en que casi es de noche y casi no es de día” (José Ángel Buesa), el paisaje se viste de un color anaranjado o rojizo. De ahí que el poeta hable de la rojez del naranjo, pues el sol rojizo del atardecer va tiñendo de un tono bermejo encendido todo el paisaje. Y como resultado de la languidez crepuscular, el vegetal aparece dormido. Sin embargo, asombra el verbo alborozar, atribuido a ese árbol,que se encuentra bajo la condición de sueño (“en rojez alboroza un naranjo dormido”). Dormir implica recogimiento, tranquilidad, algo que está en abierta oposición al concepto de alborozo (del que proviene el verbo alborozar), pues este sustantivo significaalegría muy expresiva, explícita, exteriorizada en vivas muestras. No obstante, la idea adquiere sentido cuando desplazamos el sustantivo en cuestión (alborozo)de su homólogo árbol (naranjo), al que en rigorcorresponde la atribución, para adjudicarloal color rojo, que es un color eminentemente alegre y expresivo.Bastará, pues, recurrir a esa prestante figura que es la hipálagepara que todo encaje perfectamente.

Completa el elenco lírico la presencia de otros frutales –nombrados así, en forma genérica– cuyos reflejos se mecen en el acompasado movimiento del agua de una laguna. Allí, también están los senderos reflejándose en el agua mansa y serena. Todo ello, débilmente iluminado por una luna que despierta y comienza a articular sus primeros balbuceos luminosos sobre el cuerpo de la noche.

El título del poema queda perfectamente justificado por el ambiente campestre y la hora en que se desarrolla la acción. También, la presencia de un solo personaje (y, por tanto, ausencia de conflictos) y el predominio de objetos y entes naturales…El poeta parece decirnos que la única paz objetiva, real, cierta, es aquella que se respira y se siente cuando entramos en contacto directo con la naturaleza, lejos del “mundanal ruïdo”, como proclama un célebre poema de la literatura española. La vida plácida y bucólica(campestre), sin grandes complicaciones, llena de las maravillas que ofrece la naturaleza, es el mejor escenario para alcanzar la plenitud del espíritu.

Por hoy concluimos nuestra brevísima incursión por los predios líricos del poeta Rafael Américo Henríquez. Y como el recorrido ha sido demasiado breve, será forzoso regresar más adelante para completar una panorámica más amplia de su poética. A pesar de que no conocemos su obra en una dimensión que permita elaborar un juicio definitivo, bien podemos decir que es un poeta que no decepciona, y que merece ocupar un lugar más visible dentro de la galería de nuestros clásicos. El Ministerio de Cultura y su Dirección General de la Feria del Libro, igualmente la Dirección General del Libro y la Lectura, la Editora Nacional y otros organismos oficiales tienen la palabra.

Bibliografía

Buesa, José Ángel (1988). “Poema para el crespúsculo” en Oasis. Madrid: Ediciones Alba.

Henríquez, Rafael A. (1977). Briznas de cobre. Santo Domingo: Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos.